Triste es el coro de occidente contra la guerra en Ucrania. Saben los dirigentes o poderosos que las gentes son manipulables y sensibleras; que absorben como esponjas las calificaciones de invasor – asesino, contra el jefe de estado ruso. La propaganda contra Rusia tiene el matiz de ser una adaptación del imaginario occidental para que acepte como salvadora una intromisión de la OTAN en el conflicto. Y con una estratégica lentitud llevar el mundo a una confrontación ubicada en un territorio específico, el mismo que será convertido en escombros y su población diseminada por el doquier.
La conducción e interpretación del conflicto, la propaganda, tienen una base subjetiva que habla del bajo nivel cultural de la población en la sociedad occidental. Los contenidos de las noticias son para unos seres ingenuos. Acusan a Rusia de ser un invasor tiranicida, afirmación hecha sobre el supuesto olvido de la invasión y destrucción de Irak, Libia, Siria y muchas naciones más, propiciadas y ejecutadas por la OTAN.
Se informa bajo esos supuestos. Se proclama una serie de contenidos protagonizados por el presidente de Ucrania inflado por las ovaciones y aplausos de los parlamentos inglés, alemán y las sanciones económicas sistemáticas impuestas por Norteamérica. Presidente ucraniano mostrado como una víctima que pide y se le da ayuda militar. Queda expuesta la táctica de occidente: crear un conflicto en un país con importancia geopolítica para convertirlo en un campo de batalla consumidor de todo tipo de armas convencionales.
Las potencias económicas del mundo, así les dan salida a sus industrias bélicas, sin necesidad de llevar al campo de batalla a sus propios soldados. Siempre está el argumento de la defensa del territorio y de las órbitas de poder. Norteamérica asesinó y destruyó el gobierno de la Unidad Popular en el Chile de los años setenta, bajo los mismos criterios de seguridad nacional. Hoy Rusia hace lo mismo. Ucrania cayó en manos de grupos proeuropeos amenazantes del interés de los poderosos rusos postsoviéticos. Cuando los intereses económicos geopolíticos se defienden, la humanidad se deja de lado, y la muerte de civiles se convierte motivo para reactivar la destrucción, pero no para detener la guerra
Es visible el semblante de satisfacción del presidente norteamericano Biden por la coyuntura. Afirmó la no participación directa en la guerra, pero si afirmó el deseo de liderar la destrucción de la economía rusa, aunque tenga que sacrificar el bienestar del pueblo gringo, sacrificio necesario porque se está en un mundo interdependiente.
El escalamiento de la guerra hasta llegar a la categoría de guerra mundial va ganando aceptación. El enemigo de occidente está creado; se ha llegado a afamar a Vladimir Putin como enfermo mental y a Rusia como una nación dirigida por un puñado de oligarcas. Pero Oriente también hace lo mismo. Para Rusia, Ucrania es un bastión neonazi amenazante de su estabilidad geopolítica. Zelenski está cercenando la historia rusa y sirve de útil para la entrada europea en oriente con la intensión de destruir a su oponente económico. El cerco económico contra rusia, y la respuesta de desabastecer a Europa del gas ruso, llega a un momento de convertirse en responder golpe con golpe, de manera cada vez más audaz, hasta la confrontación generalizada que prevé la destrucción de la humanidad de una forma anestésica.
La humanidad no ha logrado un nivel que ponga la cultura por encima de los intereses económicos; no lo ha logrado; sigue siendo un ideal sociocultural; y esto se percibe en el grado de la confrontación este - oeste. Consúltese la historia humana. La periodicidad de la guerra asombra, solo depende de la acumulación de poder bélico suficiente hasta declarar la inferioridad del enemigo y poder atacarlo a toda costa. Sostuvo Carl Schmitt en su obra El concepto de la política, que la historia política de la humanidad debe entenderse como una seguidilla de soberanías socioespaciales ubicadas en territorios en los cuales se crearon roles culturales justificantes del ataque a otras soberanías desde la lógica amigo enemigo. La decisión de una soberanía para intentar atacar y destruir otras, solo depende del poder económico, al cual se subordina el lenguaje, la cultura y la subjetividad, para legitimar la guerra y mover la población hacia el sacrificio.
Entristece el ritmo y profundidad de los ataques contra Ucrania y la respuesta de occidente plena de insultos para concitar un ideario en la población de desprecio de rusia y todo lo ruso como imagen del enemigo satanizado. Entristece porque ahí puede estar el fin de la humanidad; porque la altura lograda por el pensamiento no logra sobreponerse sobre el instinto bestial de dominación y acumulación de riqueza; sobre la propaganda de los medios hecha para una gente mayoritariamente enceguecida.
Imagen. Carlos Mozzi. Girasoles de Rusia.