miércoles, 19 de noviembre de 2014

Escrito para el programa Historias de vida de la Tertulia del Ángel

Invocación de Goya
Guillermo Aguirre González
Preguntar por la vida, la naturaleza y el ser humano, no es fácil. Por lo general las mujeres y los hombres se quedan con los contenidos culturales que infunden la familia, la iglesia y la escuela.
Ir más allá. Preguntar, por ejemplo por el origen de la humanidad y buscar respuesta fuera de las tres instituciones antes mencionadas, solo es posible cuando se es atento a lo que el medio posibilita y anclarse en lo alternativo. Esto fue más o menos lo que encontré a finales de los años sesenta. Escuché hablar a nadaístas, existencialistas y marxistas, sobre la necesidad de ir contra corriente.
Fue muy importante la influencia de profesores del liceo Fernando Vélez, que mostraron escritores por fuera del currículo, especialmente, Herman Hesse, Jean Paul Sartre, García Márquez y algunos otros. Se leía mucho, se escuchaba mucho rock, baladas, las canciones de San Remo. Pero todo esto inscrito más en la moda que en la vocación.

Leer mucho y quedar inmaculado es posible. Muchos compañeros de los años sesenta, mujeres y hombres, fueros grandes lectores, pero no fueron transformados: ahí funcionó la moda. Según esto, puede preguntarse ¿qué es lo que transforma un ser humano, la lectura, la moda o las ganas de cambio? Esta cuestión la planteo, porque de alguna manera persistí en la búsqueda de respuestas a preguntas por la vida, la naturaleza y el ser humano. Otros de mi generación no persistieron.

En suma, poco a poco, me convencí de que esas respuestas solo las podía encontrar, sometiéndome a un proceso de investigación permanente; pero no una investigación en solitario. Entendí que una forma apropiada de acceder al conocimiento es meterse en la academia. Así lo hice. Ingresé a la Universidad de Antioquia en 1975, pasé por los programas de Filosofía y Letras, Educación y Artes. En 1982 inicié la carrera de Sociología en la Universidad Autónoma Latinoamericana. En 1983 ingresé al programa de Historia en la Universidad Nacional de Colombia sede Medellín. En febrero de 1987 me vinculé como docente en la facultad de Sociología de la U. Autónoma. Allí estuve hasta el año 2003 y me especialicé en Análisis Político y del Estado. En el 2003 inicié un doctorado con la Universidad Nacional a distancia de España en Pedagogía Social. Este lo llevo en la mitad; realicé una tesina sobre historia de la legislación educativa colombiana y obtuve el título magister. Esta tesina la debo transformar en tesis doctoral. No sé cuándo.

Con el contacto académico y los hábitos lectores, me dieron la posibilidad de producir textos para el uso de la cátedra y para la publicación en revistas especializadas. Desde 1990 he venido acercándome a la investigación histórica sobre el municipio de Bello.

Este interés por Bello, generó con otros compañeros la organización del Centro de Historia de Bello y la revista Huellas de Ciudad, a partir de 1995.

En los años sesenta los universitarios de Bello crearon ASUBE (Asociación de Universitarios de Bello). En su sede se asistió a conferencias sobre literatura, poesía y artes. Esto incitó en muchos adolescentes de la década, un gusto por las letras. En 1965 y 66 recibí clases de pintura con la pintora Lola Vélez en Corporación Fabricato para el Desarrollo Social. Y bajo esta influencia organizamos clubes de jóvenes lectores.

En el liceo Fernando Vélez, que para la época funcionaba contiguo a la Choza Marco Fidel Suárez, comenzamos a leer con mucha intensidad la teoría marxista. Con ella, se adquirió un bagaje importante en historia universal, aunque desde las restricciones del materialismo histórico. Muchos compañeros fueron reclutados por la guerrilla, en mi caso no ocurrió porque fui considerado un pequeño burgués, bohemio teatrero, lector de poesía, y dedicado más a soñar que a hacer a revolución.

En la década de los ochenta, al ingresar al programa de Historia de la Universidad Nacional, tuve contacto con la filosofía francesa, por la cual adquirí una concepción de la historia altamente compleja. La Nueva Historia, posibilitó, una crítica al materialismo histórico y el comprender que la historia no existe de por sí, sino que es una construcción de los grupos humanos, de acuerdo a sus intereses de poder. Y la historia vista desde esta perspectiva rompe con la mirada economicista del marxismo, y permite que en su construcción intervenga todos los componentes de la cultura humana.

Por ello, en los últimos años he estado interesado en la historia de las artes plásticas y en la literatura, mundos en los cuales el ser humano ejerce fundamentalmente la libertad.

Ahora soy un convencido de que la realidad, la historia y el mundo existen por ser nombrados. Pasé mucho tiempo buscando respuestas y hoy he descubierto que las respuestas, al final, la debía construir yo. Por estas notas de historia personal, invoco una obra de Goya en la que dos combatientes en un pozo de lodo se propinan garrotazos y en la medida de los golpes ambos se hunden poco a poco. Adherirse a una escuela y defenderla dogmáticamente, se termina dando golpes a otros, para terminar en el fango.

martes, 4 de noviembre de 2014

Novelas sobre la guerra. Vida y destino de Vasili Grossman

Pensamientos zócalo
Por Guillermo Aguirre González

No escaparás de los brazos poderosos de la Moira. Esta es una convicción griega, construida para pensar los orígenes del hombre y el cosmos. Los brazos de la Moira atan la tierra y entre ambos elementos (tierra y Moira) originan el tiempo y el orden de las cosas.

El mito concibe la Moira como la necesidad o el destino. Esta concepción está en todas las religiones, con algunas variantes. A pesar de la diferencia que se ha establecido entre religión y mito, esos dos componentes de la cultura, se sostienen e intercambian zócalos. Los latinos entendieron la Moira como el Fatum o el azar. Destino o fatalidad son, en términos llanos, el camino que debe cumplir todo ser humano, porque está trazado de antemano. Por más que se quiera evitarlo, se cumplirá.

El cristianismo se quiso diferenciar de esa determinación pagana, con la creación del concepto de “libre albedrío”; por él se hace que el destino de los humanos sea un acto volitivo y cada sujeto es libre de salvarse o condenarse. El libre albedrío permitió a la sociedad occidental construir una imagen del tiempo en devenir con el protagonismo de la razón. La resultante fue la independencia de la razón proclamada desde los años milseicientos. De ahí las dos imágenes del tiempo más preciadas para los occidentales: el tiempo circular de los griegos (el eterno retorno) y el tiempo lineal de la era cristiana (el mito del progreso).

Esta reflexión es necesario hacerla para pensar unas conclusiones rastreadas a la altura de las páginas 710 y 711 de Vida y destino de Vasili Grossman. Se plantea el Estado como el determinador del destino de los seres humanos; todos están a disposición de ese aparato. Él tiene escrito el futuro de cada quien. Un general soviético al recibir un parte de guerra, le interesa la cantidad de material bélico perdido y salvado. La muerte en masa de los combatientes se sobre entiende como lo necesario para salvar el Estado. La guerra hace que la vida y la muerte quede en manos de los jerárquicos inmediatos o en muchos casos en manos de cualquier ser humilde que por azar, recibe en su casa bajo control del enemigo, un combatiente enfermo y para salvarlo lo debe sanar y ocultar. Es el caso de un soldado soviético dado por muerto y dejado a la intemperie por las SS. “aquel día no fueron las fuerzas despiadadas de los potentes estados, sino un ser humano, la vieja Jristia Chuniak, quien decidió la vida y destino de Semiónov”. No lo entregó a las SS a pesar de ser asesinada si fuese descubierta.

Grossman, a pesar de relacionar el destino con el azar, no logra quitarle ese pensamiento zócalo de las mitologías o las religiones. La vida o la muerte de cada ser está predeterminada o predestinada. Pero es posible escapar si se experimenta la libertad que solo puede existir en la vida. La libertad se hace efectiva “cuando encontramos en los demás lo que hemos encontrado en nosotros mismos”. La muerte es una esclavitud, más para el esclavista que para el esclavo. La muerte es esclavitud.

El sitio de Stalingrado puso frente a frente al invasor y al invadido, a los enemigos, al Estado y al ser humano, al destino y a la vida. Esta confrontación la hace visible Grossman con otro ejemplo de persecución y muerte. Dice que el Estado está en permanente búsqueda de un enemigo, desde su génesis. En la antigüedad lo encontró en los bárbaros, y en la cristiandad lo encontró en los judíos. El enemigo se tipifica, se hace una frenología para ver en él todos los defectos del Estado, del perseguidor. “la repugnancia hacia el aspecto físico de los judíos, hacia su manera de hablar y comer, no es ni mucho menos la causa real del antisemitismo fisiológico. De hecho, el mismo hombre que habla con desagrado de los cabellos rizados de los judíos, de su modo de gesticular, entra en éxtasis ante los niños de pelo oscuro y crespo de los cuadros de Murillo…”.

Los dos Estados en confrontación marcan la vida y el destino de los dominados. Los nacionalsocialistas encomiendan a los hombres sencillos alemanes, exterminar las otras razas y luego, ese mismo Estado, extermina a los encomenderos. El soviet hace una encuesta a sus ciudadanos. Pregunta sobe su apellido, el sexo, la nacionalidad el origen social, la posición social y si ha tenido o no parientes con pasado judicial. La respuesta determina su vida y destino. No importa si ha dado lo mejor de su vida a la defensa del Estado. Este ya tiene escrito el futuro de cada quien. Se vive y se muere por la Moira o en nombre del progreso.