Imaginar, hablar o
escribir sobre la colonia en Bello es un reto para el historiador. Construirla
(para no decir reconstruirla porque suena pretensioso) es difícil por la
filigrana investigativa que exige la historia local. La información es más o
mementos profusa para los centros mineros, las villas o las ciudades, puntos de
interés para los pobladores españoles, quienes producían los documentos. Ese
periodo colonial sabemos con certeza que termina en 1810, pero no es fácil
señalar el comienzo. La conquista no puede encerrarse en el siglo XVI, porque
la guerra con los indígenas se prolongó a lo largo del siglo XVII. En Bello,
llamado Hato Viejo desde 1575, se puede escribir sobre momentos, según la
documentación producida, en la entrada de Tejelo al Valle de Abrurrá, la
gobernación de Valdivia, la gobernación de Gaspar de Rodas, la gobernación de
Bartolomé de Alarcón y luego, el paso del Hato Viejo a la parentela Piedrahíta.
En el camino de
Popayán a Antioquia, año de 1570, para tomar posesión de la gobernación, Rodas
se detiene en Ebéjico y recuenta la gente que lo acompaña: “Allí se detuvieron
en el campo/ Algunos días, y hicieron lista/ del número de gente que venía:/
Hallaron ser los españoles ciento,/ Hasta seis menos, pero todos ellos/ de
todas buenas armas pertrechados;/ Los caballos pasaban de trecientos;/
Setecientos los indios de servicio;/ Y algunos etíopes, aunque pocos,/ Pero
para cualquier trance dudoso/ Arrojadizos y determinados;/ De vacas se llevaban
cuatrocientas/ Quinientos puercos, antes más que menos,/ Y otros rebaños de
menor ganado/ …”1
Castellanos, en la
Historia de la gobernación de Antioquia, parte de Elegías de Varones Ilustres
de Indias, escribe sobre Andrés de Valdivia y sus incursiones en las tierras de
los nutabes. En el año de 1574 los indígenas lograron engañar a los españoles.
Al verlos cansados y hambrientos les ofrecieron comida y amistad, para luego
caer sobre ellos. Mataron a Valdivia y su mujer ladina, llamada Catalina. Los
nutabes hicieron retroceder a los españoles de su tierra (designada como Valle
de San Andrés), y volver a la villa de Santa Fe de Antioquia2.
Gaspar de Rodas
llegó al Valle de San Andrés el 8 de febrero de 1577 como gobernador, para
hacer justicia por la muerte de Valdivia y someter a los indígenas nutabes y en
ese valle funda la ciudad de Cáceres. Rodas pasó luego hacia el occidente hasta
ver las sabanas de Aburrá y seguir por el río Porce y el Nechí, en cuya
confluencia funda la ciudad de Zaragoza en 1581; allí estableció 40
encomenderos. Luego pasó a san Juan de Rodas en términos de Ituango y lo
repobló con 28 encomendereos3. El paso para tomar el río Porce debió
ser por el norte del Valle de Aburrá, tierra con asentamientos indígenas. Allí
según la Capitulación, figura de la legalidad monárquica de los conquistadores,
Rodas repartió y encomendó los indígenas entre sus compañeros de campaña y
entre ellos su hijo Alonso de Rodas. Está la ubicación de la casa del cacique
Niquía, en frente de la quebrada de las Piedras Blancas de la otra banda del río4.
Bartolomé de Alarcón
heredó la gobernación por la muerte de Rodas en 1607 y por ser el esposo de María
de Rodas Carvajal, hija mayor del gobernador. El Valle de Aburrá, comenzó a
llamarse Hatos de Aburrá por ser un lugar de estadía del ganado que transitaba
del valle del Cauca y Anserma hacia los centros mineros de Zaragoza, Cáceres,
San juan de Rodas, Guamocó y San Jerónimo del Monte, todos ubicados en el bajo
Cauca. Se registra también el nombre de los Hatos de Alarcón para referirse a
los hatos del Valle de Aburrá como Hato Viejo, Hato Grande y Hatillo, lugares
que fueron utilizados por los españoles por tener población indígena repartida
entre los conquistadores, para ser sometida como servidumbre.
La sociedad colonial
no parte de cero. Los conquistadores españoles comenzaron a establecerse sobre
las tradiciones socioeconómicas indígenas. Sí destruyeron la cosmogonía
indígena e impusieron la cosmogonía y religión cristiana5; pero conservaron
los cacicazgos porque de ellos, de su mediación, dependió la apropiación de la
mano de obra indígena o del trabajo indígena. El conquistador español fundó las
villas y las ciudades sobre los territorios indígenas y encomendó la población
por medio del repartimiento. Este acto se registraba en un acta para legalizar
la actuación. La encomienda y la repartición de los indígenas es la
factibilidad del paso de la conquista a la colonia. “…las formas de producción
prehispánica, lejos de desaparecer con la llegada de modos de producción europeos,
se mantuvieron como pilar de la sociedad colonial a la cual subsidiaban”6
o sostenían. De esta manera la sociedad colonial creó los conceptos de “indio”
y a partir de él creó el aparato jurídico montado sobre el trabajo indígena y
la apropiación de la tierra y sus riquezas, en especial el oro.
El yerno de Gaspar
de Rodas “Bartolomé de Alarcón, un viejo minero y excorregidor de Mariquita, que
se había casado con María de Rodas hija mestiza del gobernador, heredó el poder
en Antioquia. Gaspar de Rodas se casó con una hija del cacique de Peque a quien
bautizó y le puso el nombre de Catalina Carvajal. Con ella tuvo dos hijos María
y Alonso. Alarcón consolidó los hatos del Valle de Aburrá que su suegro había puesto
a funcionar al finalizar el siglo XVI y organizó una serie de expediciones
militares que buscaban no solo mantener la “paz y quietud” de los habitantes,
sino ampliar la frontera”7.
Este heredero de la Gobernación de Antioquia, calculó en 1614 la población
indígena de la provincia en 890 colonizados y habló de la necesidad de
introducir 2.500 esclavos negros para recuperar la producción aurífera de
Antioquia y Urabá.8
Alarcón se opuso a
la visita del oidor Francisco Herrera Campuzano porque la provincia estaba
empobrecida por falta de mano de obra y la apertura de nuevas minas. Además a
la gobernación le tocaba financiar y sostener la visita. “Durante la visita,
Herrera Campuzano castigó a los encomenderos, estimuló la explotación de las
minas, reglamentó el trabajo asalariado y activó la ampliación de la frontera
hacia el Chocó […] trasladó la población indígena desde sus asentamientos “originales”
hacia los nuevos pueblos que fundó, a saber: San Antonio de Buriticá, San Juan
del Pie de la Cuesta, […] Nuestra Señora de Sopetrán y San Lorenzo de Aburrá […]
Igualmente la visita fue importante porque permitió conocer el estado en que se
encontraba la población indígena: número, oficio, edad, loclización”9.
Las visitas
comienzan con el reconocimiento de los indígenas como “vasallos libres”
resultado de la controversia de Valladolid 1550 – 1551. Se ordenan las visitas
para certificar el estado de los vasallos. En esta controversia se enfrentaron
las posiciones del padre Bartolomé de las Casas defensor de la humanidad de los
indígenas y la de Ginés de Sepúlveda que los consideraba seres inferiores.10
Herrera Campuzano
hace comparecer a Alonso de Rodas por las encomiendas y repartimientos del
gobernador Gaspar de Rodas. Este dice: “El repartimiento de Aburrá y Yamecies,
que ausi mesmo sucedio en ellos el dicho Alonso de Rodas por muerte del dicho
gobernador que son dos repartimientos le parece que ay en ambos quarenta indios
utiles de macana su las mujeres e hijos de los dichos indios que por todos serán
ciento y treinta poco mas o menos…”11
Comparece y declara
también “Andrés Purpur yndio ladino natural del dicho natural del dicho
repartimiento de Siritabe”12 encomendados a Alonso de Rodas. Dice
Andrés Purpur que el encomendero Rodas, trasladó indígenas de su repartimiento
ubicado en Cáceres a san Jerónimo del Monte distante 10 leguas para el trabajo
de minas, de los cuales enfermaron algunos y murieron. Se queja además de
haberse llevado Alonso cuatro indias para Santa Fe de Antioquia a servir en sus
posesiones, las mismas que murieron. Otros debían viajar todos los años de
Cáceres a Santa Fe para hacer las rozas de maíz del encomendero Rodas, distante
20 leguas, diez días de camino por tierras difíciles. Los indios enfermaban. El
ladino Purpur denuncia las palizas propinadas a los indios por los
administradores al servicio de Rodas y da el nombre de un descalabrado.
Por el mal trato y
abuso, las encomiendas son abolidas y Los indígenas del Valle de Aburrá, bajo
la condición de repartidos y encomendados, que estuvieron en cabeza de Gaspar y
luego de su hijo mestizo Alonso de Rodas, pasaron por orden del visitador a la
corona y fueron llevados al pueblo de San Lorenzo de Aburrá creado para la ocasión.
La muerte de Gaspar,
el despojo real hecho contra Alonso, dejaron las tierras del norte del Valle de
Aburrá sujetas a la compraventa para el pago de las deudas endémicas adquiridas
por los encomenderos a las cuales estaban obligados para poder explotar las
minas de oro corrido o de aluvión. Muchas minas y tierras fueron dadas en pago
a comerciantes que introducían en Antioquia aceites, vinos, herramientas y ropas
de Castilla, productos con precios muy altos por la distancia y la dificultad
del transporte. “En julio de 1610 se pusieron en remate las tierras, 200
cabezas de ganado y 30 yeguas, que poseía Alonso de Rodas en Aburrá. Por ellas
pagó Pedro Villareal 1.698 pesos de oro”13
Los bienes de los
conquistadores y sus hijos pasaron al haber de los comerciantes para la segunda
parte del siglo XVII. Estos habitantes, tercera generación de los
conquistadores o nuevos inmigrantes inversionistas, diversificaron las
producciones para atender las demandas de la sociedad colonial expuesta. Las
Tierras del norte del valle de Aburrá después de transacciones diversas se
dedicaron a la explotación agrícola con el empleo intenso de mano de obra
esclava. En 1667 Juan de Piedrahíta y Saavedra ubicado en el Hato Viejo tiene
estancia de ganado mayor y pan coger, hato con potreros, aposentos, canal y
capilla. Cultivos de maíz, plátano y caña. 1.172 cabezas de vacuno. 469
caballos. 91 mulas, 11 yuntas de bueyes y 9 burros. Minas en Osos y 167
esclavos, entre ellos “siete esclavas bozales que tenía cada una entre dos y
cinco hijos y una mulata criolla, Bernabella, quien junto con sus cinco hijos,
estaba destinada a las labores domésticas en la casa de sus amos”.14
Las familias
empadronadas en 1675, para la fundación de la villa de la Candelaria de
Medellín, son ubicadas en la cuenca de la quebrada de los niquías, ahora
bautizada como quebrada de García, en el Hato Viejo. En esa etapa temprana de
la colonia vivían allí: El capitán Rodrigo García, Don Toribio de Villa, Pedro
Zelada, Miguel López Garrido, el mulato Antonio Leal, el mulato Pedro Alejandro
Herrera, el mestizo Fernando Jaramillo, Rodolfo yerno del anterior también
mestizo. Juan Hernández yerno del anterior también mestizo, José Jaramillo
mestizo, María Jaramillo mestiza. Miguel Gómez de Ureña. Juan de la Luna Mestizo,
Luis Gómez, Doña María Paladines, Lorenzo Tasón de Rivilla, Roque González de
Fresneda, Salvador Indio y “el licenciado Alfonso de Piedrahíta Presbítero”15.
Estas dieciocho familias, sostenían una economía colonial híbrida, Tenían
esclavos, asalariados, tierra labrantía, ganados y minas de oro. Tuvieron un
imaginario cristiano anclado en una jerarquización social de castas, dependiente
del color de la piel: escribe Gabriel Arango “De europeo e india … sale la
mestiza –dos cuartos de cada parte. De europeo y mestiza … sale la cuarterona
–cuarta parte de india. De europeo y cuarterona … sale la puchuela –enteramente
blanca”16. Un conglomerado de dieciocho familias nucleares con un
aproximado de docientos miembros materializan la sociedad colonial en el Hato
Viejo de finales del siglo XVII y la primera mitad del XVIII (1680 – 1750).
La sociedad de
castas resultante estuvo en consecuencia lógica con la concepción e imagen del
mundo de la monarquía española. El debate entre De las Casas y Ginés de Sepúlveda
en 1550, terminó en el reconocimiento de la humanidad de los indígenas, dentro
de las concepciones humanistas del renacimiento; pero una humanidad inferior en
comparación con la tradición occidental heredera de la cultura grecolatina, que
consideró la guerra justa contra los indígenas por ser considerados de
costumbres bárbaras.
Por eso en el ápice
de la jerarquía social España privilegió al ser de piel blanca para irradiar
desde ahí el derecho, a su vez matizado por el devenir político europeo. Desde
el siglo XVII la sociedad medieval declinó su ordenamiento por las intenciones
de la monarquía de establecer la plena soberanía. Este proceso se conoce en la
historia occidental como “El Absolutismo”, acontecimiento político fondeado por
el dominio económico de la burguesía capitalista. La monarquía absoluta ejerció
todas las bondades tecnoeconómicas de este periodo, expuestas como el
advenimiento de la edad moderna. La ciencia, la técnica, los métodos
administrativos y la búsqueda de la eficacia del Estado le permitieron a la
monarquía española atender permanentemente la administración de la colonia
americana.
La fundación de los
pueblos, ciudades y las villas, se hicieron adoptando una imagen del territorio
de claros contornos de control absoluto de las conductas. El Estado español en
las indias operó a través de las atribuciones concedidas a los Adelantados, Jefes
de la conquista y descubridores. Atribuciones para repartir tierras, las mismas
que le son dadas a los administradores llegados de la península ya establecido
y maduro el periodo colonial. “De esta misma facultad gozaron […] Virreyes,
Presidentes, Gobernadores, y Cabildos” aunque la monarquía se reservaba el derecho
de confirmación posterior17.
1. De Castellanos
Juan. Elegías de Varones Ilustres de Indias. Ed. Gerardo Rivas Bogotá 1977.
Pág. 978
2. Idem. Pág. 1030
-1031
3. Idem. Pág. 1051 -1052
4. Archivo Histórico
de Antioquia. Colonia. Indios. Tomo 2. Doc. 696 de 1635.
5. Montoya G. Juan
David y González J. José Manuel. Visita a la provincia de Antioquia por
Francisco Herrera Campuzano 1614 – 1616. Ed. Universidad Nacional Medellín
2010. Pág. 14
6. Idem. Pág. 14
7. Idem. Pág. 19
8. Idem. Pág. 21
9. Idem. Pág. 26
10. Cabdequí, Ots.
El Estado Español en la Indias. Colegio de Méjico 1938
11. Montoya. Ob. Cit.
Pág. 151
12. Idem. Pág. 153
13. Álvares Morales,
Víctor. La sociedad colonial 1580 – 1720. En Historia de Antioquia. Periódico
El Colombiano. Agosto 5 de 1987
14. Idem.
15. Padrón General y
Primitivo para la Fundación de la Villa de Medellín. En Crónica Municipal
Medellín Colombia 1967
16. Arango Mejía,
Gabriel. Genealogías de Antioquia y Caldas. Medellín 1942. Pág.10
17. Cabdequí, Ots. Ob. Cit. Pág. 38
Imagen: Enrique
Grau. Mulata 1940
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