jueves, 4 de julio de 2019

La colonia en Hato Viejo no partió de cero


Imaginar, hablar o escribir sobre la colonia en Bello es un reto para el historiador. Construirla (para no decir reconstruirla porque suena pretensioso) es difícil por la filigrana investigativa que exige la historia local. La información es más o mementos profusa para los centros mineros, las villas o las ciudades, puntos de interés para los pobladores españoles, quienes producían los documentos. Ese periodo colonial sabemos con certeza que termina en 1810, pero no es fácil señalar el comienzo. La conquista no puede encerrarse en el siglo XVI, porque la guerra con los indígenas se prolongó a lo largo del siglo XVII. En Bello, llamado Hato Viejo desde 1575, se puede escribir sobre momentos, según la documentación producida, en la entrada de Tejelo al Valle de Abrurrá, la gobernación de Valdivia, la gobernación de Gaspar de Rodas, la gobernación de Bartolomé de Alarcón y luego, el paso del Hato Viejo a la parentela Piedrahíta.

En el camino de Popayán a Antioquia, año de 1570, para tomar posesión de la gobernación, Rodas se detiene en Ebéjico y recuenta la gente que lo acompaña: “Allí se detuvieron en el campo/ Algunos días, y hicieron lista/ del número de gente que venía:/ Hallaron ser los españoles ciento,/ Hasta seis menos, pero todos ellos/ de todas buenas armas pertrechados;/ Los caballos pasaban de trecientos;/ Setecientos los indios de servicio;/ Y algunos etíopes, aunque pocos,/ Pero para cualquier trance dudoso/ Arrojadizos y determinados;/ De vacas se llevaban cuatrocientas/ Quinientos puercos, antes más que menos,/ Y otros rebaños de menor ganado/ …”1

Castellanos, en la Historia de la gobernación de Antioquia, parte de Elegías de Varones Ilustres de Indias, escribe sobre Andrés de Valdivia y sus incursiones en las tierras de los nutabes. En el año de 1574 los indígenas lograron engañar a los españoles. Al verlos cansados y hambrientos les ofrecieron comida y amistad, para luego caer sobre ellos. Mataron a Valdivia y su mujer ladina, llamada Catalina. Los nutabes hicieron retroceder a los españoles de su tierra (designada como Valle de San Andrés), y volver a la villa de Santa Fe de Antioquia2.

Gaspar de Rodas llegó al Valle de San Andrés el 8 de febrero de 1577 como gobernador, para hacer justicia por la muerte de Valdivia y someter a los indígenas nutabes y en ese valle funda la ciudad de Cáceres. Rodas pasó luego hacia el occidente hasta ver las sabanas de Aburrá y seguir por el río Porce y el Nechí, en cuya confluencia funda la ciudad de Zaragoza en 1581; allí estableció 40 encomenderos. Luego pasó a san Juan de Rodas en términos de Ituango y lo repobló con 28 encomendereos3. El paso para tomar el río Porce debió ser por el norte del Valle de Aburrá, tierra con asentamientos indígenas. Allí según la Capitulación, figura de la legalidad monárquica de los conquistadores, Rodas repartió y encomendó los indígenas entre sus compañeros de campaña y entre ellos su hijo Alonso de Rodas. Está la ubicación de la casa del cacique Niquía, en frente de la quebrada de las Piedras Blancas de la otra banda del río4.

Bartolomé de Alarcón heredó la gobernación por la muerte de Rodas en 1607 y por ser el esposo de María de Rodas Carvajal, hija mayor del gobernador. El Valle de Aburrá, comenzó a llamarse Hatos de Aburrá por ser un lugar de estadía del ganado que transitaba del valle del Cauca y Anserma hacia los centros mineros de Zaragoza, Cáceres, San juan de Rodas, Guamocó y San Jerónimo del Monte, todos ubicados en el bajo Cauca. Se registra también el nombre de los Hatos de Alarcón para referirse a los hatos del Valle de Aburrá como Hato Viejo, Hato Grande y Hatillo, lugares que fueron utilizados por los españoles por tener población indígena repartida entre los conquistadores, para ser sometida como servidumbre.

La sociedad colonial no parte de cero. Los conquistadores españoles comenzaron a establecerse sobre las tradiciones socioeconómicas indígenas. Sí destruyeron la cosmogonía indígena e impusieron la cosmogonía y religión cristiana5; pero conservaron los cacicazgos porque de ellos, de su mediación, dependió la apropiación de la mano de obra indígena o del trabajo indígena. El conquistador español fundó las villas y las ciudades sobre los territorios indígenas y encomendó la población por medio del repartimiento. Este acto se registraba en un acta para legalizar la actuación. La encomienda y la repartición de los indígenas es la factibilidad del paso de la conquista a la colonia. “…las formas de producción prehispánica, lejos de desaparecer con la llegada de modos de producción europeos, se mantuvieron como pilar de la sociedad colonial a la cual subsidiaban”6 o sostenían. De esta manera la sociedad colonial creó los conceptos de “indio” y a partir de él creó el aparato jurídico montado sobre el trabajo indígena y la apropiación de la tierra y sus riquezas, en especial el oro.

El yerno de Gaspar de Rodas “Bartolomé de Alarcón, un viejo minero y excorregidor de Mariquita, que se había casado con María de Rodas hija mestiza del gobernador, heredó el poder en Antioquia. Gaspar de Rodas se casó con una hija del cacique de Peque a quien bautizó y le puso el nombre de Catalina Carvajal. Con ella tuvo dos hijos María y Alonso. Alarcón consolidó los hatos del Valle de Aburrá que su suegro había puesto a funcionar al finalizar el siglo XVI y organizó una serie de expediciones militares que buscaban no solo mantener la “paz y quietud” de los habitantes, sino ampliar la frontera7. Este heredero de la Gobernación de Antioquia, calculó en 1614 la población indígena de la provincia en 890 colonizados y habló de la necesidad de introducir 2.500 esclavos negros para recuperar la producción aurífera de Antioquia y Urabá.8

Alarcón se opuso a la visita del oidor Francisco Herrera Campuzano porque la provincia estaba empobrecida por falta de mano de obra y la apertura de nuevas minas. Además a la gobernación le tocaba financiar y sostener la visita. “Durante la visita, Herrera Campuzano castigó a los encomenderos, estimuló la explotación de las minas, reglamentó el trabajo asalariado y activó la ampliación de la frontera hacia el Chocó […] trasladó la población indígena desde sus asentamientos “originales” hacia los nuevos pueblos que fundó, a saber: San Antonio de Buriticá, San Juan del Pie de la Cuesta, […] Nuestra Señora de Sopetrán y San Lorenzo de Aburrá […] Igualmente la visita fue importante porque permitió conocer el estado en que se encontraba la población indígena: número, oficio, edad, loclización”9.

Las visitas comienzan con el reconocimiento de los indígenas como “vasallos libres” resultado de la controversia de Valladolid 1550 – 1551. Se ordenan las visitas para certificar el estado de los vasallos. En esta controversia se enfrentaron las posiciones del padre Bartolomé de las Casas defensor de la humanidad de los indígenas y la de Ginés de Sepúlveda que los consideraba seres inferiores.10

Herrera Campuzano hace comparecer a Alonso de Rodas por las encomiendas y repartimientos del gobernador Gaspar de Rodas. Este dice: “El repartimiento de Aburrá y Yamecies, que ausi mesmo sucedio en ellos el dicho Alonso de Rodas por muerte del dicho gobernador que son dos repartimientos le parece que ay en ambos quarenta indios utiles de macana su las mujeres e hijos de los dichos indios que por todos serán ciento y treinta poco mas o menos…”11

Comparece y declara también “Andrés Purpur yndio ladino natural del dicho natural del dicho repartimiento de Siritabe”12 encomendados a Alonso de Rodas. Dice Andrés Purpur que el encomendero Rodas, trasladó indígenas de su repartimiento ubicado en Cáceres a san Jerónimo del Monte distante 10 leguas para el trabajo de minas, de los cuales enfermaron algunos y murieron. Se queja además de haberse llevado Alonso cuatro indias para Santa Fe de Antioquia a servir en sus posesiones, las mismas que murieron. Otros debían viajar todos los años de Cáceres a Santa Fe para hacer las rozas de maíz del encomendero Rodas, distante 20 leguas, diez días de camino por tierras difíciles. Los indios enfermaban. El ladino Purpur denuncia las palizas propinadas a los indios por los administradores al servicio de Rodas y da el nombre de un descalabrado.

Por el mal trato y abuso, las encomiendas son abolidas y Los indígenas del Valle de Aburrá, bajo la condición de repartidos y encomendados, que estuvieron en cabeza de Gaspar y luego de su hijo mestizo Alonso de Rodas, pasaron por orden del visitador a la corona y fueron llevados al pueblo de San Lorenzo de Aburrá creado para la ocasión.

La muerte de Gaspar, el despojo real hecho contra Alonso, dejaron las tierras del norte del Valle de Aburrá sujetas a la compraventa para el pago de las deudas endémicas adquiridas por los encomenderos a las cuales estaban obligados para poder explotar las minas de oro corrido o de aluvión. Muchas minas y tierras fueron dadas en pago a comerciantes que introducían en Antioquia aceites, vinos, herramientas y ropas de Castilla, productos con precios muy altos por la distancia y la dificultad del transporte. “En julio de 1610 se pusieron en remate las tierras, 200 cabezas de ganado y 30 yeguas, que poseía Alonso de Rodas en Aburrá. Por ellas pagó Pedro Villareal 1.698 pesos de oro”13

Los bienes de los conquistadores y sus hijos pasaron al haber de los comerciantes para la segunda parte del siglo XVII. Estos habitantes, tercera generación de los conquistadores o nuevos inmigrantes inversionistas, diversificaron las producciones para atender las demandas de la sociedad colonial expuesta. Las Tierras del norte del valle de Aburrá después de transacciones diversas se dedicaron a la explotación agrícola con el empleo intenso de mano de obra esclava. En 1667 Juan de Piedrahíta y Saavedra ubicado en el Hato Viejo tiene estancia de ganado mayor y pan coger, hato con potreros, aposentos, canal y capilla. Cultivos de maíz, plátano y caña. 1.172 cabezas de vacuno. 469 caballos. 91 mulas, 11 yuntas de bueyes y 9 burros. Minas en Osos y 167 esclavos, entre ellos “siete esclavas bozales que tenía cada una entre dos y cinco hijos y una mulata criolla, Bernabella, quien junto con sus cinco hijos, estaba destinada a las labores domésticas en la casa de sus amos”.14

Las familias empadronadas en 1675, para la fundación de la villa de la Candelaria de Medellín, son ubicadas en la cuenca de la quebrada de los niquías, ahora bautizada como quebrada de García, en el Hato Viejo. En esa etapa temprana de la colonia vivían allí: El capitán Rodrigo García, Don Toribio de Villa, Pedro Zelada, Miguel López Garrido, el mulato Antonio Leal, el mulato Pedro Alejandro Herrera, el mestizo Fernando Jaramillo, Rodolfo yerno del anterior también mestizo. Juan Hernández yerno del anterior también mestizo, José Jaramillo mestizo, María Jaramillo mestiza. Miguel Gómez de Ureña. Juan de la Luna Mestizo, Luis Gómez, Doña María Paladines, Lorenzo Tasón de Rivilla, Roque González de Fresneda, Salvador Indio y “el licenciado Alfonso de Piedrahíta Presbítero”15. Estas dieciocho familias, sostenían una economía colonial híbrida, Tenían esclavos, asalariados, tierra labrantía, ganados y minas de oro. Tuvieron un imaginario cristiano anclado en una jerarquización social de castas, dependiente del color de la piel: escribe Gabriel Arango “De europeo e india … sale la mestiza –dos cuartos de cada parte. De europeo y mestiza … sale la cuarterona –cuarta parte de india. De europeo y cuarterona … sale la puchuela –enteramente blanca”16. Un conglomerado de dieciocho familias nucleares con un aproximado de docientos miembros materializan la sociedad colonial en el Hato Viejo de finales del siglo XVII y la primera mitad del XVIII (1680 – 1750).

La sociedad de castas resultante estuvo en consecuencia lógica con la concepción e imagen del mundo de la monarquía española. El debate entre De las Casas y Ginés de Sepúlveda en 1550, terminó en el reconocimiento de la humanidad de los indígenas, dentro de las concepciones humanistas del renacimiento; pero una humanidad inferior en comparación con la tradición occidental heredera de la cultura grecolatina, que consideró la guerra justa contra los indígenas por ser considerados de costumbres bárbaras.

Por eso en el ápice de la jerarquía social España privilegió al ser de piel blanca para irradiar desde ahí el derecho, a su vez matizado por el devenir político europeo. Desde el siglo XVII la sociedad medieval declinó su ordenamiento por las intenciones de la monarquía de establecer la plena soberanía. Este proceso se conoce en la historia occidental como “El Absolutismo”, acontecimiento político fondeado por el dominio económico de la burguesía capitalista. La monarquía absoluta ejerció todas las bondades tecnoeconómicas de este periodo, expuestas como el advenimiento de la edad moderna. La ciencia, la técnica, los métodos administrativos y la búsqueda de la eficacia del Estado le permitieron a la monarquía española atender permanentemente la administración de la colonia americana.

La fundación de los pueblos, ciudades y las villas, se hicieron adoptando una imagen del territorio de claros contornos de control absoluto de las conductas. El Estado español en las indias operó a través de las atribuciones concedidas a los Adelantados, Jefes de la conquista y descubridores. Atribuciones para repartir tierras, las mismas que le son dadas a los administradores llegados de la península ya establecido y maduro el periodo colonial. “De esta misma facultad gozaron […] Virreyes, Presidentes, Gobernadores, y Cabildos” aunque la monarquía se reservaba el derecho de confirmación posterior17.

1. De Castellanos Juan. Elegías de Varones Ilustres de Indias. Ed. Gerardo Rivas Bogotá 1977. Pág. 978
2. Idem. Pág. 1030 -1031
3. Idem. Pág. 1051 -1052
4. Archivo Histórico de Antioquia. Colonia. Indios. Tomo 2. Doc. 696 de 1635.
5. Montoya G. Juan David y González J. José Manuel. Visita a la provincia de Antioquia por Francisco Herrera Campuzano 1614 – 1616. Ed. Universidad Nacional Medellín 2010. Pág. 14
6. Idem. Pág. 14
7. Idem. Pág. 19
8. Idem. Pág. 21
9. Idem. Pág. 26
10. Cabdequí, Ots. El Estado Español en la Indias. Colegio de Méjico 1938
11. Montoya. Ob. Cit. Pág. 151
12. Idem. Pág. 153
13. Álvares Morales, Víctor. La sociedad colonial 1580 – 1720. En Historia de Antioquia. Periódico El Colombiano. Agosto 5 de 1987
14. Idem.
15. Padrón General y Primitivo para la Fundación de la Villa de Medellín. En Crónica Municipal Medellín Colombia 1967
16. Arango Mejía, Gabriel. Genealogías de Antioquia y Caldas. Medellín 1942. Pág.10
17. Cabdequí, Ots. Ob. Cit. Pág. 38

Imagen: Enrique Grau. Mulata 1940