Amanecer en Llano de
Ovejas. Óleo de Jaime Carmona 1992
En la década de los
noventa, hicimos el libro Bello Patrimonio Cultural. Lo llevé a la biblioteca
de la universidad Autónoma Latinoamericana y el director luego de mirarlo me
dijo: Bello parece una pequeña Suiza. Me expliqué esta apreciación por la
primacía del color verde en el apartado dedicado a las veredas del municipio.
Sabemos que de los 142 kilómetros cuadrados, área total del territorio, solo en
19 está la zona urbana; el resto es zona rural mayoritariamente ubicada en la
meseta norte de Antioquia. Pero ese territorio no es una planicie llana, es
ondulado y surcado por innumerables fuentes de agua que alimentan las quebradas
típicas de Bello. Entre las ondulaciones están los hatos, las sementeras, los
cultivos más o menos extensivos y el hábitat de los campesinos bellanitas.
Allí nacen las
quebradas típicas, porque descienden al valle de Aburrá, entran al río Medellín
y crean el territorio del municipio, estructuran el territorio, tipifican la
geografía. Se puede decir que los otrora habitantes coloniales del Hatoviejo le
dieron nombre a esas quebradas porque al nombrarlas las hacían suyas y les
daban identidad. La conquista y poblamiento de la zona rural se hizo remontando
las cuencas de las quebradas hacia el altiplano por el sector occidental y
norte. Y por el oriente hacía Arví.
Los sectores rurales
de Bello tienen una fuente de agua que identifica y caracteriza, tanto la
geografía como las gentes y sus producciones. La quebrada La Madera, es el
límite entre Bello y Medellín, su nombre se tomó de la actividad económica
ancestral: por su cauce se bajaba madera para la construcción en el Hatoviejo y
Medellín. En el nacimiento de la quebrada La Madera hoy encontramos la vereda
el Carmelo con fincas de recreo y sectores que producen hortalizas y frutas de
tierra fría.
Entre La Madera y la
quebrada de los Escobares, límite de Bello con el municipio de Copacabana se
ubica la cuenca de la quebrada La Loca en cuyo nacimiento está la vereda la
Palma, tierra ganadera. La cuenca de la quebrada del Hato, alma líquida del
municipio, origina en su nacimiento la vereda Sabanalarga y el sector sede del
corregimiento de San Félix; produce ganado hortalizas y desde hace algunos años
ha adquirido la vocación de zona de recreo. La quebrada La García y su sus
numerosos afluentes (El Barro, La Gallinaza, La Porquera, La Chachafruto),
hacen unas cuencas estriadas con todas las producciones agrícolas de tierra
fría, porcinos, aves de corral y una importante vocación de cría de ganado
lechero, hasta llegar a ser destino turístico bajo el slogan de “Vía láctea”.
La mirada de los
habitantes de Bello y sus visitantes, se choca al norte con la imponencia del
Cerro Quitasol. Es un cerro con una sola vertiente, pues tras de su cúspide
está la meseta norte Antioquia y la vereda Cerezales, zona rizada propia para
el cultivo de papa y ganado lechero. Esa zona cobija las cuencas de las
quebradas la Señorita, Los Seminaristas, Quebrada Seca y la anteriormente
nombrada de Los Escobares.
El oriente de Bello
tiene las cuencas de la Quebrada Negra (Seca ó Vélez), límites con Medellín y la
de Quebrada de Rodas, límite con Copacabana. Ambas quebradas cobijan la vereda
Granizal que entre producciones agrícolas, alberga la planta de Tratamiento de
agua Manantiales. Por este sector se gana el parque Arví, frío y ancestral.
La zona rural de
Bello invoca la belleza y llevada a la fotografía le hizo ver al director de la
Biblioteca de la Universidad Autónoma Latinoamericana en 1994, una pequeña
Suiza, pero es el Bello verde, el rizoma, las estrías de gea, las aguas abundantes
de la geografía rural, el ganado que pasta, las producciones. Las gentes de la
zona rural de Bello, son pocas en comparación con los habitantes urbanos, pero
son fundamentales, en sus manos está el cuidado del verde y el agua que nos
quedan.
Habitar un
territorio, es no solo pasar el día o la noche bajo su abrigo, es amarlo en sus
elementos constitutivos. El territorio tiene además de la tierra, agua, aire,
fauna, minerales, vegetales y el componente humano. La identidad con el
territorio está en amar su complejidad. Pero ese amor terrenal está mediado por
la construcción simbólica en la memoria, hecha sobre esos elementos. Así, de
manera simple damos un concepto de lo que es el patrimonio cultural. Basta que
una comunidad ame sus ríos y montañas, la arquitectura, el lenguaje y las
artes, los signifique como parte de su ser, para poder decir: ese es el
patrimonio cultural material e inmaterial de la ciudad.
La descripción
anterior se debe conectar con el deber ser del patrimonio cultural olvidado, el
ambiental. Olvidado por su indefinición. La legislación colombiana deja a
iniciativa de los entes territoriales y locales, el inventario y la
declaratoria. Y es la comunidad organizada quien debe hacerse oír y decirle a
los gobernantes de turno que el paisaje, los ríos, las montañas, el aire, son
bienes culturales dignos de ser valorados como patrimonio de los bellanitas.
El POT de Bello
(Plan de Ordenamiento Territorial), habla de bienes patrimoniales de carácter
natural y entre ellos se mete el cerro Quitasol, la Represa
La García o de Fabricato, el Salto quebrada el Hato o “Chorroelhato”, El Charco
Verde, el Camino Antioqueño, el Camino a
Corrales, los sitios con interés arqueológico, ubicados en la Serranía de Las
Baldías, la Cuchilla del Yolombo, la vereda Cerezales (Alto de Sepultura y
Canelón de La Mata), el Cerro Quitasol, el Alto de Medina. Estos
son bienes mínimos en número con respecto al reconocimiento que tiene el pueblo
bellanita de su entorno medioambiental. Y se dice mínimos porque se deben
incluir las cuencas y el paisaje verde.
El patrimonio cultural ambiental se colige del texto
del decreto 2941 del 2009. Esta legislación regula el Patrimonio Cultural
Inmaterial de Colombia. Dice que dentro de él se incluyen: lenguas y tradición oral; organización social, conocimiento tradicional
sobre la naturaleza y el universo; medicina tradicional; producción
tradicional;
Artes populares de recreación, músicas, danzas,
literatura, audiovisuales y plásticas; fiestas; eventos
religiosos tradicionales de carácter colectivo; conocimientos
y técnicas tradicionales asociadas al hábitat.; cultura culinaria; y patrimonio
cultural inmaterial asociado a los espacios culturales.
Dentro de esta lista hay varios contenidos que involucran el Patrimonio
Cultural Ambiental. Cuando se señala el conocimiento tradicional sobre la
naturaleza y el universo, se dice que la base de ese conocimiento es el
territorio compuesto de agua, tierra, aire, flora y fauna. Cuando se indica la
medicina tradicional, incluye la botánica. La producción agropecuaria,
forestal, pesquera y la recolección solo son posibles con la preservación del
Patrimonio Cultural Ambiental. Cuando se manda incluir las fiestas religiosas y
los ejercicios lúdicos de la comunidad, excepto los actos de violencia contra
los animales, se colige el patrimonio ambiental.
El concepto de Patrimonio Cultural Ambiental, como puede verse no tiene
una identidad dentro de la legislación y dentro del globo de lo que conocemos
como Patrimonio Cultural. Pero la base del Patrimonio Cultural Inmaterial, son
el agua, la tierra, el aire, la flora y la fauna, es decir el medio ambiente.
Los ciudadanos de Bello, organizados como comunidad, los entes
administrativos y las organizaciones no gubernamentales, tenemos una tarea de
obligado cumplimiento: levantar la Lista Representativa del Patrimonio Cultural
Inmaterial y dotar el municipio de sendos planes de manejo y protección del
medio ambiente, como lo manda la ley y especialmente el Plan de Ordenamiento
Territorial.
Estas notas fueron
publicadas en dos partes, pero hoy se recuperan y se unen para llamar la
atención sobre una práctica que se exige y se debe imponer: los habitantes
urbanos tienen el deber de frenar el consumo desenfrenado y la mejor manera de
coadyuvar al cumplimiento de ese deber es traerles a la conciencia la
existencia del Patrimonio Cultural Ambiental para que se visite, respete,
preserve, salve, se ame y se transite con responsabilidad.
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