viernes, 30 de diciembre de 2022

Elena y Leviathan


  Tiene nueve años y fue premiada por el festival de Cannes. Con Elena, Leviathan hace posible formarse un concepto sobre la obra cinematográfica de Andrey Zvyagintsev. Los aspectos técnicos presentan unas características identitarias para poderse hablar de un cine de autor. Los colores transmiten un frío ruso incuestionable, apropiado para enmarcar los acontecimientos elegidos por el cineasta. Los primeros planos son recurrentes, porque quiere darle al espectador las semblanzas y estados de ánimo de los personajes. Las panorámicas localizan la historia sin necesidad de pronunciar el nombre de las ciudades donde se desarrollan los acontecimientos. En Elena, los silos o torres de energía nuclear, llaman a ubicarse en un lugar en el que se vive bajo esa amenaza apocalíptica. En Leviathan el agua embravecida del mar y los lagos pasajeros de la tierra inundada, llevan al observador al norte de la fría Rusia, al mar de Barents. Allí los restos óseos de un gran animal marino consuelan al adolescente hijo de Kolya cunado huye de casa por los desamores de la familia.

  Aunque Zvyagintsev sostiene que su trabajo cinematográfico refiere comportamientos universales de sus personajes, el observador no puede evitar contextualizarse en la Rusia poscomunista. Kolya es un mecánico librepensador capaz de decirle al sacerdote ortodoxo del lugar que la biblia y la anécdota de Job referida a ese gran monstruo marino llamado leviatán son una leyenda, un mito, una fantasía y que dios nunca ha estado con él. Estas reflexiones las hace Kolya, luego que el alcalde del pueblo, le quita su casa y la tierra, en un ejercicio dictatorial y corrompido, por el solo hecho de desearla para construir allí una atracción turística.

  Kolya no se queda quieto; lucha. Vladimir, un amigo suyo abogado de Moscú, llega para ayudarlo. Vladimir logra documentar algunas conductas delictivas del alcalde para obligarlo a desistir del despojo; pero el alcalde pone en práctica su poder y secuestra al abogado, le da una paliza y le dispara cerca a sus oídos. Valdimir vuelve a Moscú aterrorizado, no sin antes haber seducido a la mujer de su amigo Kolya.

  El personaje de Andrey Zvyagintsev, Kolya, un mecánico trabajador, que se delita abusivamente con el vodka, tiene el gusto de vivir en paz y gozar de la vista del mar de Barents; pero esa actitud civilista y respetuosa de los demás no cuadra en un estado de cosas regido por la corrupción. El alcalde, en cuya oficina pende una única imagen – el retrato de Putin-, la autoridad eclesiástica ilustrada por un clérigo ortodoxo en medio de un templo resplandeciente por el oro y un poder judicial controlado por el alcalde, encarnan ahí en el film el leviatán bíblico de Job. Y el espectador, observador necesariamente invoca el otro leviatán, el de Tomas Hobbes de 1665, donde se identifica el monstruo marino con el Estado absolutista, con ese poder soberano y supremo que ha llegado para eliminar el estado natural de guerra de todos contra todos de los seres humanos y reemplazarlo por ese monstruo político poderoso que controla todas las conductas.

  Tomas Hobbes llevó su obra hasta el punto donde las sociedades humanas limitan el poder del Estado leviatán con un contrato social que garantiza igualdad ante el poder. En el Leviathan de Zvyagintsev, el contrato social está atenuado por la corrupción y Kolya sufre el poder absoluto personificado por el alcalde. El film ilustra con claridad las componendas y las formalidades administrativas dirigidas a destruirlo; su mujer se suicida, pero la componenda dice que fue un asesinato y el marido es sentenciado a quince años de prisión, sentencia celebrada por el alcalde quien finaliza tomando posesión de los bienes de Kolya ante todas las fuerzas vivas del lugar.

 

  En Elena se trata también la corrupción. Es claro que esta es un comportamiento humano universal. Hay corrupción en todas partes. Pero la corrupción hay que localizarla para no caer en una superflua generalidad. Por eso la obra de Zvyagintsev debe ser espacializada y temporizada en la Rusia possoviética. Ahí adquieren sentido las sociedades o sectores sociales ejemplarizados en los dos films nombrados. La corrupción no se denuncia como una consecuencia política, sino como una actitud ante la vida. El objeto de la existencia es el dinero, la riqueza y esta se consigue como sea. Elena tiene una familia, ama su profesión de enfermera, se ha casado con un hombre mayor, viudo rico, a quién cuida. Pero Elena ve por sus hijos que tienen hijos a quienes les gusta vivir sin trabajar y esperan la herencia del viudo. Las vidas fáciles de sus hijos acosan a la enfermera y la hacen entrar en el deseo de deshacerse del viudo. Así ocurre. Ella que conoce los padecimientos de su viejo esposo, los agudiza hasta provocarle la muerte y poder heredar.

  La película Elena crea en el espectador un extraño sentimiento por el que a veces se toma partido por la víctima y a veces por los victimarios. Y es justamente lo quiere el director Andrey. Muestra una sociedad que ha normalizado el delito dirigido a conseguir dinero fácil y rápido. Dinero para cibaretiar y por eso el vodka es una transversalidad sociocultural. En Elena se muestra una sociedad cansada, acorralada en sus viviendas, con una juventud aplastada por la desidia. Es una sociedad sin sentido, dispuesta a todo menos al esfuerzo.

  La corrupción es universal y se está en la obligación de distinguirla para poder materializarla. Al parecer tiene una relación clara con el régimen político, aunque se diga que no. El corrompido de las democracias hispanoamericanas somete con el dinero y el asesinato. La corrupción en el occidente la ejercen los empresarios de la guerra; y la delos regímenes del este es un Leviathan, así como la ilustra Andrey Zvyagintsev.

Guillermo Aguirre González

Diciembre de 2022

Imágenes. Fotogramas de las películas Elana y Leviathan