La minoría de edad
fue un concepto acuñado por Kant en siglo XVIII para caracterizar las sociedad
en condiciones de no ilustración. Para salir de esa minoría el filósofo
prescribe el ser capaz de pensar por sí mismo, ser autónomo y servirse de su
propia razón. La nueva sociedad madura y mayor de edad será libre pensadora y
basada en un orden racional.
Estas condiciones
básicas de la modernidad, no se han cumplido en Colombia. Los dirigentes eligen
y se hacen elegir por una sociedad en estado de minoría y ellos lo saben y lo
tienen presente. El día 22 de diciembre de 2019, se pasó por los medios de
comunicación dos alocuciones de dos funcionarios del estado (la administradora
del Congreso de la República y el asesor presidencial para los diálogos con los
representantes del Paro Nacional), en las que se evidencia la percepción que
tienen de la sociedad, como una sociedad infantil a la que se puede mentir o
manipular con argumentos insulsos y desfachatados. La administradora explicó la
pérdida de la información de los ordenadores o de los computadores del Congreso,
previa visita de control de la Procuraduría, por la activación en el recinto de
una fuente de “polvo líquido” ante una alarma de incendio. Con esta expresión
infantil para infantiles, se salta todas las instancias para un debido proceso
del riesgo; además el contrasentido de la expresión muestra su incompetencia.
El asesor para los
diálogos con los representantes del Paro Nacional, ha construido una propuesta
para sacar de las calles las protestas. Lo proclamó con una convicción propia
del ignorante cuando se refiere a temas que no comprende y con la actitud del
que destruye lo que no conoce. Propuso la construcción de un estadio para
cientos de miles de personas, para que ahí bajo esos muros se diga y se
proteste todo lo que se quiera. Es la reclusión, es el campo de concentración,
es la neutralización por efecto de lo inocuo de la protesta. Otra desfachatez
proclamada para una sociedad que se comprende desde el poder del estado
encarnado en sus funcionarios, como una masa maleable y sin criterios a quien
se le puede mentir indefinidamente de forma burda.
Ellos, quienes han
heredado el poder colombiano instaurado desde el alba del siglo XIX, tienen
conciencia del estado de minoría de edad de la sociedad colombiana porque han
creado un comportamiento político de desprecio y estigma de la participación.
El político y la política se han promocionado como una práctica deleznable,
ejercida por mujeres y hombre envilecidos, depredadores de los bienes públicos
y de las relaciones sociales respetuosas del otro o de los demás.
Estos conceptos, el
respeto y la participación, son la base de la cultura política moderna. Son
convicciones que exigen un ejercicio de voluntad para sostener una idea de
humanidad nueva, distinta a la herencia feudal-colonial; una idea inspirada en
un ser humano sin predestinaciones ni fines que cumplir distintos a su
felicidad y bien estar sobre la tierra. El estar en el espacio tiempo es
suficiente derecho a disfrutar de las riquezas sociales como lo es la memoria,
la cultura acumulada, la paz y la libertad. Las opresiones premodernas no se
justifican, solo hay que entenderlas como un pasado en el tránsito del ser animal
al ser humano. Tránsito acompañado de la construcción del lenguaje, vehículo y
contenido de los relatos sustentadores de la igualdad.
La metafísica
kantiana y hegeliana produjeron los discursos del progreso. La metafísica
heideggeriana produjo la idea del ser arrojado al mundo. La dialéctica marxista
alimentó una imagen del ser humano producido por el trabajo y la lucha por el
control de la riqueza. El pensamiento moderno transdisciplinar, a esta altura
del siglo XXI, deja un concepto del ser humano como producto y constructo de
una naturaleza eterna que trata de perpetuar sus desarrollos. Ocurrió una vez
en un planeta que un ser vivo adquirió el lenguaje y con él se nombró y nombró
las cosas y elaboró un extenso relato durante milenios sobre sí mismo, su
origen y el mundo, para llegar a un hoy que destruye todas las pretensiones de
dominación de unos seres humanos sobre los otros.
En Colombia,
liberales, conservadores, marxistas y anarquistas solo tienen la obligación de
construir una sociedad inteligente y moderna basada en el respeto, la igualdad
y la libertad. La opción de arrancarle a las oligarquías herederas, el poder,
por la violencia de las armas, ha cumplido su siclo. Los sistemas filosóficos
modernos que sustentaron la opción, inmersos en sendas utopías, han dado paso
al pensamiento moderno transdisciplinar base de las protestas callejeras que
buscan por medio del paro, la instauración de unas las relaciones sociales
respetuosas del otro o de los demás con el principio material de la igualdad
socioeconómica que satisfaga todas las necesidades para una vida digna, plena
de felicidad y bien estar sobre la tierra.
A la sociedad de
grandes masas de la época contemporánea no se le puede seguir tratando con la
imagen de la minoría de edad. Trato que le ha dado frutos a los herederos del
poder; pero ahora insostenible por las condiciones de las distintas
masificaciones, entre ellas la de la información. La injusticia sobre un sujeto
o sobre un grupo, pronto se convierte en una injusticia para todos. La minoría
de edad kantiana se trueca en la participación necesaria desde la única
práctica que queda: la juventud sin futuro en la calle con el apoyo de los
engañados, los obnubilados, hechizados, los despojados; el apoyo de todos a
quienes les ha vuelto la esperanza, porque la protesta no pertenece a nadie,
pero si pertenece a todos. Vendrá luego la nueva sociedad madura y mayor de
edad libre pensadora y basada en un orden racional.
Imagen del Paro
Nacional de Colombia 2019. En: https://www.google.com/search?q=paro+nacional&client=firefox-b-d&source=