El par de primos Juan de Dios y Antonio José,
salidos del suroeste de Antioquia, tuvieron la oportunidad de viajar a Bogotá y
estudiar en medio de las fuertes tempestades políticas de la segunda mitad del
siglo XIX. Ambos
poseían una inquietud intelectual que los llevó a situarse en los problemas
vigentes del pensamiento universal decimonónico. Esa vocación de rastrear el
“alma nacional”, observarla y dejar por escrito sus percepciones, estuvo en
consonancia con las tareas filosóficas, políticas y económicas del pensamiento
europeo centrado en la construcción de los estados nacionales.
El momento álgido de ataque y destrucción de los
Estados Unidos de Colombia, decantó las contradicciones entre liberales y
conservadores, tanto en el combate armado como en la escritura para periódicos.
Los liberales radicales, apoyo ideológico del federalismo, se fueron hasta el
límite y trazaron una línea divisoria entre revolución y tradición. En este
marco se inscriben las semblanzas de antioqueños de Ñito Restrepo y El Indio Uribe.
Juan de Dios Uribe encuentra una humanidad
lustrosa, plenamente ejercida y respetada en Candelario Obeso: “Obeso se
paseaba con botas altas, un fuete en la mano derecha y, en la otra, apretados,
un montón de papeles impresos”1. El Indio Uribe dice de Obeso haber sido un admirador
incondicional, del varias veces presidente de Colombia, Manuel Murillo Toro.
Por eso retó a Lino Ruiz a un duelo en el atrio de la catedral por haber
escrito en el periódico “La Camarilla” contra “el doctor Manuel Murillo”.
Candelario -dice El Indio Uribe- fue un enamorado eterno de la mujer y vivía
amoríos permanentes y para cumplirle a sus enamoradas creó el periódico “Letras
para ti”. En él hizo público su amor, con una prosa corta “llena de conceptos
originales […] hay, además, un impulso de rabia que se desata en largos
sollozos […] cuando el poeta considera la diferencia de raza, las desigualdades
de fortuna, la desgraciada condición del talento en Colombia”2. Candelario
Obeso “…negro, pobre y poeta…” no fue un resignado; pegaba duro en los rostros
de los ricos con sus hojas ardientes de las “Lecturas para ti”. Obeso dejó esa
autoincriminación por ser negro, cuando conoció a Ñito Restrepo. Entre ambos
hubo un mutuo reconocimiento como poetas. En ese ambiente, Candelario conoció a
Zenaida y montó un hogar. Tuvo épocas de holgura y muchas de pobreza. Fue
cónsul colombiano en una ciudad francesa y se suicidó en 1884. Esta semblanza
muestra la gran capacidad narrativa del Indio Uribe; está llena de
observaciones perspicaces que obsequian una imagen precisa de un poeta
colombiano de dedicación exclusiva.
Sobre Epifanio Mejía escribe con profunda
admiración porque es el segundo poeta de Antioquia después de Gregorio Gutiérrez
González. La admiración por su sencillez, lo llevó a recabar sus escritos
dispersos en periódicos e hizo un libro con las prosas y poesías de Epifanio.
Dice el Indio Uribe que en 1877 cuando entró a Medellín como recluta de las
tropas liberales, le mostraron a Epifanio “…un hombre alto y grueso, vestido
como los comerciante de Medellín. De Barba espesa, amarilla de oro, ojos muy
dulces y frente amplia y en relieve. Sin advertirse de nosotros continúo
silbando una tonada triste y distraída. Ya había estado loco”3. El
Epifanio del Indio Uribe, es un poeta de la naturaleza, capaz de observar
detalles en el agua, la flora y los animales; los colores y sonidos; pero no
tiene noción de la política, lo social y las pasiones que suscitan. Es un poeta
inmerso en su familia y en su país Antioquia; satisfecho con sus costumbres y
su cristianismo. No sale del territorio y no lo desea. Es un poeta pegado a la
tierra y gusta de su raza adelantada de Colombia, dice.
Aquí en este trance, el Indio Uribe, despliega su
concepto del antioqueño robusto y fecundo “…sus hábitos de trabajo están más
arraigados y los Estados circunvecinos no sostienen la competencia con el brazo
y la industria de los antioqueños”4. Antioquia tiene literatura y en
ella Epifanio es un ejemplo aunque es un poeta local, sin recursos gramaticales
y vocabulario pobre, pero todos lo conocen y cantan sus versos, provoca
inspiración; lo quieren con cariño. El Indio Uribe termina esta semblanza
diciendo que Epifanio Mejía es “un gran poeta de las cosas pequeñas”5.
El suicidio de Camilo “El Tuerto” Echeverri fue un
acontecimiento en 1888, asistieron a su funeral conservadores y sus enemigos
como Mariano Ospina. Después de la guerra de 1876, Echeverri se declaró
públicamente ateo y proudhoniano. Y públicamente los conservadores de Medellín,
lo insultaron; pero leían sus prosas y poemas. Camilo Echeverri es mostrado por
El Indio Uribe como un hombre con tierras, casa y sirvientes en El Guayabal. El
día del suicidio llamó a su amigo Federico Jaramillo con una nota. Luego de
leerla Federico pidió su caballo y en quince minutos surcó el camino entre
Medellín y El Guayabal. Allí ambos amigos compusieron versos y acordaron
aplazar el suicidio tres días; pero en la mañana siguiente Federico Jaramillo
se encontró la ciudad con carteles fúnebres de la muerte de Echeverri, hombre
culto; él y su esposa sabían latín y así saludaron a Federico cuando desmontó
su alazán en El Guayabal. El Tuerto Echeverri le dejó por herencia a Jaramillo
“los hijos de su inteligencia” manuscritos titulados: “La riqueza natural de
Colombia”, “Cuadros al natural”, “Los hombres públicos”, “Mis confesiones”,
“Teodicea”, “Jorge Robledo. Drama”, “Un bastión de la historia. Estudios sobre
Lord Macaulay”, “Los cuatro vientos del espíritu” (traducción de Víctor Hugo),
“Consideraciones morales…”6
Estas semblanzas tiene la virtud de dejar a los
lectores, una imagen del ambiente intelectual de finales del siglo XIX en Antioquia y los
escritores oradores que se relacionaban e intercambiaban opiniones y producían periódicos.
Camilo A. Echeverri, Gregorio Gutiérrez González, Antonio José Restrepo, Juan
de Dios Restrepo, y el mismo Juan de Dios Uribe “El Indio”, todos –dice-
combinaban las faenas del trabajo material con el intelectual. Percibe que unos
poetas y pensadores fueron perjudicados por su fe religiosa: “creo que el exceso
de misticismo perjudica muchos versos. La religión será buena para tenerla –si
se quiere- pero para cantarla es detestable”7.
Nota que aplica a lo que relata sobre la causa de
la locura de Epifanio Mejía. Dice que tomó la costumbre de leer la biblia en
las tardes a orillas del rio Caunce en Yarumal. Al caer el sol volvía a su casa
y escribía poesías de las cosas pequeñas que le inspiraba el río. Comenzó a
llegar tarde, entrada la noche, a casa; luego a media noche, hasta que preocupó
a la familia. Fueron a buscarle y lo
encontraron en la alta noche jugando con las espumas del agua. La familia
entendió que estaba loco y lo internaron en el manicomio de Medellín8.
El mismo exceso de misticismo lo sufrió Gregorio Gutiérrez González, le matizó
el genio poético. La profunda fe religiosa y los accidentes de la vida le
hicieron amar la muerte.
Las semblanzas de El Indio Uribe están hechas en
una prosa fluida e inteligente que utiliza sistemáticamente referentes de su
realidad local y universal para crear metáforas como un recurso admirable. A
sus personajes les pone una fuerza creativa como el vapor que mueve los trenes;
o como la avenida de un río que no alcanza a perturbar la entereza del
pensamiento. El vapor y las fuerzas selváticas del agua o el viento, son símiles
con los que identifica a esa generación de hombres que introyectaron la
libertad, para decir con altivez en las reuniones sostenidas en Bogotá, “vengo
del Estado soberano de Antioquia”.
Los personajes de El Indio Uribe tienen un común
sentimiento, producido por el choque de la libertad contra las poderosas
barreras de la tradición eclesiástica conservadora. Ese sentimiento se revierte
en tristeza, frustración y abatimiento. La poesía y la prosa lo revelan y
también la forma de morir: Candelario Obeso se suicida en el segundo intento;
Camilo Echeverri bebe cianuro; Gregorio Gutiérrez Gonzáles muere de tristeza y
Epifanio Mejía loco.
Antonio José “Ñito” Restrepo, semblanza a Tomás
Carrasquilla como compañero de estudio en el colegio de San Ignacio de Medellín
en 1874. Junto con el amigo inseparable coetáneo Francisco de Paula Rendón, los
califica de filipichines emperejilados, porque cuidaban demasiado de sus apariencias,
en vez de estar metidos en los libros de estudio como yo –dice Ñito. Se la pasaban
persiguiendo muchachas bonitas, metidos en sastrerías y costureros, leyendo
novelas. El uso de trajes perfectos y a la moda, se terminó con la guerra de
1876 – 1877. Rafael Núñez ganador político de la guerra, empobreció las
familias como la de Carrasquilla, que basaban su economía en el oro. Núñez
obligó a utilizar el papel moneda, del cual hacía emisiones clandestinas causa
de inflación, dejando de paso nuevos ricos y empobrecimiento a los
tradicionales. Los filipichines, en vez de alistarse y prometer como todos “ir
a bailar en el Capitolio”, se recluyeron en su pueblo natal (Santo Domingo) con
su monaguillería en ciernes – dice Ñito.
Pero Carrasquilla sorprendió a todos con “Frutos de
mi tierra”, una novela que reveló un escritor sin rival: “maneja un estilo
castizo, vigoroso y firme, en que mezcla sin fatigar el lenguaje del vulgo de
su pueblo, produciendo un conjunto de bellezas armónicas y reales que serían la
desesperación de quienes quisieran imitarlo…”9. Carrasquilla
testimonia la conservación en Antioquia del lenguaje de los conquistadores
españoles, poco modificado por la colonización venida luego10. El
acercamiento de la obra de Carrasquilla al lenguaje del pueblo, le da a Antonio
José Restrepo argumentos para cifrar su conocimiento sobre el lenguaje de los
antioqueños encomenderos y comerciantes aislado por las montañas, quienes preservaron
el castellano de Granada de los tiempos de los Reyes Católicos; y las inspiraciones
adquiridas en la Celestina, en Guzmán de Alfarache y en versiones antiguas de
la biblia. El antioqueño habla recio con “voz áspera y golpeada”11
porque trae el ejemplo de los encomenderos autoritarios, los regaños permanentes
de los eclesiásticos y alcaldes, acostumbrados “a ser obedecidos”.
Dice Ñito que con ocasión de la exposición de
pintura de 1892, se permitió un discurso suyo: en el despliega todo su intelecto
para ensalzar la cultura antioqueña hasta el paroxismo. Utiliza el término “mentalidad”
para señalar las aptitudes empresariales, visibles ahora en el montaje de
fábricas y en los tres ferrocarriles [El Nus, Amagá y Medellín]. Pero estas
aptitudes de crear riqueza son pasajeras. La riqueza es una materia que decae y
muere; en cambio la poesía, la literatura permanecen porque sobreviven a la destrucción.
Carrasquilla es un novelista inmortal y ha dejado para el mundo una memoria de
la mentalidad antioqueña a través de su prolífico talento para crear personajes
que pertenecen a estas montañas.
Ahora, Ñito se refiere su amigo apodado “El Indio” -Juan
de Dios Uribe- oriundo de Andes Antioquia. Le reconoce con admiración el
prólogo que le hizo a su obra “El Cancionero de Antioquia”. Lo aprecia como un
hombre revolucionario que imaginaba un gobernó basado en el comunismo del
cristianismo primitivo; le indignaba la pobreza y los obstáculos a la libertad
de prensa. Comenzó a publicar en 1880 y dirigió toda su fuerza contra Rafael Núñez.
Denunció especialmente el uso del papel moneda y las ediciones clandestinas.
Estas denuncias le valieron el destierro a las islas de San Andrés y
Providencia: De allí huyó hacia Nicaragua, donde reinició su actividad
intelectual y política. Pasó a Ecuador y Venezuela y apoyó a personajes
políticos de esas naciones que buscaban el poder. Ñito se prometió editar la
obra de El Indio Uribe como homenaje a su temprana muerte. Murió en Ecuador y
sus restos fueron trasladados a Medellín: “Que duerma el apóstol sueño secular
de triunfo, reclinado en sus obras y su pluma”12.
Antonio José Uribe también hace semblanza de
Gregorio Gutiérrez González como el hombre de las cinco g, porque le agrega las
de godo y gacho, por su adscripción política y su aspecto físico. Hay en este
texto de Ñito, un acercamiento estrecho a la vida y obra de Gregorio y a su
amistad que no se vio afectada por pertenecer a partidos políticos opuestos.
Gregorio para Antonio José fue un poeta inmortal, que a pesar de no tener una vasta
cultura, desarrolló su genio poético para cantarle con métrica a su tierra.
Dice que Gregorio se consideraba un poeta que componía en antioqueño y no en
español. Ñito se duele de Rafael Pombo, quien hizo en 1881 una edición de la
poesía de G.G.G. en la que lo corrigió; y concluye: a ningún poeta se le
corrige y las ediciones se deben hacer tal como el autor dejó su obra; sólo el
poeta mismo se puede corregir.
Las palabras laudatorias por G.G.G. dejan ver la
catadura aristócrata de Antonio José. Expresiones que tienen más claridad en el
tratamiento de María y la semblanza de Jorge Isaac. La sociedad esclavista no
aparece en su crítica social. Se despliega hondamente en el culto al amor
romántico, del cual él y su generación estuvieron presos cuando leían la novela
de Isaac. Todos los comentarios están atravesados por la condición racial, de
la cual Ñito se ufana: dice venir de una familia que desplazó del suroeste
antioqueño a los indígenas, y fundaron allí la población de Concordia. Muestra
el hecho como una hazaña civilizatoria de sus mayores descendientes de
conquistadores. Estas notas sobre Isaac opacan el ideario liberal radical de
Ñito desplegado en otros escritos, cuando se expresó contra la concentración de
riqueza y abogó por una justicia distributiva.
1. Uribe, Juan de
Dios y Restrepo, Antonio José. Semblanzas Antioqueñas. Mincultura. Bogotá 2015.
Pág. 18
2. Ídem. Pág. 20
3. Ídem. Pág. 48
4. Ídem. Pág. 57
5. Ídem. Pág. 58
6. Ídem. Pág. 64 – 65
7. Ídem. Pág. 85
8. Ídem. Pág. 89
9. 10. Ídem. Pág. 105
11. Ídem. Pág. 107
12. (Ídem. Pág. 121)
Imagen: Óleo de
Candelario Obeso