domingo, 29 de noviembre de 2020

Poetas de la tierra y de las pequeñas cosas. Las semblanzas de Ñito Restrepo y el Indio Uribe

 

El par de primos Juan de Dios y Antonio José, salidos del suroeste de Antioquia, tuvieron la oportunidad de viajar a Bogotá y estudiar en medio de las fuertes tempestades políticas de la segunda mitad del siglo XIX. Ambos poseían una inquietud intelectual que los llevó a situarse en los problemas vigentes del pensamiento universal decimonónico. Esa vocación de rastrear el “alma nacional”, observarla y dejar por escrito sus percepciones, estuvo en consonancia con las tareas filosóficas, políticas y económicas del pensamiento europeo centrado en la construcción de los estados nacionales.

 

El momento álgido de ataque y destrucción de los Estados Unidos de Colombia, decantó las contradicciones entre liberales y conservadores, tanto en el combate armado como en la escritura para periódicos. Los liberales radicales, apoyo ideológico del federalismo, se fueron hasta el límite y trazaron una línea divisoria entre revolución y tradición. En este marco se inscriben las semblanzas de antioqueños de Ñito Restrepo y El Indio Uribe.

 Juan de Dios Uribe encuentra una humanidad lustrosa, plenamente ejercida y respetada en Candelario Obeso: “Obeso se paseaba con botas altas, un fuete en la mano derecha y, en la otra, apretados, un montón de papeles impresos”1. El Indio Uribe dice de Obeso haber sido un admirador incondicional, del varias veces presidente de Colombia, Manuel Murillo Toro. Por eso retó a Lino Ruiz a un duelo en el atrio de la catedral por haber escrito en el periódico “La Camarilla” contra “el doctor Manuel Murillo”. Candelario -dice El Indio Uribe- fue un enamorado eterno de la mujer y vivía amoríos permanentes y para cumplirle a sus enamoradas creó el periódico “Letras para ti”. En él hizo público su amor, con una prosa corta “llena de conceptos originales […] hay, además, un impulso de rabia que se desata en largos sollozos […] cuando el poeta considera la diferencia de raza, las desigualdades de fortuna, la desgraciada condición del talento en Colombia”2. Candelario Obeso “…negro, pobre y poeta…” no fue un resignado; pegaba duro en los rostros de los ricos con sus hojas ardientes de las “Lecturas para ti”. Obeso dejó esa autoincriminación por ser negro, cuando conoció a Ñito Restrepo. Entre ambos hubo un mutuo reconocimiento como poetas. En ese ambiente, Candelario conoció a Zenaida y montó un hogar. Tuvo épocas de holgura y muchas de pobreza. Fue cónsul colombiano en una ciudad francesa y se suicidó en 1884. Esta semblanza muestra la gran capacidad narrativa del Indio Uribe; está llena de observaciones perspicaces que obsequian una imagen precisa de un poeta colombiano de dedicación exclusiva.

 Sobre Epifanio Mejía escribe con profunda admiración porque es el segundo poeta de Antioquia después de Gregorio Gutiérrez González. La admiración por su sencillez, lo llevó a recabar sus escritos dispersos en periódicos e hizo un libro con las prosas y poesías de Epifanio. Dice el Indio Uribe que en 1877 cuando entró a Medellín como recluta de las tropas liberales, le mostraron a Epifanio “…un hombre alto y grueso, vestido como los comerciante de Medellín. De Barba espesa, amarilla de oro, ojos muy dulces y frente amplia y en relieve. Sin advertirse de nosotros continúo silbando una tonada triste y distraída. Ya había estado loco”3. El Epifanio del Indio Uribe, es un poeta de la naturaleza, capaz de observar detalles en el agua, la flora y los animales; los colores y sonidos; pero no tiene noción de la política, lo social y las pasiones que suscitan. Es un poeta inmerso en su familia y en su país Antioquia; satisfecho con sus costumbres y su cristianismo. No sale del territorio y no lo desea. Es un poeta pegado a la tierra y gusta de su raza adelantada de Colombia, dice.

 

Aquí en este trance, el Indio Uribe, despliega su concepto del antioqueño robusto y fecundo “…sus hábitos de trabajo están más arraigados y los Estados circunvecinos no sostienen la competencia con el brazo y la industria de los antioqueños”4. Antioquia tiene literatura y en ella Epifanio es un ejemplo aunque es un poeta local, sin recursos gramaticales y vocabulario pobre, pero todos lo conocen y cantan sus versos, provoca inspiración; lo quieren con cariño. El Indio Uribe termina esta semblanza diciendo que Epifanio Mejía es “un gran poeta de las cosas pequeñas”5.

 El suicidio de Camilo “El Tuerto” Echeverri fue un acontecimiento en 1888, asistieron a su funeral conservadores y sus enemigos como Mariano Ospina. Después de la guerra de 1876, Echeverri se declaró públicamente ateo y proudhoniano. Y públicamente los conservadores de Medellín, lo insultaron; pero leían sus prosas y poemas. Camilo Echeverri es mostrado por El Indio Uribe como un hombre con tierras, casa y sirvientes en El Guayabal. El día del suicidio llamó a su amigo Federico Jaramillo con una nota. Luego de leerla Federico pidió su caballo y en quince minutos surcó el camino entre Medellín y El Guayabal. Allí ambos amigos compusieron versos y acordaron aplazar el suicidio tres días; pero en la mañana siguiente Federico Jaramillo se encontró la ciudad con carteles fúnebres de la muerte de Echeverri, hombre culto; él y su esposa sabían latín y así saludaron a Federico cuando desmontó su alazán en El Guayabal. El Tuerto Echeverri le dejó por herencia a Jaramillo “los hijos de su inteligencia” manuscritos titulados: “La riqueza natural de Colombia”, “Cuadros al natural”, “Los hombres públicos”, “Mis confesiones”, “Teodicea”, “Jorge Robledo. Drama”, “Un bastión de la historia. Estudios sobre Lord Macaulay”, “Los cuatro vientos del espíritu” (traducción de Víctor Hugo), “Consideraciones morales…”6

 Estas semblanzas tiene la virtud de dejar a los lectores, una imagen del ambiente intelectual de finales del siglo XIX en Antioquia y los escritores oradores que se relacionaban e intercambiaban opiniones y producían periódicos. Camilo A. Echeverri, Gregorio Gutiérrez González, Antonio José Restrepo, Juan de Dios Restrepo, y el mismo Juan de Dios Uribe “El Indio”, todos –dice- combinaban las faenas del trabajo material con el intelectual. Percibe que unos poetas y pensadores fueron perjudicados por su fe religiosa: “creo que el exceso de misticismo perjudica muchos versos. La religión será buena para tenerla –si se quiere- pero para cantarla es detestable”7.

 Nota que aplica a lo que relata sobre la causa de la locura de Epifanio Mejía. Dice que tomó la costumbre de leer la biblia en las tardes a orillas del rio Caunce en Yarumal. Al caer el sol volvía a su casa y escribía poesías de las cosas pequeñas que le inspiraba el río. Comenzó a llegar tarde, entrada la noche, a casa; luego a media noche, hasta que preocupó a la familia. Fueron a buscarle y  lo encontraron en la alta noche jugando con las espumas del agua. La familia entendió que estaba loco y lo internaron en el manicomio de Medellín8. El mismo exceso de misticismo lo sufrió Gregorio Gutiérrez González, le matizó el genio poético. La profunda fe religiosa y los accidentes de la vida le hicieron amar la muerte.

 

Las semblanzas de El Indio Uribe están hechas en una prosa fluida e inteligente que utiliza sistemáticamente referentes de su realidad local y universal para crear metáforas como un recurso admirable. A sus personajes les pone una fuerza creativa como el vapor que mueve los trenes; o como la avenida de un río que no alcanza a perturbar la entereza del pensamiento. El vapor y las fuerzas selváticas del agua o el viento, son símiles con los que identifica a esa generación de hombres que introyectaron la libertad, para decir con altivez en las reuniones sostenidas en Bogotá, “vengo del Estado soberano de Antioquia”.

 Los personajes de El Indio Uribe tienen un común sentimiento, producido por el choque de la libertad contra las poderosas barreras de la tradición eclesiástica conservadora. Ese sentimiento se revierte en tristeza, frustración y abatimiento. La poesía y la prosa lo revelan y también la forma de morir: Candelario Obeso se suicida en el segundo intento; Camilo Echeverri bebe cianuro; Gregorio Gutiérrez Gonzáles muere de tristeza y Epifanio Mejía loco.

 Antonio José “Ñito” Restrepo, semblanza a Tomás Carrasquilla como compañero de estudio en el colegio de San Ignacio de Medellín en 1874. Junto con el amigo inseparable coetáneo Francisco de Paula Rendón, los califica de filipichines emperejilados, porque cuidaban demasiado de sus apariencias, en vez de estar metidos en los libros de estudio como yo –dice Ñito. Se la pasaban persiguiendo muchachas bonitas, metidos en sastrerías y costureros, leyendo novelas. El uso de trajes perfectos y a la moda, se terminó con la guerra de 1876 – 1877. Rafael Núñez ganador político de la guerra, empobreció las familias como la de Carrasquilla, que basaban su economía en el oro. Núñez obligó a utilizar el papel moneda, del cual hacía emisiones clandestinas causa de inflación, dejando de paso nuevos ricos y empobrecimiento a los tradicionales. Los filipichines, en vez de alistarse y prometer como todos “ir a bailar en el Capitolio”, se recluyeron en su pueblo natal (Santo Domingo) con su monaguillería en ciernes – dice Ñito.

 Pero Carrasquilla sorprendió a todos con “Frutos de mi tierra”, una novela que reveló un escritor sin rival: “maneja un estilo castizo, vigoroso y firme, en que mezcla sin fatigar el lenguaje del vulgo de su pueblo, produciendo un conjunto de bellezas armónicas y reales que serían la desesperación de quienes quisieran imitarlo…”9. Carrasquilla testimonia la conservación en Antioquia del lenguaje de los conquistadores españoles, poco modificado por la colonización venida luego10. El acercamiento de la obra de Carrasquilla al lenguaje del pueblo, le da a Antonio José Restrepo argumentos para cifrar su conocimiento sobre el lenguaje de los antioqueños encomenderos y comerciantes aislado por las montañas, quienes preservaron el castellano de Granada de los tiempos de los Reyes Católicos; y las inspiraciones adquiridas en la Celestina, en Guzmán de Alfarache y en versiones antiguas de la biblia. El antioqueño habla recio con “voz áspera y golpeada”11 porque trae el ejemplo de los encomenderos autoritarios, los regaños permanentes de los eclesiásticos y alcaldes, acostumbrados “a ser obedecidos”.

 Dice Ñito que con ocasión de la exposición de pintura de 1892, se permitió un discurso suyo: en el despliega todo su intelecto para ensalzar la cultura antioqueña hasta el paroxismo. Utiliza el término “mentalidad” para señalar las aptitudes empresariales, visibles ahora en el montaje de fábricas y en los tres ferrocarriles [El Nus, Amagá y Medellín]. Pero estas aptitudes de crear riqueza son pasajeras. La riqueza es una materia que decae y muere; en cambio la poesía, la literatura permanecen porque sobreviven a la destrucción. Carrasquilla es un novelista inmortal y ha dejado para el mundo una memoria de la mentalidad antioqueña a través de su prolífico talento para crear personajes que pertenecen a estas montañas.

 Ahora, Ñito se refiere su amigo apodado “El Indio” -Juan de Dios Uribe- oriundo de Andes Antioquia. Le reconoce con admiración el prólogo que le hizo a su obra “El Cancionero de Antioquia”. Lo aprecia como un hombre revolucionario que imaginaba un gobernó basado en el comunismo del cristianismo primitivo; le indignaba la pobreza y los obstáculos a la libertad de prensa. Comenzó a publicar en 1880 y dirigió toda su fuerza contra Rafael Núñez. Denunció especialmente el uso del papel moneda y las ediciones clandestinas. Estas denuncias le valieron el destierro a las islas de San Andrés y Providencia: De allí huyó hacia Nicaragua, donde reinició su actividad intelectual y política. Pasó a Ecuador y Venezuela y apoyó a personajes políticos de esas naciones que buscaban el poder. Ñito se prometió editar la obra de El Indio Uribe como homenaje a su temprana muerte. Murió en Ecuador y sus restos fueron trasladados a Medellín: “Que duerma el apóstol sueño secular de triunfo, reclinado en sus obras y su pluma”12.

 Antonio José Uribe también hace semblanza de Gregorio Gutiérrez González como el hombre de las cinco g, porque le agrega las de godo y gacho, por su adscripción política y su aspecto físico. Hay en este texto de Ñito, un acercamiento estrecho a la vida y obra de Gregorio y a su amistad que no se vio afectada por pertenecer a partidos políticos opuestos. Gregorio para Antonio José fue un poeta inmortal, que a pesar de no tener una vasta cultura, desarrolló su genio poético para cantarle con métrica a su tierra. Dice que Gregorio se consideraba un poeta que componía en antioqueño y no en español. Ñito se duele de Rafael Pombo, quien hizo en 1881 una edición de la poesía de G.G.G. en la que lo corrigió; y concluye: a ningún poeta se le corrige y las ediciones se deben hacer tal como el autor dejó su obra; sólo el poeta mismo se puede corregir.

 Las palabras laudatorias por G.G.G. dejan ver la catadura aristócrata de Antonio José. Expresiones que tienen más claridad en el tratamiento de María y la semblanza de Jorge Isaac. La sociedad esclavista no aparece en su crítica social. Se despliega hondamente en el culto al amor romántico, del cual él y su generación estuvieron presos cuando leían la novela de Isaac. Todos los comentarios están atravesados por la condición racial, de la cual Ñito se ufana: dice venir de una familia que desplazó del suroeste antioqueño a los indígenas, y fundaron allí la población de Concordia. Muestra el hecho como una hazaña civilizatoria de sus mayores descendientes de conquistadores. Estas notas sobre Isaac opacan el ideario liberal radical de Ñito desplegado en otros escritos, cuando se expresó contra la concentración de riqueza y abogó por una justicia distributiva.

 1. Uribe, Juan de Dios y Restrepo, Antonio José. Semblanzas Antioqueñas. Mincultura. Bogotá 2015. Pág. 18

2. Ídem. Pág. 20

3. Ídem. Pág. 48

4. Ídem. Pág. 57

5. Ídem. Pág. 58

6. Ídem. Pág. 64 – 65

7. Ídem. Pág. 85

8. Ídem. Pág. 89

9. 10. Ídem. Pág. 105

11. Ídem. Pág. 107

12. (Ídem. Pág. 121)

Imagen: Óleo de Candelario Obeso

domingo, 16 de agosto de 2020

Retablo. Película en quechua

 La biblioteca visitada, cada vez, nos permitió elegir del estante un libro no buscado que atrajo la atención por algún motivo o por el título, en la mayoría de los casos. Así apareció en la plataforma streaming, Retablo, un nombre relacionado con el arte medieval eclesiástico y con las habilidades artesanales. Pero bajo ese nombre contraído encontramos una película de esforzada realización para mostrar y recrear la realidad hispanoamericana del Perú.

 El cineasta peruano Álvaro Delgado Aparicio crea en el año 2017 la película Retablo, premiada en Berlín. Es un film etnológico hablado en quechua que va más allá de las ubicaciones esquemáticas de la crítica; esta lo toma como una película importante porque asume contenidos de la población LGTBI. Pero la película muestra más. El ser hablada en quechua, rebela la intensión de indicar la persistencia o sobre vivencia del mundo incaico.

 Además del lenguaje inca, la película tiene unos planos secuencia ilustrantes del uso del espacio y la arquitectura basada en la mampostería de piedra, que sin tener los perfectos acoples incas, muestra la pervivencia de su estética. Pero además de ese contexto material, está el mundo mental testimoniado por el predominio de la cultura cristiana y los remanentes quechuas, profusamente puestos en las danzas y duelos festivos que salen a manera de surtidor de un retablo escenificado con dimensiones reales.

 Está la homofobia y el patriarcado predominantes en disposición de continuar exterminando el mundo inca. En la aldea donde vive el artista de los retablos está la pervivencia del mundo prehispánico; pero en el mercado y pueblo o ciudad cercana se habla castellano y la iglesia cristiana nuclea los comportamientos. En este contexto Álvaro Delgado pone al retablista a encarnar dos sustratos culturales prehispánicos: la homosexualidad socialmente constitutiva y el arte alegórico, que replica el mundo real en modelos transportables, para la veneración o invocación de poderes sobrenaturales.

 La cerámica incaica y preincaica certifica la sexualidad relacionada con el goce y no con la prohibición. Este tema también es traído a nuestro tiempo por la novela Tríptico de la infamia de Pablo Montoya documentada en los indígenas norteamericanos en el tiempo de la conquista. Otro tanto se reafirma con la cultura antigua precristiana, donde el goce fue practicado para agraciar a los dioses, en fiestas periódicas.

 Noé el retablista expresa ese sentimiento arcaico, que irrumpe en la película de manera inesperada y cambia el rumbo en el espectador. Se pasa de una muestra etnofolclórica a una tragedia cuando la sociedad y la familia cercana le descubren a Noé los gustos sexuales. El film no dice como Noé ha adquirido el gusto y queda a disposición del espectador construir la explicación o llenar ese vacío. Por eso estas notas. La explicación puede ser esta. Noé encarna una percepción prehispánica y precristiana, en la que la cultura se ejercía desde otras lógicas, otras relaciones del ser humano con la naturaleza, distintas a la moralidad cristiana. Esas otras lógicas sancionadas por el cristianismo como satanismo están ejemplarizadas en el antiguo Egipto: Orhemeg, general restaurador del culto al dios Amón es obligado por los sacerdotes a triturar corazones humanos aún vivos como rito de desagravio. En el mismo sentido la película de Mel Gibson Apocalypto, muestra los sacrificios humanos mayas y los ritos crueles populares.

Cuando Noé va a la iglesia, habla con el cura en castellano y los retablos que allí lleva tienen alegorías de santos y escenas familiares formales. Pero Noé tiene otros, ocultos, en los que modela escenas de eróticos rituales crueles, de clara filiación incaica – preincaica, un mundo que señala lo otro, distinto al determinismo occidental y a la creencia en los fines a cumplir por el ser humano.

 La existencia de esas otras estéticas, de esas otras lógicas, son las que permiten afirmar e imaginar la vida del ser humano no regida por los fines a cumplir. La concepción de esa finitud remite al creacionismo y al creador; remite a la obra como criatura que debe vivir cumpliendo el libreto escrito en el libro universal del que se dice “no tiene borrones o enmendaduras”. El ser humano no es un programa, de ahí que el goce de su propio cuerpo lo reprime el poder y no la naturaleza. El goce es parte de la cultura y la cultura es el alejamiento de la naturaleza. El poder y la cultura van de la mano.

 La lectura de los cronistas de indias rebela la satanización de las culturas americanas prehispánicas y la glorificación de la cultura cristiana occidental como superior. Este ejercicio de supremacía es el que se puede observar en Retablo de Álvaro delgado, con el agravante de ser ejercida la cultura cristiana occidental por los mismos descendientes del inca, por la sociedad mestiza. Noé es agredido y llevado al suicidio por sus gustos sexuales a pesar de ejercer un oficio querido por todos, ser el hacedor de retablos.

 La película no es una defensa de la población LGTBI, a pesar de haber sido premiada por ello. Es el registro de un comportamiento cultural que lleva en su interior atavismos y ancestros, tragedias y admiraciones. La mujer y los vecinos de Noé son lo atávico y el hijo adolescente la admiración, la comprensión y la continuidad del arte de los retablos.

 Imagen. Fotograma de la película Retablo

martes, 19 de mayo de 2020

Grandeza en Bello al amanecer del siglo


En esta novela de Carrasquilla se encuentra la percepción de un escritor de su entorno: las gentes, el paisaje, el espacio, el tiempo y lo más seductor la mentalidad de los personajes; una mentalidad que se conduce hasta ponerla como causa de las posturas del cuerpo, o como hoy se llama una semiótica del cuerpo. Uno de los personajes, la mujer llamada Magola, de veinticuatro años, bachiller, es una lectora devoradora de libros sobre todos los temas, incluye autores como Nietzsche y Schopenhauer. Mescla la cristianidad con el medio profano y ella se define así:
“Aquí se aprenden tantas cosas útiles! Tantas […] que esa educación cristiana tan sólida, que nos dan de niñas, se revuelve después, con otras educaciones vistas, oídas y hasta olidas, que aquello queda un menjurje de agua vendita e incienso, con solimán, asafétida y otras yerbas, que lo entenderá mi Señor Jesucristo. Ya ve yo […] mamá me puso donde las hermanas; aprendí mucho, y disque he resultado pagana”1.
Magola es una joven sin prejuicios, escucha a todas las personas que pasan por su vida, por igual, aunque ante su formación aparezcan como incultos, menguados, insulsos o soberbios. Su mentalidad la lleva a asumir actitudes más allá de los prejuicios religiosos y racistas.

La novela la concluyó Carrasquilla en 1910. El tiempo y el espacio en el actúan los personajes es la ciudad de Medellín de entre los siglos diecinueve y veinte, última y primera década. La mentalidad nobiliaria es tabla rasa de las gentes convertidas en personajes. Ven la democracia como asunto de negros y artesanos. Dice la madre de Magola hablando de los libros de sus hijo, tan lector como la hermana: “Y ve que tal es la gente de ociosa: tiene uno enorme que se llama La democracia. Figúrate! Ponerse a escribir ese mundo de fojas para hablar de los negros…”2. ¿Cómo se entiende que este ideario o mentalidad colonial siga presente en una república democrática? Sorprende la respuesta: el pensamiento republicano democrático de estirpe filosófico liberal no logró derrotar en la cabeza de los colombianos las convicciones coloniales, que a la vuelta de cien años potencian las viejas prácticas de la religiosidad absoluta y una actitud ante la vida y los demás mediada por la posesión de riqueza o por los rasgos blancos en la piel. Aunque el mestizo, mulato, pardo o zambo cuando se enriquecían abrían todas las puertas menos las de la jerarquía sacerdotal.

Carrasquilla enfoca con su narrativa las familias que componen “cierta clase social de nuestra ilustre Villa de la Candelaria” de Medellín. Dice que le han pedido este tema. Familias adineradas que viajan a Europa a pasear o a estudiar. Son cuidadosas con los matrimonios de sus hijos. Cuando estos asumen algún criterio y separan el amor del interés, se les declara extraviados y faltos de juicio. Magdalena Samudio o Magola, la lectora, la bachiller, escandaliza a su familia y a la otra, la elegida por su madre por tener varones casaderos y mucho dinero.

La habitabilidad del espacio ciudadano está íntimamente relacionado con el poder económico. Bailan en el Dollar Club, asisten al teatro de zarzuelas, participan de costosos bailes de disfraces y gastan mucho dinero en la moda. Viven en el centro urbano de la ciudad y tienen posesiones en las ciudades pequeñas conurbadas a las que llaman pueblos con gentes de la “puebleriada” de costumbres campechanas. Se nombran: Caldas, Sabaneta, Itagüí, Guayabal, Poblado, Envigado, Aguacatal o Bello. La comunicación regular se establece a caballo y cuando va la familia lo hacen en coches nombrados también carruajes o victorias. El Dollar Club, debió ser un edificio con dos pisos. En el primero un patio. En el segundo un salón con un piano y decorado con una Venus de Milo. Dice Magola que uno de los hombres (un médico borracho) que había elegido como amor de su vida se le salió del corazón porque “supe de una deliciosa que se puso en el Dollar Club. Le dio quebradora, dantesca, y acabó con todo, hasta con la Venus de Milo, que era el mimo de todos los socios. Solo el piano se le escapó, porque no pudo tirarlo al patio…”3.

Esos hombres jóvenes son presentados como “La Horda”, un grupo, que se hacen llamar así. Tienen como centro de actividad el licor, la música o la fiesta y, animada por músicos de la “la Lira, o la […] Banda de los Paniaguas”4. El hermano de Magdalena toca el tiple y canta; es reconocido. El pretendiente de la hermana de Magola se llama Arturo Granda, apodado Grandeza, no es “algún ñapango caviloso de estos pueblos que han inventado la suma con la guerra y con los negocios tan raros de ahora”5.

Es el momento de mostrar el origen de la riqueza de estos jóvenes y sus familias. Carrasquilla ve como fundamental los rasgos blancos de la piel para poder hablar de la gente y la posesión de riqueza. Grandeza es un zambo de Anorí, nieto de “ño Granda”, dicho como una demostración peyorativa por ser un zambo rico, adinerado. Grandeza no ha podido entrar a la clase social alta de la villa por su origen. “los que pasan de pobres a ricos, quedan como si fueran expulsados del infierno: ni San Pedro les abre, ni el diablo los vuelve a recibir”6. La familia Samudio, la de Mogola encabezada por una viuda criada en los campos de Envigado, se acepta a Grandeza por su dinero “…esta ñapanga de Arturo tiene remedio, […] le hacemos comprar un título en España, bien lindo: El Marqués de Grandeza”7. Se desentraña el origen del dinero de Grandeza. Llegó de Anorí con su padre cuando tenía nueve años de edad. Estudió con los jesuitas (debió ser en San Ignacio) y se hizo bachiller. La familia montó un negocio en el barrio del comercio (debió ser Guayaquil – la Alpujarra). Después de la muerte de los padres los tres Grandas se asociaron en “Granda Hermanos”. Metieron la sociedad en la bolsa. Esto debió ocurrir antes de la guerra de los Mil días 1899 – 1903, porque en el desarrollo de la misma los valores cayeron y solo se elevaron los negocios comerciales con el exterior como el de los hermanos. Granda hermanos de golpe se llenó de dinero. Grandeza viajaba a Europa y distribuye lujos franceses e italianos en Antioquia.

La potencia económica de “Granda Hermanos” y la quiebra de otros, se la adjudicaron en Medellín a la maldición de los ángeles perversos, a dos rafaeles: Rafael Uribe Uribe y Rafael Núñez; ellos “Los Rafaeles, los arcángeles, son las aves negras de Colombia [pero] otros, entre tanto, prendían velas a San Rafael Uribe, para que siguiera esta guerrita, parienta de Aladino, que en vez de té traía en la mano la varita de virtudes…”8. Ese otros era Arturo Granda, enriquecido, que viajaba muy regularmente entre bellos caballos o en carruajes o en lujosos coches a Bello a divertirse, a descansar, temporizar o a temperar.

En la novela hay dos geografías que son tratadas casi como sujetos. Las selvas del río Cauca y Bello. El hermano de Magola, bachiller no abandonó la hacienda de su padre Samudio ubicada en Envigado. Mantuvo una crítica permanente contra su madre por su arribismo y el derroche de dinero en fiestas y modas. Se casó y decidió demostrarles a su madre y amigos citadinos que la riqueza estaba en el campo. Se metió por el sur del valle de Aburrá a toparse y colonizar el Cauca. En tres o cuatro años peleó contra el bosque milenario y el paludismo. Venció, fundó y levantó un pueblo y lo llenó de colonos bajo su mando, don muy loado por sus subordinados.

El Bello nombrado delata fechas; el tiempo de la novela ocurrió después de 1883 año del cambio de nombre de Hatoviejo por el de Bello; y tiempo de inicio de la construcción de la nueva iglesia del Rosario 1895; o luego de la guerra 1903 en adelante. En la visita de Grandeza se apreciaban los cimientos de la nueva iglesia, construcción detenida por la guerra. Hay alcalde y alcaldía, aunque Bello aún no fuese erigido municipio (esto ocurrió en 1913). Está la fábrica de tejidos inaugurada en 1908. Dice Carrasquilla: “En tus contornos, por las faldas, por lo plano, en carreteras, en veredas, arriba, abajo, distantes, cercanas, juntas, dispersas, chozas, casas, granjas, quintas, villas, la imponente fábrica de la “Compañía de Tejidos”: la vida. Salve!”9. El espacio en el que ocurren los acontecimientos de la familia Samudio y la pretendida familia Cuenca, es el valle de Aburrá. Familias cuyos troncos coloniales se han bifurcado desde Sabaneta hasta Bello. Una fiesta decembrina (debió ser la navidad de 1908) le permite al narrador involucrar el valle. Dice que los vivientes en la villa se trasladaban a los pueblos (Sabaneta, Itagüí, Envigado, Bello) o a las faldas de las montañas y los habitantes de las faldas bajaban a Medellín o a las plazas de los mentados. Esa atracción ocurría por los programas (igual en todo el valle) en la víspera de la “nochebuena” (debió ser el veintitrés de diciembre):
“Cabalgatas de caballeros y damas, caravanas pedestres de las clases pobres, coches de punto* y de particulares, carros y carretillas cargados de paseantes, ciclistas y bandas, murgas, y charangas, cohetes y triquitraques […] por la noche (debió ser el veinticuatro de diciembre) retañe la jornada […] el trajín de vehículos y viandantes, los cantorrios, los gritos, los berridos, la pólvora, el aguardiente”10. La noche se llena de globos incandescentes “los echan de Santaelena, ya del Picacho, ahora de Sancristóbal, ahora de las Nieves (de muchas formas y colores). Principian en Bello: les echan de las quintas vecinas, de las carreteras, de las calles, de la plaza de la aldea. A cada uno que cae, corren a buscarlo, grito pelado, sin pensar en distancias, toda la chiquillería y hasta la grandería”11. Entra la noche con los juegos de pólvora y “arman vacalocas, unos trafalgares formidables […] las casas y los árboles con sus hileras, sus ondulaciones y sus quingos de farolillos a la veneciana, multiformes y multicolores, deslumbran, en una apoteosis de quietud y serenidad”12.

A la plaza de Bello llegan gentes de todas clases: pudientes alquilan casas o llegan donde familiares o son invitados por amigos. Paseantes llegan a estar o a hacer negocio,
“toda la caimanería del bronce, toda la bohemia de El Blumen y de los antros de Guayaquil, discurre por ahí revuelta con La Horda, con la cachaquería de alto bordo, con el alcalde y el cuerpo de policía. En las casas se siente el baile, los cantos y el bureo, y en las calles se desborda el aguardiente […] En las casas hay regalos, aguinaldos y banquetes, cantos, recitaciones. En la mañana del veinticinco de diciembre hubo carrera de caballos; se habilitó la carretera como hipódromo; los pudientes apostaron. En la tarde corrida de toros en la plaza al pie de los mangos y barreras que se han levantado para las corridas”13.

Llegaban cabalgatas de la ciudad y de “otros campos donde se veraneaba, que iban a dar un vistazo a Bello, para volver, sin haberse desmontado”14. Terminada la corrida el cura montó una tómbola para producir dinero para el templo, un órgano y santos ornamentos; se vendió al mejor postor flores y objetos. “El veintiséis y veintisiete duermen y pasan el guayabo los medellinenses de Bello […] parquesi, guitarreos, y cantares, entre zagalillas y zagalones promiscuados ingenuamente, bajo los mangos de la plaza y hasta las diez de la noche”15. El veintiocho de diciembre los medellinenses (Grandeza y su escudero Linares, La Horda, “mocitos bullangueros”, temperadores) jugaron una broma a los bellanitas. En la madrugada sellan las puertas y ventanas por fuera y los residentes quedan encerrados. Producen un pánico. Cambian los avisos de los sitios santos por los profanos. El cura y el alcalde corren a cobrarles a esos “caifanes bandidos […] los multa a todos de diez a cien pesos […] ahí mismo les arranca la palta […] todo el día y la santa noche siguen la juerga y el bobeo, los disfraces y astucias y el aguardiente de mi Dios”16. Los “medellinenses de Bello”, se diseminan, se esparcen por el Valle de Aburrá para recibir el año nuevo de 1909. Los Samudio van a Sabaneta a casa del abuelo materno. La fiesta es distinta a la de navidad: más sosegada, más clasista, más familiar.

Las mentalidades tienen su ritmo regido por el poder económico. Se pasa del colectivismo de la natividad al individualismo de año nuevo. Los ricos personajes de Carrasquilla van a sus haciendas y los pobres a sus chozas de bahareque. Las mentes siguen un curso decantado por la tradición de la sociedad esclavista, venida abruptamente a una sociedad con un liberalismo insuficiente. El liberalismo es practicado como un libertinaje, y la democracia se decanta en lo que se tiene en el bolsillo.

La novela tiene un final trágico, así como la tragedia de las zagalillas y zagalones promiscuados bajo los mangos de la plaza en la noche del veintisiete de diciembre. Esta historia trágica que insinúan prostitución o ejercicio de supremacía social, no se detalla; pero se asume igual a la acontecida después de la quiebra económica de Grandeza que se ve obligado a huir de la Villa. Su bella y joven esposa hermana de Magola, termina abandonada y presa de la madre que la utiliza como objeto de negocio de su arribismo. El hermano, conquistador y poblador de un pedazo de selva el Cauca medio, desafía a un pretendiente de la abandonada, porque puso en boca de toda Medellín la conducta de la bella y de la familia. El desafío tipo duelo, terminó con la muerte del hermano, con la tragedia de los Samudio.

1. Carrasquilla, Tomás. Grandeza. En Obras completas. Editorial Bedout. Medellín 1958.
2. Ídem. Pág. 267
3. Ídem. Pág. 286
4. Ídem. Pág. 266
5. Ídem. Pág. 287
6. Ídem. Pág. 287
7. Ídem. Pág. 287
8. Ídem. Págs. 307 - 308
9. Ídem. Pág. 311
10. Ídem. Pág. 311
11, 12, 13. Ídem. Págs. 312
14. Ídem. Pág. 316
15. Ídem. Pág. 317
16. Ídem. Pág. 318
*Llamados así por estacionarse en un lugar (punto) para ser alquilados a quien los necesitase. Pág. 280

Imagen: Coche del tipo victoria. 1917. Autor: Melitón Rodríguez Márquez. © Biblioteca Pública Piloto de Medellín (acercamiento).

sábado, 9 de mayo de 2020

Máquinas quietas, pandemia y colapso del estado de cosas


En estos tiempo de pandemia, habla la naturaleza, se impone, aparece evidente ser capaz de destruir la vida, de destruir el planeta, de deshacer el orden cósmico y rehacerlo, reinventarlo, un orden nuevo que también pude llamarse caos cósmico. Habla la Naturaleza, con la única voz que tiene, la voz humana; habla con la contundencia de la muerte; es decir habla definitivamente. La entendemos y nos entendemos. La muerte es la que obliga a la reflexión, a revertir las prácticas y los discursos; obliga a vislumbrar un nuevo pacto si se quiere hacer prevalecer la vida.

La Naturaleza habla con nuestro lenguaje de humano milenario que contiene la historia, esa sabiduría que nos ha hecho autodenominarnos como hombres sabios entre los demás hombres, entre los demás seres vivos. La historia no ha cesado de mostrarnos el afuera, la Naturaleza, a pesar de todos las vertientes y desvaríos metafísicos, tan seductores y bellos; pero enclaustrantes y soberbios.

La voz humana pertrechada de historia y dentro de ella, la ciencia, la filosofía, el arte, la religión, el mito o la magia, nos ha llevado en esta época moderna a reubicar el ser humano dentro de la Naturaleza, a entenderlo y explicarlo como un ser autoconstruido y no como una criatura. Es fácil el camino de la criatura, puesto que toda la gravedad del acontecer lo descarga en la voluntad de su creador, muchas veces concebida esa voluntad como destino.

El ser humano autoconstruido nos lo da y presenta la ciencia desde esa época en que hurga y recaba huellas lo más remotamente posible. Desde ese fondo crónida construido por la voz humana, comenzamos a elaborar un relato alternativo al de la religión, o al de la metafísica; no más verdadero, solamente alternativo. Aquí lo ensayo: ocurrió en un momento la separación entre los antropoides de una rama de seres de vocación biológica para exteriorizar en útiles las funciones corporales. Ese momento de separación debe entenderse como un golpe inusitado, así como llega de facto el congelamiento de agua, el cambio de estado. En extremo podemos concebir la cultura como la extensión del cuerpo en útiles. Desde esta percepción se puede afirmar que todas las máquinas realizan funciones corporales: muelen, cortan, perforan como cualquier boca; escarban, tejen, cosen, como dedos, manos o brazos. Máquinas que corren, recorren y transportan, como piernas; máquinas que cuentan, calculan, dividen, adicionan como una masa encefálica.

Pero la cultura tiene ese otro aspecto sorprendente de tener un acumulado de modos y formas de preservar lo hecho por otras generaciones: ese otro es la memoria del ser vivo trastocada en memoria social en el ser humano. Ser vivo excepcional por haber confundido la memoria con un don, llamándole razón y por la cual se ha autoproclamado digno de poner bajo sus pies todo lo existente porque se considera superior. Está convencido de estar de paso por el planeta, pues su creador así lo ha dispuesto. O porque se considera ser hijo de la luz, o ser luz, energía, polvo de estrellas; por lo que le está permitido disponer de su entorno.

La vocación de exteriorizar el cuerpo en aparatos, aperos o útiles, se acompaña de una imagen cerebral operativa en forma de signo y símbolo, convertible en sonidos vocales articulados transmisibles y reconocibles por los otros, por los demás. He ahí l palabra, el habla que se llevó a la grafía hace unos cuarenta mil años, siguiendo la externalización de funciones, en este caso se externalizan las imágenes. La grafía convertida luego en escritura, es la palabra escrita, es el sostén de la Naturaleza que habla; es lo humano exclusivamente humano.

Palabra llevada a la condición de discurso, de relato, de sistema de pensamiento, apoyo y creador de modos de gobierno de la polis, de la ciudad; palabra política, habla política, lenguaje político, pleno de dictados materializados en actos sistémicos de seres humanos normados, disciplinados. Así la disciplina en una excrecencia del cuerpo transmutado en el Estado.

La época moderna ha posibilitado reubicar el ser humano dentro de la Naturaleza. Los bellos y monumentales relatos o sistemas metafísicos que cuentan sobre nuestro origen divino, debieron dar paso a las positividades que atan el cuerpo humano a la tierra como el hijo a la madre. Sobre el planeta tierra ocurrió el ser humano y ambos son interdependientes. La tierra naturaleza habla en la palabra para declarar la igualdad y la desviación de la acumulación de riqueza. La época moderna ha llegado a las positividades que elaboran relatos alternativos más acordes con la regulación de la vida sobre el territorio. La libertad burguesa autoproclamada absoluta por cuatrocientos años de filosofía, encuentra hoy la Naturaleza con la más cruel de sus caras: la de la muerte, la del peligro del extermino de la especie.

En el ser humano, esa vocación de exteriorizar su cuerpo en máquinas tiene un flujo, algo así como la fuerza de un río. Es la exteriorización de funciones cerebrales. Así como la memoria crea sistemas de pensamiento, la máquina excretada administra sistemas de control. Tecnología que en manos del Estado es disciplina para los cuerpos. Hoy el mundo tiene un ejemplo que lleva a plantear problemas de soluciones impensadas: es el caso de las sociedades disciplinadas asiáticas. La disciplina es un mecanismo efectivo que ha posibilitado vencer la pandemia del coronavirus covid-19. Disciplina conseguida por los métodos policiales de vigilancia tecnológica. El “ojo del gran hermano” se ha hecho realidad, en la forma de “ojo del Estado”. Lo peor de esta experiencia es la necesaria expansión de esos métodos asiáticos hacia occidente y el planeta entero. El arribo de la humanidad a un estado poblacional gigantesco tiene un futuro en dos direcciones: una seguir en la lógica capitalista y adoptar los métodos disciplinarios orientales. El capitalismo burgués deberá abandonar la careta democrática y asumir el capitalismo totalitario; otra democratizar la riqueza con la adopción de sistemas de trabajo de todos para todos. Esta última tiene una sentencia de una de las positividades más prestigiosas de la modernidad: el Marxismo. La única manera de democratizar la riqueza es arrancarla de las manos de los acumuladores.

Esta reflexión, es posible ante una pandemia inédita. Las condiciones del mundo globalizado han convertido un virus en un amo tiranicida de la humanidad. Hay noticias en la historia de otras pandemias; pero ellas han quedado circunscritas a territorios específicos. Esta como se dice coloquialmente, viajó en avión y en meses copó el planeta. Esta velocidad obligó al cuatro veces centenario sistema burgués capitalista a desnudar flagrantemente sus principios de expoliación de los medios de vida a la inmensa mayoría de la población. La privatización de los servicios públicos, convertidos en empresas especulativas y lucrativas, mostró ante la pandemia, la incapacidad de prestar un servicio democrático y oportuno. La crisis sanitaria que obligó al paro mundial de la máquina de producción, máquinas quietas, se está solventando con la privatización de la riqueza pública. Los bancos privados reciben grandes cantidades de dinero para evitar la quiebra y al pueblo llano y sencillo se le palean sus necesidades con dádivas o campañas de solidaridad mendicantes.

Imagen. Meredith Woolnougth. Hoja de gomero rizada 2014 (arte con máquina de coser)

sábado, 11 de abril de 2020

Periódicos y comuneros. La revolución en Colombia


Oscuridad es la palabra inmediata para convocar el discurso contra España. La Nueva Granada estuvo todo el tiempo, después de la conquista, en las tinieblas de la pobreza, la ignorancia y la superstición. Esa oscuridad solo es posible medirla con la luz, con cantidad de luz. Iluminación posible cuando los neogranadinos criollos lograron acercarse a las letras europeas del siglo XVIII. Ocurrió una coyuntura por la guerra entre los Austrias y los Borbones, las dos ramas dinásticas del poder español. Triunfaron los borbones, quienes en cabeza de Fernando V iniciaron una reorganización del reino y las colonias. En 1740 se creó el virreinato de la Nueva Granada (Panamá, Quito y Nueva Granada) con el fin de hacer más ágil y eficaz la defensa de la colonia ante los ataques de la armada inglesa. Con el Virreinato se crea un territorio con características de país, aunque Venezuela que también estaba en este concepto, se le declara capitanía bajo jurisdicción de Santo Domingo.

Esta noción de país entre Quito, Nueva Granada, Venezuela y Panamá, son el lugar de unos hechos revolucionarios que funcionaron como pasado de la independencia. Entre ellos la revuelta indígena en Quito de 1765. Los indígenas y la plebe, dice Restrepo, asesinaron a los colectores de diezmos y tributos. Españoles y pueblo fueron a batalla. “La plebe en los días siguientes saqueó las casas de las personas que le eran odiosas”1 y quemó la fábrica de aguardiente y la casa de recaudos de alcabalas. Murieron más de cuatrocientas personas. Por intermediación del clero la revuelta entregó las armas y hubo una amnistía general.

Otro hecho o acontecimiento de sensación ocurrió en 1767, dice Restrepo, fue la expulsión de los jesuitas, orden de “un gran influjo sobre los pueblos, adquirido con sus riquezas, y con la educación de la juventud”2. En una misma noche se le quitaron los conventos y tierras y fueron embarcados en Cartagena. Esta expulsión permitió mejorar la educación y la incorporación de mucha tierra a la producción pues salió de manos muertas.

Otro hecho se generó a partir de la llegada del regente Juan Gutiérrez de Piñerez. La monarquía no satisfecha con la administración del virrey Manuel Antonio Flórez, le nombró este regente que en la práctica suplantó al virrey y lo relegó. Piñerez “de un carácter duro, y que no tenía otro interés que aumentar el erario público, aun cuando los pueblos padecieran, comenzó inmediatamente sus reformas”3. Estancó las rentas del tabaco, aguardiente, anís; impuso el “derecho de armada de Barlovento, de alcabala (importación). El cobro fue oneroso y violento; hizo “derramar copiosas lágrimas a los pueblos, y privado las familias de todas sus subsistencias”4.

Los neogranadinos se quejaron. Produjeron pasquines amenazantes contra el gobierno hasta llegar a la rebelión. Comenzó en el Socorro en 1780, seguido por Simacota, Mogotes y Charalá. El pueblo se apoderó de la administración real y dispuso de los caudales, “mandaron gentes obscuras de la plebe”5. El movimiento insurreccional nombró como “capitanes generales” del movimiento a “Don Juan Francisco Berbeo, Don Salvador Plata, Don Francisco Rosillo, y Don José Antonio Monsalve”6. Estos, en 1781 se reunían como “el Supremo Consejo de Guerra”. La insurrección se extendió por todo el virreinato y en nombre del “común” se depusieron las autoridades reales y se nombraron en su lugar Capitanes Generales en ciudades y villas. El movimiento comunero no cometió crímenes; ante la huida de los españoles peninsulares abolió todos los impuestos de Piñerez.

Una tropa de doscientos hombres fue enviada por Bogotá para someter a los comuneros del Socorro, pero estos organizaron otra de quinientos e hicieron huir dispersa a la realista. Ante estos hechos las autoridades virreinales de Bogotá, sacaron a Piñerez, rebajaron los impuestos y nombraron al arzobispo de Bogotá Antonio Caballero y Góngora para que contuviera a los comuneros. De los capitanes generales sólo Berbeo abrazó la causa y marchó hacia Bogotá Llevando consigo los comuneros de las ciudades, pueblos o villas por donde pasaba: Moniquirá, Ráquira, Lenguasaque, Nemocón, Tunja… Berbeo elaboró “formó un proyecto de capitulaciones” para presentarlo ante el arzobispo, con la fuerza de diez y ocho mil hombres bajo su mando. “Casi todos estaban armados de lanzas, hondas y palos. Solo tenían trecientas o cuatrocientas bocas de fuego con pocas municiones”7. Los comuneros y el arzobispo firmaron un tratado de treinta y cinco artículos, “En ellos se estipulaba la expulsión del Regente Piñerez y la abolición de su empleo; la supresión perpetua del derecho de la armada de Barlovento, la del estanco de naipes, y la del tabacos, la del papel sellado de más de dos reales el pliego, y de alcabalas en los comestibles…”8 Restrepo detalla muchos de los artículos y dice que con un Te Deum celebrado en Zipaquirá, se selló la paz y se disolvió El Común en medio de alegrías de las dos partes: “Los comuneros empezaron entonces a disolverse  y a retirarse a sus casas muy contentos, llevando copia legalizada de las capitulaciones como un depósito sagrado en que fincaban su felicidad, y que juzgaban no podía ser violado”9. El arzobispo recorrió el territorio, fue al Socorro predicando contra las ideas revolucionarias “con los terrores que inspiran la religión, de que frecuentemente se abusa para sostener la esclavitud”10.

El virrey Flórez organizó una fuerza de quinientos hombres para que desde Cartagena marchase a Bogotá y desconociese lo pactado porque “eran contrarios y derogaban la soberanía”11. Caballero y Góngora dividió a los comuneros y enfrentó con intrigas a los capitanes generales; Plata, Monsalve y Rosillo siguieron al arzobispo y enfrentaron a Berbeo. Las capitulaciones se desconocieron ocasionando que el comunero José Antonio Galán, de Charalá, levantara las provincias de Mariquita, Zipaquirá y el norte del Socorro; pero por las argucias del arzobispo fue prendido, juzgado y condenado a la horca por alta traición, “a ser quemado el tronco de su cuerpo delante del patíbulo y su cabeza conducida a Guaduas para fijarse en una escarpia; la mano derecha a ser puesta del mismo modo en la plaza del Socorro, la izquierda en San Gil, el pie derecho en Charalá su patria, y el izquierdo en Mogotes…”12.

Los capitanes generales fueron indultados y el arzobispo fue elegido virrey en reemplazo de Flórez. Dice Restrepo que en Don Antonio Caballero y Góngora se reunió el mando militar, civil y eclesiástico en una sola persona. Y con sus talentos y lealtad a la corona hizo desaparecer “los últimos gérmenes y reliquias de la revolución…”13. Desde 1777 la monarquía tenía resuelto elevar a Caballero y Góngora al más alto cargo del gobernó virreinal; pero los acontecimientos habían impedido realizarlo, él traía todo el pensamiento y la actitud de las reformas ilustradas. Trajo mineralógos, fundó la cátedra de matemáticas, propagó el conocimiento útil, formó una expedición botánica de la América septentrional al mando de José Celestino Mutis y sometió a los indígenas del Darién con el mariscal Arévalo.

Caballero y Góngora salió del virreinato en 1789 y dejó una memoria sobre el estado económico de la Nueva Granada. Calculó la población en 1.492.680 habitantes y unas rentas de 3.354.025 pesos. El arzobispo fue reemplazado por el “Mariscal de Campo Don José Espeleta, quien continuó una administración […] vigorosa, activa, ilustrada y benéfica”14. Dice Retrepo que hizo venir de la Habana a Manuel del Socorro Rodríguez para que iniciase el semanario “Papel Periódico de Santafé de Bogotá. Este fue el primer papel periódico […] publicado en la Nueva Granada. Una gran parte se empleaba en literatura, historia natural, y algunos estractos de gacetas”15. Los jóvenes fueron amigos de Rodríguez y fueron ilustrados; leían la Gaceta de Madrid, el Mercurio de España, algunos libros y diarios franceses, traducido por algunos que leían francés y permitió conocer “la halagüeñas máximas de libertad y de igualdad”. En “sociedad de amigos” unos cuantos hablaron “sobre los principios republicanos y lo útil que sería a la Nueva Granada un gobierno de esta clase”16.

El español Francisco Carrasco denunció en 1794, la circulación de un impreso titulado Derechos del Hombre y luego de un proceso se encarceló un grupo de implicados hasta llegar a la fuente de esta “causa de pasquines”. Antonio Nariño los imprimió en su imprenta manejada por Diego Espinosa. Nariño confesó que había traducido de un “tomo de la asamblea constituyente de Francia”, los Derechos del Hombre, que el tomo se lo había posibilitado un guarda del virrey llamado “Capitán Ramírez” y que ante las averiguaciones del gobierno quemó los ochenta o cien ejemplares que se imprimieron.

Restrepo dentro de estos temas introductorios de la Revolución en Colombia, acusa a Nariño de haber dado nombres y lugares de ubicación de quienes estaban pregonando la libertad y la igualdad. Dice: Nariño nació en Santafé de familia ilustre en 1766. Su padre, contador del Tribunal de Cuentas, le dio educación y por ella ocupó varios puestos administrativos en el virreinato: alcalde ordinario de Bogotá en 1789 y tesorero de diezmos en 1794. Formó una librería, la dotó de aparatos o máquinas de física y con la imprenta consiguió fama de sabio. Con buena figura y gran elocuencia se hizo admirar y respetar. En 1795 fue preso y se le encontró en la caja de diezmos un faltante de 96.000 pesos; dijo que los tenía invertidos en el comercio.

Contra la sublevación de los pasquines se utilizó el tormento inquisitorial. El abogado de Nariño, Antonio Ricaurte, fue condenado a prisión, extrañamiento y confiscación. Nariño fue enviado preso a África por diez años y se le confiscaron los bienes, igual que a Francisco Antonio Zea y otros catorce sublevados. Al llegar a Cádiz, Nariño se escapó; fue a Madrid a Francia e Inglaterra buscando apoyo para la insurrección. Volvió a Bogotá en 1797 y fue entregado a las autoridades virreinales por el arzobispo Jaime Martínez Compañón en quien había confiado. Dijo Nariño que confesaría todo a cambio de no ser torturado. Confesó sus pasos […] nombrando y comprometiendo a cuantas personas le habían auxiliado, dado hospedaje o prometiendo auxilios en su tránsito de la Guayra hasta Santafé. Esta conducta débil en que se delató a sí mismo como un revolucionario enemigo del rey, en que vendió a sus amigos, e hizo a algunos desgraciados, ha merecido siempre justa censura, de todo hombre sensato e imparcial”17. Le tocó enjuiciar la Causa de los Pasquines al virrey Mendinueta, quien recomendó a la corona indultar y no juzgar a los revolucionarios porque servía para profundizar el descontento. A Mendinueta lo reemplazó en 1803 Amar y Borbón, hombre sin talento y manejado por su mujer Francisca Villanova, quien vendió todos los cargos de la administración.

José Manuel Restrepo consideró en su historia de la revolución, como hecho fundamental los periódicos. Dice que después del Papel Periódico de Santafé de Bogotá (1791 – 1796), vino el Correo Curioso, creado en 1807 por Jorge Tadeo Lozano y Luis Azuola, semanario dedicado a literatura, arte y ciencia; duró un año. También en 1807 el virrey Amar creó el semanario Redactor Americano dirigido por Manuel del Socoro Rodríguez, dedicado a noticias y variedades; vivó tres años. En el mismo tiempo Francisco José de Caldas, director del Observatorio Astronómico de Bogotá, creó junto con un grupo de “jóvenes literatos” el Semanario de la Nueva Granada (1807 – 1810), dedicado a fomentar la ilustración, la geografía, la estadística y las producciones.

1. Restrepo, José Manuel. Historia de la revolución de la república de Colombia. París. Librería Americana 1827. Tomo II. Página. 9
2. Idem. Página 10
3. Idem. Página 12
4. Idem. Página 13
5. Idem. Página 15
6. Idem. Página 16
7. Idem. Página 28
8. Idem. Página 30
9. Idem. Página 33
10. Idem. Página 34
11. Idem. Página 34
12. Idem. Página 40
13. Idem. Página 46
14. Idem. Página 53
15. Idem. Página 53
16. Idem. Página 56
17. Idem. Página 66.

Imagen: Gastón Bettelli. José Antonio Galán. Óleo 2010

martes, 24 de marzo de 2020

La revolución en Colombia


La Historia de la revolución de la república de Colombia de José Manuel Restrepo, fechada en 1824, es un trabajo que se abre con una cita de Pierre Le-Grand: “No digas a la posteridad sino lo que es digno de la posteridad”. Cita reveladora, contextualizada con la época iluminista y con el universalismo de la cultura europea, que miraba como zócalo de la historia los hechos de los héroes y los poderosos. Puede entenderse: hay hechos que no merecen ser recordados y por tanto pueden ser borrados de la memoria. Esos hechos son en los que actuaron la plebe y la gente sencilla del común.

El concepto de historia visto desde la dignidad de la posteridad y los hechos dignos de ser contados, se adhieren a una imparcialidad, es decir, además de hechos dignos de ser remembrados y tratados, el historiador se la juega para ser imparcial. Se lee: “Más sin embargo de la estensión o importancia de las funciones que ejercitan las audiencias de la Nueva-Granada y de Venezuela, es preciso decir con la severa imparcialidad de la historia que administraban justicia en los últimos tiempos con bastante rectitud, exceptuando algunos pocos casos en contrario”1. Ahí quedó la imparcialidad, golpeada contra los motivos de la revolución: acabar con la tiranía y la explotación inmisericorde de América por España.

Restrepo opera su historia con un paradigma moderno, con un esquema de pensamiento analítico. Se ubica en el tiempo y en el espacio. Tiene conciencia de estar en un tiempo contemporáneo de las luchas anticoloniales y por la libertad esgrimida contra el feudalismo. El espacio lo conoce y se ha informado con los trabajos de Humboldt. En el espacio están los seres humanos organizados en una sociedad con sus caracteres y condiciones. Si va a hablar y escribir sobre la revolución en Colombia, explica que es y comprende Colombia; de donde viene y como está compuesta.

En el Congreso de Angostura se adopta el nombre en honor del descubridor Colón y se piensa en la unión bajo ese concepto jurisdiccional en Nueva Granada, Venezuela, Quito y Lima. Detalla el régimen Español, las producciones, la tierra, las gentes, la educación y las oportunidades. Termina enumerando las causas de la revolución: la opresión, el atraso intencional, la oscuridad de los colonizadores, el enriquecimiento de la iglesia con el acaparamiento de la tierra, la inexistencia de instituciones de educación, la prohibición de producir y la persecución a las nuevas ideas o a la lectura de la literatura producida en Europa.

La identificación que hace Restrepo de la sociedad colombiana tiene el objetivo de justificar la revolución y por qué la hizo el puñado de criollos ilustrados. Estos prolongan en el tiempo todos los prejuicios raciales españoles; pero hablan de la libertad y de igualar a todas las castas bajo el concepto de ciudadano para liberarlos del Santo Oficio, de la jerigonza peripatética y de los onerosos impuestos. Ellos, los criollos, hicieron y dirigieron la revolución y organizaron una sociedad para ellos. Dice el nuevo orden hecho en Cúcuta en 1821: “…más no todos los padres de familia tiene derecho a votar en las Asambleas primarias [para elegir electores]. Se necesita que el sufragante posea una propiedad raíz libre que alcance el valor de cien pesos, o alguna profesión o industria útil que equivalga la misma cantidad. Para votar en las Asambleas de provincia o secundarias se necesita ser dueño de una propiedad raíz que alcance el valor libre de quinientos pesos, o de una renta de trecientos pesos anuales, o profesar alguna ciencia u obtener un grado científico. Los representantes deben tener una propiedad raíz que alcance el valor libre de dos mil pesos, y en su defecto una renta de quinientos pesos anuales o ser profesores de alguna ciencia; los senadores necesitan una propiedad de cuatro mil pesos y por falta de ella una renta de quinientos, o profesar alguna ciencia…”2

Con el paradigma de la ilustración económica – filosófica – política, Restrepo hace un arqueo de la situación de la sociedad resultante después de la revolución de independencia: la producción pobre porque España prohibía competir con sus productos; la sociedad sometida a la ignorancia y al Santo Oficio, para mantenerla dócil y obediente; por política impedía que el gobierno y las decisiones, estuvieran en manos de criollos. Todos los funcionarios fueron importados de España para garantizar la tiranía y el despotismo.

Pero ¿Cómo operaba el poder? Sencillo: por el pacto entre el papado y la monarquía. La iglesia permitía al rey ser el patrono de la religión e incidir en el nombramiento de curas, obispos, arzobispos y demás (actitud o preeminencia llamada tuición de cultos). Y la iglesia podía, en contraprestación enriquecerse y expandirse a voluntad. Restrepo trae estadísticas. Colombia para 1824 tenía 1.891 individuos del clero secular; en órdenes religiosas 1.178; monjes y monjas en clausura 2.083. Esta población eclesiástica vivía del trabajo de los indígenas, pardos, negros y mulatos y permitía a todos por medio de los censos o capellanías hipotecar las tierras, antes y después de la muerte para salvar el alma o para sustentar gastos importantes. Esta economía terminó acumulando en manos de la iglesia un tercio de la tierra culta. “Nota: hay en Colombia 16 conventos de predicadores o de Santo Domingo; 20 de la orden de San Francisco; 10 de Agustinianos calzados; Tres de Agustinianos descalzos; 12 de Mercenarios; 10 de Hospitalarios de San Juan de Dios y 2 de Betlemitas. Total de conventos 73”3. Esta observación de José Manuel es aguda porque mira la parte más importante de la economía colonia. Él relaciona ese contexto social porque piensa desde la economía política, conocimiento que le permitió ver la religión como dominación o control de la producción y la distribución de la riqueza. Colombia con una población de 2.717.142 habitantes fue controlada por 73 conventos y 5.152 eclesiásticos.

Restrepo trae este cálculo de la población en un cuadro estadístico, hecho con ayuda de información publicada por el viajero Depons; pero dice que sus cálculos personales le suman 2.900.000 porque anexa 200.000 indígenas y más otras poblaciones deben producir un total de 3.100.000 habitantes. De esta “no bajan de 400.000 personas las que han perecido en la sangrienta lucha de independencia”5. 60.000 esclavos según Humboldt hay en Colombia y después de la guerra quedaron 30.000: “el español Boves primero, y después el general Bolívar dieron libertad a todos los que tomaban las armas, y en efecto, muchos corrieron a ella distinguiéndose en la guerra de independencia”6.

Triunfante la revolución, Colombia tiene ahora la tarea de poner su potencial a “cultivar en su suelo todas las producciones del globo”. Para eso se cuenta tierra suficiente: “De las 92.000 leguas cuadradas que tiene la superficie de Colombia, por lo menos la mitad o 46.000 […] son tierras baldías […] resulta que el gobierno de Colombia tiene 204.403.760 fanegadas de tierras baldías de que puede disponer para amortizar la deuda nacional, establecer sólidamente sus créditos, y tener bien pronto rentas suficientes […] El precio legal de la fanegada en las costas es de dos pesos y de uno en las provincias internas”7. Dice Restrepo que esta riqueza se debe ofrecer a europeos para que se establezcan en el país y desarrollen su saber y ciencia. “No hay duda alguna que reconocida nuestra independencia por la Gran –Bretaña, como parece que será bien pronto, los extranjeros corran de todas partes de la Europa a buscar asilo en Colombia que les ofrece tranquilidad, abundancia e instituciones liberales que favorecen la libertad y la propiedad”8.

Colombia debió mantener muchos de los impuestos coloniales para poder sostener la república. En los últimos cinco años de la monarquía se recaudaron 5.323.088 pesos entre rentas estancadas del tabaco, la sal, la pólvora; los diezmos, las anatas, anualidades, bulas, derechos de comercio, composición de tierras, venta de empleos y títulos nobiliarios y la capitación indígena. La república, debió sostener muchos de estos impuestos por la costumbre y falta de métodos para el recaudo. Pero, abolió las odiosas capitaciones y los estancos. Esa libertad de comercio, para 1824 permitió llegar al estado 7.430.527 pesos, rentas aumentadas, respecto a las coloniales, producto de la libertad económica.

La revolución en Colombia fue posible por ayuda de algunos países, entre ellos Gran-Bretaña; pero una ayuda interesada, porque todo lo que llegó para la guerra son la deuda pública. José Manuel Restrepo analiza especialmente este aspecto de la economía. Calcula la deuda en 46.505.638 de pesos y culpa de ese monto a las malas acciones de Francisco Antonio Zea y Luis López Méndez, plenipotenciarios enviados por la revolución a Londres. Ellos, un préstamo inicial de 2 millones de libras lo han centuplicado. “Por marzo de 1822, el mismo Zea, en calidad de ministro de Colombia, contrató con la casa de los señores Herring, Graham y Powles un empréstito de dos millones de libras al ochenta por ciento y con otras varias condiciones. Con esta operación Zea amortizó la deuda de las 547.783 libras que debía la república a varios individuos y creció nuestra deuda extranjera a dos millones de libra o 10 millones de pesos. Como aún no se han publicado las cuentas de los prestamistas ignoramos la inversión de este empréstito, y como fue que el señor Zea hizo crecer tan rápidamente la deuda nacional de Colombia”9

Esta introducción a la historia de la revolución en Colombia la hace un hombre dedicado a entender su mundo. Estuvo atento a las producciones intelectuales europeas y americanas y las supo ponderar, para acercarse al país, dar muestras de conocer el pasado y el presente para planear el futuro. Eso lo demuestra cuando les promete a los europeos un orden liberal apropiado para la propiedad privada o la acumulación de riqueza.

1. Restrepo, José Manuel. Historia de la revolución de la república de Colombia. París. Librería Americana 1827. Pág.56
2. Ídem. Pág. 138
3. Ídem. Pág. 193
4. Francisco Depons 1751 – 1812. Jurista Francés. Recorrió Venezuela en época prerevolucionaria. Sus observaciones las publicó en París en 1806 con el nombre de “Viaje a la parte oriental de Tierra Firme”.
5. Ídem. Pág. 211
6. Ídem. Pág. 214
7. Ídem. Pág.198
8. Ídem. Pág. 199
9. Ídem. Pág. 292

Imagen. José María Espinosa. Paisaje de las batallas en Colombia 1840

jueves, 12 de marzo de 2020

La voz del animal ante la muerte


Este texto salió al tratar de entender la posibilidad de una voz sin fonación, como originadora del lenguaje. Concepto que se encuentra como guía de las cuestiones tratadas por Agamben en estos excursos titulados El lenguaje y la muerte1. Esa voz sin fonación está en la base de la metafísica occidental –dice-; y por eso salió esta digresión como un asombro protestoso ante la serie de contrasentidos encontrados.

La metafísica occidental se construyó a partir de la negatividad. Todo esfuerzo de pensamiento se realizó señalando su opuesto: el ser y la nada, el logos y la oscuridad…; pero la metafísica solo fue posible a partir de pensar el lenguaje y sus posibles partes componentes: el fonema, la gramática y entre ambas el signo y el símbolo. El fonema, la voz, se llevó de la intuición al signo, o de la nada a la significación. Esta forma de pensar deja la voz en el ámbito de lo preexistente: ahí se radica y florece la arborescencia de la metafísica. Afirma Agamben al interpretar a Heidegger: “Es decir, que la experiencia del ser es experiencia de una voz que llama sin decir nada, y el pensamiento y la palabra humana nacen solo como “eco” de esa voz”. Seguidamente transcribe un trozo de texto de “¿Que es metafísica?” de 1963: “El pensamiento inicial […] es el eco de la oferta del ser […], en el que lo Único se abre y se deja apropiar […]: que el ente es. Este eco es la respuesta humana […] a la palabra […] de la Voz sin sonido del ser. La respuesta del pensamiento es el origen de la palabra humana, que es la única que da origen al lenguaje como proferimiento de la palabra en las palabras”.

Hago una digresión aquí, o una oposición: para la metafísica es posible hablar-decir-afirmar, la existencia de un pensamiento sin lenguaje, de una palabra sin sonido y de una voz sin sentido. En un aparte anterior Agamben hace un rastreo de la concepción de esa Voz (con mayúscula inicial) desde los antiguos griegos y al llegar a la modernidad, dice de Hegel: la concibió como la voz del animal ante la muerte, una voz terrible que nada significa, pero que expresa el horror de la negación.

Esta forma de argumentar, muestra la construcción del discurso metafísico, lleno de abusos de la dialéctica, o mejor, es producto de una especie de reduccionismo dialéctico. Esos contradictos distan de la condición del lenguaje, de ser una obra humana y una práctica cuya base es la, afirmación- negación, oposición que lleva implícita la lógica. Pero, Para no caer en las redes mistéricas de la metafísica, que parte de la pre-existencia del pensamiento y de la voz, para construir su edificio laberíntico de contrasentidos y supuestos, se debe asumir la carga conceptual que ha producido el pensamiento moderno que trata y quiere ser una alternativa a lo mistérico; en el pensamiento moderno se interdisciplinan filosofía, ciencia y arte para producir un discurso alterno y completamente defensor de la materialidad de la existencia y de la materialidad del origen.

Con estos argumentos, hoy debemos servirnos de la ciencia que produce objetos para repensar el ser humano desde la época en que comienza a actuar sobre el planeta. Y afirmar: el ser humano tal cual lo conocemos hoy, no tiene un estado primitivo, es un sapiens desde hace cuarenta o cincuenta y cinco mil años, momento en el que se testimonia su presencia. Las ciencias específicas (arqueología, antropología e historia) dividen su tiempo en dos, el tiempo del mito y el tiempo de la lógica o de la metafísica. Pero aún más, el ser humano sapiens tiene el lenguaje articulado y por supuesto el pensamiento. Desde esta forma de concebir, es imposible el pensamiento sin la palabra, sin el lenguaje. Por tanto el origen del lenguaje se debe buscar en lo prohomínidos, con argumentos y testimonios producidos por la arqueología – paleontología. Desde ahí se puede concebir el origen de facultades o facticidades características de lo humano. La adquisición de la masa encefálica es producto de una biomecánica por la que la postura sobre la superficie de la tierra ocasionó una revolución permanente del cuerpo, o también: una transformación lenta pero permanente del cuerpo, hasta producir un cerebro capaz de convertir la memoria biológica, instintiva, en memoria social, mediatizada por los gestos complejos del signo, el símbolo, la fonación y la gramática.

La metafísica, primera interpretación sistemática de lo humano y la facticidad del lenguaje, se posicionó como paradigma para el pensamiento. Por eso cundo se quiere pensar y hablar de la obra de arte, se hace referencia a los cánones o medidas ideales del arte perfecto, análisis íntimamente emparentado con esa imagen de la Voz sin sonido, fundadora del lenguaje. En esa perspectiva de análisis el arte fue pensado en términos de falsación de las ideas primordiales habitantes del mundo mistérico del origen. O, se piensa el arte, rompiendo con Platón, como el trabajo de estetas que son capaces en sus obras de entrar en el misterio de las cosas y representar su esencia, para producir la belleza.

La perspectiva tradicional occidental, difícil de desprenderla, se visualiza a su vez en el análisis de las literaturas. La obra de arte literaria se nutre del lenguaje cotidiano, la más de las veces, para producir el efecto de conectar el lector con el mundo de las cosas arcaicas y los actos humanos ejemplarizantes, porque ella, la literatura, los purifica y los muestra esencialmente en una generalidad idealizante. La obra de arte poética aparece como el trabajo del poeta para entrar en la voz fundante, en la palabra arquetípica misteriosa y divina, en el lenguaje dado a los seres primeros y puros. Por medio de la inspiración musa y mística, convertida en canto melódico, el poeta se convence de estar más allá de la física y con poder de transcribir la agonía de una belleza insoportable.

Si se entiende la palabra y el lenguaje como obra del humano acontecer y como memoria social, el pensamiento es lenguaje, ambos van a la par; no existe el uno por el otro. Su origen lento biomecánico, potencia un paradigma, una argumentación alterna a la metafísica; por esta la obra de arte se ha adocenado para que sea; para que se convierta en producto y objeto de riqueza en un proceso de castración de su signo o su símbolo.

Para una interpretación alternativa de la obra de arte, es necesario pensar la filosofía y la ciencia, como producto de la actitud obligada del ser humano, para arrancarle a la naturaleza la subsistencia: la naturaleza se grafica para encantarla y dominarla; a la naturaleza se le canta para agradecerle o apaciguarla. La naturaleza se personifica para tenerla siempre al lado, bajo el techo de cielo. De acuerdo, la analítica del ser humano y su afuera, comenzó con el lenguaje concebido como don, comenzó con la metafísica. Ahora estamos abocados a una analítica que ponga como centro el ser humano y su entorno para preservarlos.

1. Agamben, Giorgio. El lenguaje y la muerte. Un seminario sobre el lugar de la negatividad. Ed Pretextos. España 2008.
Imagen: Toro Moribundo. Pablo Picasso 1934