Voceadores de Débora Arango (detalle). Acuarela de 1937
La práctica de
imponer por la fuerza de las armas, por la violencia, el comunismo a la
sociedad colombiana, creó un anticomunismo tácito, que aflora en momentos
coyunturales de la actividad política. Hoy, ante el acontecimiento de la conversión
de la guerrilla más grande en partido político, se expresa el miedo al
comunismo y se escuchan manifestaciones de congresistas dedicados a estudiar la
teoría y la práctica de ese ideario, con la intención de impedir su llegada a
Colombia.
Esta actitud está
relacionada con la reinvención de un enemigo muerto en 1989 por la implosión
del régimen soviético. Hoy el enemigo de la burguesía capitalista es el
fundamentalismo religioso expresado en el terrorismo indiscriminado y no el
comunismo. Si en Colombia se quiere revivir el miedo al comunismo, es más por
una táctica política que quiere explotar los miedos de la gente; pero no por
una comprensión inteligente del devenir histórico.
Los partidos
políticos, que tienen en sus propuestas y agendas, la democratización de la
riqueza, la modernización de las costumbres políticas, la creación de
ciudadanos participativos – deliberantes, la erradicación de la corrupción, no
lo pueden hacer desde una inspiración comunista, porque su vigencia lo fue
desde 1848 (publicación del manifiesto comunista), hasta 1989. El edificio
teórico práctico de la propuesta comunista, conquistó la imaginación política
del planeta por ciento cincuenta años. La filosofía del materialismo
dialéctico, atada al materialismo histórico, se creó para presentar una
alternativa de orden social distinto al orden del capitalismo burgués, el mismo
que se inspiró en la filosofía liberal y terminó instituyendo una violencia
legal.
La vigencia debe
entenderse en perspectiva histórica. El concepto de vigencia no está aquí
igualado a la idea de error. Ni el comunismo es un error, ni el liberalismo es
una equivocación. Ambas propuestas de orden social tienen su justificación histórica
y su tiempo. La edad moderna, expuesta en su posibilidad a mediados del siglo
XVII, le impuso a la humanidad la tarea de construir un mundo para hacer feliz
la vida sobre la tierra. Esta territorialización del bienestar, le quitó a los
credos religiosos la promesa de felicidad después de la muerte, y la puso sobre
la superficie de la tierra. Crease lo que se crea; pero el orden social moderno
adopta una lógica de vivir bien en la existencia terrenal, en el mundo.
El camino para
materializar esos cometidos modernos, se llenó de revoluciones crueles y necesarias,
dirigidas a quitar los obstáculos, entre ellos, las monarquías absolutas, el
cesarismo napoleónico y el anarquismo. Como consecuencia de estos procesos
históricos se enarboló, el liberalismo, signo de la libertad individual, de la
libertad económica y de la deliberación, para hacer un régimen conveniente. El
liberalismo adoptó la república democrática de factura grecorromana, como el
régimen más apropiado a las actitudes y aspiraciones socioeconómicas modernas.
El liberalismo, une
las teorías políticas de John Locke, Rousseau y Montesquieu, con el pensamiento
económico de Adams Smith y David Ricardo. John Stuart Mill, hace la fusión
lógica y le da estatuto epistémico. Jeremías Bentham traza la conducta y el
comportamiento del ser liberal. El ser humano debe dejar que la naturaleza obre
y evitar intervenir el orden natural. La naturaleza ha hecho al humano como
individuos distintos y por tanto desiguales. La riqueza fluye como oferta según
la demanda y toda intervención es una violación a este orden natural. El
objetivo de la vida humana es ser feliz y por eso la legislación dentro de la
república democrática debe construirse para hacer humanos felices. El sentido
de la vida es la búsqueda de la felicidad y la lucha contra el displacer. Este orden
de práctica y pensamiento, produjo la acumulación de la riqueza en pocas manos
en una sociedad con profunda desigualdad en todos los sentidos.
Se levanta, casi al
mismo tiempo, el diseño de una forma distinta de concebir la edad moderna. Es
la propuesta comunista. Los socialistas utópicos fueron la puerta de entrada,
para que Carlos Marx, pertrechado con una dialéctica materialista, levantara
una estructura teórica, política y filosófica, anclada en la historia de la vida
económica de la humanidad. Se aplica la dialéctica materialista a la historia
humana, para producir un materialismo histórico, por el cual se concibe al ser
humano como producto de la lucha de las clases sociales o lucha por el acceso a
los recursos económicos. Cada periodo de la historia tiene su identidad de
acuerdo con el estado de la lucha y los conflictos son el ámbito en el que se
fragua un nuevo orden. La conducta política de los partidos comunistas
inspirados en el marxismo, parte de trazarse la tarea de organizar la clase
social del proletariado, para que asuma el poder como consecuencia de la
revolución comunista, empleando todos los medios de lucha entre ellos la
violencia. Este proceso se justifica porque está inspirado en el materialismo
histórico concebido como una ciencia que obliga a cumplir sus leyes
insoslayables e inevitables.
El comunismo en
Colombia desde su aparición, a principios del siglo XX, fue practicado por
sectores sociales que han asumido dogmáticamente las ideas. Unos y otros han
dejado de lado las prácticas violentas o las han adoptado hasta el punto de
declararle la guerra al Estado: por eso originaron el movimiento guerrillero,
desde 1950. La historia del comunismo en Colombia es una historia de desunión,
lucha de intereses, persecuciones internas y culto de la personalidad de
líderes iluminados. Esas prácticas ocasionaron un desgaste nacional, el mismo
que inmerso en la crisis internacional de la opción comunista, ha generado en
la actualidad un descreimiento.
Ni el liberalismo,
ni el comunismo tienen vigencia en la Colombia que debe construirse a partir
del presente. La coyuntura política obliga a una utopía, ni liberal, ni
comunista. La utopía ahora debe ser por una sociedad deliberante. Crear un
acuerdo nacional para ponerle tope a la acumulación insaciable de riqueza en
pocas manos; ponerle fin a la violencia política y quitarle su fuente nutricia:
la corrupción.
El nuevo partido
resultante del acuerdo de paz con la guerrilla y las coaliciones que haga con
otros partidos o movimientos, no pueden tener como agenda política impulsar en
Colombia un régimen comunista, por inviabilidad histórica, porque sería un
anacronismo, porque comunismo sin violencia no puede ser. Si la violencia
política la ha dejado atrás la guerrilla más grande, es signo que llama a la deliberación
y a un acuerdo nacional sobre el futuro.
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