En busca de información sobre los Rodas en
Antioquia, encontramos en el Archivo Histórico de Antioquia el documento No.
698, del Tomo 23, titulado “Testamento de Gaspar de Rodas”, ubicado en el fondo
indios y fechado en 1649. De golpe el interés creció, no porque fuese
desconocido el testamento del gobernador sino porque al estar fechado en 1649 a
cuarenta años de la muerte del personaje, podría tener datos nuevos o estar
inmerso en un proceso legal que podría informar sobre repartición de tierras en
el Valle de Aburrá del siglo XVI, cuando Gaspar fue socorrido con la merced que
le adjudicó cincuenta leguas.
Terminada la transcripción de los quince folios que
componen el documento, se encontró solo una mención de Gaspar de Rodas, cuando
se invoca una costumbre en su largo periodo de gobernador. Costumbre según dice
el documento, las ciudades financiaban parte de las campañas de conquista de
indígenas indómitos; dice que la ciudad de Anserma debía financiar la
expedición que se organizaba en 1649 para expulsar a los Chocoes de las minas
del Toro, e incorporarlas a la hacienda de la corona. Dice el texto “que se le
pide de la dicha ciudad que puede su señoría a entrar en persona y a costa de
su misma hacienda, bien es la dicha ciudad acuda a lo que se le pide demás de
la obligación que de buena correspondencia tiene a esta que es en los tiempos
del señor Gobernador Gaspar de Rodas…”1
Hecha la transcripción del documento, solo se
encontró esa mención, porque el contenido del manuscrito es la organización de la
expedición de conquista de los chocoes y la muerte de Pereyra el organizador. Por
este contenido se asumió una búsqueda de contexto. Se encontró que las minas de
Toro estuvieron ubicadas en la jurisdicción de Anserma ciudad fundada por Jorge Robledo en 1539. Las minas estuvieron
ubicadas en el territorio del Cacique Ocusca
indómito ante los requerimientos del conquistador; pero luego, tras batallas
aceptó la sumisión; y tras esta, el territorio de los chocoes se convirtió en
atractivo. Robledo envió un grupo de cincuenta soldados a ese territorio; entraron
en la cordillera occidental hasta los nacimientos del Darién y se encontraron
con la fiereza de los nativos. Volvieron mal heridos y perdieron un hombre,
tomado prisionero y de quien no se supo su paradero. En esta búsqueda de
contexto, se tomó la relación de Jorge Robledo sobre su incursión en el
territorio indígena del Cauca medio y se hace el siguiente acercamiento:
La seducción
del Chocó
Puede imaginarse un corredor indígena, el tránsito
de Cartagena a Popayán. Lo recorrió varias veces en su vida el conquistador
Jorge Robledo, en la medianía del siglo XVI. Por ese corredor las sociedades
prehispánicas comunicaban el sur con el norte del continente. La exploración de
los conquistadores no se hizo a ciegas. Siguieron las huellas indígenas y la
mayoría de las veces tomaron presos indígenas y les enseñaron el castellano: a
estos los llamaron ladinos y se
referían a ellos como lenguas. Estos ladinos
guiaron la mayor parte de la conquista. Las huestes (el ejército conquistador) cayeron
sobre los asentamientos indígenas y con el famoso requerimiento, algo así como leerle
los derechos a un delincuente, se les llamó a someterse al rey de España. Ante
el primer contacto muchos grupos indígenas se espantaron; pero luego les hicieron
la guerra a los intrusos, al cerciorarse de su humanidad y descartar su
divinidad.
En la relación de sus conquistas y fundaciones, que
Jorge Robledo hace escribir al escribano Pedro Sarmiento en Cali, en 1540, está
ese contacto entre los nativos y los invasores europeos. En la crónica el
“capitan Jorge Robledo, teniente de Gobernador” de el “Señor Marqués Don
Francisco Pizarro, Adelantado, Gobernador y Capitan General en los reinos de la
Nueva Castilla”2, funda varias ciudades.
Jorge Robledo partió de la ciudad de Cali el 14 de
julio de 1539. Se centró para la partida “en un pueblo, que se dice Vijes, el cual pueblo es de indios”3.
Dice el escribano que Robledo hizo alarde de su expedición: “muy nobles
caballeros é otras personas de honrra […] cient hombres de pies é de á caballo,
isleños é hombres esforzados en la guerra, de mucho tempo, en estas partes, é
llevó muchos ganados é negros é indios para los pobladores é conquistadores”4.
Honrados vecinos de Cali acompañaron a Robledo por
espacio de una legua; la salida todo un acontecimiento lleno de ostentación de
poder político – económico ante sus coterráneos españoles y ante los indígenas
reclutados. Todos con la convicción de ir a someter a los nativos concebidos
como monstruos salvajes a quienes había que someter a nombre de la nobleza, la
honra y el cristiano superior. Estas convicciones son el resultado de una monarquía
española en proceso de absolutización. Desde Castilla se vencían y dominaban
los reinos circundantes; pero el medioevo se afianzaba con el sentimiento y la
actitud contrareformista. Todo lo que no fuese cristiano católico se
consideraba digno de ser exterminado: protestantes, judíos y los indígenas de
las indias occidentales.
Robledo viaja por el río Cauca hacia el norte.
Nombra las cosas, los seres humanos y los lugares con nombres recursivos. Al
pueblo de Vijes le da ese nombre
porque sus nativos coloreaban su cuerpo con un rojo sacado de la planta
nombrada vijes por ellos. Hoy la palabra se escribe con b. La Bijes Orellana o
achiote, nativa de América usada también como un condimento colorante. En la
margen izquierda del Cauca (río aún no nombrado, el cronista lo llama el río Grande),
están pueblos indígenas de resistencia tenaz ante el invasor. Se les pone el
nombre genérico de chocoes; y la
ciudad que funda en esos territorios le pone como límite al sur el pueblo de
los Gorrones, porque los nativos
utilizaban un gorro, prenda parecida a la usada en España, para cubrir la
cabeza. Encontró a los Gorrones después de ocho días de Camino. “Aportó con su
real a una provincia que se dice los Gorrones, e allí junto al grande que por
allí pasa…”5.
El ejército de Robledo avanza organizado: “ordenó
su avanguardia é retaguardia y alférez é cabos descuadras de gente de á caballo
é de pie; é con este ordenamiento caminó con voluntad de Dios Nuestro Señor”6. El largo y ancho territorio del valle del Cauca,
desde la mirada del conquistador, es una tierra por descubrir, y desde el ojo
del indígena es la tierra de la cual hay que echar al invasor. El conquistador
y su ejército avanzan y envía a cada trecho a izquierda y derecha grupos de
treinta o cuarenta soldados a “ranchear” o a “descubrir”. El ejército real
español se aposenta en pueblos indígenas con abastos (sembrados y frutos
almacenados). Esta acción la llaman “asentar el real”. En el real, Robledo
recibe informes de los descubridores – rancheadores para decidir la entrada al
territorio indígena. Si la tierra está poblada y muestra riqueza en cultivos y
número de indígenas, ameritaba desplazar hacia ella el real y fundar una
ciudad.
Robledo se desplaza por la margen izquierda del
río, lleva en balsas sus bastimentos. Incursionó sobre la cordillera
occidental. Cayó sobre los indígenas y prende a los notables o sus hijos, para
obligar a su rescate y negociación; para luego someter por la fuerza y la
violencia a los caciques:
“É
porque había necesidad de comida, mandó a cierta gente, que pasasen en las
balsas é canoas a unos pueblos que parecían de la otra banda; é en sintiendo
los indios del dicho pueblo que había españoles, desampararon los pueblos; é
los españoles hallaron tanto maíz é tanta infinidad de pescado asado, que
aunque estuviera el real dos meses no lo acabaran. E allí estuvo el señor
capitan con su real tres o cuatro días, en el cual dicho tiempo vinieron
ciertos indios de paz, é les hizo entender como él no venía a hacerles mal, é
que fuesen amigos de los españoles, é se volviesen a sus casas y estuviesen de
paz; porque les hacían saber que eran vasallos de S. M. é habían de servir a
los cristianos. Y el señor capitán les volvió ciertas indias e muchachos que
habían tomado”7
En la crónica bajo los conceptos de “descubrir y
ranchear”, están las actitudes de los conquistadores de someter a los
indígenas. A pesar de la insistencia de comunicarles el ser amigos, los nativos
ya tenían noticia de las intenciones del invasor. La crónica subestima la
inteligencia de los indígenas. Sabemos que las sociedades americanas estaban en
un proceso de consolidación de poderes regionales. Los más consolidados vistos
por los cronistas de indias, estaban al sur con el Imperio Inca y al norte con
los Mexicas – Technochitlan. En la región Caribe (Hoy Colombia, Venezuela,
Ecuador) los grupos nativos estaban construyendo cacicazgos extensos y por eso
se guerreaban entre ellos; pero a pesar de esta circunstancia, la comunicación
interregional estaba y lo certifica la red de caminos pedestres. Por eso la
noticia de la llegada de los españoles corrió con la velocidad del chasqui y
cunado hubo el contacto visual, se detectan dos actitudes de los nativos: una,
adherirse al español, cubrirse con su sombra y ayudarle a vencer al cacique
enemigo, con la convicción de hacerse al lado del dios esperado o del dios
aparecido. Así ocurrió con los Mexicas – Technochitlan y Tlaxcala. Estos
intrigaron ante el invasor, contra los Cholula;
“[…]
los de Tlaxcala ha tiempo están en guerra, ven con enojo, ven con mala alma,
están en disgusto, se les arde el alma contra los de Cholula. Esta fue la razón
de que le dieran hablillas [al conquistador] para que acabaran con ellos. Le
dijeron:-es un gran perverso nuestro enemigo el de Cholula. Tan valiente como
el mexicano. Pues cuando esto oyeron los españoles, luego se fueron a Cholula.
Los fueron llevando los de Tlaxcala, y los de Cempoala. Estaban todos en son de
guerra […] cuando se hubo llegado, se dieron gritos, se hizo pregón; los guías
y también los hombres del pueblo. Hubo reunión en el atrio del dios. Pues
cuando todos se hubieron reunido, luego se cerraron las entradas: por todos los
sitios donde había entrada. En el momento hay acuchillamiento, hay muertes hay
golpes. –¡Nada en su corazón temían los de Cholula! No con espadas, no con
escudos hicieron frente a los españoles. No más con perfidia fueron muertos, no
más como ciegos murieron, no más sin saberlo murieron. No fue más que con
insidias se les echaron encima los de Tlaxcala”. Texto tomado de los
informantes de Sahagún en su Historia general de las cosas de Nueva España y de
la Historia de Tlaxcala de Muñoz Camargo.8
San Juan se pobló allí, en la margen izquierda del
río Grande (el Cauca). Allí se distribuyó el poder en alcaldes ordinarios y
alguaciles y aconteció que un grupo de españoles llegados de Caratagena en
busca de Vadillo, se disolvió y acataron la autoridad de Robledo9.
En los rancheos se apresaban mujeres e hijos de caciques quienes al ver la
ciudad de San Juan poblada, llegaron de paz y aceptaron el sometimiento ante el
invasor para poder rescatar a sus deudos.
“Estando
en dicha cibdad el dicho señor Capitan con toda la dicha gente de ambos ejércitos
[el de Vadillo y el de Robledo], vino de paz mucha parte de los señores de la
tierra, con mucha cantidad de indios que los traian en los hombros por
grandeza; e allí el señor Capitan les habló con las lenguas é les dio á
entender a todo lo que venía. Los cuales dijeron que querían ser amigos de los
cristianos é servirles é hacer todo aquello que el señor Capitan les mandaba; é
de allí adelante, cada dia reunian dos o tres mil indios al real, de toda la
tierra, con comida é frutas é otras cosas á los españoles en abundancia, é ivan
é venían tan alegres, como si hubiera diez años que conocieran a los españoles;
é esta paz, fue cabsa dos señoras de la tierra que se prendieron por gracia de
Dios en un rancheo, que desde la cibdad se fue á hacer, las cuales estaban en
el aposento del señor Capitan bien tratadas, como señoras que eran; é ellas de
allí mandaban venir á toda la tierra de paz”.10
La táctica del secuestro y cautividad de los
notables o jefes de los nativos dio resultado a los conquistadores, quienes
luego de obligar al compromiso de sometimiento, exigieron su cumplimiento,
argumento con el que justificaron el castigo y la matanza de los indomables.
San Juan o Sata Ana de los caballeros (luego
llamada Ancerma) se mudó dos leguas hacia el norte, por la misma margen
izquierda del Cauca en 1539. Allí se trazó la ciudad y se repartieron solares,
“é los repartió ansi mismo las estancias ó tierras, conforme a la calidad de
sus personas11. Robledo nombró a Suero de Nava alcalde y luego lo
envió hacia el norte a conquistar otra provincia a las que llamaron Caramanta, siguiendo la costumbre de
verter al castellano la fonética indígena. Suero de Nava llegó “hasta las
provincias de Palasla Metian é Buritica”12. Dice el cronista que en
ese territorio los indígenas salían al encuentro, unos de paz otros de guerra.
En Buritica (Buxitica – Vuxatica, según anota el transcriptor) hallaron
“grandes fundiciones de oro é crisoles é carbón”. El viaje de Suero de Navia
duró setenta días y le llevó a Robledo una relación de muchos pueblos y
caciques. Robledo entre tanto incursionó en todas las provincias alrededor de
San Juan, las cuales el cronista llama Aucerma (nombre que luego se adopta para
San Juan). En la provincia el cacique Ocusca
se presentaba indómito ante los españoles, “y envió a amenazar al señor capitan
diciendo, que se saliese de su tierra…” Al fin Ocusca convino a hablar con
Robledo “con mucha potestad como señor que era”. Hablaron todo el día. Robledo
explicó a lo que venía y Ocusca
“dijo con mucha sagacidad que ni sus antepasados no habían seido subjetos, que
como lo había él de ser13.” Ocusca
fue prendido para obligarle a hacer venir a todos los caciques bajo su mando,
de paz, lo que debe entenderse aceptar la sumisión. Dice el cronista que Ocusca era un hombre maduro de “gran
presencia, cuando habla parece que asombra las gentes, tiene fama, por dicho de
indios, de muy rico é lo debe ser según su manera”14. Robledo llevó
preso a Ocusca hasta Ancerma y a
petición de este se le llevó en un caballo. Allí se le puso guardas; pero una
noche de tempestad oscura se escapó de manera imperceptible y Robledo empleó la
táctica de devolverle las mujeres y todo lo que tenía allí, para mostrar que no
había enojo.
Ante la situación el capitán envió hacia el
occidente de Ancerma a Gómez Fernández con cincuenta hombres; este anduvo por
cuarenta y cinco días hasta el nacimiento del Darién en la provincia que
llamaron Choccechima (o Choco o Sima, dice el transcriptor).
Los nativos contactados por Gómez Fernández, se registraron como en extremo
belicosos; hirieron muchos españoles y tomaron un prisionero. Ocusca se confederó “para venir sobre
la cibdad, é por otro cabo que diesen sobre el señor Capitan […] é que, ansi
nos matarían a todos”. Ocusca enviaba permanentemente espías. Robledo fue tras
él y puso en desbandada a los nativos quienes huyeron, pasaron el río hacía la
otra banda. Los conquistadores prendieron muchos indígenas y les aplicaron
ejemplar castigo, de manera que logró aplacar a los confederados y Ocusca y su gente estuvieron de paz.
Bajo esta situación los indígenas de Ancerma, pacificados, aprovecharon el
poder de Robledo y su ejército para someter la provincia de Irra y su cacique Cananao: “é que les daba mucha guerra, que fuese allá é que ellos
irían con él”15. Cananao
llevado en andas suntuosas, aceptó los términos de Robledo y “le trujo el dicho
cacique una vasija de oro a manera de casquete”; al ser preguntado sobre el
origen de la vasija, dijo que venía de la provincia de Quimbaya, en la banda derecha del río Cauca; y que allí todo el
servicio es de oro.
Ya con la ciudad “de los caballeros, Anserma,
pacificada, Robledo repartió los indígenas, “hizo repartimiento, […] dando a
cada uno conforme a lo que merecía, según la calidad de su persona”16.
Y el ocho de marzo de 1540, pasó el Cauca por Irra hacia la otra banda con todo su real: cien hombres de a pie y
a caballo y mil indios amigos. Cnanao
indicó que el pueblo más cercano en la provincia de Quimbaya era el de Carrapa;
en esta encontraron a los indígenas alzados contra los invasores. Luego de la
confrontación y la toma de cautivos, los nativos y sus caciques vinieron a los
españoles de paz. Después de ocho días, Robledo partió de Carrapa hacia Picara,
donde los indígenas había huido por miedo. Luego de mensajes “…vinieron cuatro
caciques […] con mucha abtoridad, acompañados de muchos indios […] é le dijeron
como había muchas provincias adelante muy ricas é de mucho oro”17 y
que la más cerca se llamaba “Pozo que eran sus enemigos; é que fuesen allá, é
que ellos les ayudarían contra ellos”18. El cronista insiste en la
enemistad entre los caciques. Esta condición le permitió avanzar a los
conquistadores. Es indudable la percepción indígena del invasor como un ser con
fuerzas superiores, divinas, y que la cercanía, el contacto y la comunicación
permitió intrigar para poner esas fuerza a favor y utilizarlas contra los
enemigos cercanos.
Así registra el cronista el contacto con los
nativos de Pozo. Los de Picara no dudaron en señalarlos como
ricos en oro, para incitar a los invasores contra ellos. Las ansias
inocultables de los españoles por ese metal, fueron fácilmente manipuladas. Los
indígenas observaron como ante el oro “se les puso risueña la cara […] como si
fueran monos levantaban el oro […] como unos puercos hambrientos ansiaban el
oro […]” dicen los informantes de Sahagún sobre los conquistadores de México19.
Robledo se dirigió a Pozo de inmediato. Tardó un
día en llegar, el ocho de marzo de 1540; los de Pozo, dice el cronista, “tiene guerra con todos los señores de la
tierra”, con todos sus vecinos. Se presentan como guerreros especializados que
habitan en un territorio escarpado, en lomas (en esas tierras se ubican hoy las
poblaciones de Neira, Aranzazu y Salamina). Armados con tiraderas y arcos,
desde lo alto flecharon a Robledo en un costado; pero con ayuda de los perros,
los españoles ganaron la batalla a los pozos y Robledo fue curado en la casa
del cacique vencido. Dice el cronista: “En esta provincia hallamos en las casas
muchos almacenes de dardos é tiraderas é muchos ídolos en mucha cantidad”20
A los veinte días Robledo sanó y partió hacia Pacura o Pancura; le salieron los indios de paz y le indicaron hacia
adelante la provincia de Arma y
advirtieron “que era muy grande tierra; é que no fuésemos allá porque nos
matarían a todos, porque era mucha gente” escribió el cronista21. Entró
Robledo a Arma y ganó el pueblo,
siguió y venció en otros cuatro más hasta la provincia del cacique Maitama. En estas tierras, dice la
crónica, es tan abundante el oro que “é no hacían los dichos indios caso del
oro, como si fuera yerro de Vizcaya”22. Igual que en los demás
territorios, los nativos les salieron a los españoles unos de paz otros de
guerra; y todos al igual que el cacique Maitama,
tenían en oro armaduras, coronas y patenas; hasta cinco mil indios relucían.
Robledo estuvo con Maitama sesenta y cuatro días. De allí envió cincuenta hombres al
mando de Hernán Rodríguez de Sosa, “a que fuesen descubriendo hasta en derecho
de la provincia de Vuritica […] é descubriese una provincia que se dice Cenufana, donde hay noticia de muchas
sepolturas é entierros de indios, con oro”23. Esta misión tuvo por
objeto buscar una población de indígenas grande para fundar allí una ciudad.
Rodríguez regresó a los cuarenta y cinco días; dio a su capitán relación de lo
visto: dijo haber mucho oro y riqueza pero poca población. Robledo regresó a
Qimbaya por Carrapa. Apresaron “un indio de abtoridad, porque no se pudo tomar
más, é allí le habló el señor Capitan, con las lenguas […] é le preguntó por
los caciques de la tierra; é le dio por relación que había sesenta caciques, é
los contó todos por sus nombres é pueblos”24. Con este indio de
autoridad Robledo les envió un mensaje y luego vinieron a él con mucha comida
en regalo.
El capitán Robledo, luego de ser informado sobre
ser Pascual de Andagoya, el nuevo gobernador de Cali y su jurisdicción, se
desplazó tierra adentro y fundó la ciudad de Cartago en octubre de 1540, “é hizo la traza de la cibdad, é la
repartió los solares a todos los vecinos é conquistadores” y nombró a Álvaro
Mendoza alguacil mayor y entregó la vara de justicia a Suero de Navia y Martín
Arriaga. Luego el capitán decidió ir a ver al adelantado Andagoya. Retornó por Irra a la margen izquierda del cauca,
llegó a San Juan (Ancerma) y de allí se dirigió con prisa para Cali, trajinando
el camino en siete días. Andagoya lo recibió con muchos agasajos y lo ratificó
como Capitán General y Teniente de Gobernador y le dio ochenta hombres “de a
pie y a caballo” para que continuase la fundación de ciudades25.
Esta relación fue hecha en Cali en 1540 a petición
de Robledo y escrita por el escribano Pedro Sarmiento. Se conoce como la
relación de Robledo porque el informante del escribano fue el mismo
conquistador. Robledo partió de nuevo hacia el norte y continua el relato Juan
Bautista Sardella quien dice acompañó a Robledo “en el descubrimiento que hizo
de las provincias de Antiochia”26.
Morir por
entrar al Chocó
Esta nota introductoria al documento, se hace para
mostrar la suerte de Pereyra un colonizador que en 1639 se presentó como una
alternativa, para recuperar de los indios chocoes las minas de Toro. Estas estuvieron
ubicadas en la margen izquierda del rio Cauca, ascendiendo la cordillera
occidental, entre Cali y Anserma. En 1573 el conquistador Melchor Velásquez de
Valdenebro obtuvo de la real Audiencia de Santafé de Bogotá una capitulación
con el grado de gobernador, para entrar en la provincia del Chocó e incorporar
esos territorios a la colonización. Los indígenas eran particularmente
belicosos; pero las noticias de la existencia de mucho oro, hacía de gran
atracción la empresa. Melchor Velásquez de Valdenebro entró al territorio y
fundó a Nuestra Señora de la Consolación de Toro, el 3 de junio de 157327;
pero el altísimo costo de la empresa lo empobreció y el ideal de las minas del
Toro se abandonó junto con la dominación de los indígenas chocoes en 1599.
Cuarenta años después, el capitán Julio Antonio de
Pereyra en 1639, retoma la empresa y pide a la corona española una capitulación
para entrar. Se recibe en Antioquia provisión de la real audiencia de Santafé de
Bogotá, con una capitulación en la que se crea un fondo para el sometimiento de
los indígenas del Chocó, sometimiento e incursión que debía comenzar por
recuperar las minas de Toro. El fondo es llamado en el documento “el entero”,
pretendido por pobladores de Ancerma y por el obispo de Popayán Don Diego de
Montoya y Mendoza. El obispo alega el derecho a utilizar “el entero” porque
explotó las minas y gastó en esa empresa muchos esclavos y suministros. Los
notables de Ancerma mostraron su derecho por estar cercanos y haber financiado
muchas expediciones para someter a los pijaos
que asaltaban a los viajeros y a los chocoes indómitos.
El documento escrito y fechado en Antioquia muestra
la dificultad de la tarea y hace el siguiente recuento de las incursiones de
los españoles para dominar y tomar las minas de Toro y someter a los indios Chocoes
entre ellos los poyaes, tatamaes, sitarabies, anocue, nocozco, urraus,
penderiscos, promecaes y citaraviraes, que se han confederado.
“[En]
mil quinientos y sesenta y cinco [1575] entró a pacificar los dichos indios el
gobierno de Toro, Melchor Velásquez, con cien soldados y habiéndolo conseguido
y teniéndolos de paz, le mataron ochenta hombres, cuatro hijos suyos y él salió
huyendo, y el año de sesenta y ocho [1568] había entrado el capitán Miguel de
Ávila con cien hombres y los mataron y el año de noventa [1590] entro el
Capitán García de Herrera con treinta hombres y los mataron y el año de
seiscientos y cuatro [1604] el Capitán Julio Hernández Gómez los pobló en
Andica y se alzaron y le quisieron matar y quemar el pueblo y se retiraron a
sus tierras y demás de esto es público y notorio que despoblaron a Caramanta en
la jurisdicción de Popayán y otras muchas muertes que han hecho de fuerte, que [en]
el dicho Cabildo abierto consta todas las muertes referidas en el tiempo y
cuando sucedieron…”28
También pretendían el llamado “entero” antioqueños
con amplia experiencia en el castigo de los indígenas como los capitanes
Fernando de Toro Zapata, Mateo de Cifuentes y Martín Bueno; pero el documento
refiere la Real provisión donde se capitula con el capitán Juan Antonio Pereyra
la pacificación y sometimiento de los indígenas Chocoes. Se le dan dos mil
pesos oro de veinte quilates. Se argumenta que el mejor camino para entrar en
Toro es desde Antioquia por la provincia de “Urau”. “se le pide más que la que
siempre se corre por su calidad y lo que se precia de leal vasallo suyo, ofrece
entrar en persona con la mayor copia de gente que fuere posible por esta parte,
ayudando la ciudad de Anserma con doscientos
indios para cargueros […]”29 y treinta soldados. Deberá entrar y a
dos o tres días de camino “sentar el real” y hacer correrías alrededor, de
cuatro leguas.
El capitán Julio Antonio de Pereyra (maese de
campo) estableció el real en el río San Juan. Con 60 soldados, indios cargueros
entre ellos los serviciales gorrones,
muy tempranamente del lado de los españoles. Comenzó cumpliendo la advertencia
de la capitulación de no llamar la incursión con el nombre de conquista. Se
debía atraer los indígenas con buenas maneras para evangelizarlos, ponerles un
doctrinero y tenerlos de paz. Pereyra cercó el real, y construyó algunos
depósitos; pero unos indígenas se metieron a robar salados y una rosa
(cosecha). Pereyra los persiguió “y estando allí a media legua de aquel sitio [se]
encontró con muchos ranchos”30. Se puede pensar que se volvió a su
real. Pocos días después tres chocoes se metieron de nuevo a los depósitos y
Pereyra salió tras ellos, “al uno mató de un escopetazo, los dos huyeron y él
alcanzó el uno, el otro se escapó [el capturado] salió confeso que los indios
de los campos venían a llevarse las provisiones de las salanas”31. Venían
poyaes, tatamaes y citaramiraes, dirigidos por Guatica y Tavianca; venían asaltando
por caminos vecinos.
El maese Pereyra los enfrentó con doce soldados y cinco
gorrones; en la “guazavara” (lucha) no hubo heridos, “no resultó daño ninguno”.
Pero un domingo después de la “guazavara”, a pesar de las advertencias Pereyra
salió, no resistió la tentación de luchar. Salió con el sayo sin la armadura ni
la rodela, con el solo arcabuz; y los gorrones con dos cabos encendidos, uno
adelante y otro atrás cruzaron hasta la otra banda del río San Juan. Allí los
indígenas los atacaron. El capitán “cuando quiso disparar no pudo, que estaba
lacevar el arcabuz y aunque después disparó estaba ya herido y casi sin
aliento, mataron un goron luciéndolo de más”32. El domingo siguiente
Pereyra murió. Los gorrones salaron el cuerpo y al martes siguiente lo llevaron
al real. Pero el real fue atacado, destruido “dieron al campo otra guazabara y
envistieron al cuerpo muerto del Capitán, mataron dos indios que eran por
cargado y al cuerpo lo hicieron pedazos a palos y le quitaron y llevaron la
cabeza y mataron hasta veinte o veinte y cuarto personas y soldados”33.
Notas
1. AHA. T. 23. Doc. 698. Folio 641. “Testamento de
Gaspar de Rodas”. Fondo Indios 1649
2. Pacheco Joaquín y De Cárdenas Francisco.
Colección de documentos inéditos, relativos al descubrimiento, conquista y
colonización de las posesiones españolas en América y Oceanía, sacados, en su
mayor parte, del Real Archivo de Indias. Tomo II. Relación del viaje del
capitán Jorge Robledo á las provincias de Ancerma y Quimbaya. Madrid: Imprenta
Española 1864. Pág. 267.
3. 4. Ídem Pág. 267
5. 6. Ídem Pág. 268
7. Ídem Pág. 268 - 269
8. León Portilla, Miguel. Visión de los vencidos.
Relaciones indígenas de la conquista. Universidad Nacional Autónoma de México
DGSCA. Coordinación de publicaciones digitales. Ciudad universitaria. México
D.F. 04510. Págs. 57 – 58.
9. Pacheco Joaquín y… Op. Cit. Pág. 273
10. Ídem. Pág. 273
11. Ídem. Pág. 274.
12. Ídem. Pág. 275
13. 14. Ídem. Pág. 276
15. Ídem. Pág. 277
16. Ídem. Pág. 280
17. 18. Ídem. Pág. 282
19. Portilla, Miguel. Op. Cit. Pág. 66
20. Pacheco Joaquín y… Op. Cit. Pág. 283
21. 22. Ídem. Pág. 284
23. Ídem. Pág. 285
24. Ídem. Pág. 286
25. Ídem. Pág. 290
26. Ídem. Pág. 291
27. Salcedo S. Jorge Eliécer. Reseña histórica de
la fundación de Toro. Profesor Departamento de Historia Universidad del Valle.
Sin fecha
28. AHA Doc. No. 698. T. 23. Fondo indios 1649.
“Testamento de Gaspar de Rodas”. Folio 688
29. Ídem. Folio 690
30. 31. 32. 33. Ídem. Folio 694
Imagen: Pasado Indígena. Pedro Nel Gómez (1942)
Mural al fresco. Casa Museo Pedro Nel Gómez
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