domingo, 29 de noviembre de 2020

Poetas de la tierra y de las pequeñas cosas. Las semblanzas de Ñito Restrepo y el Indio Uribe

 

El par de primos Juan de Dios y Antonio José, salidos del suroeste de Antioquia, tuvieron la oportunidad de viajar a Bogotá y estudiar en medio de las fuertes tempestades políticas de la segunda mitad del siglo XIX. Ambos poseían una inquietud intelectual que los llevó a situarse en los problemas vigentes del pensamiento universal decimonónico. Esa vocación de rastrear el “alma nacional”, observarla y dejar por escrito sus percepciones, estuvo en consonancia con las tareas filosóficas, políticas y económicas del pensamiento europeo centrado en la construcción de los estados nacionales.

 

El momento álgido de ataque y destrucción de los Estados Unidos de Colombia, decantó las contradicciones entre liberales y conservadores, tanto en el combate armado como en la escritura para periódicos. Los liberales radicales, apoyo ideológico del federalismo, se fueron hasta el límite y trazaron una línea divisoria entre revolución y tradición. En este marco se inscriben las semblanzas de antioqueños de Ñito Restrepo y El Indio Uribe.

 Juan de Dios Uribe encuentra una humanidad lustrosa, plenamente ejercida y respetada en Candelario Obeso: “Obeso se paseaba con botas altas, un fuete en la mano derecha y, en la otra, apretados, un montón de papeles impresos”1. El Indio Uribe dice de Obeso haber sido un admirador incondicional, del varias veces presidente de Colombia, Manuel Murillo Toro. Por eso retó a Lino Ruiz a un duelo en el atrio de la catedral por haber escrito en el periódico “La Camarilla” contra “el doctor Manuel Murillo”. Candelario -dice El Indio Uribe- fue un enamorado eterno de la mujer y vivía amoríos permanentes y para cumplirle a sus enamoradas creó el periódico “Letras para ti”. En él hizo público su amor, con una prosa corta “llena de conceptos originales […] hay, además, un impulso de rabia que se desata en largos sollozos […] cuando el poeta considera la diferencia de raza, las desigualdades de fortuna, la desgraciada condición del talento en Colombia”2. Candelario Obeso “…negro, pobre y poeta…” no fue un resignado; pegaba duro en los rostros de los ricos con sus hojas ardientes de las “Lecturas para ti”. Obeso dejó esa autoincriminación por ser negro, cuando conoció a Ñito Restrepo. Entre ambos hubo un mutuo reconocimiento como poetas. En ese ambiente, Candelario conoció a Zenaida y montó un hogar. Tuvo épocas de holgura y muchas de pobreza. Fue cónsul colombiano en una ciudad francesa y se suicidó en 1884. Esta semblanza muestra la gran capacidad narrativa del Indio Uribe; está llena de observaciones perspicaces que obsequian una imagen precisa de un poeta colombiano de dedicación exclusiva.

 Sobre Epifanio Mejía escribe con profunda admiración porque es el segundo poeta de Antioquia después de Gregorio Gutiérrez González. La admiración por su sencillez, lo llevó a recabar sus escritos dispersos en periódicos e hizo un libro con las prosas y poesías de Epifanio. Dice el Indio Uribe que en 1877 cuando entró a Medellín como recluta de las tropas liberales, le mostraron a Epifanio “…un hombre alto y grueso, vestido como los comerciante de Medellín. De Barba espesa, amarilla de oro, ojos muy dulces y frente amplia y en relieve. Sin advertirse de nosotros continúo silbando una tonada triste y distraída. Ya había estado loco”3. El Epifanio del Indio Uribe, es un poeta de la naturaleza, capaz de observar detalles en el agua, la flora y los animales; los colores y sonidos; pero no tiene noción de la política, lo social y las pasiones que suscitan. Es un poeta inmerso en su familia y en su país Antioquia; satisfecho con sus costumbres y su cristianismo. No sale del territorio y no lo desea. Es un poeta pegado a la tierra y gusta de su raza adelantada de Colombia, dice.

 

Aquí en este trance, el Indio Uribe, despliega su concepto del antioqueño robusto y fecundo “…sus hábitos de trabajo están más arraigados y los Estados circunvecinos no sostienen la competencia con el brazo y la industria de los antioqueños”4. Antioquia tiene literatura y en ella Epifanio es un ejemplo aunque es un poeta local, sin recursos gramaticales y vocabulario pobre, pero todos lo conocen y cantan sus versos, provoca inspiración; lo quieren con cariño. El Indio Uribe termina esta semblanza diciendo que Epifanio Mejía es “un gran poeta de las cosas pequeñas”5.

 El suicidio de Camilo “El Tuerto” Echeverri fue un acontecimiento en 1888, asistieron a su funeral conservadores y sus enemigos como Mariano Ospina. Después de la guerra de 1876, Echeverri se declaró públicamente ateo y proudhoniano. Y públicamente los conservadores de Medellín, lo insultaron; pero leían sus prosas y poemas. Camilo Echeverri es mostrado por El Indio Uribe como un hombre con tierras, casa y sirvientes en El Guayabal. El día del suicidio llamó a su amigo Federico Jaramillo con una nota. Luego de leerla Federico pidió su caballo y en quince minutos surcó el camino entre Medellín y El Guayabal. Allí ambos amigos compusieron versos y acordaron aplazar el suicidio tres días; pero en la mañana siguiente Federico Jaramillo se encontró la ciudad con carteles fúnebres de la muerte de Echeverri, hombre culto; él y su esposa sabían latín y así saludaron a Federico cuando desmontó su alazán en El Guayabal. El Tuerto Echeverri le dejó por herencia a Jaramillo “los hijos de su inteligencia” manuscritos titulados: “La riqueza natural de Colombia”, “Cuadros al natural”, “Los hombres públicos”, “Mis confesiones”, “Teodicea”, “Jorge Robledo. Drama”, “Un bastión de la historia. Estudios sobre Lord Macaulay”, “Los cuatro vientos del espíritu” (traducción de Víctor Hugo), “Consideraciones morales…”6

 Estas semblanzas tiene la virtud de dejar a los lectores, una imagen del ambiente intelectual de finales del siglo XIX en Antioquia y los escritores oradores que se relacionaban e intercambiaban opiniones y producían periódicos. Camilo A. Echeverri, Gregorio Gutiérrez González, Antonio José Restrepo, Juan de Dios Restrepo, y el mismo Juan de Dios Uribe “El Indio”, todos –dice- combinaban las faenas del trabajo material con el intelectual. Percibe que unos poetas y pensadores fueron perjudicados por su fe religiosa: “creo que el exceso de misticismo perjudica muchos versos. La religión será buena para tenerla –si se quiere- pero para cantarla es detestable”7.

 Nota que aplica a lo que relata sobre la causa de la locura de Epifanio Mejía. Dice que tomó la costumbre de leer la biblia en las tardes a orillas del rio Caunce en Yarumal. Al caer el sol volvía a su casa y escribía poesías de las cosas pequeñas que le inspiraba el río. Comenzó a llegar tarde, entrada la noche, a casa; luego a media noche, hasta que preocupó a la familia. Fueron a buscarle y  lo encontraron en la alta noche jugando con las espumas del agua. La familia entendió que estaba loco y lo internaron en el manicomio de Medellín8. El mismo exceso de misticismo lo sufrió Gregorio Gutiérrez González, le matizó el genio poético. La profunda fe religiosa y los accidentes de la vida le hicieron amar la muerte.

 

Las semblanzas de El Indio Uribe están hechas en una prosa fluida e inteligente que utiliza sistemáticamente referentes de su realidad local y universal para crear metáforas como un recurso admirable. A sus personajes les pone una fuerza creativa como el vapor que mueve los trenes; o como la avenida de un río que no alcanza a perturbar la entereza del pensamiento. El vapor y las fuerzas selváticas del agua o el viento, son símiles con los que identifica a esa generación de hombres que introyectaron la libertad, para decir con altivez en las reuniones sostenidas en Bogotá, “vengo del Estado soberano de Antioquia”.

 Los personajes de El Indio Uribe tienen un común sentimiento, producido por el choque de la libertad contra las poderosas barreras de la tradición eclesiástica conservadora. Ese sentimiento se revierte en tristeza, frustración y abatimiento. La poesía y la prosa lo revelan y también la forma de morir: Candelario Obeso se suicida en el segundo intento; Camilo Echeverri bebe cianuro; Gregorio Gutiérrez Gonzáles muere de tristeza y Epifanio Mejía loco.

 Antonio José “Ñito” Restrepo, semblanza a Tomás Carrasquilla como compañero de estudio en el colegio de San Ignacio de Medellín en 1874. Junto con el amigo inseparable coetáneo Francisco de Paula Rendón, los califica de filipichines emperejilados, porque cuidaban demasiado de sus apariencias, en vez de estar metidos en los libros de estudio como yo –dice Ñito. Se la pasaban persiguiendo muchachas bonitas, metidos en sastrerías y costureros, leyendo novelas. El uso de trajes perfectos y a la moda, se terminó con la guerra de 1876 – 1877. Rafael Núñez ganador político de la guerra, empobreció las familias como la de Carrasquilla, que basaban su economía en el oro. Núñez obligó a utilizar el papel moneda, del cual hacía emisiones clandestinas causa de inflación, dejando de paso nuevos ricos y empobrecimiento a los tradicionales. Los filipichines, en vez de alistarse y prometer como todos “ir a bailar en el Capitolio”, se recluyeron en su pueblo natal (Santo Domingo) con su monaguillería en ciernes – dice Ñito.

 Pero Carrasquilla sorprendió a todos con “Frutos de mi tierra”, una novela que reveló un escritor sin rival: “maneja un estilo castizo, vigoroso y firme, en que mezcla sin fatigar el lenguaje del vulgo de su pueblo, produciendo un conjunto de bellezas armónicas y reales que serían la desesperación de quienes quisieran imitarlo…”9. Carrasquilla testimonia la conservación en Antioquia del lenguaje de los conquistadores españoles, poco modificado por la colonización venida luego10. El acercamiento de la obra de Carrasquilla al lenguaje del pueblo, le da a Antonio José Restrepo argumentos para cifrar su conocimiento sobre el lenguaje de los antioqueños encomenderos y comerciantes aislado por las montañas, quienes preservaron el castellano de Granada de los tiempos de los Reyes Católicos; y las inspiraciones adquiridas en la Celestina, en Guzmán de Alfarache y en versiones antiguas de la biblia. El antioqueño habla recio con “voz áspera y golpeada”11 porque trae el ejemplo de los encomenderos autoritarios, los regaños permanentes de los eclesiásticos y alcaldes, acostumbrados “a ser obedecidos”.

 Dice Ñito que con ocasión de la exposición de pintura de 1892, se permitió un discurso suyo: en el despliega todo su intelecto para ensalzar la cultura antioqueña hasta el paroxismo. Utiliza el término “mentalidad” para señalar las aptitudes empresariales, visibles ahora en el montaje de fábricas y en los tres ferrocarriles [El Nus, Amagá y Medellín]. Pero estas aptitudes de crear riqueza son pasajeras. La riqueza es una materia que decae y muere; en cambio la poesía, la literatura permanecen porque sobreviven a la destrucción. Carrasquilla es un novelista inmortal y ha dejado para el mundo una memoria de la mentalidad antioqueña a través de su prolífico talento para crear personajes que pertenecen a estas montañas.

 Ahora, Ñito se refiere su amigo apodado “El Indio” -Juan de Dios Uribe- oriundo de Andes Antioquia. Le reconoce con admiración el prólogo que le hizo a su obra “El Cancionero de Antioquia”. Lo aprecia como un hombre revolucionario que imaginaba un gobernó basado en el comunismo del cristianismo primitivo; le indignaba la pobreza y los obstáculos a la libertad de prensa. Comenzó a publicar en 1880 y dirigió toda su fuerza contra Rafael Núñez. Denunció especialmente el uso del papel moneda y las ediciones clandestinas. Estas denuncias le valieron el destierro a las islas de San Andrés y Providencia: De allí huyó hacia Nicaragua, donde reinició su actividad intelectual y política. Pasó a Ecuador y Venezuela y apoyó a personajes políticos de esas naciones que buscaban el poder. Ñito se prometió editar la obra de El Indio Uribe como homenaje a su temprana muerte. Murió en Ecuador y sus restos fueron trasladados a Medellín: “Que duerma el apóstol sueño secular de triunfo, reclinado en sus obras y su pluma”12.

 Antonio José Uribe también hace semblanza de Gregorio Gutiérrez González como el hombre de las cinco g, porque le agrega las de godo y gacho, por su adscripción política y su aspecto físico. Hay en este texto de Ñito, un acercamiento estrecho a la vida y obra de Gregorio y a su amistad que no se vio afectada por pertenecer a partidos políticos opuestos. Gregorio para Antonio José fue un poeta inmortal, que a pesar de no tener una vasta cultura, desarrolló su genio poético para cantarle con métrica a su tierra. Dice que Gregorio se consideraba un poeta que componía en antioqueño y no en español. Ñito se duele de Rafael Pombo, quien hizo en 1881 una edición de la poesía de G.G.G. en la que lo corrigió; y concluye: a ningún poeta se le corrige y las ediciones se deben hacer tal como el autor dejó su obra; sólo el poeta mismo se puede corregir.

 Las palabras laudatorias por G.G.G. dejan ver la catadura aristócrata de Antonio José. Expresiones que tienen más claridad en el tratamiento de María y la semblanza de Jorge Isaac. La sociedad esclavista no aparece en su crítica social. Se despliega hondamente en el culto al amor romántico, del cual él y su generación estuvieron presos cuando leían la novela de Isaac. Todos los comentarios están atravesados por la condición racial, de la cual Ñito se ufana: dice venir de una familia que desplazó del suroeste antioqueño a los indígenas, y fundaron allí la población de Concordia. Muestra el hecho como una hazaña civilizatoria de sus mayores descendientes de conquistadores. Estas notas sobre Isaac opacan el ideario liberal radical de Ñito desplegado en otros escritos, cuando se expresó contra la concentración de riqueza y abogó por una justicia distributiva.

 1. Uribe, Juan de Dios y Restrepo, Antonio José. Semblanzas Antioqueñas. Mincultura. Bogotá 2015. Pág. 18

2. Ídem. Pág. 20

3. Ídem. Pág. 48

4. Ídem. Pág. 57

5. Ídem. Pág. 58

6. Ídem. Pág. 64 – 65

7. Ídem. Pág. 85

8. Ídem. Pág. 89

9. 10. Ídem. Pág. 105

11. Ídem. Pág. 107

12. (Ídem. Pág. 121)

Imagen: Óleo de Candelario Obeso