martes, 16 de julio de 2013

Estudio novela norteamericana. Luz de agosto de William Faulkner

Un diálogo consigo mismo
Por Guillermo Aguirre González
En el final de Luz de agosto, Faulkner redondea la novela. En las cuatro semanas, contadas desde la llegada de Lena a Jefferson, hasta su viaje con Byron, ocurren acontecimientos a los cuales el autor, les hace una genealogía, les rastrea su origen. El aserradero, buscado por Lena, alberga al padre de su hijo. Con él trabajan, Byron y Christmas. Ambos personajes son desarrollados, como principales y sirven para mostrar otros, subsidiarios del cuerpo argumentativo; pero fundamentales. Todos los personajes, principales o no, son expuestos en la intimidad de su yo, y por el carácter de su monólogo, son identificados.
La novela se vuelca toda hacia el interior de los personajes. Es una obra literaria dedicada al yo. El diálogo permanente de los personajes con sigo mismo, el monólogo, muestra como la realidad incide en el sujeto y es elaborada con las palabras. Se hace un mundo personal, un mundo, que por principio, es humano. El mundo humano armado de palabras, ha sido creado por la humanidad para domeñar el afuera; reducir el caos exterior a un cosmos medido y apropiado. Pero ese mundo interno de los personajes de Luz de agosto, es el del ser humano norteamericano; distinto al europeo, al indígena y al africano, los que le, dieron origen.
La segregación, hizo un compartimento estanco, para cada etnia; pero la mezcla fue inevitable. Y todos, afros, indoamericanos, anglosajones y los mestizos, adquirieron una condición cultural, muchas veces sincrética. Un imaginario, un concebir, una concepción del mundo, signada por la relación personal con el dios cristiano. El relato religioso, transmitido la mayoría de veces de forma oral, pero sobre todo a partir del libre acceso al libro, permitió un diálogo con dios a nivel de la conciencia y en cada sujeto, muy cercano al monólogo.
El diálogo con dios es un monólogo, porque se habla con un ser que no está, pero existe dentro del mundo humano, y a cada sujeto, en la sociedad norteamericana, se le ha permitido una relación personal con él. Esta es una de las novedades modernas. El diálogo del sujeto con su dios, se enfrentó a la exclusividad medieval de la jerarquía, para ejercer la comunicación escatológica. El moderno, al menos desde 1530, entra en una teología unipersonal, en la que el sujeto se relaciona directamente con su creador.
La novela registra este suceso y describe el ser interior y obliga, de forma recurrente, en la vida de cada personaje al monólogo interior. El ser humano moderno norteamericano, sintetizado por Faulkner, en Luz de agosto, es un ser dialógico con sigo mismo, aunque tenga unas convicciones comunitarias que le lleven a formar legiones con nombres griegos, para ejecutar acciones paraestatales, e imponer una justicia de supuestos rasgos superiores. Este rasgo es el que identifica el devenir del ser humano occidental.
Se pude sostener la tesis. Luz de agosto es una novela sobre el yo occidental, cruzado por el cristianismo moderno. Hablar con dios es hablar consigo mismo, con esa tecnología creada en el ser humano por el poder. El animal humano trashumante fue obligado a sedentarizarse y a introyectar los códigos de dominación en ese dispositivo íntimo nombrado por el lenguaje como el Yo. El ser humano está en diálogo permanente con él mismo. Los contenidos de este diálogo inmenso están atados a la cotidianidad. La relación con los demás está en permanente ponderación. Los actos se materializan según las reglas nominadas y formadas en grupos que tratan de abarcar los comportamientos posibles.
Los personajes de Luz de agosto actúan y miden la cantidad de bien y de mal que pueden causar a los demás conciudadanos. Esa cantidad la extraen de la Biblia, por lectura propia o por la un tercero: el reverendo pastor. Por eso el juicio de los propios actos o de los demás se mide desde ese diálogo personal con dios. Diálogo que pude llevar a que el interlocutor se apodere de sí mismo y se llegue a afirmar: “dios habla por mi boca y castiga con mi brazo”.
Los personajes de la novela según su diálogo o su monólogo se muestran fanáticos, culpables, cautos, castigadores, contempladores, desafiantes, omnipotentes, predestinados y azarosos, puestos sobre la tierra.

Luz de agosto. Memoria larga y profunda
Por Guillermo Aguirre González
Lo humano es un invento de los seres humanos para darle coherencia a la existencia. Ha sido necesaria esa autovaloración. Lo humano se ha dotado de contenidos como el recuerdo, la memoria, la experiencia; contenidos encapsulados en los constructos de la cultura: la religión, el arte, la magia, la ciencia y la política. Esa autovaloración humana transmitida a las generaciones nuevas, evita, inicialmente, la destrucción entre iguales. Por eso los iguales han construido un concepto de ser humano reducido a sus propios códigos culturales. Los demás seres, vecinos o distantes, no son humanos o les falta humanidad. Diría el grupo de iguales: nosotros somos los que hablamos bien, pensamos correctamente, nuestros dioses son los únicos verdaderos, nuestra tierra es la mejor, todos nosotros somos el centro del mundo, los demás son bárbaros y esclavisables.
Esta convicción ha trasegado por todos los tiempos de la historia, desde el neantropo de las llanuras, hasta el homosapiens del cantábrico. Y la encuentra William Faulkner en la sociedad norteamericana, a pesar de la adopción de la república y la democracia con su filosofía política sobre la igualdad genérica. Faulkner lee la sociedad de su entorno, la concibe y la lleva a la literatura; pareciera responder a la pregunta ¿Qué hace actuar a los seres humanos que conozco, de tal manera? Parte de ese contenido asombroso del ser humano llamado memoria. Los personajes de Luz de agosto hablan y actúan desde la memoria organizada como religión.
Cuando Faulkner dice que “La memoria cree antes de que el conocimiento recuerde. Cree mucho más tiempo que recuerda, mucho más tiempo del que tarda el conocimiento en preguntarse”; cuando dice: “Acaso era el conocimiento que da la memoria, el conocimiento que comienza a recordar”; “Y la memoria sabe esto; veinte años después, la memoria cree todavía Fue aquel día cuando me hice un hombre”; “Fue muchos años después cuando la memoria supo aquello que él recordaba”; “y la aceptación vino a reemplazar al conocimiento y a la memoria”; “Lo sabré dentro de un minuto. Ya he comido esto en alguna parte. Dentro de un minuto lo sabré una memoria en marcha que sabe”; «Sí, habría vuelto la grupa. Habría huido hacia el lado opuesto. Lejos de la memoria, lejos del conocimiento de los hombres. Sí, creo que habría huido para siempre».
Cuando Faulkner hace estas afirmaciones en su voz omnisciente o en la de los personajes, ata la memoria al conocimiento y le da predominio a la primera. Se muestra en Luz de agosto una sociedad comunitaria dirigida por pastores (sacerdotes) inspirados en la Biblia, en la memoria religiosa dosificada y reducida a los actos humanos. Cada acto tiene su regulación mística y está en la memoria del predicador que la trae en el momento del suceso.
La sociedad norteamericana que conoce Faulkner está centrada en la supremacía de los blancos anglosajones y su religión cristiana. Para ellos los demás son seres inferiores y tienen la huella de la esclavitud y por principio son culpables de los males de la humanidad, concebida como la humanidad de los blancos. Ante el crimen de Joana Burden, el sheriff dice a un alguacil, Tráeme un negro para culparlo. Y negro no es solo el indígena o el afrodescendiente. Lo es el pelinegro y todos los mestizos.
El autor está centrado en mostrar el comportamiento de los seres humanos, por eso habla de la memoria de la supremacía blanca, como de la memoria del negro o del mestizo. La universalidad de la memoria y la relación con el conocimiento deja la certeza de un pensamiento profundo del fenómeno. La memoria es más larga, más profunda que el conocimiento; porque el conocimiento es memoria organizada, depurada con el útil de la lógica.
En la Norteamérica de Faulkner los grupos sociales, dominantes y excluidos tienen el mundo híbrido; por la memoria creen, conocen, recuerdan, huelen, ven, tocan y se violentan. El conocimiento se despliega en un contenido fundamental, en el canto, en la música de la oblación, de la ofrenda. El pastor retirado que lee incesante… “Al escuchar esa música, le parece percibir la apoteosis de su propia historia, de su propio país, de su propia sangre, de aquellas gentes de las que él ha salido y entre las cuales vive y que nunca pueden gozar de un placer o sufrir por una catástrofe, ni evitarlos tampoco, sin comenzar a discutir sobre ellos. Placer, éxtasis: esas gentes parecen incapaces de soportarlos. Y para evadirse de ellos solo conocen la violencia, la embriaguez, las batallas, la oración”.

 
Obsesión y monomanía
Por Guillermo Aguirre González
¡Ya está! ¡Ya lo hice! ¡Les había dicho que lo haría! Con estas palabras autoreferidas, Joe McEachern vuelve a ser Christmas. Golpeó con una silla de madera a su padre adoptivo y lo dejó en el piso, ensangrentado e inconsciente. El despotismo del padre había creado en el hijo un rencor vengativo dispuesto a aflorar en cualquier incidente de confrontación. Crhistmas desde el orfelinato fue sujeto de dominación por la discriminación racial. En su vida de hijo adoptivo, el padre lo discrimina por no ser capaz de memorizar el catecismo y por dejarse llevar por los sentidos. Esa dominación capacitó a Crhistmas para el parricidio, tras los golpes del padre sobre su carne.

La introspección por la discriminación y la culpa, ejercida por la familia, es dejada de lado por la época de la primera virilidad. El licor, el sexo y la fiesta, fueron un mundo revelado por la pequeña ciudad cerca de su residencia campesina. Les entregó todo; pero la inocencia de Crhistmas respecto a los agentes expertos que le ofertaron licor, sexo y fiesta, hace que ellos le saquen sangre para ver las huellas de su africanidad en el fluido y porque el presunto parricidio del muchacho, les tumbó el negocio y los obligó a huir.
 
La camarera, y sus administradores, desprecian la decisión de Crhistmas de casarse con ella y le dicen que no pueden irse con un perseguido por la policía, porque ha matado un hombre. Y peor, a su padre, y más grave aún por tener sangre negra, elemento que lo hace culpable a ultranza, por estar en una sociedad racista.
 
Crhistmas, golpeado, en su cuerpo y sus sentidos se posa en la calle y “la calle pasó a través de los estados de Oklahoma y de Missouri, descendió hacia el sur, hasta Méjico, y luego subió de nuevo al norte, a Chicago y a Dretoit, antes de descender una vez más y detenerse al fin en el estado de Mississipi. La calle tuvo una longitud de quince años”, y se detuvo con un Crhistmas de treinta y cinco años de edad, en la casa de una mujer blanca, negrófila, ni vieja ni joven, para luego matarla.
 
Los dos crímenes, se clavan en la conciencia, como dos lanzas impulsadas desde el cielo. Ambas muertes se han meditado y por ser ejecutadas en los cuerpos de sus protectores, se convierten en parricidios. Faulkner lo hace así, sin manifestarlo expresamente. La novela debe explicar la causa de la muerte de la mujer, ni joven ni vieja, la señora Burden. Y la motivación se haya mediado un ejercicio de analepsis, para mostrar el parricidio cometido por Joe McEachern, alias Crhistmas.
 
El parricidio cometido por un negro, en el “sur profundo” de la Norteamérica de principios del siglo XIX, es un crimen explicado por los códigos y símbolos sociales de un sociedad religiosa y petrificada. Y así como se explicó en 1840 las causas del parricidio de Pierrer Riviére, por herencia y tradición, se mantienen las mismas explicaciones, en 1940. Riviére lo hizo por monomanía y Crhistmas por obsesión. El diagnóstico de monomanía en la persona de Riviére lo estableció Dominique Esquirol, desde la insipiente medicina de la mente, de principios del siglo XX. Este caso de parricidio fue estudiado por Michel Foucault, dentro de sus investigaciones sobre la relación entre los regímenes penitenciarios y las formas jurídicas. Entre los documentos se trae un debate signado en la prensa de la época. La identificación de Pierre Riviére como enajenado mental en el momento del crimen, hace que se le cambie la pena de muerte por cadena perpetua, porque es posible su resocialización y reeducación, con un tratamiento penal basado en el trabajo y la disciplina como se hace en Pennsilvania (Norteamérica).
 
Crhistmas es diagnosticado por su creador, por Faulkner. Este parricida, meditó el crimen, como legítima defensa. -Otra vez que vuelva a violentarme le mataré- Era su convicción. Desde niño blindó su yo contra el exterior. La acusación de tener sangre negra y de ser un infiltrado en la sociedad de blancos, centró su pensamiento en la defensa; por eso la imposición de McEachern, su padre adoptivo, de un dios castigador, la puso en la balanza de su yo y la transformó en la idea de un dios permisivo. El licor, el sexo y la fiesta, son un don, no un pecado, y si McEachern le castiga por hacerlo, cometerá parricidio. Esta es la obsesión de Crhistmas.

Tente en el aire
Por Guillermo Aguirre González
Mestizo mulato es una categoría dentro de la taxonomía de la dominación detenida en la raza. La imagen de ser humano se ha atado al color de la piel. Ser humano para el etnocentrismo del mundo occidental, es ser de piel blanca, es tener la verdad, la razón y el derecho de dominación sobre los otros colores de piel y las mezclas. Esta vocación de nuestra cultura americana, al menos desde la llegada de los europeos, ha creado una conciencia de inferioridad. Las revoluciones políticas que instauraron las repúblicas democráticas, hechas en nombre de la igualdad y la libertad, no lograron extirpar el racismo, ni la mala conciencia de los mestizos.
Christmas, desde niño sufrió la exclusión social por su condición étnica; pero en una situación especial. Su piel blanca confundió a todos. Solo quienes conocían su origen mestizo proclamaron su negritud e hicieron que la sociedad lo tratara con la misma actitud con que se trataba a los negros en la Norteamérica de las primeras décadas del siglo XX. Este caso especial lo trata Faulkner, para caracterizar el personaje. Christmas es recibido como blanco en todas partes porque ese es su aspecto; pero luego, por efecto de la habladuría, se le saca su ancestro y las gentes cambian de actitud, lo discriminan y lo violentan. Esta argucia de Faulkner, va dirigida a conformar el mundo mental de Christmas, es decir, la mala conciencia del mestizo segregado.
La argucia de Faulkner, tiene toda la pertinencia. El etnocentrismo de los colonizadores de América, estableció una taxonomía social por el color de la piel y por el grado de mezcla de las etnias. Los españoles en Suramérica nombraron el caso equivalente al de Christmas, con el concepto de “Ñapangos”. Una ñapanga o un ñapango fueron seres humanos iguales en el color de la piel a los colonizadores, pero la genealogía escrupulosa, del Estado español en América, decretaba que esos mestizos tenían una ñapa o residuo o añadido de otra sangre distinta. Otros casos extremos, en los que el ojo no detectaba rasgos de la mezcla, el poder decía que ese hombre o mujer es un “tente en el aire”, algo tiene que lo hace desigual.
 La mentalidad de Christmas, se moldea con la actitud de su padre adoptivo. Es la del dulce tirano, amable verdugo, castigador convencido, de ser poseedor de la razón del cristianismo fundamental. El padre adoptivo se acercaba a Christmas, para moldearlo con “su voz (que) no era hostil. No tenía nada de humano ni de personal. Era simplemente fría, implacable, como las palabras escritas o impresas”. El señor McEachern debía introyectar el catecismo presbiteriano en la mente del niño rebautizado como Joe Eachern. Los azotes eran el vehículo que combinaban la sangre y la letra para hacer la voluntad del señor.
El mundo de Christmas, tomó la vía de la introyección, de un monólogo permanente. El mundo exterior debía ser ponderado por sus códigos y símbolos. Los actos de los otros relacionados con él, se daban porque los otros le observaban, le pensaban, le asediaba, y de eso solo podía esperar controles, estigmas y coacciones. La actitud no podía ser otra; debía ser tan frío e implacable como el látigo o como el filo de una navaja de afeitar.

 

 

Whisky, depresión y racismo
Por Guillermo Aguirre González
Depresión económica, producción ilegal de whisky, Ku klux Klan, son tres dramas que enmarcan, el de una joven mujer embrazada, viajera pedestre de Alabama a una población de Misuri, llamada Jefferson, en busca del padre de su hijo.
El trabajo de aserradero, duro para cuerpos duros, hace del whisky ilegal un atractivo. El dinero llega con rapidez y hace de los involucrados unos seres transgresores de las costumbres, centradas en un cristianismo vigilante. La paga en el aserradero es deprimida y se materializa y se hace visible en la vivienda de las familias de los trabajadores. Casuchas construidas con madera sobrante y cortezas deleznables. Igual en la estación del aserradero donde la muchacha llamada Lena es preñada, como en Jefferson.
En esta pequeña ciudad, con parque central, barrios bajos y hoteles, se desarrolla la historia. Ciudad sureña. Los habitantes conservan el odio a los yanquis vencedores de la guerra de secesión; y una mujer del norte que se metió a vivir entre ellos la acusan de negrofílica y de relacionarse sexualmente con los afrodescedndientes. Por auxiliar a los negros recibe visitas de blancos encapuchados y es advertida y amenazada. El Ku klux Klan, como se llaman los encapuchados, expresan las convicciones sociales de los habitantes. Un pastor, casado con una joven mujer, tiene una sirvienta negra. El pastor, desatiende a su mujer y esta se ve obligada a viajar a otra ciudad para satisfacer sus necesidades sexuales. Las damas y los señores poseedores del sentir social de Jefferson, concluyen que el pastor no toma a su mujer porque se satisface con la cocinera negra. La mujer se suicida y el pastor es obligado a dejar la iglesia y recibe la visita del Ku klux Klan. Es evidente la relación entre las damas y los señores con los encapuchados. El autor de Luz de agosto, dice que el pastor tiene la oportunidad de denunciar la coacción ante la policía, ante el Estado; pero el pastor decide quedarse callado e inactivo. Se lee en esos actos, el desconocimiento, de las damas y señores de Jefferson de la imparcialidad del Estado. Pero a renglón seguido Faulkner identifica y describe al sheriff Kennedy, como racista y defensor del grupo social, sensor de Jefferson y le adjudica las persecuciones de dos formas, una con el uniforme del Estado y otra con la capucha y la cruz.
Los primeros capítulos de Luz de agosto describen y plantean una crítica a la sociedad norteamericana. La doble moral es evidente; pero es difícil mostrarla. Faulkner lo hace a través de los actos humanos desplegados en la convivencia cotidiana. Los cristianos alaban la comunidad, de ellos y para ellos, y repudian lo externo, los negros y la sexualidad no reglamentada. Por eso La mujer joven embarazada busca por dos estados a su pareja para que la reivindique socialmente.
Los actores de la historia encarnan esos hechos con un recurso parmente a la introspección. Piensan y actúan y vuelven a pensar. Yo pienso que debe ser así, aunque se actue de manera distinta -dicen-. Dualidad, bifurcación de la persona, dualidad del Estado. Los personajes son auténticos y viven llevados por los acontecimientos: Byron, Lena, Chirstiam, Brown, el pastor, son seres tranquilos y sus actos hacen que el lector acuse el orden político; acuse a la sociedad tradicional y vea en la sexualidad de Lena, en el contrabando de alcohol y en la vida del pastor, la bondad humana, a pesar de ser proscritos por las damas y los caballeros de extrema derecha.