jueves, 14 de mayo de 2015

Esa voz oculta. Comentario sobre una novela de Héctor Abad

Hace tiempo, cuando cursaba los estudios de pregrado en historia, recibí de un par de profesores, un llamado de atención porque pasaba el tiempo metido en los archivos. Ellos dijeron que me había convertido en adorador de las fuentes primarias y luego de una sustentación llena de admiración, señalaron la literatura como una fuente alternativa y fundamental. Desde entonces, piénsese en los años alrededor de 1985, comencé a complementar las largas lecturas socioeconómicas de la historia universal con obras específicamente literarias. Esta actitud la mantuve hasta que quise meterme, con alguna intensidad, a armar un discurso sobre historia de Colombia. Así leí el Alférez Real de Eustaquio Palacio, para completar la percepción sobre el siglo XVIII; María de Isaac y Tránsito de Luis Segundo Silvestre, para captar la vida cotidiana decimonónica. Así lo hice con la primera parte del siglo XX con el Cristo de espaldas de Eduardo Caballero y otras obras más.
 
La historia de la época reciente o contemporánea de Colombia, señalada y caracterizada por el ejercicio de una violencia nueva, más cruel, más intensa, sutil, cotidiana, sofisticada, me ha hecho preguntar por la literatura que se escribe, para tratar de explicar y complementar la socioeconómica común del narcotráfico, la guerrilla, el paramilitarismo y el sicariato bandolero. Claro, quería ir más allá de los “pruritos” de narcoliteratura o sicaresca y mirar en el ejercicio llano de la escritura las intensiones graves de los autores, cuando quieren reducir la abundancia de la vida humana a unos tipos encarnados en los personajes.
 
Con estas intensiones abrí La Oculta de Héctor Abad. En esta novela se hace referencia al fenómeno guerrillero y paramilitar porque son acontecimientos insoslayables de la historia de Colombia. Pero el tratamiento no es exclusivo y solo hace parte de la vida de la familia Ángel, protagonista de la novela. El Tiempo de la novela en que viven y hablan los narradores se cifra en dos años. Van de la muerte de la madre hasta la parcelación de La Oculta. Y digo los narradores, porque es una obra literaria a tres voces. Hablan Pilar, Eva y Antonio. Cada quien toma la palabra según el orden de los acontecimientos teledirigidos por la historia de la tierra de la familia. Esos dos años de palabras de los hermanos Ángel ocurren en el tiempo real. Pero el lector es transportado a otros tiempos. Los tiempos de la historia de Colombia y más especialmente a la historia de la colonización antioqueña.

El lector es llevado magistralmente, página tras página, por la necesidad de saber y completar la historia personal de cada uno de los hermanos, al mismo tiempo que arman desde la época colonial la historia de La Oculta. Pero creo que hay una voz aun más oculta que la de Eva, Pilar y Antonio. El autor no la puede domeñar y el lector la escucha y la siente cuando solo puede identificar el género del narrador por los pronombres. Parece que si se quitan los pronombres y los nombres de Eva, Pilar y Antonio, quedaría diáfana esa voz oculta.
 
Bien, estas percepciones ocurren porque he hecho una lectura atenta y son observaciones que no invalidan el tema: la literatura como una fuente alternativa y fundamental de la historia. La guerrilla entró a La Oculta y secuestró un hijo de la familia. Se pagó rescate, se utilizaron influencias políticas para preservar la vida del muchacho. Luego llegaron los paramilitares quisieron expropiar la finca. De nuevo las influencias de la familia movieron los hilos del poder para evadir esa violencia. La familia Ángel se movió en uno de los barrios más aristocráticos de Medellín. En él, Eva tuvo como novio, un hombre que luego fue presidente de Colombia; cuando novio “era tan solo astuto, arrogante y seguro de sí mismo, avispado y casi sin escrúpulos. Tenía una cosa oscura, que ocultaba y asustaba, una escondida capacidad de ser violento, despiadado, sin duda y sin remordimiento, como un Maquiavelo”. El lector avisado une esa descripción con la presidencia de Colombia en la primera década del siglo XXI y comprende el tipo de influencias ejercidas por la familia.
 
La Oculta de Héctor Abad, es también una saga. Los Ángel, inmigrantes españoles, judíos conversos, hacen una trashumancia por las montañas de Antioquia, colonizan, se establecen, emigran, procrean y pueblan territorios feraces y dejan una parentela que se esparce en la geografía, hasta el punto que las ramas de la parentela, en el tiempo de la novela, han perdido la filiación en el momento estelar de la parcelación de La Oculta.

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