jueves, 29 de junio de 2017

Una utopía, ni liberal, ni comunista

Voceadores de Débora Arango (detalle). Acuarela de 1937
La práctica de imponer por la fuerza de las armas, por la violencia, el comunismo a la sociedad colombiana, creó un anticomunismo tácito, que aflora en momentos coyunturales de la actividad política. Hoy, ante el acontecimiento de la conversión de la guerrilla más grande en partido político, se expresa el miedo al comunismo y se escuchan manifestaciones de congresistas dedicados a estudiar la teoría y la práctica de ese ideario, con la intención de impedir su llegada a Colombia.

Esta actitud está relacionada con la reinvención de un enemigo muerto en 1989 por la implosión del régimen soviético. Hoy el enemigo de la burguesía capitalista es el fundamentalismo religioso expresado en el terrorismo indiscriminado y no el comunismo. Si en Colombia se quiere revivir el miedo al comunismo, es más por una táctica política que quiere explotar los miedos de la gente; pero no por una comprensión inteligente del devenir histórico.

Los partidos políticos, que tienen en sus propuestas y agendas, la democratización de la riqueza, la modernización de las costumbres políticas, la creación de ciudadanos participativos – deliberantes, la erradicación de la corrupción, no lo pueden hacer desde una inspiración comunista, porque su vigencia lo fue desde 1848 (publicación del manifiesto comunista), hasta 1989. El edificio teórico práctico de la propuesta comunista, conquistó la imaginación política del planeta por ciento cincuenta años. La filosofía del materialismo dialéctico, atada al materialismo histórico, se creó para presentar una alternativa de orden social distinto al orden del capitalismo burgués, el mismo que se inspiró en la filosofía liberal y terminó instituyendo una violencia legal.


La vigencia debe entenderse en perspectiva histórica. El concepto de vigencia no está aquí igualado a la idea de error. Ni el comunismo es un error, ni el liberalismo es una equivocación. Ambas propuestas de orden social tienen su justificación histórica y su tiempo. La edad moderna, expuesta en su posibilidad a mediados del siglo XVII, le impuso a la humanidad la tarea de construir un mundo para hacer feliz la vida sobre la tierra. Esta territorialización del bienestar, le quitó a los credos religiosos la promesa de felicidad después de la muerte, y la puso sobre la superficie de la tierra. Crease lo que se crea; pero el orden social moderno adopta una lógica de vivir bien en la existencia terrenal, en el mundo.


El camino para materializar esos cometidos modernos, se llenó de revoluciones crueles y necesarias, dirigidas a quitar los obstáculos, entre ellos, las monarquías absolutas, el cesarismo napoleónico y el anarquismo. Como consecuencia de estos procesos históricos se enarboló, el liberalismo, signo de la libertad individual, de la libertad económica y de la deliberación, para hacer un régimen conveniente. El liberalismo adoptó la república democrática de factura grecorromana, como el régimen más apropiado a las actitudes y aspiraciones socioeconómicas modernas.

El liberalismo, une las teorías políticas de John Locke, Rousseau y Montesquieu, con el pensamiento económico de Adams Smith y David Ricardo. John Stuart Mill, hace la fusión lógica y le da estatuto epistémico. Jeremías Bentham traza la conducta y el comportamiento del ser liberal. El ser humano debe dejar que la naturaleza obre y evitar intervenir el orden natural. La naturaleza ha hecho al humano como individuos distintos y por tanto desiguales. La riqueza fluye como oferta según la demanda y toda intervención es una violación a este orden natural. El objetivo de la vida humana es ser feliz y por eso la legislación dentro de la república democrática debe construirse para hacer humanos felices. El sentido de la vida es la búsqueda de la felicidad y la lucha contra el displacer. Este orden de práctica y pensamiento, produjo la acumulación de la riqueza en pocas manos en una sociedad con profunda desigualdad en todos los sentidos.
Se levanta, casi al mismo tiempo, el diseño de una forma distinta de concebir la edad moderna. Es la propuesta comunista. Los socialistas utópicos fueron la puerta de entrada, para que Carlos Marx, pertrechado con una dialéctica materialista, levantara una estructura teórica, política y filosófica, anclada en la historia de la vida económica de la humanidad. Se aplica la dialéctica materialista a la historia humana, para producir un materialismo histórico, por el cual se concibe al ser humano como producto de la lucha de las clases sociales o lucha por el acceso a los recursos económicos. Cada periodo de la historia tiene su identidad de acuerdo con el estado de la lucha y los conflictos son el ámbito en el que se fragua un nuevo orden. La conducta política de los partidos comunistas inspirados en el marxismo, parte de trazarse la tarea de organizar la clase social del proletariado, para que asuma el poder como consecuencia de la revolución comunista, empleando todos los medios de lucha entre ellos la violencia. Este proceso se justifica porque está inspirado en el materialismo histórico concebido como una ciencia que obliga a cumplir sus leyes insoslayables e inevitables.

El comunismo en Colombia desde su aparición, a principios del siglo XX, fue practicado por sectores sociales que han asumido dogmáticamente las ideas. Unos y otros han dejado de lado las prácticas violentas o las han adoptado hasta el punto de declararle la guerra al Estado: por eso originaron el movimiento guerrillero, desde 1950. La historia del comunismo en Colombia es una historia de desunión, lucha de intereses, persecuciones internas y culto de la personalidad de líderes iluminados. Esas prácticas ocasionaron un desgaste nacional, el mismo que inmerso en la crisis internacional de la opción comunista, ha generado en la actualidad un descreimiento.

Ni el liberalismo, ni el comunismo tienen vigencia en la Colombia que debe construirse a partir del presente. La coyuntura política obliga a una utopía, ni liberal, ni comunista. La utopía ahora debe ser por una sociedad deliberante. Crear un acuerdo nacional para ponerle tope a la acumulación insaciable de riqueza en pocas manos; ponerle fin a la violencia política y quitarle su fuente nutricia: la corrupción.

El nuevo partido resultante del acuerdo de paz con la guerrilla y las coaliciones que haga con otros partidos o movimientos, no pueden tener como agenda política impulsar en Colombia un régimen comunista, por inviabilidad histórica, porque sería un anacronismo, porque comunismo sin violencia no puede ser. Si la violencia política la ha dejado atrás la guerrilla más grande, es signo que llama a la deliberación y a un acuerdo nacional sobre el futuro.

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