Leer es una experiencia solitaria, es un
acto de escucha y es una relación con la historia. Estas tres afirmaciones tienen
tres mundos conceptuales adheridos a su grafismo. Mínimo se llama a pensar la
soledad, la existencia de los sordos intelectuales y de los dogmáticos con eso
que se llama historia.
Como toda experiencia es una vivencia solitaria. Se dirá que se puede participar en experiencias colectivas: se puede estar de acuerdo con eso; pero el acontecimiento o el acto en el que se participa colectivamente, solo tiene una forma de ser captada por el cerebro y esa forma es la soledad del individuo. Un hecho conmovedor observado por varias personas, será testificado de distinta manera por cada quien. Esto porque la experiencia es individual.
Como toda experiencia es una vivencia solitaria. Se dirá que se puede participar en experiencias colectivas: se puede estar de acuerdo con eso; pero el acontecimiento o el acto en el que se participa colectivamente, solo tiene una forma de ser captada por el cerebro y esa forma es la soledad del individuo. Un hecho conmovedor observado por varias personas, será testificado de distinta manera por cada quien. Esto porque la experiencia es individual.
Así el acto de la lectura es solitario
porque se está ante el testimonio de vida del escritor. La lectura es la puesta
del ser ante la experiencia vehiculada por la escritura. Se sabe que la
experiencia debe ser transmitida para darle sentido al socius como cuerpo
pleno. Pude decirse que la vida funciona como cuerpos plenos, los cuales son en
la medida que reciban la experiencia de sus participantes; la experiencia de
los otros se recibe mediada por signos. Los seres humanos en su devenir han
empleado una diversa gama de signos. Por la investigación paleontológica, se
sabe que se puede hablar de ser humano solo a partir de la época en que existieron
antropos constructores de útiles (se calcula un millón de años). Esos útiles
son experiencia materializada y son un signo de transmisión. Esa facultad
humana (llámese también facticidad, factum) de transmitir la experiencia con
signos materiales como útiles, tiene su momento estelar en la época de
construcción de la escritura.
El individuo ante la escritura, se
enfrenta con la voz del escritor que le habla por medio de esos signos gráficos
o grafismos, de su experiencia de vida directa, o indirecta cuando el escritor
ha incorporado en su ser la experiencia leída en otros. El lector es un escucha
y por ello ocurre, se efectúa, el fenómeno de la comunicación. El escucha se
forma con la experiencia de la lectura, con la voz del escritor; a su vez el
lector se transforma o se deforma, porque es un escucha y quien no lee, no
escucha y por tanto "ha cancelado su potencial de formación y de
transformación".
La experiencia de la lectura le da al
lector la palabra, para que en su formación se cerciore, sobre el vehículo de
transmisión de la experiencia: el lenguaje; este funciona a partir de conceptos
variantes en el tiempo. La voz del escritor antes de la modernidad hablaba de
las cosas enmarcadas en la historia particular de cada una de ellas. La
historia en general no existía. Troya fue una ciudad microcosmos, atada a su
destino. La historia escrita por Heródoto o Tucídides, comparan la Hélade con
el afuera identificado como bárbaro o extranjero. La circularidad del tiempo
hacía que la historia de cada cosa se resumiera al cumplimiento de su destino.
El lenguaje de la voz del escritor de la
modernidad, forma al lector, le da una conceptualización de la historia en
general, llamada también historia universal o historia absoluta. La experiencia
del escritor y la escucha del lector se sumergen en un mundo que va hacia la
realización de la perfección o al menos hacia un futuro controlado por la
ciencia. Esta vocación se convierte en modalidad genérica para escritores y
lectores desde 1780. La historia universal expresa simultáneamente la
factibilidad del progreso. Ir hacia mejor. La literatura de la edad del
progreso es optimista, ejemplarizante y censuradora, porque es el testimonio de
escritores atrapados en la historia universal y el lector se forma en la
absoluta imparcialidad; o transforma su servilismo o deforma sus militancias.
Hoy la lectura y la escritura testimonian
una experiencia controlada por la pragmática de la producción, incluida la
producción de la historia. La historia se produce y por supuesto se hace. El
lector dentro de la modernidad se dualiza respecto a la escritura. Esta, por un
lado se ha codificado dentro de la pragmática de la ciencia y se va al
laboratorio; por el otro queda un acervo en la biblioteca. La dualidad se
resuelve dialécticamente a favor del laboratorio y por ese fenómeno la
biblioteca en la modernidad tardía tiene todos los enemigos... "La crisis
de la formación humanística y el triunfo de la tecnocientífica ha supuesto la
abolición de la biblioteca como espacio privilegiado de la formación".
Comentario sobre La experiencia de la lectura. Estudios sobre literatura y formación de Jorge Larrosa.