lunes, 17 de marzo de 2014

Novelas sobre la guerra: Las aventuras del valeroso soldado Schwejk de Jarolav Hasek

La guerra es humana
Por Guillermo Aguirre G.
Schwejk minimiza los acontecimientos, trivializa la gravedad, enmascara el horror. Parece un periódico al servicio del poder, porque presenta la guerra como una diversión, un juego que magnifica los triunfos y esconde las derrotas. El odio racista es "una pequeña pelea sin importancia". La guerra no afecta al soldado Schwejk. Siempre presenta un aspecto solemne, igual que su habla y su rostro bueno. Tomar esta actitud después de haber generado un grave incidente, hace que sus superiores jerárquicos se exasperen y lo traten de estúpido e idiota y afirmen no haber conocido un idiota igual. Schwejk es el soldado ejemplar del ejército austrohúngaro, sabe desconocer las grandes diferencias entre las nacionalidades. Es el Estado impuesto sobre las identidades y los pueblos. El imperio austrohúngaro fue un poder impuesto sobre Austria, Checoeslovaquia, Bulgaria, Serbia, Bosnia. Dentro tiene odios etnocénticos. Para los austriacos todos son inferiores, para los checos los magiares son los más bajos y se pueden patear y expropiar hasta sus mujeres. Pero el objeto del imperio es expandirse y es capaz de someter las diferencias nacionales y neutralizarlas con la propaganda sobre la seguridad del Estado. Este evolucionará hacia el Estado nación como lo hicieron muchos desde el siglo XIX.
 
En la novela, protagonizada por un tonto bonachón, están todos los sentimientos posibles en una época de guerra; pero falta la pregunta sobre el porqué se guerrea. Leer Las aventuras del valeroso soldado Schwejk, permite meterse en temas insospechados para un época bélica, como pueden ser el humor, lo cómico, la alegría, la propaganda y el chovinismo. Así la guerra se presenta como una fiesta en la que la tragedia se atenúa. La obra de Hasek es una propuesta por mostrar la guerra de manera distinta a como puede ser un tratado histórico descarnado y de alguna manera un lugar común. La comicidad del soldado de todos los rangos, melodramatiza la crueldad y soslaya lo que es la guerra en la humanidad.
 
La guerra en occidente fue tratada por Tucídides (La guerra del Peloponeso) en la Grecia antigua y por Julio César en su memoria sobre la conquista de las Galias (siglo I antes de nuestra era). César y Tucídiddes, en vez de escribir sobre que es la guerra, hacen una descripción de los enemigos, el territorio y las gentes. Es en la primera mitad del siglo XIX cuando Karl von Clausewitz, presenta una teoría de la guerra desde una óptica empirista; por eso dice que la guerra es un duelo “por tanto, un acto de fuerza que se lleva a cabo para obligar al adversario a acatar nuestra voluntad”. Clausewitz estudia la táctica, las estrategias y el papel de la técnica en las guerras napoleónicas; y a partir de esa experiencia escribe su tratado, para concluir empíricamente que la guerra es la continuidad de la política por otros medios. Los puntos de vista de este autor hacen honor a la filosofía y la ciencia de la época, rendidoras de culto a la observación: es evidente que la guerra con pólvora es menos cruel, en comparación con la del hierro o la del garrote, dice.
 
Después de las dos guerras mundiales, se construye una apreciación de la guerra como fenómeno humano. Los seres humanos la practican porque cumplen dos condiciones de su ser: la biológica y la social. Por la primera condición, están obligados a adquirir el alimento para perpetuarse en el tiempo, como todo ser vivo. La adquisición del alimento obliga a competir y enfrentarse con otros seres vivos. Los colectivos primigenios entraron en lucha contra animales poderosos y entre ellos mismos. Por la condición humana de ser sapiens, ganaron la guerra a los demás animales; pero siguió en una, larga e infinita, entre los colectivos.
 
Antes de la revolución neolítica, se peleaba por territorio, por bienes preciados como las mujeres o por violación de las alianzas. Luego, después, que la técnica entra en revolución y por tanto en potenciación, la guerra sigue cumpliendo el dictado de la naturaleza, y se pelea en el plano de la economía. Las sociedades sedentarias, están sujetas a relacionar los tiempos de escasez o abundancia con la voluntad de las divinidades, las mismas que obligan a la guerra siempre justificada ideológicamente.
 
Las sociedades humanas conquistan por penuria o por abundancia. La condición biológica, que puede llamarse instinto, otrora obligaba a preservar la vida; ahora obliga a la dominación por previsión, por voluntad divina o por eso que las ciencias sociales llaman etnocentrismo. Babilonia peleaba por previsión y por dios; Egipto por ser un pueblo elegido por Amón y por la aridez de su tierra. Grecia le hacía la guerra a los bárbaros y peleaba en su interior por el mercado y la política; Roma por principio de su organización social, basada en la esclavitud sistemática. Después de Roma occidente entra caos y se guerrea para garantizar la subsistencia de los pueblos o las naciones, por las invasiones y contrainvasiones. En el segundo milenio de nuestra era, la religión, la economía, la política y la genealogía motivan y hacen permanente la guerra.
 
En la modernidad, edad humana, donde la riqueza, deja de ser dedicada al gasto y entra a ser acumulada persé obliga a la guerra táctica, para garantizar el mercado, la producción y la dominación bajo formas nuevas. La dominación social se combina con la dominación territorial, llamada geopolítica del capitalismo.
 
Pero este guerrear, esta cruzado por una excrecencia humana, por la técnica, convertida en tecnología, cuando ella es sometida al método científico. La técnica es la exteriorización de las funciones del cuerpo y depositadas en útiles. Por eso es una excrecencia. Cortar, moler y perforar, funciones de la boca, se pasan a útiles, que según la edad humana, caracterizan la cultura. Así se habla de la cultura o edad de la piedra. En piedra se confeccionó desde un hacha hasta un bisturí o una aguja. Allí fue necesario guerrear con la técnica de la piedra. Luego en la edad de los metales, la utilería cambia de materia y la guerra fue con bronce y hierro, aupada por la presencia permanente del fuego, convertido luego en pólvora.
 
La vocación humana de excretar las funciones del cuerpo en útiles, ocurre en la última época, con el cerebro. Sus funciones pasan a unas máquinas mnemotécnicas. La guerra continua bajo esas nuevas condiciones. La máquina de guerra de hoy tiene memoria y más eficacia.
 
Bajo estas consideraciones, estaría de más la racionalización permanente que practica la humanidad, y por la cual se puede construir la utopía de una edad o época o era, que supere la guerra. Atar la guerra a condiciones biosociales inamovibles, es condenar la humanidad al exterminio y la desesperanza. Si se tiene como base la utopía generadora de civilización y cultura, en necesario y muy racional pensar en una edad de paz perpetua.
 
 
 Tabernas y humillados en la Praga de Hasek
Guillermo Aguirre G.
La novela se sitúa en Praga, año de 1914. Schwejk va a la taberna Zum Kelch en la que por un incidente absurdo y cómico es reclutado; pero antes, de la recluta, es sujeto de padecimiento de los métodos del Estado o mejor de los procedimientos del poder. El militar encargado de instruir el procedimiento es identificado según la tipología de los asesinos de Lombrosso. Los jueces son abominables y cuando uno de ellos es amable aparece como una excepción extraña. Ese poder se ha volcado sobre la siquiatría para encubrir la justicia monárquica desconocedora de las garantías procesales. La entrada en el proceso la hace la medicina forense permeada por la siquiatría. Ella busca disfunciones orgánicas en el sujeto acusado y diagnostica locura y así puede aplicar penas a perpetuidad.
Este ejercicio de poder ocurre en los Balcanes, en el norte de Grecia y entre ambas regiones se halla Macedonia la tierra que produjo a Aristóteles y su discípulo Alejandro Magno, creador del primer imperio occidental que extendió la cultura de la hélade a toda la ecumene. Grecia nutrió su esclavismo con los bárbaros del norte de Macedonia, quienes más tarde serán los godos, visigodos, ostrogodos, y luego, germanos, checos y húngaros. El territorio, desde la antigüedad griega, sufrió continuas invasiones y por tanto mezclas intensas de pueblos, entre Rusia y la germanía. La identidad nacional comenzó, cuando en el siglo IX de nuestra era Cirilo y Metodio, dos monjes búlgaros educados en Constantinopla, dotaron a los pueblos del norte de Grecia de un alfabeto, que por reconocimiento a uno de los dedicados a esos estudios, se ha llamado alfabeto cirílico. Ese alfabeto se construyó con letras griegas y grafismos de la Bulgaria antigua, para enseñar la biblia a los pueblos eslavos.
Praga está situada en el centro de Europa y según Hasek, en 1914 es una ciudad de tabernas y cafés. Praga heredó lo eslavo, lo griego, lo romano y fue una de las ciudades importantes del Estado imperial creado por Austria, para destruir el paneslavismo del último cuarto del siglo XIX. La guerra del catorce permite al escritor Hasek mostrar el poder en función. El emperador es el jefe del ejército y lo asiste dios en cabeza del sacerdote. Ambos disponen de la vida de los súbditos y los enjuician por nimiedades que son resaltadas por el escritor como lo que son: comicidades. Cómico y trágico resulta el poder cuando recurre al terror para mantenerse. "Los preparativos para matar a las personas se han llevado siempre a cabo en nombre de Dios o de un elevado ser hipotético que han inventado los hombres y que han creado en su fantasía"; pero como la novela muestra, antes de matar, se aprovecha el cuerpo del hombre, para el trabajo o para sacrificarlo en guerra. La monarquía militarista de Austria, impuesta a los checos se mantiene por un ejercicio del esclavismo. Los oficiales del ejército pueden hacer con sus subordinados lo que quieran incluso matarle. Esta práctica, tiene un nombre administrativo que encubre el fondo de la dominación. A cada oficial se le adjudica un asistente: "El asistente no es más que un objeto, en muchos casos un hombre destinado a recibir cachetes, un esclavo, una chica para todo..."
El periplo de vida del valeroso soldado Schwejk, es quijotesco y con el Jaroslav Hasek, hace una crítica de las instituciones austrohúngaras o de la sociedad cristiana occidental. La justicia es ridícula porque la ejercen unos jueces que deciden la suerte de los seres humanos según el estado de ánimo. La iglesia es ridícula y cómica porque funciona con la mecánica de la costumbre. Por eso puede administrar los servicios religiosos un sacerdote beodo, mujeriego y un monaguillo tonto. El ejército imperial tiene una jerarquía basada en la pertenencia a la nobleza y unas relaciones de poder dentro de la dialéctica amo-esclavo.
El valeroso soldado, no lo es; pero sí tiene una memoria de los hechos del pueblo y los utiliza para explicar y ejemplarizar los acontecimientos presentes. Schwejk es un sujeto cómico que funciona como el derecho anglosajón: con base en la memoria, en el historial de los hechos. A esta actitud se le llama derecho consuetudinario. Antes de decidir se hurga en la memoria y se trae como auxilio para la toma de decisiones, todos hechos parecidos.
 
El viento trajo la descomposición
Por Guillermo Aguirre González
La guerra y el poder son dos construcciones humanas que se acoplan como cóncavo y convexo. En tiempo de guerra el poder se estructura en jerarquía y los demás aspectos de la vida social entran a ser subsidiarios de los mandos. La soldadesca básica se mantiene en disciplina por el miedo a los castigos infligidos al cuerpo, es decir por el terror.
La jerarquía por efecto de la lógica amigo enemigo, establece una dictadura sobre los civiles no combatientes, son sospechosos, son despojados de derechos y de bienes. Esta situación está poderosamente registrada en Las aventuras del valeroso soldado Schwejk de Jarolav Hasek. El personaje tragicómico, actúa en la primera guerra con una naturalidad fundamental pero rayana con la estupidez, porque el genio de su creador decidió mostrar la guerra con humor para tal vez atenuar el horror. La desmembración, los cuerpos atravezados por las balas, los despedazados por las bombas, están dentro de las historias del soldado, contadas como recurso explicativo ante cualquier situación.
La estratificación social de la sociedad austriaca, se hace más manifiesta, en el tiempo de la guerra. La nobleza tradicional dueña del poder y la riqueza es quien dirige el ejército tenga o no capacidades físicas o intelectuales. Quienes van al frente de batalla son los voluntarios, campesinos, remisos, indisciplinados y tuberculosos. Esta observación la pone Jarolav Hasek en boca del Voluntario de un año. Este personaje es un estudiante de filosofía clásica, enrolado en el ejército por la fuerza arrolladora de los acontecimientos geopolíticos y despojado de sus dignidades civiles porque, dice él: “A los voluntarios de un año los considera (la jerarquía) fieras salvajes a las que hay que transformar en máquinas militares, coserles estrellitas y enviar al frente para que los maten en lugar de los nobles oficiales en activo que hay que conservar para la raza”.
La nobleza gentilicia perpetuada en el tiempo por la práctica de la endogamia, ha creado un genotipo humano, adherido al goce de la riqueza y de los bienes de la civilización. Esta condición le ha hecho creer que es una raza ungida por la providencia con el halo de la superioridad. La nobleza austriaca se autodenominó raza superior, destinada a la dominación de los otros seres humanos.
La servidumbre milenaria, le posibilitó sofisticar las maneras de vestir, comer, caminar, habitar, escribir, pensar y dominar. Todo esto se concibió como el bien que puede producir la civilización y se hicieron equivalentes las palabras noble y civilizado. Pero la nobleza austriaca moderna de finales del siglo XIX y principios del XX, hizo la hibridación entre poder burgués y poder nobiliario. Los capitalistas austriacos, en la época citada, son los mismos viejos nobles, que ahora practican la producción industrial, con toda la venalidad del que busca la riqueza como sea, así tenga que envenenar a los consumidores. Dice Jarolav Hasek cuando hace llegar al frente de batalla al soldado Schwejk: “Allá abajo, en Bruck an der Leitha, brillaban las luces de la real e imperial fábrica de conservas de carne en la cual se trabajaba de día y de noche y se elaboraban toda clase de desperdicios. Como el viento soplaba de allí en dirección a la avenida del campamento militar llevaba la peste de tendones, callos, garras y huesos en descomposición, con los cuales se preparaban las sopas en conserva”.
A estos intereses mezquinos, la paz es contraproducente. En la anábasis de Schwejk, bello capítulo de la novela, las gentes comunes del pueblo, le brindan alimento, dinero y alojamiento. Hay una visibilidad de la solidaridad y amor humanitario. Estas actitudes, el autor las hace contrastar con lo opuesto. Dice: los jóvenes con ideales, rubios querubines, afables y compasivos con todos, que defendían siempre a los desgraciados en las peleas por una chica en las ferias de los pueblos, son transformados en hombres brutos y brutales por el oficio de la guerra, porque el carcelero, es decir, los jerarcas del ejército los consideran animales bajo todas las denominaciones: puercos, bestias, “perro puerco”, simio, orangután, etc.
Si un reclutado esgrime su intelectualidad, es objeto de doble sometimiento, porque el predominio de la fuerza, quiere borrar del mundo a todos los que le disputan la superioridad y Jarolav Hasek, deja expuesto con claridad que el cultivo de las letras y la ciencia es enemigo de la guerra, porque es superior y más humano que la fuerza.

jueves, 7 de noviembre de 2013

Estudio novela norteamericana. En el camino de Jack Kerouac

Los tres consumos de Kerouac
Por Guillermo Aguirre González
El auto es una burbuja, un abrigo con elementos que lo hacen parecer un hogar móvil. Hay una intimidad de los seres sentados. Es una habitación para estar sedente y tener muy cerca al otro, tanto que el contacto corporal es inevitable. Facilita mirarse cara a cara e imaginar el resto del cuerpo sin verlo. Esta casa móvil, pequeña o grande, ha moldeado la conducta de Dean Moriarty. Este hombre bisexual “educado en la dura noche de la carretera, (…) había venido al mundo para verlo. Se echaba encima del volante y miraba a ambos lados”. La ausencia de su madre y la irresponsabilidad de su padre vagabundo, le hicieron tomar un gusto extremo por los productos de consumo masivo más inmediatos, el sexo, el auto y los narcóticos. La pobreza en medio de la abundancia, lo obligó a satisfacer sus gustos con el simple tomar. Meterse en el auto propiedad de otro y usarlo hasta el límite de la capacidad, era para él llevar a la práctica la máxima siguiente: las cosas no son del dueño sino de quien las necesita. Dean no lo concebía como robo. Pero la policía sí. Por eso, estuvo siete años recluido en un reformatorio.
 
La calle, la carretera y los aparcaderos, le hicieron un experto automovilista y le sacaba a esas máquinas doscientos kilómetros por hora. Ahí, además de otras adicciones, se hacía adicto al vértigo de la velocidad y a la trashumancia. La condición moderna caracteriza un nomadismo de nuevo tipo. El nómada arcaico tenía su mirada pegada a la tierra, fue un ser territorializado. El nómada o trashumante moderno surca el espacio y alza la mirada al cielo y no ve luces adheridas a un plano; ve esferas luminosas que flotan por la gravitación universal de Newton. El automovilista nómade se maravilla de la tierra y sus accidentes, los paisajes y los seres vivos que la habitan, de los astros del cielo. Cree que ha venido al mundo para verlo y hacer lo que se le antoje. Ese mundo le ha mostrado la guerra espantosa y le ha dejado exhausto, incrédulo, nihilista. Espera “que llegue la destrucción al mundo de la “historia” y el apocalipsis vuelva una vez más como tantas veces antes…” y devuelva el ser humano a la pasividad tranquila del mundo de la Sagrada Lhasa.
 
La historia ha conducido a la lucha por el poder y deja los campos cubiertos de sangre y cadáveres, eso es la civilización que debe pensarse como la gran tristeza, la gran pobreza, la gran decepción. Los indígenas del norte de Méjico que bajaban a la carretera seducidos por la civilización no conocían la trampa intrínseca en su seno; desconocían que ella, producto de su historia y su misma lógica había construido “una bomba capaz de destruir todos nuestros puentes y carreteras y reducirlos a polvo”. El ser humano, luego de la hecatombe atómica volvería a la inocencia indígena, como la de esos indígenas que salían a ver el ruidoso Ford 38 de Dean y sus amigos trashumantes.
 
El tiempo tratado como lo hace Proust, debe ser un dios, porque se puede vivir para buscarlo. El tiempo es un dios porque él mismo nos saca y nos entra cuando quiere. Cuando quiere convoca el apocalipsis y hace que la humanidad vuelva a empezar para hacer la historia y volver a destruirla. El dios tiempo debe agradarse con el viaje y el vértigo de la carretera; con el mirarlo todo y maravillarse por todo. En la carretera los colores se ven más, los olores son geográficos, las gentes hermosas en su ser local. Todo este éxtasis existe por los tres consumos, el sexo, el auto y los narcóticos.
El sexo libre es el recurso de la sociedad de masas descreídas, devenidas en opulentas y dispuestas a romper el tabú. El auto es el sostén que salva el tedio del sedentario y los narcóticos señalan la alteridad. El estado alterado obliga a crear mundos alternos para ser habitados igual que todo lo humano.
 
En el camino de Jackes Kerouac, se ve el estado mental y social del segmento de la sociedad que está obligado a darle sentido a la vida luego de su agotamiento. La juventud norteamericana de la posguerra acusó a la historia y al tiempo de la crisis de humanidad. Los jóvenes norteamericanos de la década 1945 – 1955, pusieron sobre las mentes de los seres humanos del mundo, la necesidad de luchar contra la guerra; no con las armas de la guerra, sino con la pasividad.
 

 Caminar hasta “El idiota rabioso”
Por Guillermo Aguirre González
Éxtasis por vivir. Estar bajo las estrellas, sobre la llanura, conversar, hablar mucho hasta el amanecer, produce en los personajes de Kerouac un gozo relacionado con el ser joven. Son jóvenes de la segunda posguerra con una concepción del mundo salvadora. Se sienten y se creen puros, angelicales y santos. Si fuman marihuana, consumen morfina y hacen el sexo desenfrenado, son actitudes o atributos de seres divinos. Basta con manifestar estar llenos de un inmenso amor por los seres humanos, los seres vivos y l naturaleza, para creerse justos, perfectos y dignos de consideración.

Esos personajes de Kerouac se meten en la cabeza la geografía del país y la recorren con ese artefacto de la modernidad madura llamado automotor. Este reemplaza el caballo y el caballero, por el automóvil y el automovilista. La inmensidad del país estruja la mente y hace que la andanza sea quijotesca. Y efectivamente Kerouac, pone a Salvatore (y su grupo) a recorrer el país y narra la aventura con la estructura del Quijote de Cervantes. Primera salida, vuelta a casa, segunda salida, etc.

Los beatos, los “beat”, los santos, viven una vida en la que todo existe porque así debe ser. La naturaleza y la sociedad marchan como debieran y esa es la voluntad de dios. La vida se debe disfrutar al máximo sin preocupaciones, ni por el pasado ni por el futuro. Si una vez se preocuparon por la cultura griega, por la filosofía nietzcheana, antes de emprender la trashumancia, luego, con el sabor del viaje y la aventura, dicen: “ahora nadie puede decirnos que Dios no existe. Hemos pasado por todo (…) todo es maravilloso, Dios existe, conocemos el tiempo. Todo ha sido mal formulado de los griegos para acá. No se consigue nada con la geometría y los sistemas de pensamiento de geométricos.” Todo se reduce a la penetración sexual.

No se tiene un sistema de pensamiento relacionado con la cultura de la humanidad pero si un sistema, como contenido mental, en el que se acepta la conversión del ser humano en valor monetario, aunque los “hipster de pelo largo”, parecen renunciar a la riqueza y vivir como andrajosos. La sociedad opulenta norteamericana de la posguerra, permite que al margen del orden, de la pulcritud, exista el underground trashumante y mantenga la vida con el excedente de la sociedad. En California los camiones cargados de uva, dejan caer los excesos de carga y los autostopistas se alimentan de ellos. En el camino de doce mil kilómetros, siempre resuelven la manutención con la bondad admirativa de los habitantes de los pueblos por los que pasan.

Carretera, viaje, sexo, licor, marihuana, drogas y fiesta. Inmanencia pura. Esta forma de existir a la que llegó la juventud y los veteranos de guerra en los años cuarenta y cincuenta en Norteamérica, permitió a un biólogo preocuparse por la procreación de los ciudadanos de su nación. “Comportamiento sexual de los hombres” se llamó su investigación sobre las costumbres y prácticas sobre el tema. Empleó la encuesta y la entrevista para recabar información. La obra del biólogo Alfred Charles Kinsey, fue un éxito editorial. Esto le animó a una segunda investigación, “Comportamiento sexual de las mujeres”. Fue un éxito editorial aún mayor. Kinsey comprobó que la sociedad norteamericana estaba ávida de información sobre el sexo. Kinsey concluyó que: el trece por ciento de las mujeres habían experimentado algún orgasmo homosexual a partir de la adolescencia; y que el treinta y siete por ciento de los hombres tuvieron alguna vez un orgasmo homosexual desde la adolescencia. Los entrevistados de ambos sexos en su mayoría, manifestaron infidelidad y prácticas sexuales prematrimoniales.

Los resultados del informe Kinsey son sacados de sondeos y deben tomarse como estadísticas sobre muestras de población. Muchos de los amigos de Salvatore Paradise, el narrador de En el camino de Kerouac y del personaje Dean Moriarty, se enorgullecen de haber sido entrevistados por Kinsey; y esto certifica las novedosas conductas de los santos “beat”, merecedoras de observación científica, por famosas. Este globo de comportamientos reivindica el narcoanálisis como una práctica particular de un personaje de la novela, y parodia con burla el sicoanálisis, ciencia que deshoja la personalidad hasta encontrase con la personalidad esencial y originaria: el idiota rabioso. El narcointelectual Bull Lee espera llegar a ella.

viernes, 25 de octubre de 2013

Estudio novela norteamericana. El guardián entre el centeno de J. D. Salinger

La muerte fácil de los inmaduros
Por Guillermo Aguirre González
El guardián entre el centeno es una historia narrada por el joven Holden Caulfield, de edad apropiada para estar en la secundaria. Un primer escenario, se ubica en el colegio de secundaria Pencey de Agerstown, Pensylvania. El colegio tiene un régimen muy norteamericano. La secundaria se cursa con residencia en el mismo colegio. Holden tiene como compañeros de cuarto al donjuan Stradlater y al sucio y mugroso Ackley. Holden está en proceso disciplinario y será expulsado. Ama la lectura por sobre los deberes académicos. Rinde en su deseo de conocer el mundo a su manera, más no en el cumplir el orden y la obligación de la institución; por ello será expulsado del colegio.
 Esta aptitud de Holden, lo potencia ante los demás compañeros y por ella es capaz de considerar a su compañero de habitación una criatura. Sistemáticamente así lo llama; pero el lector puede explicarse el uso de la denominación, por ser Ackley un compañero sin ninguna higiene, o por tener, el propio Holden una concepción del ser humano distinta a la del creyente religioso.
 Considerar a otro como criatura, es considerarlo un producto, un diseñado, un creado por dios. Esto es posible porque Holden se declara ateo, es decir, piensa que los creyentes se sienten criaturas y los ateos creadores. Esta es una reflexión de un ser maduro, con suficiente edad que le permita establecer distancia con la relgión por el tiempo dedicado a la lectura. Pero la edad declarada por Holden en el texi que lo lleva al bar de Bern's, es trece años. Situación que no concuerda con las aventuras de Holden en New York. Vive en la ciudad, la conoce, pero el lenguaje, el manejo de las situaciones, son ingredientes muy adultos para estar en la caracterización de un menor de edad. Se sabe que los jóvenes de las clases altas norteamericanas y europeas, tienen acceso temprano a los bienes de la cultura; por la calidad de la educación y la vida. A los diez o doce años ya se han acercado de manera clara a la filosofía, la historia o la ciencia. Pero ese no es el caso del renegado Holden.
 Se debe tener presente, la voluntad de mentir del joven Caulfield. En general se pone más edad, cuando quiere hacerse vender licor en los bares. En el caso, cuando declara tener trece, lo hace para escandalizar a un taxista que lo transporta; pero según el ambiente y la propuesta de la novela, es necesario adjudicarle al narrador, Holden Caulfield, una edad aproximada a los diesiseis años.
 Sin embargo la intensión de Salinger de mostrar la vida de la ciudad se cumple. Pero más que la vida de la ciudad, este novelista se traza el cometido de leer la sociedad para devolverle a la sociedad la visión de un joven crítico. Cumple uno de los propósitos de la literatura, nutrirse de la sociedad para luego nutrir la sociedad, en un proceso de retroalimentación.
 Lo que devuelve Salinger es una sociedad con seres humanos que recién han salido de la segunda guerra mundial y han salido triunfadores. El síndrome de la victoria cala hasta las raíces de la ética y la moral. El joven pudiente se libera de las ataduras familiares y se decide por la vida independiente. Se quiere beber la ciudad a partir de un diálogo interior de ponderación sobre las cosas y los demás.
 El guardián entre el centeno, es una propuesta de vida para una ciudad (sociedad) triunfante. La sexualidad se relaja, la familia independiza a sus miembros jóvenes, se potencia el éxito económico, se refuerza el individuo y su relación existencial con el medio.
 Para el joven narrador de la historia, autovalorado como intelectual e inteligente, los seres humanos se presentan como pueriles, insulsos, pretensiosos y pedantes. Ante este mundo el joven Holden, vomita y odia la ciudad y sus gentes. Odia el colegio, odia a Nueva York "y todo eso. Los taxis, y los autobuses de la Avenida Madison, con esos conductores que siempre te están gritando...”
 La crítica repetitiva a todo lo de su entorno, la entiende Holden como lo que le produce depresión. Le pasa con regularidad y el lector cree que es permanente, porque le fastidia todo. Afirma salir de la depresión si pudiera irse con una mujer bella a recorrer el país en auto y vivir en una cabaña cerca de un arroyo.
 La independencia que posibilita el automóvil a los jóvenes norteamericanos, tiene las características de una revolución de las costumbres. La intimidad del auto presenta alternativas, para zafarse del control de los padres y adoptar los modelos sociales que presentaba el cine, quien entra a ocupar la mayor parte del tiempo libre.
 El joven Caulfield, quiere dejar la secundaria, e irse en un auto a recorrer el país, porque está harto de todo y todos. Esta condición la presenta Salinger, porque quiere entrar en el sentir y pensar de un joven adolescente y logra mostrar un ser lleno de contradicciones, en angustia permanente. Holden se declara ateo pero invoca a dios, odia el cine pero lo ve, ama el sexo pero rechaza las oportunidades.
 Más allá de la siquis adolescente, se tiene una semblanza social. En la segunda posguerra los norteamericanos se disponen a cambiar, hablan del sexo y de la desigualdad social. La angustia existencial se generaliza y el sicoanálisis se hace una alternativa. El ser humano moderno de la sociedad capitalista profundiza el individualismo y se siente víctima y verdugo a la vez, por eso El guardián entre el centeno recomienda: "lo que distingue al hombre inmaduro es que aspira a morir noblemente por una causa, mientras que el hombre maduro aspira a vivir humildemente por ella". Dos conductas recomendadas: morir tras dejar una huella célebre. Otra: vivir largamente y hacer aportes pequeños al bienestar de la humanidad, de manera imperceptible y anónima.

martes, 16 de julio de 2013

Estudio novela norteamericana. Luz de agosto de William Faulkner

Un diálogo consigo mismo
Por Guillermo Aguirre González
En el final de Luz de agosto, Faulkner redondea la novela. En las cuatro semanas, contadas desde la llegada de Lena a Jefferson, hasta su viaje con Byron, ocurren acontecimientos a los cuales el autor, les hace una genealogía, les rastrea su origen. El aserradero, buscado por Lena, alberga al padre de su hijo. Con él trabajan, Byron y Christmas. Ambos personajes son desarrollados, como principales y sirven para mostrar otros, subsidiarios del cuerpo argumentativo; pero fundamentales. Todos los personajes, principales o no, son expuestos en la intimidad de su yo, y por el carácter de su monólogo, son identificados.
La novela se vuelca toda hacia el interior de los personajes. Es una obra literaria dedicada al yo. El diálogo permanente de los personajes con sigo mismo, el monólogo, muestra como la realidad incide en el sujeto y es elaborada con las palabras. Se hace un mundo personal, un mundo, que por principio, es humano. El mundo humano armado de palabras, ha sido creado por la humanidad para domeñar el afuera; reducir el caos exterior a un cosmos medido y apropiado. Pero ese mundo interno de los personajes de Luz de agosto, es el del ser humano norteamericano; distinto al europeo, al indígena y al africano, los que le, dieron origen.
La segregación, hizo un compartimento estanco, para cada etnia; pero la mezcla fue inevitable. Y todos, afros, indoamericanos, anglosajones y los mestizos, adquirieron una condición cultural, muchas veces sincrética. Un imaginario, un concebir, una concepción del mundo, signada por la relación personal con el dios cristiano. El relato religioso, transmitido la mayoría de veces de forma oral, pero sobre todo a partir del libre acceso al libro, permitió un diálogo con dios a nivel de la conciencia y en cada sujeto, muy cercano al monólogo.
El diálogo con dios es un monólogo, porque se habla con un ser que no está, pero existe dentro del mundo humano, y a cada sujeto, en la sociedad norteamericana, se le ha permitido una relación personal con él. Esta es una de las novedades modernas. El diálogo del sujeto con su dios, se enfrentó a la exclusividad medieval de la jerarquía, para ejercer la comunicación escatológica. El moderno, al menos desde 1530, entra en una teología unipersonal, en la que el sujeto se relaciona directamente con su creador.
La novela registra este suceso y describe el ser interior y obliga, de forma recurrente, en la vida de cada personaje al monólogo interior. El ser humano moderno norteamericano, sintetizado por Faulkner, en Luz de agosto, es un ser dialógico con sigo mismo, aunque tenga unas convicciones comunitarias que le lleven a formar legiones con nombres griegos, para ejecutar acciones paraestatales, e imponer una justicia de supuestos rasgos superiores. Este rasgo es el que identifica el devenir del ser humano occidental.
Se pude sostener la tesis. Luz de agosto es una novela sobre el yo occidental, cruzado por el cristianismo moderno. Hablar con dios es hablar consigo mismo, con esa tecnología creada en el ser humano por el poder. El animal humano trashumante fue obligado a sedentarizarse y a introyectar los códigos de dominación en ese dispositivo íntimo nombrado por el lenguaje como el Yo. El ser humano está en diálogo permanente con él mismo. Los contenidos de este diálogo inmenso están atados a la cotidianidad. La relación con los demás está en permanente ponderación. Los actos se materializan según las reglas nominadas y formadas en grupos que tratan de abarcar los comportamientos posibles.
Los personajes de Luz de agosto actúan y miden la cantidad de bien y de mal que pueden causar a los demás conciudadanos. Esa cantidad la extraen de la Biblia, por lectura propia o por la un tercero: el reverendo pastor. Por eso el juicio de los propios actos o de los demás se mide desde ese diálogo personal con dios. Diálogo que pude llevar a que el interlocutor se apodere de sí mismo y se llegue a afirmar: “dios habla por mi boca y castiga con mi brazo”.
Los personajes de la novela según su diálogo o su monólogo se muestran fanáticos, culpables, cautos, castigadores, contempladores, desafiantes, omnipotentes, predestinados y azarosos, puestos sobre la tierra.

Luz de agosto. Memoria larga y profunda
Por Guillermo Aguirre González
Lo humano es un invento de los seres humanos para darle coherencia a la existencia. Ha sido necesaria esa autovaloración. Lo humano se ha dotado de contenidos como el recuerdo, la memoria, la experiencia; contenidos encapsulados en los constructos de la cultura: la religión, el arte, la magia, la ciencia y la política. Esa autovaloración humana transmitida a las generaciones nuevas, evita, inicialmente, la destrucción entre iguales. Por eso los iguales han construido un concepto de ser humano reducido a sus propios códigos culturales. Los demás seres, vecinos o distantes, no son humanos o les falta humanidad. Diría el grupo de iguales: nosotros somos los que hablamos bien, pensamos correctamente, nuestros dioses son los únicos verdaderos, nuestra tierra es la mejor, todos nosotros somos el centro del mundo, los demás son bárbaros y esclavisables.
Esta convicción ha trasegado por todos los tiempos de la historia, desde el neantropo de las llanuras, hasta el homosapiens del cantábrico. Y la encuentra William Faulkner en la sociedad norteamericana, a pesar de la adopción de la república y la democracia con su filosofía política sobre la igualdad genérica. Faulkner lee la sociedad de su entorno, la concibe y la lleva a la literatura; pareciera responder a la pregunta ¿Qué hace actuar a los seres humanos que conozco, de tal manera? Parte de ese contenido asombroso del ser humano llamado memoria. Los personajes de Luz de agosto hablan y actúan desde la memoria organizada como religión.
Cuando Faulkner dice que “La memoria cree antes de que el conocimiento recuerde. Cree mucho más tiempo que recuerda, mucho más tiempo del que tarda el conocimiento en preguntarse”; cuando dice: “Acaso era el conocimiento que da la memoria, el conocimiento que comienza a recordar”; “Y la memoria sabe esto; veinte años después, la memoria cree todavía Fue aquel día cuando me hice un hombre”; “Fue muchos años después cuando la memoria supo aquello que él recordaba”; “y la aceptación vino a reemplazar al conocimiento y a la memoria”; “Lo sabré dentro de un minuto. Ya he comido esto en alguna parte. Dentro de un minuto lo sabré una memoria en marcha que sabe”; «Sí, habría vuelto la grupa. Habría huido hacia el lado opuesto. Lejos de la memoria, lejos del conocimiento de los hombres. Sí, creo que habría huido para siempre».
Cuando Faulkner hace estas afirmaciones en su voz omnisciente o en la de los personajes, ata la memoria al conocimiento y le da predominio a la primera. Se muestra en Luz de agosto una sociedad comunitaria dirigida por pastores (sacerdotes) inspirados en la Biblia, en la memoria religiosa dosificada y reducida a los actos humanos. Cada acto tiene su regulación mística y está en la memoria del predicador que la trae en el momento del suceso.
La sociedad norteamericana que conoce Faulkner está centrada en la supremacía de los blancos anglosajones y su religión cristiana. Para ellos los demás son seres inferiores y tienen la huella de la esclavitud y por principio son culpables de los males de la humanidad, concebida como la humanidad de los blancos. Ante el crimen de Joana Burden, el sheriff dice a un alguacil, Tráeme un negro para culparlo. Y negro no es solo el indígena o el afrodescendiente. Lo es el pelinegro y todos los mestizos.
El autor está centrado en mostrar el comportamiento de los seres humanos, por eso habla de la memoria de la supremacía blanca, como de la memoria del negro o del mestizo. La universalidad de la memoria y la relación con el conocimiento deja la certeza de un pensamiento profundo del fenómeno. La memoria es más larga, más profunda que el conocimiento; porque el conocimiento es memoria organizada, depurada con el útil de la lógica.
En la Norteamérica de Faulkner los grupos sociales, dominantes y excluidos tienen el mundo híbrido; por la memoria creen, conocen, recuerdan, huelen, ven, tocan y se violentan. El conocimiento se despliega en un contenido fundamental, en el canto, en la música de la oblación, de la ofrenda. El pastor retirado que lee incesante… “Al escuchar esa música, le parece percibir la apoteosis de su propia historia, de su propio país, de su propia sangre, de aquellas gentes de las que él ha salido y entre las cuales vive y que nunca pueden gozar de un placer o sufrir por una catástrofe, ni evitarlos tampoco, sin comenzar a discutir sobre ellos. Placer, éxtasis: esas gentes parecen incapaces de soportarlos. Y para evadirse de ellos solo conocen la violencia, la embriaguez, las batallas, la oración”.

 
Obsesión y monomanía
Por Guillermo Aguirre González
¡Ya está! ¡Ya lo hice! ¡Les había dicho que lo haría! Con estas palabras autoreferidas, Joe McEachern vuelve a ser Christmas. Golpeó con una silla de madera a su padre adoptivo y lo dejó en el piso, ensangrentado e inconsciente. El despotismo del padre había creado en el hijo un rencor vengativo dispuesto a aflorar en cualquier incidente de confrontación. Crhistmas desde el orfelinato fue sujeto de dominación por la discriminación racial. En su vida de hijo adoptivo, el padre lo discrimina por no ser capaz de memorizar el catecismo y por dejarse llevar por los sentidos. Esa dominación capacitó a Crhistmas para el parricidio, tras los golpes del padre sobre su carne.

La introspección por la discriminación y la culpa, ejercida por la familia, es dejada de lado por la época de la primera virilidad. El licor, el sexo y la fiesta, fueron un mundo revelado por la pequeña ciudad cerca de su residencia campesina. Les entregó todo; pero la inocencia de Crhistmas respecto a los agentes expertos que le ofertaron licor, sexo y fiesta, hace que ellos le saquen sangre para ver las huellas de su africanidad en el fluido y porque el presunto parricidio del muchacho, les tumbó el negocio y los obligó a huir.
 
La camarera, y sus administradores, desprecian la decisión de Crhistmas de casarse con ella y le dicen que no pueden irse con un perseguido por la policía, porque ha matado un hombre. Y peor, a su padre, y más grave aún por tener sangre negra, elemento que lo hace culpable a ultranza, por estar en una sociedad racista.
 
Crhistmas, golpeado, en su cuerpo y sus sentidos se posa en la calle y “la calle pasó a través de los estados de Oklahoma y de Missouri, descendió hacia el sur, hasta Méjico, y luego subió de nuevo al norte, a Chicago y a Dretoit, antes de descender una vez más y detenerse al fin en el estado de Mississipi. La calle tuvo una longitud de quince años”, y se detuvo con un Crhistmas de treinta y cinco años de edad, en la casa de una mujer blanca, negrófila, ni vieja ni joven, para luego matarla.
 
Los dos crímenes, se clavan en la conciencia, como dos lanzas impulsadas desde el cielo. Ambas muertes se han meditado y por ser ejecutadas en los cuerpos de sus protectores, se convierten en parricidios. Faulkner lo hace así, sin manifestarlo expresamente. La novela debe explicar la causa de la muerte de la mujer, ni joven ni vieja, la señora Burden. Y la motivación se haya mediado un ejercicio de analepsis, para mostrar el parricidio cometido por Joe McEachern, alias Crhistmas.
 
El parricidio cometido por un negro, en el “sur profundo” de la Norteamérica de principios del siglo XIX, es un crimen explicado por los códigos y símbolos sociales de un sociedad religiosa y petrificada. Y así como se explicó en 1840 las causas del parricidio de Pierrer Riviére, por herencia y tradición, se mantienen las mismas explicaciones, en 1940. Riviére lo hizo por monomanía y Crhistmas por obsesión. El diagnóstico de monomanía en la persona de Riviére lo estableció Dominique Esquirol, desde la insipiente medicina de la mente, de principios del siglo XX. Este caso de parricidio fue estudiado por Michel Foucault, dentro de sus investigaciones sobre la relación entre los regímenes penitenciarios y las formas jurídicas. Entre los documentos se trae un debate signado en la prensa de la época. La identificación de Pierre Riviére como enajenado mental en el momento del crimen, hace que se le cambie la pena de muerte por cadena perpetua, porque es posible su resocialización y reeducación, con un tratamiento penal basado en el trabajo y la disciplina como se hace en Pennsilvania (Norteamérica).
 
Crhistmas es diagnosticado por su creador, por Faulkner. Este parricida, meditó el crimen, como legítima defensa. -Otra vez que vuelva a violentarme le mataré- Era su convicción. Desde niño blindó su yo contra el exterior. La acusación de tener sangre negra y de ser un infiltrado en la sociedad de blancos, centró su pensamiento en la defensa; por eso la imposición de McEachern, su padre adoptivo, de un dios castigador, la puso en la balanza de su yo y la transformó en la idea de un dios permisivo. El licor, el sexo y la fiesta, son un don, no un pecado, y si McEachern le castiga por hacerlo, cometerá parricidio. Esta es la obsesión de Crhistmas.

Tente en el aire
Por Guillermo Aguirre González
Mestizo mulato es una categoría dentro de la taxonomía de la dominación detenida en la raza. La imagen de ser humano se ha atado al color de la piel. Ser humano para el etnocentrismo del mundo occidental, es ser de piel blanca, es tener la verdad, la razón y el derecho de dominación sobre los otros colores de piel y las mezclas. Esta vocación de nuestra cultura americana, al menos desde la llegada de los europeos, ha creado una conciencia de inferioridad. Las revoluciones políticas que instauraron las repúblicas democráticas, hechas en nombre de la igualdad y la libertad, no lograron extirpar el racismo, ni la mala conciencia de los mestizos.
Christmas, desde niño sufrió la exclusión social por su condición étnica; pero en una situación especial. Su piel blanca confundió a todos. Solo quienes conocían su origen mestizo proclamaron su negritud e hicieron que la sociedad lo tratara con la misma actitud con que se trataba a los negros en la Norteamérica de las primeras décadas del siglo XX. Este caso especial lo trata Faulkner, para caracterizar el personaje. Christmas es recibido como blanco en todas partes porque ese es su aspecto; pero luego, por efecto de la habladuría, se le saca su ancestro y las gentes cambian de actitud, lo discriminan y lo violentan. Esta argucia de Faulkner, va dirigida a conformar el mundo mental de Christmas, es decir, la mala conciencia del mestizo segregado.
La argucia de Faulkner, tiene toda la pertinencia. El etnocentrismo de los colonizadores de América, estableció una taxonomía social por el color de la piel y por el grado de mezcla de las etnias. Los españoles en Suramérica nombraron el caso equivalente al de Christmas, con el concepto de “Ñapangos”. Una ñapanga o un ñapango fueron seres humanos iguales en el color de la piel a los colonizadores, pero la genealogía escrupulosa, del Estado español en América, decretaba que esos mestizos tenían una ñapa o residuo o añadido de otra sangre distinta. Otros casos extremos, en los que el ojo no detectaba rasgos de la mezcla, el poder decía que ese hombre o mujer es un “tente en el aire”, algo tiene que lo hace desigual.
 La mentalidad de Christmas, se moldea con la actitud de su padre adoptivo. Es la del dulce tirano, amable verdugo, castigador convencido, de ser poseedor de la razón del cristianismo fundamental. El padre adoptivo se acercaba a Christmas, para moldearlo con “su voz (que) no era hostil. No tenía nada de humano ni de personal. Era simplemente fría, implacable, como las palabras escritas o impresas”. El señor McEachern debía introyectar el catecismo presbiteriano en la mente del niño rebautizado como Joe Eachern. Los azotes eran el vehículo que combinaban la sangre y la letra para hacer la voluntad del señor.
El mundo de Christmas, tomó la vía de la introyección, de un monólogo permanente. El mundo exterior debía ser ponderado por sus códigos y símbolos. Los actos de los otros relacionados con él, se daban porque los otros le observaban, le pensaban, le asediaba, y de eso solo podía esperar controles, estigmas y coacciones. La actitud no podía ser otra; debía ser tan frío e implacable como el látigo o como el filo de una navaja de afeitar.

 

 

Whisky, depresión y racismo
Por Guillermo Aguirre González
Depresión económica, producción ilegal de whisky, Ku klux Klan, son tres dramas que enmarcan, el de una joven mujer embrazada, viajera pedestre de Alabama a una población de Misuri, llamada Jefferson, en busca del padre de su hijo.
El trabajo de aserradero, duro para cuerpos duros, hace del whisky ilegal un atractivo. El dinero llega con rapidez y hace de los involucrados unos seres transgresores de las costumbres, centradas en un cristianismo vigilante. La paga en el aserradero es deprimida y se materializa y se hace visible en la vivienda de las familias de los trabajadores. Casuchas construidas con madera sobrante y cortezas deleznables. Igual en la estación del aserradero donde la muchacha llamada Lena es preñada, como en Jefferson.
En esta pequeña ciudad, con parque central, barrios bajos y hoteles, se desarrolla la historia. Ciudad sureña. Los habitantes conservan el odio a los yanquis vencedores de la guerra de secesión; y una mujer del norte que se metió a vivir entre ellos la acusan de negrofílica y de relacionarse sexualmente con los afrodescedndientes. Por auxiliar a los negros recibe visitas de blancos encapuchados y es advertida y amenazada. El Ku klux Klan, como se llaman los encapuchados, expresan las convicciones sociales de los habitantes. Un pastor, casado con una joven mujer, tiene una sirvienta negra. El pastor, desatiende a su mujer y esta se ve obligada a viajar a otra ciudad para satisfacer sus necesidades sexuales. Las damas y los señores poseedores del sentir social de Jefferson, concluyen que el pastor no toma a su mujer porque se satisface con la cocinera negra. La mujer se suicida y el pastor es obligado a dejar la iglesia y recibe la visita del Ku klux Klan. Es evidente la relación entre las damas y los señores con los encapuchados. El autor de Luz de agosto, dice que el pastor tiene la oportunidad de denunciar la coacción ante la policía, ante el Estado; pero el pastor decide quedarse callado e inactivo. Se lee en esos actos, el desconocimiento, de las damas y señores de Jefferson de la imparcialidad del Estado. Pero a renglón seguido Faulkner identifica y describe al sheriff Kennedy, como racista y defensor del grupo social, sensor de Jefferson y le adjudica las persecuciones de dos formas, una con el uniforme del Estado y otra con la capucha y la cruz.
Los primeros capítulos de Luz de agosto describen y plantean una crítica a la sociedad norteamericana. La doble moral es evidente; pero es difícil mostrarla. Faulkner lo hace a través de los actos humanos desplegados en la convivencia cotidiana. Los cristianos alaban la comunidad, de ellos y para ellos, y repudian lo externo, los negros y la sexualidad no reglamentada. Por eso La mujer joven embarazada busca por dos estados a su pareja para que la reivindique socialmente.
Los actores de la historia encarnan esos hechos con un recurso parmente a la introspección. Piensan y actúan y vuelven a pensar. Yo pienso que debe ser así, aunque se actue de manera distinta -dicen-. Dualidad, bifurcación de la persona, dualidad del Estado. Los personajes son auténticos y viven llevados por los acontecimientos: Byron, Lena, Chirstiam, Brown, el pastor, son seres tranquilos y sus actos hacen que el lector acuse el orden político; acuse a la sociedad tradicional y vea en la sexualidad de Lena, en el contrabando de alcohol y en la vida del pastor, la bondad humana, a pesar de ser proscritos por las damas y los caballeros de extrema derecha.