martes, 30 de marzo de 2021

Una crónica insoslayable. Segunda incursión de Robledo por el Río Cauca

 

He aquí un acercamiento a uno de los documentos que permite imaginar algunos aspectos del estado de las sociedades indígenas existentes en la cuenca del río Cauca de 1538 a 1542, tiempo del contacto entre europeos y nativos. Esta crónica de Juan Bautista Sardella narra el segundo viaje de Jorge Robledo por la misma cuenca y es más rica en percepciones sobre las gentes, que la de Sarmiento quien narra la primera incursión.

Luego del encuentro con Andagoya en Cali y recibir nueva tropa, Robledo se dirige Cauca abajo, hacia Buriticá, provincia imaginada como una montaña de oro, según sondeos hechos en 1539 - 1540 por Rodríguez de Sosa soldado de Robledo enviado a reconocer territorio. El cronista Juan Bautista Sardella dice que hace una “relación de lo que sucedió al magnífico señor capitan Jorge Robledo, en el descobrimiento que hizo de las provincias de Antiochia”1. De lo cual da fe porque estuvo presente. Cuando fundó a San Juan de los Caballeros [Ancerma] y Cartago, actuó como capitán del “Marqués Pizarro”. Ahora actúa como capitán del gobernador Andagoya que se había apoderado de la tierra. Andagoya le dio a Robledo treinta soldados y con ellos, unos en balsas y otros por tierra, salió de la población de Vijes para reunirlos todos en la provincia de Gorrones. Ahí el cronista observa hechos y costumbres de los indígenas que habitan en la otra banda del Cauca, nombrados como Quimbayas

"Estos yndios que aquí abita(n) tienen una laguna de agua grande que tendrá de box(1) una legua. Cí(r)vese del río grande por un canal que los yndios tienen hecho a mano, que sera de tres estados(2) en hondo e de XX e XXV pasos(3) en ancho y cirvese quando el rio crece y las aguas son muy grandes y entonces entra tan gran cantidad de pescado en aquella lag(un)a e se cría dentro ques una cosa de admy(raci)on e al tiempo ques verano y no // llueve tornase a baciar el agua de la laguna y en cierto artificio que los yndios tienen fecho al t(iem)po que se bacia el agua acaese aver en aquella valsa que queda hecha mas de dos estados de pescado e ansy lo sacan e lo asan en barbacoa e tiene(n) hecho muy gra(n)des troxes dello para rescatar con otros yndios·alrededor desta laguna solia haber muy grandes poblazones al tiempo que entraro(n) cristianos en la tierra y de guerras que los unos con los otros (h)an tenido e de las que los (cristianos les dieron se han destruido porque la gente es) yndomable e de muchas trayciones e no hay agora (sino cient casas)(4).

(1) Box: "El ambito o circuito de algun pais marítimo. Pudo haverse dicho asi por alguna semejanza a los boxes con que se cerca el quadro o plantel en los jardines". En Boxear o Boxar, pronúnciase la X como J. (Diccionario de Autoridades (Madrid 1984)) 3 vols.

(2) Estado: "Medida de longitud equivalente a 7 pies; aproximadamente la de la estatura de un hombre, empleada para medir alturas y profundidades." Medida de superficie equivalente a 49 pies cuadrados (María Moliner Diccionario del Uso del Español (Madrid 1966)).

(3) Paso geométrico: "Especie de medida que contiene 5 pies geométricos". Pie Geométrico: "Lo mismo que el pie romano antiguo, que tiene con el de Castilla la proporción, como 1000 a 923." (Diccionario de Autoridades (Madrid 1984).

(4) La parte final del documento original está deteriorada por lo que las frases del texto que se han perdido las colocamos entre paréntesis conforme a lo transcrito por Torres de Mendoza en Colección de Documentos Inéditos... cit.2

Se reúnen las tropas en la provincia de los Gorrones y Robledo mandó llamar a los nativos que estaban de la otra banda del río a que viniesen de paz. Sardella observa la obra ingeniosa de esos indígenas que aprovechan la creciente del río para llenar unos canales y capturar el pescado, cundo baja el agua. Lo secan y comercian con él con los otros pueblos vecinos. Los indígenas, de territorio Quimbaya, atendieron el llamado y trajeron para los españoles, pescado, yuca y maíz. Dice Sardella que sabe que alrededor de estos estanques había gran población, ya desaparecida.

Se ordenó a Juan Ortega avanzar por tierra hasta Santa Ana de los Caballeros (Ancerma) y luego siguiese hasta Palomino, nombre puesto en memoria de un español muerto allí por los indígenas, y esperara el resto. Los del río, a ocho días de camino, y hambrientos, hallaron 

“ciertos ranchos de yndios que son como cabañas [ellos al ver los españoles] toviero(n) sentimiento diéronse muy gra(n) priesa a recoger lo que tenian en canoas y con todo los que más pudiero(n) se fuero(n) el rio aba(x)o [la tropa encontró] choclo ques mayz tierno e melones de la tierra e ahuyamas e yuca e batatas que son unas raizes de buen sabor”3.

 

Además líos de ropa de algodón, blanca y galana y joyas de oro. Mitigaron el hambre. En Palomino los hombres de Ortega y de Robledo se encontraron, compartieron comida y avanzaron río abajo. Robledo mandó a la Gente de Santa Ana de los Caballeros [Ancerma] hacer “ahumad(a)s en las syerras”4, señales de humo, para orientar la marcha.

Se percibe la conquista de una sociedad con una cultura tecnoeconómica plenamente racional, que utiliza el pensamiento para ordenar el cosmos y darse a sí misma un orden cosmogónico correspondiente. La obra indígena descrita por Sardella causa admiración a los conquistadores, seres que desprecian la humanidad del indígena; por eso es necesario cambiar la mirada. La cultura indígena era en 1541 una muestra de la aplicación original y distinta del ingenio humano para dominar la naturaleza. La lectura de los cronistas que acompañaron a los conquistadores exige pensar las sociedades indígenas prehispánicas como dueñas de un mundo coherente como lo son todos los mundos construidos por los seres humanos. Las distintas reacciones de los nativos ante la imagen vívida del conquistador es muestra del fin del mundo aborigen, del fin de esa coherencia. Los grupos sociales geográficamente ubicados tenían todos los elementos de sociedades en movimiento. Como sedentarios agricultores, estaban en guerra permanente con los vecinos expansionistas. Según las noticias de los cronistas, esas comunidades aceptaron rápidamente el dominio español porque su principio cosmogónico era la paz. Esta observación es deducible con la respuesta de los Gorrones dóciles, del alto chocó; contario a los belicosos Armas del Cauca medio.

La yuca, el maíz, las ahuyamas, las batatas (papas), el pescado, la ropa blanca de algodón, las casas, son testimonio de una sabiduría y unas prácticas culturales del sedentario que mide la geografía y mide el cielo desde su sede. El concepto de “ropa de algodón, blanca y galana”, debe entenderse como un traje decorado con imágenes del mudo simbólico, bebido a su vez de la vida tecnoeconómica. El trabajo del oro, el algodón y la tierra se expresaron en una religión o sistema de creencias señalado a cada tramo recorrido por el conquistador como “culto al demonio”. El demonio para el conquistador embebido por su cielo cristiano poblado de ángeles y santos, era el zoomorfismo indígena. El jaguar americano, imagen de poder superior a imitar por los nativos, se representaba en ídolos e imágenes tridimensionales y se ubicaba en santuarios, miserablemente quemados por el invasor.

Así la apariencia del indígena estaba acorde con su mundo mental. La imagen que expresaba su socius era zoomorfa: La cabeza albergue del pensamiento, surca los aires y ese vuelo se materializa en ponerle el plumaje de las aves más expresivas e impactantes a la vista. Los hombros, parte elevada del cuerpo animal soporta las pieles de los felinos vencidos y consumidos para atrapar su fuerza, velocidad y destreza. El torso lo cubrían innumerables cuentas preciosas y muchas veces pectorales de oro. Las piernas ligadas por cordeles y estelas de cuentas y chaquiras, sostenían unas calzas mínimas protectoras. Y toda la piel envijada (envigada). Ese fue el indígena observado por el conquistador, en pie de guerra. Pero el europeo vio sus demonios en ellos.

La ropa de algodón, blanca y galana, indica otro estado de los cuerpos dentro del socius indígena: es el tiempo del reposo y de la paz. El vestido blanco galano (decorado) indica un uso para el debate, impartir órdenes o hablar del nos. Es un estado distinto a la guerra que exige otra indumentaria. Los indígenas huyeron con el vestido de la guerra y dejaron el vestido de la paz.

Robledo partió de Palomino y mandó hacer señales de humo en las sierras de Ancerma para que sirviese de guía a las tropas que al avanzar río abajo incursionaban a lado y lado en busca de poblaciones de nativos grandes que ameritaran someterlos y ponerlos en servidumbre. A los tres días cayeron en un raudal que les destrozó las balsas y puso en peligro a la expedición. De nuevo el hambre se posó sobre la hueste conquistadora y dice Sardella que salieron de esa “e escaparon a Dios misericordia”5.

En este pasaje de los raudales del río, una balsa quedó anclada sobre una piedra y a punto de caer a un enorme remolino. El contenido de la balsa (mujeres, hombres y cosas) fue rescatado por unos indígenas de servicio que hacían parte de la expedición. Aquí hay otra observación de hechos y costumbres de los indígenas: 

“y otra valsa en que ciertos españoles ivan, se quedó caballera sobre una peña en medio de aquel raudal y en ninguna manera pudo de allí salir con los que en ella estavan porque ningún nadador avia […] y alli el capitán dió cierta industria como de alli los sacase(n) e fue que algunos de los yndios que en nuestra compañia iva(n) pa(ra) nuestro servicio se atreviero(n) a entrar en el rio hasta ponerse en una peña q(ue) (e)staba algo cerca de la en que la valsa estava y los arrojaron una maroma recia hecha de cabuya y con esta ataro(n)la a la valsa muy rezio y en tierra ataronla a un árbol grande y luego diero(n) otra maroma y con esta postrera cada uno dellos se atava por el cuerpo y puestas las manos en la otra en que estava atada tiravan los de tierra por la con que estavan atados y medio ahogados como cuando sacan algun pescado grande con anzuelo los sacaro(n)…”6

Las “maromas de cabuya” refieren cuerdas fuertes que soportaban grandes pesos. Aquí se emplean dos términos que conceptúan los dos mundos enfrentados en ese momento de la conquista. La maroma indica las cuerdas utilizadas en las naves para elevar las velas u otros usos de navegación en el mundo español europeo; y cabuya es la fonetización castellana de la palabra indígena para indicar cuerda. La cabuya, para ese año de 1540, estaba generalizada en centro y parte de Suramérica, donde se cultivaba el fique. Ese producto de la cultura tecnoeconómica aborigen es testimonio de un pensamiento ingenieril: el cultivo, la cosecha, el beneficio, el tratamiento para extraer la fibra y al final tejer los objetos para el uso cotidiano o para el intercambio. Este saber técnico incita a pensar en la existencia de especialistas en las sociedades indígenas.

Se pasó el raudal y el hambre los obligó a buscar “algún poblado de yndios donde poder tomar algun refrigerio de comida”7. Seguían en la banda izquierda del Cauca. Se encontraron con “el comendador Hernán Rodríguez” que había salido de Ancerma a buscarlos. Todos hambientos se dirigieron al pueblo de Angasca, distante ocho leguas, del cual es “señor un indio llamado Hipa”. Allí estuvieron ocho días y fueron regalados con “mayz, yuca, frisoles, axis”8. Hipa y sus indígenas de Angasca llegaron acompañados de perros mudos [hoy desaparecidos], parecidos a los gozques castellanos, dice el cronista.

Tras Hipa llegaron otros señores de la tierra con sus indios a ver al capitán Robledo, porque en su ausencia se declararon en guerra contra el español conquistador. Robledo les pidió que fuesen a verlo a la ciudad de Santana (Ancerma). En esta fue recibido con fiesta por los españoles y “los caciques llamados Ocusca, Humbruça e los Fanfarrones e Guarma e Chatapa e Unbria”9 que estuvieron alzados y fuera de servidumbre por la ausencia del capitán. Robledo a su vez les hizo fiesta a los indígenas por estar de regreso y no los castigó, los arengó; les hizo una plática llamándolos a no rebelarse más y a aceptar la religión católica y la servidumbre para el rey de España. Los indígenas explicaron que se habían revelado porque “el governador Velalcazar vino a la tierra que con la mala maña que se dió se alzó mucha della y mataron muchos españoles”10.



En este pasaje se resalta el método de conquista de Robledo. Antes de emplear las armas hablaba a través de los indios ladinos llamados lenguas, de las necesidades que tenían los nativos de aceptar la servidumbre y dejar el culto al diablo para entrar a adorar el dios cristiano. La oratoria de Robledo, la apariencia, las armas, los caballos, la superioridad militar, contaron mucho para someter a los indígenas. En el año 1539 había peleado con Ocusca y lo había sometido. Ahora que regresaba en el año 1541, Ocusca manifestaba ser obediente solo a Robledo. Pero el capitán los llamaba a permanecer quietos y estos aceptaron, al punto que los veinte españoles que había en Ancerma ya podían caminar tranquilos por ahí. “ansi lo hizieron que después un español solo andava por toda la tierra lo que hasta ella no hazian XX y en esto, los naturales mostraro(n) el grande amor y mucha afición que al dicho capitán siempre tovieron por los haber él conquistado y buenos tratamyentos que siempre les hizo”11

Estando en Ancerma, Robledo recibió noticia del estado de guerra en la provincia, distante dos leguas, llamada Apia y de los indios Quimbaya de la ciudad de Cartago. En el tránsito hacia Apia debió someter al cacique Tucarma de los indios Chatapa: un muchacho de veinte años, muy revoltoso, dice el cronista, pues mataba a los indígenas cristianos que iban a servir a los españoles. Tucarma fue condenado a la horca y antes de ser ejecutado se declaró cristiano; “con las lenguas le hizo entender como por las cosas y delitos que avia cometido avia de morir que se tornase cristiano y toviese bue(n) corazón con Dios Nuestro Señor”12. El joven cacique, vencido aceptó las condiciones del conquistador, un soldado que se presentaba como dador de muertes justas a los vencidos. A los caciques de Apia los capturó, los llevó a Ancerma y les habló; les advirtió aceptar el “dominio de su magestad e al conocimiento de nuestra Santa Fee Cathólica e que si no querían venir a él les haría la guerra y los detruyría”13.

El dos de enero de 1541 pasó el río Cauca por Irra a cuatro leguas al norte de Ancerma para entrar en la provincia de Quimbaya, donde fue bien recibido por todos los señores de la tierra, “le saliero(n) de paz con gra(n) cantidad de indios cargados de comidas de vollos, choclo que es mayz tierno, e pixavaes, que es una fruta que llevan una palma de allá, e guamas e otras frutas, e para llevar el realaje e se fueron con el capitán hasta la cibdad de Ca(rta)go…”14. Fue de admiración dice Sardella Como los indios un mes antes estaban de guerra y al ver el capitán venían en multitud a verle y prometerle la paz y la servidumbre. Para garantizar la paz y la permanencia de los indios se sembró gran cantidad de maíz y así garantizar el sustento de Cartago. Allí en este furor, Robledo tuvo noticia del valle de Arvi comarcano del valle de Quindio. Para ver un posible camino envió a Álvaro de Mendoza. Al cabo de varios días Mendoza volvió e informó que en el valle del Quindío los indios le salieron de paz y le dijeron que Arvi estaba muy lejos por un camino intransitable para caballos; y allí comieron un frutilla amarilla como uvas que los emborrachó por un día y una noche. La fruta es

“como huvas que dan unos árboles como majuelas de España la qual tiene muy buen sabor e como los españoles la provaro(n), comiero(n) della y dezían que nunca tan buena fruta avían comido, e metiéronse mucho en ella y de ay media ora, todos los que la comieron salieron fuera de seso y estoviero(n) deste arte un día y una noche”15 hasta que el frío de la noche los hizo volver.

Ante la imposibilidad de entrar a Arvi por el Quindio, Robledo retornó a San Juan de los Caballeros y en el camino recibió información de Andagoya por Gerónimo Mejía y el capitán Francisco Vallejo, de cómo había llegado un nuevo gobernador enviado por Belalcázar llamado Pedro de Ayala. Vistos los poderes y provisiones en los cuales no estaban la provincias sometidas por Robledo (Cartago, Quimbaya, Carrapa, Picara, Paucura, Pozo, Arma e Ymatama) y además esas provisiones mandaban hacer salir de la tierra a Pascual de Andagoya, Jorge Robledo decidió seguir adelante con su expedición de conquista el veinte de abril de 1541.

Con ochenta y cuatro soldados, treinta a caballo y cincuenta a pie, la expedición rodeaba las sierras nevadas [nevado del Ruiz] como girando sobre un eje que prometía las riquezas afamadas de Arvi. Afamadas por los indígenas que lo hacían aprovechando las ansias de oro de los conquistadores para librarse de ellos y señalarles otras tierras fabulosas; ellos mordían siempre el señuelo y partían en su busca. En Paucura Robledo “hizo su alférez a Alvaro de Mendoza y escuadras de a cavallo a Gerónimo Luys Texelo e a Diego de Mendoza y escuadras de a pie a Juan de Frades y Pedro de Matamoros”16

“Costeando las sierras nevadas” siguió y asentó el real en la provincia de Arma en la margen derecha del Cauca. Allí Robledo recibió, tras previo llamado a los señores de la tierra. Los primeros en llegar, un

“biejo con unas barbas canas que otro nunca se vió en aquellas provincias […] otro era mançebo gentil onbre venia muy pintada al cara de amarillo e azul e negro e todo el cuerpo untado con una resina de árboles que huele e por encima dado con un polbo que se llama bixa es colorado de árboles, es para defensa del sol y aprieta mucho las carnes…”17.

El mancebo se llamaba Çirigua de aspecto grave y venía con “otros indios que traya dos con una vara larga gruesa puesta en los honbros dellos y venya toda llena de chagualas [narigueras] de oro como platos medianos y coronas y otras joyas metidos en la vara”18 El viejo traía una olla llena de oro. En Arma recibieron asaltos de indios belicosos y les quitaron al real algunos indios de servicio, los cuales fueron puestos en barbacoas y comidos. Dice el cronista que la tierra de Arma es áspera con muchos despeñaderos por los cuales se rodaron cinco caballos de seiscientos castellanos y un español llamado Pineda.


Prosiguió el ejército conquistador nombrando pueblos y lugares según los encontraran habitados: Pascua, Blanco, Çinufana. De este último los indígenas hulleron y de nuevo Robledo tomó algunos prisioneros, los arengó y los envió a que convencieran a los demás de venir ante él. Así ocurrió, los demás perdieron el miedo y llegaron en paz y con oro.

Esta práctica caracterizó la conquista: el secuestro, las arengas a través de los indígenas ladinos llamados lenguas, y la violencia y el exterminio si fallaba el parlamento. Los indígenas tuvieron noticia de la llegada de ese ser extraño de aspecto terrible. Lo esperaban y cuando lo tuvieron de frente operaba las más de las veces el miedo. Por todo el territorio del nuevo mundo circulaba un mítico relato de un diluvio próximo, y ante la aparición del ser humano europeo, los indígenas creyeron en el inminente cumplimiento del mito.

Una avanzada enviada al mando de Juan de Frades por el río Cauca abajo descubrió el pueblo de los Qurquy, cuyos habitantes huyeron por la otra banda del río al ver los españoles; dejaron “mucha cantidad de algodón de que en el real había falta para hazer armas”19. De Çinufana el capitán Robledo pasó a un pueblo llano con más de diez mil indios alzados y lo llamaron de las Peras. Los indígenas organizados en escuadrones se burlaban de las pretensiones de los españoles quienes les mandaban decir que viniesen de paz. En la noche se envió al alférez Álvaro de Mendoza con soldados de a pie a entrar y caer sobre los nativos; Mendoza tomó muchos indios y los llevó al real. Luego vieron

“fasta quatro mill yndios de guerra e bajaro(n) junto al arroyo donde el capitán yva y con él yvamos fasta cinco de a caballo e los yndios venían en orden de guerra e traya(n) sus cordeles pa(ra) atarnos e sus pedernales e cañuelas que ellos tienen por cuchillos pa(ra) hacernos piezas e comernos […] e como viero(n) que éramos tan pocos de a caballo e que no nos yvamos aunque los viamos llegarse a nosotros pararonse y empezaro(n) a tocar tambores y voçinas e a vaylar e hazernos gestos y darnos grita y hacían la p(e)rneta e haciendo otros muchos visajes diziendonos que nos fuésemos de su tierra”20

Bastaron las palabras de Robledo para que ellos depusieran las armas y se acercaran a él temblando para ofrecerle la joya pendiente del cuello: “y allegavanse temblando que no se podía(n) tener en pie de myedo al capitán y cada uno le ofrecía la joya de oro que al cuello traya"21. Reunidos en el real los indígenas convencidos por Robledo y los prendidos por Mendoza fueron sometidos a una plática para hacerles entender que ellos no venían por oro, sino a traerles el nombre del rey de España para reducirlos al servicio y a la santa fe cristiana.

En este pasaje hay elementos para construir una imagen de un aspecto de la vida indígena localizada en lo que hoy se llama Amagá, avistada y nombrada como el Pueblo de las Peras. La versión del cronista de los hechos es incoherente. Los indígenas en armas que realizan todos sus rituales guerreros, no iban a deponer sus armas y a entregarse por escuchar algunas palabras del conquistador. Debió mediar el sometimiento militar y la matanza para domeñar el retumbar de los tambores, los visajes o gestos guerreros y las pernetas o movimiento de las piernas, prestas al ataque. Acá está la intensión del cronista de suavizar la conquista y hacer aparecer al invasor como un salvador lleno de comprensión para con el orden indígena. Hermes Tovar22 calcula en 800.000 el número de indígenas antes del contacto con los españoles y el recuento que hacen los visitadores al final del siglo XVI solo se cuentan 265.000. Esta información es básica para ser incrédulos ante el acto de dominación de un ejército de cuatro mil guerreros indígenas con solo algunas palabras. El ejército indígena del pueblo de los aguacates, armado de pedernales y cuchillos de palma tostada, metidos en un ritual contra los enemigos fue vencido y masacrado hasta el miedo trémulo y aceptar la dominación y la servidumbre.

Desde el “Pueblo de las Peras” el capitán Robledo envió a Juan de Frades a explorar hacia las sierras nevadas y Juan, antes de la noche dio con un pueblo de indios (es posible según la dirección es el actual Santa Bárbara). Luego de perder el miedo por mediación de “la lengua” (el indio ladino) el traductor “se llegó a él un principal con una corona de paja muy sotilmente labrada todo emplumajado y los cavellos coxidos en la cabeza y un cuero de nutria colgado de pescuezo, hechado en las espaldas y todo pintado de bixia que parecía un monstruo…”23. Este principal, con otros fueron con Juan de Frades a hablar con el capitán. Con ellos Robledo se infrmó de los pueblos alrededor de las sierras nevadas. Y según la constante, estos principales indicaron que había una provincia de la otra banda de la sierra donde estaban, que tenía guerra con ellos. Fue una constante la búsqueda de los indígenas de la ayuda de los conquistadores para ponerlos a su favor en las guerras con sus vecinos. Se movió Robledo hacia el norte y llegó al pueblo “que se dice en su nombre Murgia y nosotros le pusimos por n(ombr)e de La Sal porque se halló mucha ynfinidad della de manera de panes de azúcar, algo morena, hecha de fuentes saladas que ellos tenían…”24 Los indios le vinieron con comida y presentes de oro.


Siempre teniendo como referencia las sierras nevadas (hoy el nevado del Ruiz), desde Murgia Robledo envió a Gerónimo Luis Tejelo con veinte soldados de pie y a caballo a explorar pasando por “una abra” en dirección a ellas. Tejelo dio con un valle “que en lo baxo del pareçía aver cierta poblazón”25. Fueron recibidos por mil guerreros indígenas convocados con “atambores y bozinas”. La batalla, llamada por el cronista “guazavara”, duró tres horas: los indígenas hirieron siete españoles y mataron varios caballos. Al final los españoles vencieron y obligaron a los indígenas a meterse en sus bohíos. Se volvieron a juntar tres mil guerreros armados con dardos largos de palma tostada, macanas que “son como espadas de a dos manos también de palma”, hondas y estólicas “que es un arma de las más peligrosas que en aquestas pa(r)tes se halla y se tira la vara encaxada en un palo de dos palmos [y] va más rezia que con flecha”26; pero fueron rotos y perseguidos hasta una legua dentro del valle. Tejelo “mató alguna gente y desta vez quedaro(n) tan ostigados, que nunca más tornaro(n) al pueblo”27.

Informado Robledo, trasladó el real para ese valle, porque había comida para más de dos meses: maíz, fríjol, “cories que son como conejos salvo que son más chiquitos […] e muchos perros medianos como los de Castilla salvo que son mudos”28. Los indígenas nombraban la provincia con el nombre de Aburra y los conquistadores le pusieron el nombre de valle de San Bartolomé. Todos los indígenas incluidos los comarcanos vinieron de paz. Dice Sardella que algunos indígenas ante el español “ansi como los vían se quytavan una manta de vara y m(edi)a de largo e de una en ancho con q(ue) traen atapadas sus verguenzas, qytarsela e darse una vuelta al pescuezo y a(h)orcarse […] porque se espantaban de ver a los españoles e de las barvas e que […] no era sino q(ue) e(l) diablo los engañava”29. Esta palabra, diablo, puesta por el cronista Sardella en boca de los indígenas debe entenderse como la invocación de sus dioses. Se sintieron engañados por sus dioses al ver la imagen del español. Esta es la traducción que “la lengua” le hacían a los soldados conquistadores; pero la imagen de los dioses zoomorfos equivalía demoníaca para el europeo. La manta de vara y media, equivalente en metros 140 por 80 centímetros, eran dimensiones para mucho más que solo cubrir las “vergüenzas” y debe entenderse como un vestido.

Si el pequeño ejército de Robledo pasó de Murgia al valle de Aburrá, debió entrar por el hoy San Antonio de Prado y asentarse en la goteras del hoy Itagüí. Desde ahí, el capitán envió a Juan de Frades río abajo (hoy río Medellín) a que viese ciertos pueblos de los que había noticia “fue e dio en el pueblo llamado Curqui e truxo algunas piezas de las cuales el capitán se informó de la tierra e le dieron larga relación de ella”30. Y a Diego Mendosa lo envió por la mano derecha del río, el cual volvió y dijo haber visto solo tierra llana y unas sierras fragosas hacía el río grande (el Cauca). Mendoza fue enviado luego a mano derecha de esas sierras fragosas donde “caya el valle de Arvi por aquellos llanos quél avía visto, a ver lo que avía, el cual anduvo por allá […] veynte días [no halló] poblado sino ciertos boyos como a manera de bentas”31, distantes dos leguas entre ellos y con sembrados de maíz, yuca y grandes acequias para riego: eso informó a Robledo, quien lleno de intriga por Arvi interrogó a los idígenas lenguas y ellos le hablaron de más de cincuenta pueblos, pero cuando se les comprometió a servir como guías “desatinava(n) e no savía(n)”. Luego el capitán Robledo con ocho jinetes y varios peones fue a ver por sí mismo lo de Arvi “e nunca pudo hallar poblado puesto q(ue) halló muy grandes hedificios antiguos destruidos e los camynos de peña tajada hechos a mano más anchos q(ue) los del Cuzco e otros bohíos como a man(er)a de depósitos”32

Robledo salió del valle de Aburra, luego de comprobar que en Arví solo había ruinas antiguas. Volvió atrás, a Murgia y al pueblo de las peras (hoy Amagá). El cronista dice que pasaron las sierras nevadas; pero debe entenderse que por tal nombre se concebía toda la tierra entre Quimbaya y Aburra, margen derecha del río Cauca. Por eso al tornar, volvió al río Cauca y dio con el pueblo de indios de Torbura: “Aquy en este publo se hallarlo(n) tan grandes panes de sal como una estatura de hombre mucho mayz e aquy estovimos quatro días e el capitán mandó levantar el real e nos fuimos dos leguas, el río abajo a donde se halló otra poblazo(n) donde estovimos algunos días, en los quales el capitá(n) tuvo noticia de un pueblo que se dice Tahami q(ue) (e)stá de la otra vanda del río…”33

Se enviaron nadadores y prendieron algunos indígenas y “mucha cantidad de ropa de algodón muy pintada e galana de que avía gran necesidad en el real pa(ra) hazer de vestir…”34. El cacique de este pueblo Tahamí salió e informó, después de ser preguntado, que los edificios antiguos hallados en “la provincia de Aburra” habían sido destruidos por el señor de los Nutabe y Brero, provincia que la encontrarán adelante, río abajo: “tierra muy rica e que avía muchas campanas, patenas e coronas e otras armaduras de indios todas de oro e muy ricas sepol//turas de oro donde los indios se enterravan e que había tantos indios como yerbas en el campo…”34

Con un guía facilitado por el cacique Tahamí se envió al Capitán Vallejo con cuarenta hombres para que fuese a ver los Nutabe. Dos días después, Vallejo entró por un río que lo llevó a una montaña de extremo frío por el cual murieron indios e indias cristianos de servicio de los conquistadores. Allí estuvo cinco días. Pasada la montaña, toparon otro río “que ponía temor oyrlo que parescía que bramaba…”. Lo pasaron por una “zeyva” tan gruesa como cuatro cuerpos, tumbada sobre piedras y un tramo “y de allí adelante avía unos bejucos tejidos que son como mimbres de España, texidas de tres palmos de ancho con unas barandillas de los mismo…”35 Dejaron los caballos y a las dos leguas encontraron otro meandro del río con otro puente indígena de bejucos. Lo pasaron y, ya entrada la noche vieron claramente candeladas en los bohíos de los indios. Al siguiente día divisaron una gran población de nativos y fueron atacados: “un escuadró(n) de mucha cantidad de indios todos con sus arcos y flechas e muy envixados y untados de aquel betún que ellos tienen y con sus penachos dando muy grandes alaridos…”36. Los conquistadores bajo una lluvia de flechas, soltaron a los cautivos, mataron los indígenas que pudieron y retrocedieron. En el puente de bejucos los españoles vivieron un drama: los idígenas “con muchas hachas de piedra” cortaron los bejucos y un español llamado Juan de Torres, flechado, que había atravesado la mitad cayó al río: “los indyos viéndolo dan con las manos a la puentea (sic) y hazenle dar muy grandes bayvenes de una pa(r)te a otra hasta que […] le echaron della abaxo…”37

Murieron flechados cuatro conquistadores (entre ellos Pedro Muzientes y Juan de Torres). Vallejo ante Robledo relató lo vivido y dijo que era cierta la noticia que les habían dado en la provincia de Aburra sobre los Nutabes; recomendó al capitán Robledo no entrar allí porque no saldrían vivos. Pero Robledo arengó a los conquistadores diciéndoles que sería mejor morir en el combate que ser recordados como vencidos. Con todo el real tomó otro camino para entrar contra los Nutabes, a pesar de las protestas que le decían que ellos solo eran setenta y se necesitaban cuatrocientos hombres. Robledo siguió adelante; pasó el real por el río explorado por Vallejo con dificultad y dio con “una provincia que se dice Curume”. La entrada a dicha provincia tenía dos altos con indígenas apostado para echar a rodar “las galgas, que son unas peñas grandes que ellos suele(n) ajuntar en los altos para desde allí arrojarlas abaxo e antes que del todo cayga(n) […] hazense muchos pedazos e aquy salta uno e acullá otro e son muy peligrosos,…”38 Con hombres de a pie y a caballo se sorprendió a los indígenas apostados y se pudo entrar. Robledo se alojó “en unos aposentos grandes que eran del caciq(ue) [Currume] y todos los demás en otros aposentos que avía a la redo(n)da…”39 Información clave que testimonia la organización circular del espacio de vida de los indígenas Nutabes.

Ante los llamados de venir de paz hechos por el capitán “respondían nos avían de comer a todos que aquella era su tierra que nos fuésemos della que no querían paz…”40. Por eso Robledo decidió someterlos por la violencia de las armas. Pero la carencia de herraduras, desanimaba a los soldados. El capitán mandó montar una fragua para hacerlas. Los conquistadores divididos en dos escuadrones dirigidos uno por Vallejo y el otro por Juan de Frades, sometieron la provincia de Currume. Robledo dejó ahí el real a cargo de Álvaro de Mendoza; luego entró al cabo de dos días, a la provincia de “Hebexico” (hoy Ebéjico) donde los indígenas avisados dejaron sus casas y andaban por los montes en bailes, tocando tambores y dando gritos, actos que deben entenderse con rituales de guerra. 

El cronista refiere el territorio de Ebéjico como una seguidilla de pequeños valles separados por quebradas y colinas. Desde que fue avistado por los naturales de la tierra, Robledo recibió mensajeros indígenas que en medio del temblor que les causaba la presencia del europeo, lo invitaban a seguir adelante porque allí encontraría oro y comida. Robledo le manifestó a sus hombres como aquellas invitaciones le parecía una trampa. Envió un avanzada al amanecer y prendieron muchos indígenas que pernotaban en un arcabuco (montaña de espesa vegetación). Presentados ante el capitán fueron arengados con la misma plática repetida en todas las partes donde iba: decía venir a tomar posesión de las tierras para el rey de España y llamaba a los indígenas a someterse y servir a su majestad. Con las lenguas (indígenas ladinos, traductores) incitaba a los cautivos ir donde sus señores o cacique a decirles que ellos no venían a matarlos sino a enseñarles la fe cristiana y hacerles entender “como reyna(n) Dios que era el que criava el cielo y las estrellas el mar y las arenas y el que les dava todo lo que avía(n) menester y que si ellos querían ser su amigo él les ayudaría contra los que les hacen guerra e si no que tanbien se la haría a ellos e los mataría a todos…”41.

En Ebéjico se evidenciaron tres actitudes: una, el miedo de los pobladores naturales ante el europeo; miedo que revelaba la creencia en la divinidad de los conquistadores, prestigiada en el continente desde 1492 a través del sistema chasqui y reforzada por los sentimientos diluvianos comunes desde los aztecas hasta el Tawantisuyo incaico. Segunda, el provecho que los indígenas sacaban a la ambición por el oro de los españoles; es una constante en las crónicas sobre Robledo el señalamiento de los indígenas de otros territorios vecinos con poblaciones más ricas, para hacer que los conquistadores los dejasen tranquilos. Tercera, la superación del miedo, luego de comprobada la humanidad del europeo y la decisión de ingerir la carne de ese enemigo para adquirir sus atributos, contenido básico de la cultura indígena. Por eso mostraron la decisión de pelear y dieron la batalla; además el primer contacto con los conquistadores fue cruel por el bandidaje genocida ejercido por Vadillo en Buriticá en 1538

Los españoles para quebrar la resistencia de los Hebexico enviaron “a P(edr)o de Barrios de a caballo que tomase un perro […] e espantase aquellos indios […] de que los indios lo oyero(n) e vieron el caballo y el onbre ençima cosa nunca vista en aquella partes huyero(n) como si el diablo llevara(n) en el cuerpo…”42 El perro al despedazar un indígena y la visión del hombre sobre el caballo, fueron hechos que garantizaron la victoria a los españoles y explican como millares de indígenas fueron sometidos por ochenta soldados: en la conquista infuyó a favor de los españoles la metafísica nativa indígena. En Hebexico se instaló una cruz en uno de los cerros. Fue abatida por los indígenas; pero luego de ser derrotados, ellos sin mediar mandato la volvieron a erigir, lo que maravilló a Robledo: “y otro día e mañana como amaneció paresció la cruz puesta de que no poco nos maravillamos y tomando aquel alto donde estaba puesta por algunos españoles sin peligro ninguno le pasamos…”43

De nuevo en Currume, Roble encargó del real a Álvaro Mendoza se fue a descubrir. Pasó la cordillera que estaba por encima de Currume y dio con las provincias de Penco, Purruto y Guaramy. Todas con los indios huidos. Siguió, pasó por otras cordilleras y a ocho leguas entro “al segundo valle de la provincia de Hebexico donde el capitá(n) estuvo aposentado”44. Los idígenas armaron escuadrones y amenazantes hacían el ritual de guerra. Esta vez Robledo no tomó rehenes apara arengarlos. Envió en la noche al capitán Vallejo y a Antonio Pimentel, quienes al alba cayeron sobre los indígenas y les hicieron gran daño. De nuevo el cronista esconde la gravedad de la muerte: ese gran daño debe entenderse como matanza; y fueron heridos algunos españoles.

Robledo quiso retornar a Currume; pero vio la “loma de la cruz” tomada por más de veinte mil indígenas en actitud de guerra copando todos los pasos en los que tenían apostadas “muchas galgas”. El capitán estuvo cercado tres días. Decidió atacar y mostró el poder de las armas españolas ante las indígenas. Los conquistadores los hicieron huir y prendieron “çiertos gandules [indígenas notables] en los quales se hizo justicia”45: una vez más debe entenderse la aplicación de un castigo ejemplar, una muerte atroz y ejemplar. Pero seguían llegando escuadrones indígenas y como Robledo vio el peligro, en la noche dividió sus soldados y atacaron en distintos frentes poniendo en fuga a los indígenas. Se mandó traer el real para Hebexico y allí ante todos, el capitán manifestó su intención de “poblar una cibdad”. Tejelo enviado a recoger bastimentos vio en un valle cercano venir “mucha cantidad de indios en esquadrones de la provincia de Ytuango en favor de los de aquella e Hebexico…”46. Gerónimo Luis Tejelo, Martín Bocanegra y Ávaro Mendoza en sus caballos, lancearon los indios: “Mendoza lo hizo bien aquy este día que lanceó más de veynte indios e asy mismo los otros dos”47.

Y Robledo el veintiuno de noviembre de 1541 “en nombre de su magestad y el governador Belalcázar fundó una cibdad que la yntituló Antiochia e nombró por alcaldes ordinarios al capitán [Álvaro] Mendoza e a Diego de Mendoza e por regidores al capitán Vallejo e a Juan de Buste e a Francisco de Avendaño e a Francisco de P(ére)z Zambrana […] e repartidos los solares, tierras y estancias a los vecinos pobladores…”48 El capitán con sentimiento de haber cumplido con la promesa de fundar una ciudad partió hacia España en 1542; pero antes dominó y pacificó la provincia de Peque, lo que le trajo el reconocimiento y alegría de los Hebexicos por ser tradicionalmente sus enemigos. Tomó el camino de Urabá con doce soldados. Siguió la ruta abierta cuatro años atrás por Badillo: Nori, Buriticá, Guaca, Cunas, San Sebastián, Cartagena.

Notas: La primera nota está tomada de la transcripción de Pacheco hecha en el siglo XIX. El resto de las notas se toman de la transcripción del profesor de la Universidad Nacional de Colombia Hermes Tovar publicada en 1993.

1. Pacheco Joaquín y De Cárdenas Francisco. Colección de documentos inéditos, relativos al descubrimiento, conquista y colonización de las posesiones españolas en América y Oceanía, sacados, en su mayor parte, del Real Archivo de Indias. Tomo II. Relación del viaje del capitán Jorge Robledo á las provincias de Ancerma y Quimbaya. Madrid: Imprenta Española 1864. Pág. 291.

2. Nota tomada de la transcripción del original hecha por Hermes Tovar. En Tovar, Hermes. Relaciones y visitas a los Andes. Siglo XVI. Colcultura. Bogotá 1993.

3. “RELACION DE LO QUE SUBCEDIO AL MAGNIFICO SEÑOR CAPITAN JORGE ROBLEDO”. En Tovar, Hermes. Relaciones y visitas a los Andes. Siglo XVI. Colcultura. Bogotá 1993. Pág. 266

4. Ídem Pág. 267

5. Ídem Pág. 269

6. Ídem Pág. 270.

7. 8. 9. 10. Ídem Pág. 271.

11. Ídem Pág. 272

12. 13. Ídem Pág. 274

14. Ídem Pág. 275

15. Ídem Pág. 276

16. Ídem Pág. 279

17. Ídem Pág. 280

18. Ídem Pág. 281

19. Ídem Pág. 283

20. Ídem Pág. 283-84

21. Ídem Pág. 284

22. Ídem Pág. 41

23. Ídem Pág. 285

24. Ídem Pág. 286

25. Ídem Pág. 286

26. 27. Ídem Pág. 287

28. 29. Ídem Pág. 288

30. 31. Ídem Pág. 289

32. 33. Ídem Pág. 290

34. Ídem Pág. 291

35. Ídem Pág. 292

36. Ídem Pág. 294

37. Ídem Pág. 295

38. 39. 40. Ídem Pág. 300

41. Ídem Pág. 301

42. Ídem Pág. 304

43. Ídem Pág. 307

44. Ídem Pág. 310

45. Ídem Pág. 311

46. 47. Ídem Pág. 313

48. Ídem Pág. 314

Imágenes:

Tomado Conquista de Antioquia. Banrepública.

Múcura prehispánica Valle de Aburrá. Pintura de José María Gutiérrez 1880

Vasija Cerámica 600 d.C. Santafé de Antioquia, Antioquia

Casco de combate quimbaya.