Tiene nueve años y fue premiada por el festival de
Cannes. Con Elena, Leviathan hace posible formarse un concepto sobre la obra
cinematográfica de Andrey Zvyagintsev. Los aspectos técnicos presentan unas características
identitarias para poderse hablar de un cine de autor. Los colores transmiten un
frío ruso incuestionable, apropiado para enmarcar los acontecimientos elegidos
por el cineasta. Los primeros planos son recurrentes, porque quiere darle al
espectador las semblanzas y estados de ánimo de los personajes. Las panorámicas
localizan la historia sin necesidad de pronunciar el nombre de las ciudades
donde se desarrollan los acontecimientos. En Elena, los silos o torres de
energía nuclear, llaman a ubicarse en un lugar en el que se vive bajo esa
amenaza apocalíptica. En Leviathan el agua embravecida del mar y los lagos pasajeros
de la tierra inundada, llevan al observador al norte de la fría Rusia, al mar
de Barents. Allí los restos óseos de un gran animal marino consuelan al adolescente
hijo de Kolya cunado huye de casa por los desamores de la familia.
Aunque Zvyagintsev sostiene que su trabajo
cinematográfico refiere comportamientos universales de sus personajes, el
observador no puede evitar contextualizarse en la Rusia poscomunista. Kolya es
un mecánico librepensador capaz de decirle al sacerdote ortodoxo del lugar que
la biblia y la anécdota de Job referida a ese gran monstruo marino llamado leviatán
son una leyenda, un mito, una fantasía y que dios nunca ha estado con él. Estas
reflexiones las hace Kolya, luego que el alcalde del pueblo, le quita su casa y
la tierra, en un ejercicio dictatorial y corrompido, por el solo hecho de desearla
para construir allí una atracción turística.
Kolya no se queda quieto; lucha. Vladimir, un amigo
suyo abogado de Moscú, llega para ayudarlo. Vladimir logra documentar algunas
conductas delictivas del alcalde para obligarlo a desistir del despojo; pero el
alcalde pone en práctica su poder y secuestra al abogado, le da una paliza y le
dispara cerca a sus oídos. Valdimir vuelve a Moscú aterrorizado, no sin antes
haber seducido a la mujer de su amigo Kolya.
El personaje de Andrey Zvyagintsev, Kolya, un
mecánico trabajador, que se delita abusivamente con el vodka, tiene el gusto de
vivir en paz y gozar de la vista del mar de Barents; pero esa actitud civilista
y respetuosa de los demás no cuadra en un estado de cosas regido por la
corrupción. El alcalde, en cuya oficina pende una única imagen – el retrato de
Putin-, la autoridad eclesiástica ilustrada por un clérigo ortodoxo en medio de
un templo resplandeciente por el oro y un poder judicial controlado por el
alcalde, encarnan ahí en el film el leviatán bíblico de Job. Y el espectador,
observador necesariamente invoca el otro leviatán, el de Tomas Hobbes de 1665,
donde se identifica el monstruo marino con el Estado absolutista, con ese poder
soberano y supremo que ha llegado para eliminar el estado natural de guerra de
todos contra todos de los seres humanos y reemplazarlo por ese monstruo político
poderoso que controla todas las conductas.
Tomas Hobbes llevó su obra hasta el punto donde las
sociedades humanas limitan el poder del Estado leviatán con un contrato social que
garantiza igualdad ante el poder. En el Leviathan de Zvyagintsev, el contrato
social está atenuado por la corrupción y Kolya sufre el poder absoluto personificado
por el alcalde. El film ilustra con claridad las componendas y las formalidades
administrativas dirigidas a destruirlo; su mujer se suicida, pero la componenda
dice que fue un asesinato y el marido es sentenciado a quince años de prisión,
sentencia celebrada por el alcalde quien finaliza tomando posesión de los
bienes de Kolya ante todas las fuerzas vivas del lugar.
En Elena se trata también la corrupción. Es claro
que esta es un comportamiento humano universal. Hay corrupción en todas partes.
Pero la corrupción hay que localizarla para no caer en una superflua
generalidad. Por eso la obra de Zvyagintsev debe ser espacializada y
temporizada en la Rusia possoviética. Ahí adquieren sentido las sociedades o
sectores sociales ejemplarizados en los dos films nombrados. La corrupción no
se denuncia como una consecuencia política, sino como una actitud ante la vida.
El objeto de la existencia es el dinero, la riqueza y esta se consigue como
sea. Elena tiene una familia, ama su profesión de enfermera, se ha casado con
un hombre mayor, viudo rico, a quién cuida. Pero Elena ve por sus hijos que tienen hijos a quienes les gusta vivir sin trabajar y esperan la herencia del viudo. Las
vidas fáciles de sus hijos acosan a la enfermera y la hacen entrar en el deseo
de deshacerse del viudo. Así ocurre. Ella que conoce los padecimientos de su viejo
esposo, los agudiza hasta provocarle la muerte y poder heredar.
La película Elena crea en el espectador un extraño sentimiento
por el que a veces se toma partido por la víctima y a veces por los
victimarios. Y es justamente lo quiere el director Andrey. Muestra una sociedad
que ha normalizado el delito dirigido a conseguir dinero fácil y rápido. Dinero
para cibaretiar y por eso el vodka es una transversalidad sociocultural. En
Elena se muestra una sociedad cansada, acorralada en sus viviendas, con una
juventud aplastada por la desidia. Es una sociedad sin sentido, dispuesta a todo
menos al esfuerzo.
La corrupción es universal y se está en la
obligación de distinguirla para poder materializarla. Al parecer tiene una
relación clara con el régimen político, aunque se diga que no. El corrompido de
las democracias hispanoamericanas somete con el dinero y el asesinato. La corrupción
en el occidente la ejercen los empresarios de la guerra; y la delos regímenes del
este es un Leviathan, así como la ilustra Andrey Zvyagintsev.
Guillermo Aguirre González
Diciembre de 2022
Imágenes. Fotogramas de las películas Elana y
Leviathan