miércoles, 14 de mayo de 2014

Novelas de guerra. Kaputt de Curzio Malaparte

La manta de seda amarilla
Por Guillermo Aguirre González

El desperdicio de vida, el desprecio por la sangre generalizado en toda la tierra europea de las primeras décadas del siglo XX, se ha narrado de manera franca, poética y conmovedora en la obra. En la última parte aparece el método narrativo con toda evidencia. La búsqueda de refugio de la población pobre de Nápoles que no pudo salir de la ciudad, es una marcha de despojos y despojados. Se viene a la mente El triunfo de la muerte de Brueghel mesclado con el surrealismo de El Bosco. La marcha es desesperada porque se esperan las bombas aliadas. En medio de los deformes y las deformidades, va un ser cubierto con una gran manta de seda amarilla y del que se adivina tener una cabeza muy grande con puntas y gradientes, un cuerpo pequeño y un caminar solemne.

El despeje de la incógnita se aplaza. Antes se discurre sobre las calles y los edificios destruidos de Nápoles; se explica la causa de la pobreza de la mayoría y de la riqueza de unos pocos, de esos que pudieron huir antes de la destrucción de la ciudad. Quedan otras imágenes, otras disquisiciones en cabeza del lector. Se pregunta ¿por qué se destruye una ciudad habitada por miserables hambrientos? Se dirá que es la guerra. Los pobres miserables que habitan allí, dirán que es un castigo divino. El autor dice entre líneas que quienes propiciaron la terrible destrucción se fueron para no sufrir la furia del enemigo y dejaron a la mayoría inocente a merced de las bombas que no saben nada humanidad. Pasa la alarma y de nuevo el retorno a los hogares en ruinas de los pobres despojados, se repiten las imágenes surrealistas del Bosco.

Malaparte termina la narración lleno de asco por lo que vio y sobre todo por la sangre derramada. La última disquisición se la permite, justamente esta palabra, sangre, comienza a escucharla, sale de las ruinas, de las gentes que están en ellas. ¡Sangre! se convierte en un clamor general. ¡La sangre! Es terrible para un periodista escuchar esta palabra porque trajinó cuatro años por Europa y en cada ciudad estaba ella derramada, sobre la tierra, sobre las calles, dentro de los escombros. Los napolitanos, gritan sangre porque entraron en conciencia del olvido de la reliquia por el afán de buscar refugio.

Es aquí cuando el método narrativo de Malaparte aparece expuesto. El lector relaciona el ser cubierto con la manta de seda amarilla, la sangre y la tradición religiosa. Es San Jenaro, el mártir patrono de Nápoles quien permite atar los cabos. El acontecimiento anual de licuefacción de la sangre solidificada del santo, es la identidad del pueblo, atenuada por el terror de las bombas, pero que vuelve con violencia cuando ha pasado el peligro.

Se termina la obra con la admiración del narrador por este acontecimiento. Es asombroso en un mundo que desprecia la vida, los cuerpos y sus fluidos, hallar una ciudad que tenga la sangre por sagrada. Esta tradición napolitana da lugar a soñar con un mundo que tenga como sagrado no un fluido del cuerpo, sino la vida y los cuerpos que la sustentan. En medio de tanto descreimiento, es admirable la sacralidad; pero no es suficiente. En vez, la destrucción debe dar paso a un nuevo ser humano. Malaparte lo dice desde el comienzo, un tipo de ser humano está en proceso de desaparición y el nuevo está insinuado en bellas referencias al paisaje, en el color del cielo, en el sol de medianoche, en los ríos, el vuelo. Esto se descubre luego de quinientas páginas de metáforas y datos escondidos.

El artista y su objeto
Por Guillermo Aguirre González
Un sutil y oculto sentimiento por la humanidad, está entre las frases y líneas malapartistas. Describe la gestualidad de los oficiales alemanes y la compara con la frialdad del animal ante la presa. La mirada inexpresiva, los rostros con envejecimiento prematuro, los cuerpos le parecen madera seca. Son observaciones del narrador y las relaciona con las palabras que pronuncian esos cuerpos. Resulta la imagen de unos seres que actúan y hablan para la muerte.
 
Dice Malaparte: los alemanes desnudos son hombres comunes; no dejan la actitud del animal ante la presa; pero se muestran indefensos y un niño sería capaz de enfrentar un batallón de alemanes desnudos, porque al nacionalsocialista lo hace el uniforme. El actuar y el ser para la muerte es una construcción del estado nazi. Los soldados alemanes del frente norte dicen que es maravilloso estar muerto. La muerte que han sembrado, los horrores, los han convencido de la verdad de esa maravilla y se suicidan. Aman la muerte porque creen que ella está llena de paraíso. En la muerte, piensan, se está mejor que en la vida; por ser cristianos creen que la muerte permite entrar a “la otra vida”. No importa sufrir o causar sufrimiento, matar, ser matado, está siempre el umbral del paraíso, aunque para pasarlo se impongan condiciones onerosas, pero que se pueden cumplir. El dios cristiano es permisivo.
La vida del soldado nacionalsocialista, descrita por Malaparte, el cómo se viste, como ama, lo que come, su embriaguez, la amistad; el comportamiento en la fiesta, en el combate, es un semblanza hecha con morbilidad, con franqueza, con detalles antropológicos y psicoanalíticos. El lector se arma la convicción de estar con un narrador que se duele de la humanidad azotada por la crueldad de unos pocos hombres.
La novela Kaputt está llena de la belleza del lenguaje. Deja ver el amor del artista por su objeto de arte: el ser humano. El lector sale del libro dolido por la humanidad y si bien se toma partido por el ser humano, queda una honda sensación de decepción, porque la guerra volverá. La experiencia europea de la primera parte del siglo XX, se creía imposible, por los logros de la civilización; pero lo ocurrido permite concluir que civilización y guerra van a la par.
La novela termina en Italia, en las ciudades de Roma y Nápoles. El autor se sitúa antes de la guerra, en 1933 para llevar al lector a una comparación. La sociedad italiana está llena de expectativas entusiastas con Mussolini. La vida palaciega de la nobleza y de los embajadores, está cruzada por el arte, la literatura y esto se ilustra con la moda que impone un joven de la legación inglesa en Roma. Se le encuentra en un museo con un libro de Horacio, muy metido en la lectura; los demás le imitan y ponen de moda la obra de este autor latino. Malaparte hace este último ejercicio para obligar al lector a comparar el antes y después de la guerra o el paso de la civilización a la barbarie, o como se afirmó antes la coexistencia de ambas.
 

Los ojos de las mujeres y los pájaros
Por Guillermo Aguirre González

Hay animales que comen y alejan de la presa a los demás con ostentación de poder y superioridad; pero cuando se sacian permiten que los demás accedan al alimento. El animal humano se sacia e impide que otros coman, porque funciona bajo el principio de la acumulación de riqueza y de sometimiento de los que no pueden acumular. La acumulación de riqueza solo es posible con el despojo de los otros. Y cuando la riqueza está acumulada es necesaria la esclavitud para poder mantener el estado de cosas.

Esta condición llevó a la burguesía ennoblecida o a la nobleza aburguesada alemana de las primeras décadas del siglo XX, a permitir el régimen del nacionalsocialismo y confiar absolutamente en él para conjurar el ascenso republicano y el soacilacomunismo quienes amenazaban la riqueza acumulada; pero depositaron la confianza en un ser humano enemigo de lo humano y obsesivo con la supremacía racial.
Malaparte conversa en Viena con la princesa Luisa de la dinastía Hohenzollerns. Ella cuenta las restricciones que sufren los de su clase y como los obligan a trabajar en la producción para la guerra, especialmente a las mujeres… “No todas son de origen obrero; muchas pertenecen a la alta burguesía o son mujeres de funcionarios estatales y de oficiales, encadenadas en el engranaje del trabajo obligatorio…”, dice Malaparte. Por orden de Hitler la nobleza tiene prohibido moverse libremente por Europa. Según Luisa Hohenzollern los nazis han traicionado la confianza, han ido más allá del conjuro del comunismo. Luisa se estremece, llora y quiere vomitar con los relatos de Malaparte sobre lo que hacen los soldados alemanes y la práctica de antropofagia en que caen los prisioneros hambrientos.
El régimen nazi, aplica el etnocentrismo. Intentó dominar el resto de la humanidad. En la antigüedad hay ejemplos. Las sociedades esclavistas etnocéntricas o antropocéntricas como los griegos señalaron el resto de los pueblos que los rodeaban como bárbaros y el régimen sociopolítico se centró en la humanidad del varón heredero griego. A los demás seres les faltaba humanidad entre ellos las mujeres y los niños.
Luisa y su amiga Ilse, se duelen del mundo por haber llegado a esa insensatez y se culpan por haberlo consentido. Ambas, sentadas a manteles con Malaparte, ven entrar en el restaurante dos soldados alemanes ciegos dirigidos por una mujer que les sirve de lazarillo. Por eso Ilse habla de los ojos y los relaciona con el vuelo y la libertad. Dice que los ojos son pájaros. Malaparte mira los ojos de las dos mujeres y los halla hermosos; describe los colores y relaciona el ojo con lo que hacen los alemanes en Europa. Los ojos, por fuera del vuelo libre que inspiran, son materia para el esclavista nacionalsocialista. Los ojos de los alemanes son de un frío azul cortante y resultan más humanos los ojos de vidrio. Un nazi del frente oriental se hace traer de su milicia veinte quilos de ojos humanos. El nacionalsocialismo abolió la humanidad y en su lugar puso una materia viva, objeto de intervención a discreción de la crueldad.
Los ojos, la libertad, la mujer, el niño y las aves, son fragilidades que se quiebran con rapidez en un régimen escalvista. Los ojos de los pájaros, están alertas. Los ojos de la resistencia al nazismo deben estar fuera de las cuencas y sobre la mesa del perseguidor. La mujer y los niños tienen como prisión la casa porque están al servicio del padre combatiente. El ojo y la libertad se relacionan de manera maravillosa, ambos tiene similitud con el vuelo, negado por la sociopolítica del nacioanlsocialismo. Esa época de humanidad aplazada, se puede concebir como un pájaro sin ojos, un pájaro sin luz.
 

La voz espantosa de la guerra

Por Guillermo Aguirre González
El orden natural para los que quieren oponerse a la guerra es estar en la casa, frente al hogar y la cabeza inclinada sobre las páginas de un libro. El orden natural es salir de caza por los bosques bañados por ríos tranquilos y limpios. Los sonidos graves, más perturbadores son los tiros de fusil del cazador. Es aquí, el orden natural, el mismo orden humano dado a la vida cotidiana. Se le dice natural para enfrentarlo a la destrucción incomprensible de la guerra, en la que el ser humano es al mismo tiempo cazador y presa.

En realidad el orden de la vida cotidiana es profundamente humano. Es lo que se llama mundo de la vida. El mundo está arraigado en el interior del ser y lleva las más de las veces a acciones prácticas, a actuar. El orden humano no es natural, es un artificio, una invención. Por eso es obligatorio pensar en el afuera, como paralelo al mundo interior, que puede llamarse el adentro. La guerra no destruye el mundo del ser humano como un orden natural. La guerra destruye el mundo de la vida humano, destruye el artificio. Ese es su objetivo. La guerra no va contra la naturaleza. La guerra propuesta y dirigida por el ser humano, destruye la humanidad. La lluvia de bombas soviéticas sobre Belgrado en mayo de 1941, le pareció a Curcio Malaparte, el fin del mundo y la destrucción del orden natural de la vida del ser humano.

Los refugiados en un sótano para protegerse de las bombas fuman y esperan; pero ¿Por qué esperar, si es el fin del mundo? Esperan a pesar de todo. Esperan porque se sabe que se destruye el mundo del ser humano, pero el afuera continua. La espera es angustiosa porque existe la posibilidad que después de la guerra quede nada. Ni el mundo de la vida del ser humano, ni el afuera como naturaleza. Sí, puede más la esperanza. Se espera quedar con vida para disfrutar del afuera.
La conmoción de la tierra, el desarraigo de los árboles, la destrucción de los edificios se hace con un arma nueva de "horrible estruendo" que estremece el mundo, "una voz nunca oída hasta entonces, ¡una nueva y espantosa voz!". Ante ella el mundo de fusiles y trincheras parece natural. El fusil se ha puerilizado. La caza del ser humano por sigo mismo, ha entrado en una transgresión del supuesto mundo natural y ha pasado del fusilado individualizado a la muerte en masa. Es la eficacia de la guerra para matar la vida.

La voz nunca antes escuchada, anuncia al ser humano que la muerte ocasionada al enemigo es también la muerte propia. Ya no es posible vencer. La victoria solo es posible cantarla con todos, con la especie entera y debe tener como correlato la victoria sobre la guerra.

Curzio Malaparte, utiliza el arte y su base estética, para decirlo. Nadie más autorizado para reclamarle al ser humano la destrucción del mundo del afuera que los indefensos animales. En este caso es un ejemplar de caza inglés llamado Spin. De manera bella Malaparte se mete en el cuerpo de Spin para reclamarle a su amo, el ser humano, el respeto de su vida y la conservación del afuera, en el que su cuerpo canino despliega la práctica de la caza. El disparo de fusil que hace parte del orden del perro, se asocia al estallido de las bombas perfeccionadas. Spin asocia esa “voz espantosa” con el fin y se recluye, se deprime y le reclama a su amo con las únicas formas que tiene expresarse: el miedo, el temblor, la indefensión, la abstinencia y luego el suicidio.

En nombre de la cultura superior
Por Guillermo Aguirre González
El corresponsal de guerra Curzio Malaparte, pertenece al ejército italiano de Mussolini y gracias a la alianza con Hitler, el corresponsal tiene la posibilidad de moverse por la Europa controlada por los alemanes. En Kapput hay narraciones de acontecimientos ocurridos en Suecia, Finlandia, Ucrania, Polonia y Rumania. Las narraciones tienen una fascinación especial, porque son hechas por un reportero nazifacista que parece gozar con las crueldades alemanas. A veces ríe con amplias y profundas carcajadas compartidas con la oficialidad. El lector puede creer que hay en Malaparte una complicidad sutil con los crímenes de guerra; pero se aprecia a su vez una sensibilidad fuerte por la humanidad. La poesía manifiesta en la escritura, llama al lector para que admire al ser humano y someta a juicio la brutalidad de los nazifacistas. La descripción de la muerte de los soldados, de los animales, la destrucción de los poblados, se hace en un plano de angustia por el dolor humano y por la destrucción de Europa. Hay en Malaparte un humanismo que le permite escribir sobre la atrocidad alemana, y denunciarla aún a costa de su vida.

Malaparte visita el gueto de Varsovia y quiere darle una limosna a una muchacha judía. Quiere salvar del progrom al mayor número de hebreos que pueda y en especial, con reiteración, se refiere a la purga de la intelectualidad, como uno de los crímenes de lesa humanidad. Himmler, el jefe nazi del frente oriental, visita a Varsovia y a escondidas del gobernador nazi de Polonia hace fusilar ciento cincuenta intelectuales. Malaparte recalca ese escondido, porque el gobernador le ha manifestado una sensibilidad por la música, las letras, la poesía, la historia y las artes. El gobernador no lo habría hecho, porque consideraba la cultura alemana superior a la polaca y nada había que temer, pues la cultura superior necesariamente se impone.

La incursión alemana a Ucrania, en un pequeño pueblo, produce ciento veintisiete prisioneros soviéticos. El coronel comandante nazi de las operaciones, hace filar los prisioneros; los llama a que lean en voz alta. Los que muestren agilidad en la lectura, serán encargados de oficinas administrativas. Seleccionan treinta y un buenos lectores. Los seleccionados se alegran y se ufanan de su habilidad. El comandante separa los dos grupos y ordena a los soldados disparar sobre los buenos lectores. Son fusilados, porque… “Es necesario hacer una limpieza en Rusia de toda esa plaga literaria. Los campesinos y los obreros que saben leer y escribir demasiado bien son peligrosos. Todos son comunistas”. Si en Alemania los obreros y los campesinos saben leer y se impulsa la educación es por ser un pueblo de alta cultura.

Malaparte denuncia la cruel soberbia alemana, de considerarse la cultura superior y su autoconvicción de estar destinada a reinventar a Europa, a germanizar la cultura occidental. Queda planteada en la novela la relación del dictador, del opresor, del tirano con la cultura. El gobernador nazi de Polonia quiere civilizar el pueblo bajo su mando. Lo quiere hacer con una política de orden y justicia, pero Himmler, su superior, le antepone la violencia, le obliga a disfrutar de la muerte y el exterminio de los pueblos declarados inferiores.

El tirano es un ser humano, tiene hijos, tiene una familia, ama a los suyos y disfruta de la música, el arte y la ciencia. Es un ser sumergido en una sociedad que monopoliza para sí, el sentido de civilización y cultura. El goce humano por los bienes de la cultura, en Kaputt, está germanizado. El etnocentrismo de todos los pelambres, se ama a sí mismo y ríe ante el cuerpo destrozado del extraño. La muerte del otro es necesaria para exorcizar el miedo de tener que amarlo por humano que es.

Se ha llegado al fin de la historia, al reinado del principio germano cristiano. La cultura debe ser germanizada porque cristo es un alemán que gobierna el mundo con el honor. Se cree en el mundo germano cristiano como un destino que toma materia en el siglo XX. El horror surca a Europa; parece un territorio abandonado por la razón; pero no, es otra razón la que reina, es la razón equivocada de la superioridad tecnocientífica o para muchos es la racionalidad del mal. El asesino pretende muchas veces cometer el crimen perfecto.

Curzio Malaparte en contexto

Por Guillermo Aguirre González

La construcción del socialismo como etapa previa hacia la sociedad comunista, adquiere gran prestigio con la revolución rusa de 1917. Dentro de los supuestos, para garantizar el triunfo del socialismo, se dijo que era necesario hacerlo en todos los países, porque el socialismo en un solo país estaba condenado al fracaso. En consecuencia con este supuesto se planteó el internacionalismo proletario que abogaba por superar el nacionalismo. Así los partidos de los obreros de todos los países, debían seguir las directrices de la Internacional Comunista, para construir el socialismo en todos los países y garantizar el triunfo, dirigido hacia la revolución mundial.


Esta tarea se la trazó el partido comunista ruso y fue lo que generó la reacción de los estados-nación construidos por el liberalismo burgués y capitalista, encabezados por los Estados Unidos. Europa, América y Asia, entraron en una época de huelgas endémicas, en la que los obreros estuvieron dirigidos por el internacionalismo proletario y pretendían construir el socialismo en cada país.

La reacción más visible y con mayores consecuencias se dio en Alemania. La social democracia que nucleaba a los liberales y las organizaciones obreras de pensamiento socialista o comunista, llegaron al poder y construyeron la república de Weimar (1919 – 1933). Desde ahí se pretendía llegar a un régimen socialista. La crisis económica, las imposiciones del tratado de Versalles, las huelgas y la sensación de decadencia promocionadas por la obra del historiador Spengler titulada la Decadencia de Occidente, propiciaron un ambiente para que la propuesta de un nacional socialismo tuviese eco.
La obra de Spengler es una historia del mundo, publicada en 1922. Aplica el darwinismo social. Según esta tendencia teórica los pueblos, las naciones y los imperios siguen el mismo ritmo de evolución que las especies vivas. Cumplen el siclo vital de nacimiento, madurez, esplendor, decadencia y muerte. En la lucha de las naciones sobreviven las más fuertes, dialéctica también aplicada a la lucha de las razas. Por eso la raza aria es la más fuerte y es la que prevalece, proceso demostrado por la eugenesia. Según Spengler, la sociedad occidental está, para el año 1922, en la época de decadencia y de su muerte ha de nacer una nueva sociedad.
Y efectivamente en 1933, Adolfo Hitler toma estas banderas, y creó el partido Nazi, sigla del Partido Nacional Socialista Alemán de los Trabajadores. En Italia Benito Musolini, desde 1922 venía en este proceso y creó el Fascio. En oriente, el emperador japonés, hace otro tanto y la alianza entre los tres se denominó el Eje Berlín, Roma, Tokio.
Esta novedad, dirigida a enfrentar el internacionalismo comunista, se mira con simpatía, por ser la confrontación entre capitalismo y socialismo. Ambos mundos políticos patrocinan gobiernos afines. El nazifascismo tuvo admiradores y adeptos en todos los países porque Alemania producía bienes de capital más baratos que los de Francia e Inglaterra. Estos dos países tratan a Hitler con blandura, según la política llamada de apaciguamiento que agenciaban. Esta blandura de Daladier y Chamberlain es aprovechada por Alemania. Incluso Hitler hace un pacto de no agresión con Rusia, lo que le permite atacar los países de Europa Oriental. Todo este proceso es producto del capitalismo. Estados Unidos inyecta capital a Alemania luego de Versalles como táctica para enfrentar el avance soviético. Lo mismo ocurre en España en la que norteamericanos y nacionalsocialistas ayudan a derrotar el gobierno republicano a su vez ayudado por el comunismo internacional.
 
En este contexto vive Malaparte. Fue un corresponsal de guerra y conoció personalmente a todos los protagonistas. La novela Kaputt, es escrita por capítulos en distintos países y luego reunidos, no sin haber corrido todos los peligros de decomiso. Es una novela de no ficción escrita en un lenguaje altamente poético, en la que emplea recursivamente, de manera sistemática, la metáfora. Es no ficción porque todos los personajes son de la vida real con los mismos nombres empleados en vida. Malaparte se adelanta a Truman Capote en el cultivo de la novela de no ficción. Truman decía que ese género lo habían inventado ellos en Norteamérica. Malaparte militó en las filas de Musolini, en el partido de la Fascio, tiempo del nacional socialismo que hace renacer a Alemania de las cenizas como el Ave Fenix.

 
Un mal misterioso
Por Guillermo Aguirre González
Las imágenes llegan de manera surreal a la mente del lector. El olor putrefacto de la herrumbre se asimila a carne de hierro muerta, en un ambiente social de culto a la máquina de guerra. El hierro se humaniza y parece que Curzio Malaparte, invoca la afirmación de Hesíodo cuando en el año setecientos antes de nuestra era, escribió que después del hombre de oro, llegó el hombre de bronce y luego el de hierro. Hombre usurero, cruel y despiadado que nunca sacia su sed de dominación. El olor pútrido tiene ánimo, llega hasta la puerta de las habitaciones y a veces decide entrar, otras pasa, otras se queda expectante. La vegetación bajo un cielo plomizo cobija el hedor y hacen que el soldado alemán huela el ambiente y escuche esos colores con cierto gusto: es la muerte como costumbre.
 
 
El movimiento entre Suecia, Francia, Italia y Ucrania, del capitán italiano, adscrito a las tropas alemanas y narrador principal de Kaputt, le hace percibir el dolor de Europa por lo que hacen los teutones. Europa se duele de los alemanes, porque
"tienen miedo de todo y de todos; matan y destruyen por miedo. No es que teman a la muerte; ningún alemán: hombre, mujer, viejo o niño, teme a la muerte. Ni siquiera tienen miedo de sufrir. En cierto modo puede decirse que aman el dolor, pero tienen miedo de todo lo vivo, de todo lo que es vivo aparte de ellos, y también de todo lo que es distinto de ellos. El mal de que adolecen es misterioso. Tienen miedo sobre todo de los seres débiles, de los desvalidos, de los enfermos, de las mujeres, de los niños. Tienen miedo de los viejos. Su miedo ha despertado siempre en mí una profunda piedad. Si Europa tuviera piedad de ellos, quizás los alemanes sanarían de su espantosa violencia".
 
 
Ese miedo a lo distinto a ellos, es un mal misterioso. El misterio no tiene explicación; pero si discurso y relato, por eso existe. Hay tentación de decir que ese ser alemán, necrófilo, descrito por Malaparte se originó en la Selva Negra o en la germanía temida por los romanos y que por genética se han comportado igual hasta el Tercer Reich. Esta presunción lleva implícita una condena natural o un creer en los dones y destinos divinos, y además es una actitud ahistórica.
 
 
Desde 1850 Europa entró en el proceso de construcción del Estado, y ante el reto de darle fronteras geográficas se tomó el recurso de igualarlo con la nación. Se creó el Estado –nación como unidad geopolítica de los que hablan igual, con una memoria o identidad común y un país común. Se remontó el tiempo en búsqueda del leguaje originario y al no existir se creó el mito del origen con el que se sustentó la simiente del pueblo. El pueblo francés, el pueblo inglés o alemán.
 
 
Los sajones después del año 570 y luego de guerrear constantemente contra hunos y eslavos en el valle del Rin, construyen un reino que para el año 800 se denominó el Sacro Imperio Romano Germánico, con dos hablas, la lengua franca y la teutona. Estas dos tradiciones tiene un origen común y el principio se pierde en la niebla del tiempo pasado. Ambas tradiciones cristianas, no tienen nada de predestinación. Se deben considerar inmersas en las condiciones sociopolíticas de cada época. Alemania fue la casa de la reforma protestante, luego unifica el reino y en 1870, se pliega a la moda de ser imperio colonial. Sustentó su Estado-nación en la lengua teutónica y como todos los otros se creyó el portador de la simiente civilizatoria.
 
 
La época entre los siglos XIX y XX, lucha por el predominio mundial, para darle mercados a su industria capitalista. Luego de haberle quitado a Francia, Alsacia y Lorena, fue llevada a organizar un régimen en el que utilizó su tradición militarista en profundidad. Esta reflexión es distinta a concebir el ser alemán como poseído por un mal misterioso. El régimen de terror que construyó de 1939 a 1945, tuvo sustento en una mentalidad de dominación que aún no había descartado el esclavismo. Y en una sociedad esclavista sobran los seres débiles, los viejos, los desvalidos, los enfermos y las mujeres, hombres y niños de etnias proscritas por el imaginario que domina.