lunes, 24 de noviembre de 2025

Tres cuentos de Machado de Assis en papeles sueltos. Consideraciones sobre lo real verosímil

   Con ocasión de lecturas hechas sobre dos autores americanos. Uno anclado en el siglo diecinueve y otro en la transición del diecinueve al veinte: el brasilero J.M. Machado de Assis y el argentino Roberto Arlt. Machado se inició en la literatura romántica. Y luego con base en sus estudios y observaciones fue virando hacia el realismo complejizado como lo muestran sus trabajos llamados “papeles Sueltos”. Arlt inició su trabajo literario en el interludio de las dos guerras mundiales; y no satisfecho con el realismo campeante e influenciado por el vanguardismo, buscó inspiración en el americanismo para ubicarse en un realismo atado a “la naturaleza del lenguaje poético”1.

   Nos acercamos aquí a Machado de Assis, ya que sobre Arlt se hizo un acercamiento en otra ocasión anterior. En los doscientos (200) cuentos de Machado que corresponden a su legado, se visualizan tres momentos de su vida literaria. Una época romántica en sus “Cuentos fluminenses”, en los que dominan las historias de niños o niñas pobres que hacen todo lo posible por ascender en la escala social con matrimonios arreglados o con un arribismo calculado. Una época realista, visible en sus cuentos “Historias de medianoche”, llenos de conclusiones o moralejas ejemplarizantes, a través del tratamiento de la mentira como práctica social. Una tercera época de ruptura, en la que Machado avanza en el trabajo de la literatura como una entidad que tiene sus propias dinámicas. Es la época de la década de los setenta del siglo diecinueve, y son los llamados “Papeles sueltos”. Desarrolla los aspectos sicológicos de los sujetos entregados a las apariencias impuestas por la sociedad burguesa. Trabaja el mundo interior, el yo frente a las instituciones que lo moldean. La debilidad del yo enfrentado a la solidez de las instituciones. Machado de Assis se expresa con un realismo crítico, porque no cae en un realismo objetivista al estilo Zola2.

   En los cuentos de “Papeles sueltos” tomamos Misa de gallo, Ideas del canario y El episodio de la vara. Misa de gallo es un cuento de navidad, porque el acontecimiento narrado ocurre antes del alba del 25 de diciembre. Narra el encuentro entre un joven de 17 años y una mujer de 35. Hay allí en una sala de estar un flirteo en el que se muestran la sicología de un joven que está abandonando la adolescencia y una mujer madura tranquila y expectante. La misa de gallo es el pretexto para ubicar a los personajes. El joven espera llegar a ella con un amigo que debe recoger. Ella, la mujer, insomne se interpone y pone temas que hacen peligrar el compromiso de ir a la misa. En este ejercicio literario se lee un romanticismo lejano y un realismo presente en las prácticas sociales. Se está en el fin del siglo diecinueve y se está también en un romanticismo persistente, porque viene del siglo iluminista.

   El romanticismo fue una actitud socioestética ante la vida, desarrollada desde finales del siglo dieciocho. Se ha acordado en verla como una reacción al culto de la razón, base filosófica y social del iluminismo. Pero también el culto a la razón y la ciencia, volcó el ejercicio literario hacia el realismo. Si la ciencia prometía una apropiación objetiva o positiva del mundo, la literatura adoptó la misión de hacer una copia de la realidad, queriendo también ejercer una objetividad. Después del romántico icónico Goethe, vino el realista Balzac, que con las palabras dejó cuadros o pinturas de los seres humanos de su tiempo, de los espacios habitados, de los abismos entre las clases sociales y de los conflictos entre ellas o sus contenidos mentales – culturales.

   El realismo cruza el siglo diecinueve e incursiona en las primeras décadas del veinte; pero muchos ejercitantes de la literatura no se someten de cuerpo entero a él, porque los acontecimientos en los estudios del lenguaje ponen en duda las pretensiones de verdad del realismo. Este es solo una manera de acercarse a la vida, a los hechos humanos y a la naturaleza, tan legítimo como otros acercamientos, que tuvieron como base construcciones edificadas con palabras según criterios personales del sujeto creador.

   El realismo entró a concebirse como una opción entre otras porque el lenguaje no es una copia de la realidad. Así se entiende la realidad como una construcción del lenguaje, un acuerdo, una convención de los seres humanos para producir un discurso entendible por todos, y cuyo basamento es la lógica.

   Lo que el siglo diecinueve ejerció como realismo, fue un acuerdo de la sociedad para producir verdad. Una convención estructurada según el prestigio del conocimiento científico que pretendió acercarse a la naturaleza y a la sociedad de manera positiva, actitud llamada positivismo. Así en la segunda mitad del siglo diecinueve Émil Zola llevó ese acuerdo al extremo y lo convirtió en dogma y proclamó el naturalismo como la única manera de hacer literatura, ajustada a la forma de operación de la ciencia. En el ensayo “La novela experimental”, Zola, llama a imitar la conducta del médico Claude Bernard quien construyó un tratado sobre las razas según la observación3.

   En el siglo diecinueve coexistieron el clasicismo, el naturalismo y el romanticismo, porque estos movimientos una vez expuestos, se convierten en paradigmas populares y son de muy difícil superación. Se observa… “[…] así como el romanticismo se creó un mundo donde no se vislumbra la realidad de la vida humana, así el naturalismo creóse un hombre donde no se vislumbra la realidad de los sentimientos y afectos que agitan al alma humana.”4  Puede decirse que el naturalismo una vez expuesto se convierte como en una base, una escuela en la que pueden estar todos siempre que le rindan culto a lo real y verdadero.5

   Y esto porque el realismo siempre estuvo ahí desde la antigüedad griega. Platón proscribió el arte de su república ideal, por ser una copia de lo real; pero luego los sofistas lo reivindican, al reivindicar la palabra como el lugar del mundo o el mundo como palabra. Aunque los nominalistas quieran sacar la cosa de la palabra. Respecto a esto dice el teórico de la historia Johan Huizinga: “La palabra realistas debiera usarse siempre, salvo en casos excepcionales y expresamente señalados, por oposición a nominalistas. Esta antítesis escolástica sigue presentando todavía hoy interés predominante y ventajas diarias para nuestro pensamiento y nuestra terminología. Constantemente me está llamando la atención la frecuencia con que la palabra nominalista vuelve a emplearse en la literatura científica actual.”6 Y puede adicionarse en la literatura como arte de las palabras.

 

Pero tras el nominalismo, está el decir verdad, la verdad que supone el realismo. Cuando las palabras dan fe de la realidad se pretende identificar realismo como verdad. Por eso el realismo desde el siglo diecinueve se adhiere al concepto de verosimilitud, en el que el símil de la realidad es verdad.

   Cuando la literatura realista se convierte en verdad, hace que el autor realista describa el tiempo, el espacio y la profundidad de manera exhaustiva para poder ser verosímil. A este respecto escribió Roland Barthes Barthes7: Las descripciones se utilizan para complementar o crear atmósferas. Los relatos occidentales corriente poseen elementos catálicos (rellenos del escritor para edulcorar situaciones muchas veces tomados como rellenos), detalles inútiles pero inevitables, porque a la larga adquieren valor simbólico.8

   Los relatos tienen una estructura semiótica y las notaciones catálicas se vinculan a la estructura con descripciones. La descripción es eminentemente humana y no todas son superfluas. A pesar de su aparente marginalidad en el relato, son significativas, participan de la estructura. Las descripciones dentro del relato, tienen una función retórica y estética. Así lo ha cultivado occidente. Le ha puesto como finalidad a la retórica la belleza. “la antigüedad agregó muy pronto a los dos géneros expresamente funcionales del discurso, el judicial y el político, un tercer género, el epidíctico, discurso de aparato, destinado a la admiración del auditorio”9.

   La descripción tiene un fin estético dentro del relato o la obra literaria y se debe llamar “lo verosímil estético”10. Cuando se describe dentro de la obra literaria se hace como si fuese la descripción de una pintura. La descripción, la verosimilitud estética, se justifica por las “leyes de la literatura […] su sentido existente depende de la conformidad, no del modelo, sino a las reglas culturales de la representación”11 o criterios de belleza de una sociedad.

   Ahora, la descripción puede tomar la connotación de ser una copia de lo real, o como exige la retórica de mediados del siglo veinte, debe ser concreta. Y la realidad concreta va en contra del sentido, porque no permite interpretaciones, pues es definitiva. Así lo verosímil no es equivalente a lo real. La descripción verosímil es de contenido sintagmático-estético, está dentro de la obra como un todo. La descripción verosímil se opone a lo real concreto.

   Si la descripción verosímil estética y lo real concreto tienen un referente, se refieren a lo real; pero la verosimilitud estética se agota en la belleza y lo real concreto no porque termina referenciándose como la “objetividad del relato”12. Lo real concreto tiene una referencia objetiva con la realidad. Por eso la representación pura, objetiva, concreta de lo real “resiste al sentido”13. Lo real concreto es la representación típica del discurso histórico, de las ciencias sociales, beben en la realidad de la fotografía, de los monumentos, de los archivos. Y cunado algún intersticio no tiene respaldo … “La historia (el discurso histórico: historia rerum gestarum) es de hecho, el mundo de los relatos que admiten llenar los intersticios de sus funciones con notaciones estructuralmente superfluas, y es lógico que el realismo literario haya sido, con aproximación de algunos decenios, contemporáneo del reinado de la historia objetiva…”14.

   La historia rerum gestarun, es la historia de los hechos, pero como es imposible recuperar el pasado tal como fue, la historia testimonial está sujeta a la aproximación. Los intersticios deben llenarse con un ejercicio literario. La ilación, la verosimilitud tendrá que ser estéticamente construida.

   Lo real y la historia han estado (el discurso sobre la realidad; el discurso histórico) desde la antigüedad opuestos a lo verosímil, a la estética, al símil, al arte, a la poesía. Por eso hoy un trabajo literario es bello porque es verosímil, bien construido, la realidad en vez de ser objetiva, es mágica, es epidíctica como una epopeya, como una épica.

Noviembre de 2025

Guillermo Aguirre González

Notas

1.Prieto, Adolfo. Prólogo Los siete locos, Los lanzallamas de Roberto Arlt. Biblioteca Ayacucho. Caracas 1978.

2.Bosi, Alfredo. Situaciones machadianas. En Joaquim M. Machado de Assis. Cuentos. Biblioteca Ayacucho. Caracas 1978

3. Zola, Emilio. La novela experimental. Editorial Nascimento. Santiago de Chile 1975

4. Cabello de Carbonera, Mercedes. La novela moderna (Estudio filosófico). Editorial Nascimento. Santiago de Chile 1975 Pág. 83.

5. Ídem. Pág. 110

6. Huizinga, Johan. El concepto de la Historia. Fondo de Cultura económica. Méjico 1980. Pág. 13

7. Roland. El efecto realidad. En Lo verosímil. Editorial Tiempo Contemporáneo. Argentina 1973.

8. Ídem. Pág. 95

9. Ídem. Pág. 97

10. Ídem. Pág. 97

11. Ídem. Pág. 98

12. Ídem. Pág. 98

13. Ídem. Pág. 98

14. Ídem. Pág. 99

Imagen: Arrufos de  Belmiro de Almeida 1887