domingo, 28 de mayo de 2017

El barrio de Ladrillo

Volver. Óleo Antonio Seguí 1998

Lo trajeron a la tierra o al mundo o a la luz, las manos hábiles de la alta y gruesa Encarnación, partera prestigiosa en ese sector de la ciudad al que no alcanzaban los escasos servicios públicos del Estado. Lo puso sobre la palma de la mano derecha y con la otra barrió el rostro del niño y dijo –es moreno, chiquito y aguileño-. Lo terminó de acondicionar y lo puso sobre los pechos desnudos de la madre.
Ser aguileño fue el rasgo físico que marcó la vida de Javier. La forma rapaz de su nariz originó el sobre nombre de Condorico desde muy temprano. La madre morena y de baja estatura, hacía trabajo de limpieza en el hogar de Carlos y Berta. Cuando habló del hijo que esperaba, Carlos le comentó que no habría problema porque sería una compañía para Emilia; pero la madre, entendió por un sentido de consideración, que ella y el hijo serían un peso para ese hogar en el que trabajaba. Por eso dejó a Condorico, luego de amamantarlo por tres años. Salió una noche de diciembre y no volvió. Berta y Carlos trataron de encontrarla pero no tuvieron resultado.
Javier Condorico fue adoptado en silencio. Cuando adquirió orientación en el espacio se encargó de comprar las cosas de la casa en las tiendas y graneros del barrio. Al comienzo le anotaban en un trozo de papel el listado de víveres por traer, luego puso en uso una nemotecnia de grande a pequeño y grababa en su mente los artículos por el tamaño; prescindió del listado y se convirtió en el mandadero de los vecinos de Berta. Creció rápido el prestigio de Javier por el reconocimiento de Encarnación. Ella con su mayestática figura lo saludaba siempre; –Mi aguileñito- le decía y se agachaba hasta poner su cara contra la del niño. Por eso Condorico creció en prestigio y reconocimiento. Seguro, corrió por el barrio el mandadero. Los días le dejaban exhausto y en las noches soñaba con las aceras y el pavimento de las calles. El afán de hacer bien su trabajo lo llevó a soñar repetidamente tener alas y volaba, con autonomía para elevarse o descender, sobre el barrio.
Carlos y Berta decidieron matricularlo en la escuela. Las primeras semanas le fueron traumáticas. Acostumbrado a correr libre en el día, sintió el peso del claustro y la disciplina. El sentimiento se agravó cuando en el tiempo del recreo orinó el pedestal de la Virgen del Rosario puesto en el centro del patio, porque creyó poderlo hacer, así como orinaba en la calle, cuando le llegaban las ganas. Encontró el dedo acusador de los compañeros y la burla y el ser llevado por el maestro de disciplina prendido del cuello de la camisa, a patio traviesa, hasta la presencia del director. No supo explicarse; pero aprendió desde ese día la ubicación de los retretes, por el olor del orín rancio. El escarnio público lo metió en la rutina de la escuela. Entró en los juegos, muchas veces tomó iniciativa y otras impuso el correr indefinido por el patio, como novedad, igual que si estuviera haciendo las compras de sus vecinos de casa.
Salía de la escuela a la hora de la caída del sol entre las montañas altas, adheridas a la ciudad. Javier Condorico esperaba en la puerta amplia y alta de la escuela con la mano derecha a la altura de la frente para taparle a los ojos los últimos rayos de sol. Los esperados pasaron en carrera y le golpearon la espalda. Corrieron por las calles del barrio dando gritos. Golpeaban la puesta de algún vecino para reactivar la risa y la velocidad de los pies. Exhaustos, jadeantes llegaron a sus casas vecinas. -Cinco muchachos en tropel es de respeto- decía Encarnación al verlos llegar. Ella los admiraba. Sus ojos negros, pequeños, se iluminaban cuando les tocaba los cachetes y los brazos y se decía par si: parecen una biflora en flor. A todos los había traído a la tierra; por eso le gustaba verles crecer el cuerpo. La alegría le salía por los ojos al ver la turgencia de las carnes y la comparaba con una florescencia.
El más vecino, el más cercano, Alcides, entró a la casa de Javier, por invitación de Berta a tomar chocolate. Alcides se quedó, por la televisión, por la compañía, por el aire mejor comparado con el de su casa llena de polvo. Se hizo sólida la entraña entre ellos. Venían de la escuela juntos, iban juntos por todos los lugares que debían ir. La casa de Alcides nunca llamó la atención de Javier Condorico. Allí había mucha gente. Esos seis monitos me joden mucho -decía Javier cuando le reclamaban. Entre ellos Juan Ladrillo, le caía más pesado. Era un muchacho robusto de cara roja y con saludos abrasivos y se burlaba de su nariz. Javier se libraba de él por los dos años que le llevaba en edad, la presencia de Alcides y los manoteos agresivos necesarios. Alcides, Juan y los hermanos tenían trabajo permanente en el depósito de materiales para la construcción del que vivía la familia.
El viento entraba con dificultad y el sol calentaba en exceso el pavimento. La calle de Alcides y Javier era larga y sin bermas. Las aceras angostas obligaban transitar fuera de ellas; daban a los muchachos un sentimiento de amor por el afuera. Se hicieron adolescentes con un aire de libertad sin el alcance de las manos de sus familias. Exploraron con cuidado todas las callejuelas y callejones y por ahí les entró la yerba con facilidad, en el corazón y la cabeza, por eso abandonaron la escuela. Ahora Caminaban en silencio como si fuese difícil vocalizar los pensamientos y muchas veces en la noche alta se metían en sus casas sin despedirse.
El barrio abandonado por el Estado, sufrió el desgaste del pavimento. Huecos, baches, lodos, fueron el espacio y el tiempo para animar la mezcla de yerba con barbitúricos. El cuerpo se les inclinó como si a cada paso fuesen a perder el equilibrio. Encarnación les ofrecía agua helada cada vez que creía salvarlos o sacarlos de ese mundo extraño e inasible para ella. Cuando tuvo oportunidad les advirtió que le estaban dando mal ejemplo a Juan. Él los está siguiendo y ya lo he visto con la varita de yerba. Le falta poco para comenzar con la seco, como ustedes –dijo la mayestática partera al cambiar el gesto maternal por una rigidez lacónica.
Javier Condorico y Alcides, se alertaron; pasaron a hacerle seguimiento a Ladrillo y se sorprendieron porque visitaba los mismos lugares y mayor fue el asombro cuando lo vieron acercarse a Emilia. Ella posaba alegre por sentirse cortejada y admirada. Hermosa. Javier le tenía un alto sentimiento de protección, por su belleza e ingenuidad y por ser la muchacha más admirada del barrio.
Ladrillo progresó solitario. El cuerpo grande y el afán de dominio lo dejaron solo. Su cara roja lucía apretada, huraña, como queriendo mostrar un profundo descontento por todo; contra todo. Su progreso con la seco y la yerba, lo hicieron temible. Se enfrentó a Condorico, amenazó a Alcides, hasta hacerlos recluir en un sector del barrio. Por un pacto tácito trazaron una frontera invisible y se respetaron el territorio. Llegó a oídos de Berta noticias de atracos a transeúntes, hechos por Ladrillo. Javier Condorico notó cambios en Emilia. La ingenuidad y candor se le desaparecieron. Se mostraba dura, con un silencio que decía estar en aprietos. Ocurrió una noche de octubre, cuando Javier vio en la puerta de la casa a Emilia llorar entre los brazos fuertes de Ladrillo. Condorico se abalanzó sobre ese cuello rojo y debió halar tres veces para hacer retroceder ese cuerpo grande. Ladrillo, enfurecido giró, enfrentó la baja estatura de Javier y le descargó en el pecho un puño que le hizo rodar. Los gritos de Emilia, sacaron de la casa a Carlos y Berta. La familia vociferante espantó la agresividad de Ladrillo. Le vieron casi correr tropezando con los huecos de la calle.
El año tornó hacia el fin. En la casa de Condorico las palabras se hicieron escasas; pero la época festiva hizo que el mal semblante de los rostros desapareciera con lentitud y firmeza. Ladrillo se recluyó en su territorio y no volvió más con Emilia. Los dos amigos dejaron de trajinar. Siguieron metidos en la yerba con seco; pero cada quien en lo suyo. Alcides fue lejos, no paraba; utilizó con más frecuencia aguardiente e hizo famosa su embriaguez más allá del barrio. Condorico se quedó rumiando la imagen del puño de Ladrillo sobre su pecho hasta la obsesión. La yerba le traía desde el fondo de su memoria los vuelos de sus sueños de niñez. Caía golpeado; pero el caer se hacía lento y duraba en el tiempo.
El nueve de diciembre el sol fue implacable, la fiesta de la virgen del Rosario celebrada en los dos días anteriores, dejó resaca en los cuerpos y las aceras manchadas con parafina de colores. Condorico se levantó con dificultad, dejó la cama y sintió el pensamiento pesado y lento. Comió el desayuno que Berta le sirvió automática. Hacía tiempo que en la casa se hablaba solo lo necesario; ese día decembrino fue igual. Condorico decidió bañarse en la quebrada. Cogió la pantaloneta, se la puso en el hombro y subió la montaña acosado por el calor ya generalizado a esa hora. Con las monedas que aún le quedaban compro yerba y seco.
La tarde acentuó el calor. Las casas y las calles del barrio estaban inmersas en el color de la incandescencia. El sol terminó de caer tras las montañas y Condorico comenzó a recorrer la calle. La cara roja de Ladrillo estaba permanente en su pensamiento. Llegó hasta su puerta; entró a la casa descargó el vestido de baño y metió una navaja en el bolsillo del pantalón. No atendió la voz de Berta que le llamaba a comer. Salió absorto de nuevo a la calle. La imagen de su orín corriendo por pedestal de la virgen de la escuela se le presentaba frustrante. La mano de Encarnación sobre su cara amniótica recién parida, la asociaba a su nariz y al eco inicial de la palabra Condorico. La mano maza de Ladrillo que golpea su pecho era la obsesión de la presencia. Sabe dónde está Ladrillo. Alcides y él lo han mantenido bajo mirada. Ahora camina hacia allá. -A esta hora debe estar sentado en la mesa de la entrada del bar La Palma- Se dice.
A las ocho de la noche Condorico pasó su navaja por el cuello de Ladrillo. Cuello que haló tres veces para librar a Emilia del abrazo mal querido. Ladrillo daba la espalda a la calle y no vio quien le cortó el cuello. Condorico corrió a meterse en su casa. Estuvo tres horas con la boca seca y deseos imperativos de vomitar. A las once de la noche llegó una patrulla de policía y lo capturaron bajo el cargo de asesinato premeditado y alevoso, así mismo como lo denunciaron los muchos testigos.
Alcides y la familia sintieron propia la agresión. Por la forma, por ser a traición, por no respetar la costumbre del desafío y el franco duelo. Olvidaron las malas actitudes del hijo y acumularon un odio y venganza contra Condorico. Alcides, recibió palabras de respaldo de amigos y extraños. El barrio y la ciudad se llenaron de indignación por esos hechos de sangre entre muchachos jóvenes. No faltó quien se alegrara por la muerte de Ladrillo; había ofendido a muchos, en sus estados de yerba y seco. En el bar la Palma hubo discusiones sobre Ladrillo. Alguien le tiró la culpa al abandono en que el Estado mantiene la Juventud; pero otro dijo que ahí pagó todas sus faltas y lo que se hizo fue justicia.
Javier Condorico entró en su segunda reclusión. Lo metieron en una celda con muchos detenidos. Le informaron que en la mañana lo pasarían ante el juzgado. Vio como se orinaban en un rincón de la celda y de nuevo la imagen del pedestal de la virgen del Rosario que dejaba correr su orín sobre el patio de la escuela. Salió del mundo de su imaginación porque un brazo le apretó el cuello y muchas manos le saquearon los bolsillos. Sintió los pies en el aire y cuando volvió la cara a tratar de ver quien lo atacaba, vio muchos cuerpos quietos y rostros impávidos.
La condena fue de diez y seis años. Berta y Carlos gastaron el dinero ahorrado en la defensa; hubo atenuantes: asesinó impulsado por el uso de alucinógenos y por el maltrato que el occiso aplicaba a su hermana. La buena conducta, el trabajo, la diligencia en las tareas de la cárcel, bajaron los años de reclusión. Luego de nueve años estuvo de nuevo en la calle y en la casa. Salió corregido, arrepentido, se creyó perdonado. Tomó confianza en la calle y en el barrio. Los saludos que recibía le convencían más cada vez del olvido de la gente. Volvió a la quebrada a bañarse, a ser el mandadero. El cuerpo grande y viejo de Encarnación lo saludaron sin ningún reproche en la cara.
La calle ahora pavimentada, el calor decembrino, el ambiente festivo, mostraban diez años de curación de las heridas y diez navidades ausentes y la disposición de gozar esta, porque tiene el signo del perdón. Condorico, confiado vuelve a la yerba y la seco. Vuelve a buscar a Alcides y lo encuentra. Ve el viejo amigo como siempre, aunque más adulto; las palabras tienes el mismo signo de complicidad y Javier se convence de que el perdón existe porque él lo ha decretado.
Javier Condorico amaneció sentado en el quicio de una puerta que nunca se abría, equidistante entre su casa y el bar la Palma. Los testigos dijeron a la policía, verle ahí sentado desde muy temprano en la noche y ver mucha gente que se acercó a bridar con él, en repetidas oportunidades. Alguien se percató de su muerte por la inmovilidad, por los ojos abiertos, de un azul mortal, por la rigidez. Así con la pose sedente lo metieron en el auto policial rumbo a la morgue, entre la gente curiosa. A Berta y Carlos les dijeron, cuando se les entregó el cadáver, que lo habían matado con una aguja larga y por eso no hubo sangre derramada.

lunes, 15 de mayo de 2017

La vida de la letra, la historia del presente

La ciudad, la familia y el campo. Mural de Jorge Cárdenas 1982

Formar el acontecimiento con la información recabada del medio, obliga dar unos pasos más para entrar en el redil del historiador y dejar el momento periodístico como el registro del presente, dice Jean Lacouture1. Entrar en la esfera de la historia, es decir entrar en el plano de la disciplina y acatár las reglas para producir conocimiento. Así se hace historia del presente. Hay ejemplos memorables: Marx, El dieciocho brumario de Luis Bonaparte. Heródoto, Los nueve libros de la historia. Trotsky, Historia de la revolución rusa. José Manuel Restrepo, Historia de la revolución de la república de Colombia.

La identidad de estas obras está en el haber sido concebidas y realizadas con información del presente vivido por sus autores; información que se trató como insumo para producir conocimiento histórico. Es un reto hoy sopesar el logro o no de ese conocimiento; pero sí son fuente de información para hace la historia universal o la historia de Colombia.

El género está legitimado. Tiene como base la formación del acontecimiento. Se puede hacer un ejercicio, con información extraída de hechos del hoy colombiano para construir historia del presente. Se dice así: Colombia está escindida entre una sociedad del enunciado escrito y otra, práctica, que niega los enunciados fundantes de la república democrática.

La del enunciado escrito es una sociedad de papel. Existe en los textos de las constituciones y proclama las plenas libertades modernas. Se define como una sociedad laica de derecho positivo. Pero la sociedad real y práctica tiene una sociabilidad basada en la vigencia de valores coloniales y clericales.

Esta escisión de la sociedad colombiana ha salido de la penumbra y se ha manifestado con crudeza por el Acuerdo de paz en curso que está aplicando la constitución. La letra ha salido del papel y se está materializando en la efectividad del derecho. El enfoque de género impulsado por la ONU y esbozado en la constitución colombiana de 1991, ha llevado a garantizar el derecho de las minorías y hacer realidad la adopción de niños por los nuevos tipos de familia, entre ellas, la monoparental y la homoparental de ambos sexos. Esta materialización del laicismo generó la reacción de la sociabilidad basada en la vigencia de valores coloniales.

Se registra el recurso a la mentira, para explotar la falta de educación de los colombianos, respecto a la adopción, porque la experiencia muestra que no hay diferencia conductual entre los niños educados por familias de un mismo sexo o por solteros, separados o viudos. El querer llevar la decisión a un plebiscito, se lee como la imposición de la mayoría católica a las aspiraciones de una minoría y es muestra del fundamentalismo católico y de las sectas religiosas1.1.

La construcción de una legislación desprendida de los credos religiosos no fue fácil. La primera lucha la dio Moreno y Escandón en 1760 cuando cambió en el plan de estudios la religión, por el estudio de la historia de la religión, convencido de que la biblia antes que dogma era un registro de acontecimientos históricos. La segunda la hizo Santander en 1823, cuando sacó de los estudios de derecho a Balmes y puso a Jeremías Bentham: pasó del derecho de inspiración divina a la inspiración por interés y el placer. Luego otras luchas como el cierre de conventos para convertir sus claustros en escuelas, motivó y originó la Guerra de los Supremos en 1839. Tomás Cipriano de Mosquera interpretó el sentimiento capitalista de liberales y conservadores en 1863, por eso, ambos partidos aceptaron quitarle la tierra a los muertos y dársela a los vivos. Ese hecho se llamó desamortización y fue un acto laico contra las finanzas del clero. Por todo el periodo de la Colombia federal, llamado el Olimpo Radical, se impuso una concepción del estado y de la sociedad de supremacía civil sobre los credos religiosos. El orden fue completamente laico y los distintos gobiernos ejercieron un patronato sobre la iglesia.

La experiencia del octtocento político colombiano generó una reacción de la sociabilidad basada en la vigencia de valores coloniales, solemnizada en la constitución de 1886. El estado colombiano acepta ser tutelado por el clero y el derecho volvió a ser de inspiración divina; pero la modernidad capitalista y burguesa rompió ese obstáculo y ahora exige dejar la tradición, cambiarla por el hedonismo utilitarista del consumidor.

El Estado Social de Derecho proclamado en 1991, reivindica el derecho de vida y expresión de las minorías culturales y étnicas. Garantiza la libertad de cultos; pero esa modernidad de papel no ha llegado a imponerse y cambiar la sociabilidad colonial por una sociabilidad laica con primacía del respeto del otro. Sin este cambio la mayoría cristiana impone su visión del mundo a las minorías.

El acontecimiento de la escisión de la sociedad, ubicado en el tiempo y en el espacio, se impone por su influencia en la política colombiana fundada en la falta de educación de la población. Para dejar la escisión, se necesita que la educación permita al individuo llevar a la vida práctica las normas y enunciados del papel carta de la constitución. Si no hay educación para el ejercicio político, el sujeto colombiano toma las decisiones políticas desde la sociabilidad colonial.

La práctica política hoy en Colombia está en lucha entre lo nuevo y o viejo. Entre el país clerical y el país de la libertad. Se lee en los hechos registrados por los medios de comunicación: El partido Centro Democrático realizó una convención en la que se programó una coalición del viejo país tradicional contra el proceso de paz, y terciar en las elecciones presidenciales del 2018. La convención se reunió en la sede de una iglesia protestante cristiana. El jefe del partido Álvaro Uribe Vélez dijo “que los creyentes tendrán un rol importante en la estrategia electoral”2, y trabajaremos con todos ellos para la defensa de la familia, la vida y la intimidad; hacer que la educación no esté exenta de ideología. En el acontecimiento presente, para este partido, hay familia cuando es nuclear, dice defender la vida porque piensa en la prohibición del aborto y señala una educación controlada por la religión cristiana, sea católica o protestante.

El Acuerdo de paz se impone como hecho revelador. Se lee en los medios periódicos que los enemigos de la paz quieren volver a la Constitución de 1886, que se ofenden cuando se reitera el principio universal de la prevalencia del interés general sobre el particular, establecido constitucionalmente desde 19363. Estos pilares de la sociedad liberal se están condenando como socialistas y se extrema hasta estigmatizar un funcionario del estado por expresar en público su ateísmo4.

El Acuerdo saca la letra del papel y la hace práctica. Se registran reformas necesarias, en el caso del ordenamiento electoral; pero la costumbre inscrita en la sociabilidad colonial hizo que los partidos que han usufructuado el estado, se unieran para enfrentar la reforma, porque no quieren rendir cuentas5.

La sociedad escindida y un Acuerdo que pretende abolir la escisión para darle efectividad y vida a la letra, es el acontecimiento que marca el presente y la lucha entre lo viejo y lo nuevo; la lucha entre el clericalismo y el liberalismo. Las contradicciones del octtocento, no se han resuelto.

1. Lacuture, Jean. La historia inmediata. En Le Goff, Jacques; Roger Chartier; Jacques Reve (1988). La nueva historia. Mensajero.
1.1. Uprimny, Rodrigo. ¿Congresistas o notarios? El Espectador online. 6 Mayo 2017. Bogotá
2. La cruzada que Ordóñez le propuso al Centro Democrático. Revista Semana online. 5 de mayo de 2017. Bogotá.
3. Bejarano Guzmán, Ramiro. La nueva cruzada del fascismo criollo. El Espectador online. 6 Mayo 2017. Bogotá.
4. Botero, Jorge Humberto. ¡Vade retro, Satanás! Revista Semana online. Mayo 5 de 2017. Bogotá.
5. Duzán, María Jimena. Falsos demócratas. Revista Semana online. Mayo 5 de 2017 Bogotá.

jueves, 4 de mayo de 2017

Hacer la historia inmediata. Un nuevo partido político en Colombia

Tiempo al tiempo. Óleo de Melina Litauer 2009

Puede hacerse historia del presente en estos términos y a partir de formar un acontecimiento así: se ha cumplido el punto de los acuerdos entre el gobierno colombiano y la guerrilla “Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia”. Se aprobó en el congreso colombiano la creación del partido político de la guerrilla y se citó en el recinto la clausura del Congreso Nacional de Paz. Ambos hechos, forman un acontecimiento inscrito en la historia contemporánea del país, porque el nuevo partido y el congreso de la paz generaron una nueva expresión la división de la sociedad en amigos y enemigos de los acuerdos de paz y los ataques de los enemigos.

Por el nuevo partido unos hablan de la traición del presidente Santos a la sociedad colombiana por posibilitar la creación de un partido político de una guerrilla armada, pues aún el punto de entrega de armas no se ha realizado. Y toda la oposición se inscribe en el contexto de defensa de la tradición de un sector de la sociedad enfilado con las propuestas de varios líderes bipartidistas, liberales y conservadores, entre quienes sobresalen Álvaro Uribe Vélez, Alejandro Ordoñez Maldonado y Fernando Londoño.

Por el uso de las instalaciones, se negó la utilización para la clausura del Congreso Nacional de Paz, por decisión de los presidentes del senado Mauricio Lizcano y cámara, Miguel Ángel Pinto, pues a ese acto asistirían los voceros de la guerrilla. Se negó el uso por no haberse realizado la entrega de armas.

Hacer la historia del presente es un ámbito de la historia completamente pertinente, se le ha puesto el nombre de historia inmediata, memoria del tiempo presente y es cultivada por los grupos de memoria histórica. El objeto de estudio está en permanente construcción, porque la realidad presente es inacabada y el tiempo presente es imposible de ser definido y atrapado. El tiempo presente es la unión entre pasado y futuro, relación en la que la materialidad se la lleva el pasado. Por eso el objeto de estudio de la historia del presente está en construcción permanente.

Muy distinto cuando se hace la historia de acontecimientos o hechos ubicados en el pasado. El objeto de estudio es de fácil construcción por efecto del acto consumado y la posibilidad de recabar distintas visiones de los hechos, para luego de un proceso crítico tomar una decisión y producir una tesis o en palabras del léxico de los historiadores, producir conocimiento histórico.
 
El hecho que se trata de conformar como acontecimiento está en el proceso de paz para finalizar el conflicto social colombiano. En los últimos días del mes de abril del 2017 se crea un nuevo obstáculo: impedir la entrada al recinto del congreso de los negociadores de la guerrilla, por parte de los presidentes de senado y cámara. Este hecho se debe comprender dentro de la dinámica política y social colombiana de la actualidad. Por esa actualidad, esta decisión, debe explicarse desde las consideraciones teóricas de la historia inmediata. Por ella se debe tomar, de entrada, el concepto de conflicto y dentro de él la confrontación de sectores sociales con intereses específicos.

Se utilizan los conceptos de sector social e intereses sociales, como dos imágenes que se refieren a unas prácticas de la humanidad hoy, en este mundo contemporáneo, que ha extremado los contenidos de la sociedad moderna. Hoy ya no es posible hablar de clases sociales. La división del trabajo y la tecnología han creado la especialización y a esta corresponde ya no una clase social especializada, sino un sector, un estrato claro y determinado por la especificidad de su función o su tarea. Por eso hablamos hoy de sociedad estratificada en la que varios estratos se identifican en sus intereses. Varios estratos confluyen en un sector que defiende unos ideales sociopolíticos.

Impedir el ingreso al recinto del congreso a los miembros de la guerrilla inmersos en el proceso de paz, es un hecho que debe leerse a la luz de la historia inmediata, protagonizada por la confrontación política, en la que un sector declarado en franca oposición a la negociación expresó sus intereses. Hacer esta historia obliga establecer nexos de este hecho con otros y relacionarlos. Y así se debe remembrar el proceso de negociación con los paramilitares colombianos agrupados en las Autodefensas Unidas de Colombia, hecho iniciado por Álvaro Uribe Vélez recién llegado a la presidencia de la república en el año 2002. Dos años después el congreso de la república recibía en plenaria a los tres jefes paramilitares Salvatore Mancuso, Ramón Isaza y Ernesto Báez.

Hacer historia inmediata llama a interpretar la negativa para unos y la permisibilidad para otros. Es un hecho que tiene más lectura desde los interese de vastos sectores de la sociedad colombiana. Se expresa el poder del odio por encima de la disposición humanitaria de la reconciliación, necesaria en un pacto de paz.

Hacer historia inmediata, no es hacer periodismo, porque el historiador inmediatista tiene la "aptitud de referir y circunscribir el acontecimiento en su realidad". Esta historia no es una invención del siglo, es "una secreción y una proyección del mismo", por el acceso masivo a la información que hace famoso el acontecimiento y obliga a ser tratado en la inmediatez del calor de la vida. Pero ese calor debe inscribirse en el concepto de realidad construido por acuerdos sobre el devenir histórico y propuestas de futuro. Circunscribir el acontecimiento en la realidad, es afirmar que en la sociedad colombiana existe un conflicto entre sectores sociales, en los cuales, para efecto de la lectura e interpretación del acontecimiento aquí formado, se decantan dos: amigos y enemigos de los acuerdos de paz.

Los enemigos, niegan el partido político nuevo, producto de los acuerdos, porque conciben la inmovilidad de las instituciones: las inscriben en un purismo que en últimas descansa en la tradición colonial de desigualdad e injusticia y de una idea de ser humano anclada en la religión y no en el laicismo de la modernidad, a la que pertenece nuestro orden jurídico-político.

Los amigos del proceso, conciben el devenir político colombiano como un proceso móvil, que debe ajustarse a los desarrollos de la sociedad. El ser humano, como animal racional ajusta sus instituciones acorde con las necesidades impuestas por el tiempo, en especial el crecimiento poblacional que exige un tratamiento racional de la vida política y económica. Y en estos momentos se es amigo de la paz si se entiende que los crímenes cometidos por la guerrilla y las organizaciones creadas para combatirla se pueden juzgar desde la flexibilidad de las instituciones porque el país merece vivir en paz para dedicar los recursos financiadores de la guerra a la educación, la cultura y el bienestar de todos. Las instituciones se deben adaptar a las necesidades de la sociedad.