Invocación de Goya
Guillermo
Aguirre González
Preguntar por la
vida, la naturaleza y el ser humano, no es fácil. Por lo general las mujeres y
los hombres se quedan con los contenidos culturales que infunden la familia, la
iglesia y la escuela.
Ir más allá.
Preguntar, por ejemplo por el origen de la humanidad y buscar respuesta fuera
de las tres instituciones antes mencionadas, solo es posible cuando se es
atento a lo que el medio posibilita y anclarse en lo alternativo. Esto fue más
o menos lo que encontré a finales de los años sesenta. Escuché hablar a
nadaístas, existencialistas y marxistas, sobre la necesidad de ir contra
corriente.
Fue muy importante
la influencia de profesores del liceo Fernando Vélez, que mostraron escritores por
fuera del currículo, especialmente, Herman Hesse, Jean Paul Sartre, García
Márquez y algunos otros. Se leía mucho, se escuchaba mucho rock, baladas, las
canciones de San Remo. Pero todo esto inscrito más en la moda que en la
vocación.
Leer mucho y quedar
inmaculado es posible. Muchos compañeros de los años sesenta, mujeres y
hombres, fueros grandes lectores, pero no fueron transformados: ahí funcionó la
moda. Según esto, puede preguntarse ¿qué es lo que transforma un ser humano, la
lectura, la moda o las ganas de cambio? Esta cuestión la planteo, porque de
alguna manera persistí en la búsqueda de respuestas a preguntas por la vida, la
naturaleza y el ser humano. Otros de mi generación no persistieron.
En suma, poco a
poco, me convencí de que esas respuestas solo las podía encontrar, sometiéndome
a un proceso de investigación permanente; pero no una investigación en
solitario. Entendí que una forma apropiada de acceder al conocimiento es
meterse en la academia. Así lo hice. Ingresé a la Universidad de Antioquia en
1975, pasé por los programas de Filosofía y Letras, Educación y Artes. En 1982
inicié la carrera de Sociología en la Universidad Autónoma Latinoamericana. En
1983 ingresé al programa de Historia en la Universidad Nacional de Colombia
sede Medellín. En febrero de 1987 me vinculé como docente en la facultad de
Sociología de la U. Autónoma. Allí estuve hasta el año 2003 y me especialicé en
Análisis Político y del Estado. En el 2003 inicié un doctorado con la
Universidad Nacional a distancia de España en Pedagogía Social. Este lo llevo
en la mitad; realicé una tesina sobre historia de la legislación educativa
colombiana y obtuve el título magister. Esta tesina la debo transformar en
tesis doctoral. No sé cuándo.
Con el contacto
académico y los hábitos lectores, me dieron la posibilidad de producir textos
para el uso de la cátedra y para la publicación en revistas especializadas.
Desde 1990 he venido acercándome a la investigación histórica sobre el
municipio de Bello.
Este interés por
Bello, generó con otros compañeros la organización del Centro de Historia de
Bello y la revista Huellas de Ciudad, a partir de 1995.
En los años sesenta
los universitarios de Bello crearon ASUBE (Asociación de Universitarios de
Bello). En su sede se asistió a conferencias sobre literatura, poesía y artes.
Esto incitó en muchos adolescentes de la década, un gusto por las letras. En
1965 y 66 recibí clases de pintura con la pintora Lola Vélez en Corporación
Fabricato para el Desarrollo Social. Y bajo esta influencia organizamos clubes
de jóvenes lectores.
En el liceo Fernando
Vélez, que para la época funcionaba contiguo a la Choza Marco Fidel Suárez,
comenzamos a leer con mucha intensidad la teoría marxista. Con ella, se
adquirió un bagaje importante en historia universal, aunque desde las restricciones
del materialismo histórico. Muchos compañeros fueron reclutados por la
guerrilla, en mi caso no ocurrió porque fui considerado un pequeño burgués,
bohemio teatrero, lector de poesía, y dedicado más a soñar que a hacer a
revolución.
En la década de los
ochenta, al ingresar al programa de Historia de la Universidad Nacional, tuve
contacto con la filosofía francesa, por la cual adquirí una concepción de la
historia altamente compleja. La Nueva Historia, posibilitó, una crítica al
materialismo histórico y el comprender que la historia no existe de por sí,
sino que es una construcción de los grupos humanos, de acuerdo a sus intereses
de poder. Y la historia vista desde esta perspectiva rompe con la mirada
economicista del marxismo, y permite que en su construcción intervenga todos
los componentes de la cultura humana.
Por ello, en los
últimos años he estado interesado en la historia de las artes plásticas y en la
literatura, mundos en los cuales el ser humano ejerce fundamentalmente la
libertad.
Ahora soy un
convencido de que la realidad, la historia y el mundo existen por ser
nombrados. Pasé mucho tiempo buscando respuestas y hoy he descubierto que las
respuestas, al final, la debía construir yo. Por estas notas de historia
personal, invoco una obra de Goya en la que dos combatientes en un pozo de lodo
se propinan garrotazos y en la medida de los golpes ambos se hunden poco a
poco. Adherirse a una escuela y defenderla dogmáticamente, se termina dando
golpes a otros, para terminar en el fango.