Cómo escribe y que
dice la literatura colombiana de las últimas décadas, me ha interesado en estos
años. Y ahora he tenido tiempo de meterme en la lectura de algunos escritores. Esta
vez encontré en mi biblioteca personal El olvido que seremos, desde hace tiempo
adquirido y también desde hace tiempo publicado. Lo fue en el 2006. Después de ocho
años, he pasado mis ojos por las 274 páginas y en las últimas líneas el autor
me recompensó con unas afirmaciones justas y pertinentes: estos hechos y quien
los cuenta, lo hace para evitar el olvido, gracias a los ojos de “pocos o
muchos que alguna vez se detengan en estas letras”.
Me pregunto ¿Cuáles son
esos hechos que corren el peligro de ser olvidados? Y respondo: están en la
memoria del autor y se relacionan, como él dice, con una deuda vieja para con
su padre, un hombre conspicuo que vivió una vida de honda huella en la sociedad
colombiana.
Ser hijo escritor de
un hombre así, obliga dejar por escrito la historia de esa vida, más si ese
padre es asesinado por sus ideas, por su práctica, por su dedicación a los
demás. El relato de Héctor Abad es extenso, las palabras se atan a las imágenes
y las imágenes, a veces, parecen unirse por libre asociación, pero la ilación
permanece en el lector. Las tres o cuatro décadas inscritas, es un tiempo largo
para la literatura. El lector percibe los ritmos de la fluidez de las palabras;
a veces ágil y prolífico, otras difícil o esforzado; pero al final es
reivindicativo y se siente el goce de leer un escritor avezado, genial.
Tengo una relación
profesional con el discurso de la historia y un acercamiento a los hechos de la
segunda mitad del siglo xx. Puedo afirmar que la tragedia de la república
democrática, iniciada en 1810 entró en una nueva fase de agudización. El olvido
que seremos, al ser la memoria de un hijo sobre su padre protagonista de esa
tragedia, es el cumplimiento de una obligación más por el deber social que
personal.
La utilización que
hago del concepto de tragedia, no es para ocultar o velar los hechos; pero si
obliga a explicar en qué consiste: la república democrática colombiana, fue
organizada por una élite criolla, al aprovechar la coyuntura de la invasión
napoleónica a España. El objetivo de esa elite fue claro desde el principio:
lograr la plena propiedad económica, como la mejor forma de garantizar su preeminencia
política, económica y cultural. Lo trágico está en las guerras periódicas,
desde hace doscientos años, montadas sobre ese objetivo. Los poderes advenedizos,
regionales o locales opuestos a esa elite, fueron acabados y sometidos con alianzas,
frentes, coaliciones, de los poderosos. Los artesanos decimonónicos enfrentaron
la libertad económica liberal, por ser su muerte socioeconómica; se les
destruyó y exilió. Los obreros, en el alba del siglo xx se levantaros contra
los bajos salarios y los horarios de trabajo extenso, se les destruyeron sus
organizaciones y se asesinó a sus líderes. Dentro de la misma élite, hubo un
sector que impidió el desarrollo del capitalismo, se le enfrentó con el coste
de incendiar el país. Desde el Frente Nacional, la guerrilla de inspiración
comunista, puso en evidencia la pobreza extrema al lado de la riqueza extrema. Ante
su ascenso, la elite monta una cruzada de exterminio y diezma la población,
antes que permitir la democratización de la riqueza y compartir el poder
político.
Inmerso en esta
tragedia está el padre del escritor. Él, dedicó su vida a darle conciencia sobre
la causa de su situación, a los dominados, a los pobres, explotados, quienes
por su misma condición no son capaz de adquirirla y luchar por si solos. Los
que tiene la posibilidad de acceder a los bienes de la cultura, están obligados
moralmente, a hacerlo y así lo hizo Héctor Abad Gómez. La agudización de la
tragedia lo llevó a enfrentar y llevar a los tribunales a los tiranos con
nombres propios, agazapados dentro de las instituciones. La tragedia colombiana
lo llevó a ser un protagonista prestigioso de la lucha por la justicia y la
igualdad. Abad Gómez fue eliminado por las elites bicentenarias, quienes organizaron
un para estado armado para eliminar a sus opositores.
La literatura
colombina de los últimos tiempos tiene ante sí, al menos desde la segunda parte
del siglo xx, una temática insoslayable: la nueva edición del paraestatalismo,
coloreada con la política, el narcotráfico y el exterminio de los opositores.
Guillermo
Aguirre González