martes, 4 de noviembre de 2014

Novelas sobre la guerra. Vida y destino de Vasili Grossman

Pensamientos zócalo
Por Guillermo Aguirre González

No escaparás de los brazos poderosos de la Moira. Esta es una convicción griega, construida para pensar los orígenes del hombre y el cosmos. Los brazos de la Moira atan la tierra y entre ambos elementos (tierra y Moira) originan el tiempo y el orden de las cosas.

El mito concibe la Moira como la necesidad o el destino. Esta concepción está en todas las religiones, con algunas variantes. A pesar de la diferencia que se ha establecido entre religión y mito, esos dos componentes de la cultura, se sostienen e intercambian zócalos. Los latinos entendieron la Moira como el Fatum o el azar. Destino o fatalidad son, en términos llanos, el camino que debe cumplir todo ser humano, porque está trazado de antemano. Por más que se quiera evitarlo, se cumplirá.

El cristianismo se quiso diferenciar de esa determinación pagana, con la creación del concepto de “libre albedrío”; por él se hace que el destino de los humanos sea un acto volitivo y cada sujeto es libre de salvarse o condenarse. El libre albedrío permitió a la sociedad occidental construir una imagen del tiempo en devenir con el protagonismo de la razón. La resultante fue la independencia de la razón proclamada desde los años milseicientos. De ahí las dos imágenes del tiempo más preciadas para los occidentales: el tiempo circular de los griegos (el eterno retorno) y el tiempo lineal de la era cristiana (el mito del progreso).

Esta reflexión es necesario hacerla para pensar unas conclusiones rastreadas a la altura de las páginas 710 y 711 de Vida y destino de Vasili Grossman. Se plantea el Estado como el determinador del destino de los seres humanos; todos están a disposición de ese aparato. Él tiene escrito el futuro de cada quien. Un general soviético al recibir un parte de guerra, le interesa la cantidad de material bélico perdido y salvado. La muerte en masa de los combatientes se sobre entiende como lo necesario para salvar el Estado. La guerra hace que la vida y la muerte quede en manos de los jerárquicos inmediatos o en muchos casos en manos de cualquier ser humilde que por azar, recibe en su casa bajo control del enemigo, un combatiente enfermo y para salvarlo lo debe sanar y ocultar. Es el caso de un soldado soviético dado por muerto y dejado a la intemperie por las SS. “aquel día no fueron las fuerzas despiadadas de los potentes estados, sino un ser humano, la vieja Jristia Chuniak, quien decidió la vida y destino de Semiónov”. No lo entregó a las SS a pesar de ser asesinada si fuese descubierta.

Grossman, a pesar de relacionar el destino con el azar, no logra quitarle ese pensamiento zócalo de las mitologías o las religiones. La vida o la muerte de cada ser está predeterminada o predestinada. Pero es posible escapar si se experimenta la libertad que solo puede existir en la vida. La libertad se hace efectiva “cuando encontramos en los demás lo que hemos encontrado en nosotros mismos”. La muerte es una esclavitud, más para el esclavista que para el esclavo. La muerte es esclavitud.

El sitio de Stalingrado puso frente a frente al invasor y al invadido, a los enemigos, al Estado y al ser humano, al destino y a la vida. Esta confrontación la hace visible Grossman con otro ejemplo de persecución y muerte. Dice que el Estado está en permanente búsqueda de un enemigo, desde su génesis. En la antigüedad lo encontró en los bárbaros, y en la cristiandad lo encontró en los judíos. El enemigo se tipifica, se hace una frenología para ver en él todos los defectos del Estado, del perseguidor. “la repugnancia hacia el aspecto físico de los judíos, hacia su manera de hablar y comer, no es ni mucho menos la causa real del antisemitismo fisiológico. De hecho, el mismo hombre que habla con desagrado de los cabellos rizados de los judíos, de su modo de gesticular, entra en éxtasis ante los niños de pelo oscuro y crespo de los cuadros de Murillo…”.

Los dos Estados en confrontación marcan la vida y el destino de los dominados. Los nacionalsocialistas encomiendan a los hombres sencillos alemanes, exterminar las otras razas y luego, ese mismo Estado, extermina a los encomenderos. El soviet hace una encuesta a sus ciudadanos. Pregunta sobe su apellido, el sexo, la nacionalidad el origen social, la posición social y si ha tenido o no parientes con pasado judicial. La respuesta determina su vida y destino. No importa si ha dado lo mejor de su vida a la defensa del Estado. Este ya tiene escrito el futuro de cada quien. Se vive y se muere por la Moira o en nombre del progreso.

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