miércoles, 21 de abril de 2021

Narcotalia y Marquetalia. Lenguaje exaltado

Cuando se escucha a los representantes del gobierno emplear palabras insultantes contra el enemigo, se puede pensar en la pérdida de la serenidad. El soberano moderno es llamado pueblo; pero el pueblo por ser un ente movedizo y de difícil moldeamiento, no quiere decir que pierda la majestad soberana y todos aquellos atributos que se le han adjudicado al ente de gobierno a través de la historia, heredados por el pueblo soberano. Unos de esos atributos son la serenidad y la ponderación en el hablar, en el pensar, en la comunicación. Estas, la serenidad y la ponderación, que debe asumir el indicado por el soberano para que lo gobierne, se pierden cuando el indicado, el investido, el depositario de la confianza pública, el gobernante de turno, el ganador del proceso eleccionario, no ha introyectado la trascendencia de la tarea de ser el representante del soberano.

Tener en la conciencia, la trascendencia de la misión, que las formas políticas le han encomendado, en nuestro caso la democracia, se expresa en conductas guiadas por esos atributos de serenidad y ponderación. Pero en nuestro país, en los gobernantes de hoy hemos escuchado expresiones que alejan el personaje de esos atributos mentados. Y los podemos caracterizar por el uso del lenguaje.

El Presidente Iván Duque y el ministro de defensa Diego Molano repiten sin cesar para referirse a las disidencias de la guerrilla como participantes de la “nueva Narcotalia”. Esta expresión que desvaloriza y tuerce el lenguaje, para referirse al enemigo, se dirige a atacar el cometido de las disidencias de crear una “nueva Marquetalia”. Por los anales de la historia de Colombia, sabemos que Marquetalia fue, en los comienzos de los años sesenta del siglo XX, una de las repúblicas independientes que la guerrilla comunista quiso montar en el país (otras fueron Sumapaz, Arari, el Pato, Planadas o Riochiquito) y que fueron destruidas desde el aire por bombardeos sistemáticos ordenados por el presidente Guillermo León Valencia.

Los atributos de serenidad y ponderación del poder del gobierno, que encarnan el pueblo soberano, no puede descender a los niveles del enemigo, porque en ese igualamiento rebela la incapacidad para comprender la misión que les fue encomendada. El monopolio de la fuerza, el poder legislativo, el poder ejecutivo deben ser suficientes para someter el enemigo; si no, si el ministro y el presidente se dedican a insultar o a emplear un lenguaje con parodias, en vez de producir respeto, produce desconcierto y desgobierno.

La serenidad del soberano poder del pueblo representado en el ministro se pierde en un lenguaje inapropiado. Se es sereno si hay una dicción que refleje sabiduría y ponga a la soberanía por encima de la delincuencia, por encima del enemigo. El poder soberano del pueblo tiene la racionalidad moderna en su haber porque es hijo de ese mundo que decantó la república democrática como el mejor sistema de gobierno. Y de ahí que el gobierno materializado en seres humanos concretos sea sabio, sereno y ponderado.

Esta falta de serena templanza también se observa en el presidente de la república. En su campaña para sacar adelante la reforma tributaria de 2021 titulada “Ley de Solidaridad Sostenible”, llama al congreso a aprobarla, porque se trata de beneficiar a una inmensa población menos favorecida; el congreso debe votarla, aprobarla, así como aprobó la ley del proceso de paz que benefició a unos pocos: “Si en el pasado se hicieron reformas fiscales para financiar la desmovilización, el desarme y la reinserción de unos pocos que estaban con armas en contra de las instituciones y, con esas banderas, se promovieron decisiones fiscales de gran trascendencia, ¿cómo no lo vamos a hacer hoy por los más pobres de nuestra sociedad?” El Tiempo. 16 de abril de 2021

Las diferentes manifestaciones en contra de la reforma tributaria no están en contra de la “solidaridad sostenible”, están en contra de la extensión de tasas impositivas a los artículos de primera necesidad y a los salarios de la clase media empobrecida. El símil desafortunado de comparación del presidente entre la reforma y la ley de desmovilización, solo produce desconcierto y desgobierno. Esa comparación refuerza la deslegitimidad del proceso de paz y a los que están dentro de él.

Las palabras y los actos de gobierno del soberano moderno representante del pueblo, son ejemplo a seguir; se convierten en conductas. El imaginario de las gentes se alimenta de lo que dicen aquellos personajes a quienes ha ayudado a elegir. Y si no los ayudó a elegir los reconoce de manera negativa, acusándolos de corrompidos contra quienes casi nada hay por hacer. El imaginario está anclado ahí, en la institución, en la confianza, ella dice verdad y moldea el pueblo.

El incumplimiento y ataque del acuerdo de paz, manifiesto o subliminal, aúpa y enaltece la resolución violenta de los conflictos, la justicia por mano propia y los asesinatos selectivos sistemáticos. Cuando el representante del soberano carece de serenidad y ponderación crea un ambiente de confusión o sensación de “río revuelto”, en el que se dispara contra el otro con alto grado de impunidad.

La serenidad debe ser un atributo del poder soberano. Ella hace tomar las decisiones basadas en la inteligencia y la sabiduría, que están en quien sabe del bien público y colectivo. Satisfacer las aspiraciones de la sociedad, para dirigirlas hacia el logro de la igualdad y la justicia exige una sensibilidad de líder, hecha o construida con vocación de servicio ante el pueblo.

El lenguaje del poder debe ser el más cualificado, medido, dosificado, claro, preciso, para generar actos civilizatorios en los súbditos convertidos por la modernidad en ciudadanos. Estos deben ser tratados permanentemente con la delicadeza que exige un niño en proceso de aprendizaje. Al menor descuido o mal ejemplo, se generan conductas violentas. Violencia de la palabra, violencia por discriminación o por el miedo. Violencia que genera un poder sobresaltado e inseguro.

 

lunes, 19 de abril de 2021

La visión del conquistador. Relación de Anzerma de Jorge Robledo

Dice en las Relaciones y visitas a los Andes, Hermes Tovar, que la relación atribuida a Jorge Robledo ha tenido varias versiones con transcripciones repetidoras de múltiples errores; por eso él debió ir al Archivo General de Indias y consultar y transcribir el documento original titulado “Relación de lo que subcedió en el descubrimiento de las provincias de Antiochia, Anzerma y Cartago y cibdades que en ellas están pobladas por el señor Capitán Jorge Robledo”. Hermes lo publica con el nombre de Relación de Anzerma.

Este documento atribuido a la pluma de Jorge Robledo, es una muestra de las percepciones de un conquistador sobre los seres humanos que sometió. Se puede leer y ver un hombre de guerra con la idea de fondo de haber dominado y destruido unas sociedades con unas costumbres básicas como las suyas aunque realizadas de otra manera. Hombres y mujeres que nacen, aprenden las conductas de sus mayores, se casan, tienen hijos y dioses y se sepultan en condiciones de ir a otra vida. Este último atributo es un indudable contenido metafísico de las culturas precolombinas de muy difícil reconstrucción.

La relación comienza con una revelación perturbadora “…entramos sin lenguas y con muy gran falta de sal e cuando se tomaba algún yndio, le preguntábamos por señas por sal a la cual ellos en su lengua nombravan Anzer y por este vocablo de Anzer, como no aprendimos otro la llamamos Anzerma que su natural nombre de la provincia de Humbra”1 Perturba el saber que la mayoría de los nombres de lugares adjudicados por los conquistadores y conservados hasta hoy, es la fonetización castellana de los vocablos indígenas. Fonetización errática que se manifiesta en la forma distinta de escribir los nombres. Además se despojó así los paisajes de las connotaciones culturales de sus habitantes. Así ocurrió, porque España destruyó la civilización indígena y sobre sus ruinas construyó y nombró el nuevo mundo.

Robledo bajo el nombre de provincia subsumió numerosos pueblos indígenas comarcanos vecinos ubicados en un territorio y se formó una imagen de sus diferencias socioeconómicas. Por eso su relación es un documento con información que hoy podemos usar como etnográfica y socioantropológica. Se puede tratar de recabarla de forma siguiente:

Humbría - Ancerma

En la banda izquierda del río Cauca nombra la provincia de Humbra centrada en Anzerma con muchos pueblos. Esta provincia tiene al norte los valles de Amiçeca [amiceca] a tres leguas; el valle de Chanburuqua a una legua, donde se hace sal. Hacia el oriente a cuatro leguas los pueblos de “Yrra e Angasca e Guacayca e Aconchara2 Hacia el occidente Gunnia, el valle de Apia, Chatapa, Andica, Hunbria y Taupa. Más retiradas las provincias de Carantama y Caramanta. Pasando la cordillera “está la provincia de Chocó que es en las Barbacoas por la cual corre el río del Darién es muy poblada y de mucha gente la qual yo descobrí”3

Los naturales del territorio de Hunbra alrededor de la ciudad de Santa María o Santa Ana de los caballeros o Anzerma, “son gente bien tratada”4: esta observación de Robledo se puede comprender en los términos de gente satisfecha y de buena presentación. A sus señores o caciques los tienen en altas consideraciones, los transportan en hombros o en andas; llevan un grupo de “diez o doze mujeres muy bien adereçadas y hermosas”5 para cuando el descienda de las andas lo toman y cargan en sus rodillas para impedir que toque el suelo. Dice Robledo que esto es una muestra de “mayor veneración”6. Y debe entenderse más allá de la veneración como la condición divina de los caciques y del poder. Ellos traían la cara pintada de diversos colores y mucho oro en collares, “caricorie” [narigueras], “que pesa xv o xx castellanos que es a manera de barra de oro retorcida y les cae sobre la boca, tiene(n) por çima de las ventana de las narizes // unos agujerillos de cada parte el suyo donde ponen unas perillas de oro que pesarán quatro o cinco castellanos las quales tienen unas asillas [sostenes] con que tienen los agujeros de las narizes”7

 

Robledo dice que los brazos y piernas de los aborígenes de Humbra, tienen prietos los músculos porque ponen debajo de las rodillas, encima de los tobillos, encima de las muñecas, “un gran bulto de chaquira ques unas cuenteçicas menudas muy iguales blancas parejas…”8 . El objeto de estas chaquiras prietas es, “criar molledo” [que es]La parte carnosa y redonda de algún miembro, especialmente de la parte alta de los brazos, y los muslos y pantorrillas”, según diccionario de antigüedades, anota Hermes Tovar9. Los caciques o señores, usan un cinturón [el relator dice cincho] también de chaquiras blancas y de oro que les sostiene el maure [tejido de algodón de 180 x 80 centímetros, vara y media por una] “con que tapan sus vergúenças”10. El maure, pintado, pasa bajo las piernas dejando adelante la menor parte y atrás cuelga casi hasta el suelo.

Tienen el cabello muy largo y cuidado y lo traen cogido, para dejar ver la guirnalda [corona] de diversas formas. Entre más rango tiene el señor o cacique deja crecer más largas sus uñas. Practican muchas abusiones [creencia disparatada] y agüeros “cuando ven venir [lluvia o nubes] todos empieçan a soplar y a escupir cara al çielo y a desviar el agua con las manos para que no llegue…”11

Todos tienen maure, y el cinturón (cincho) que lo sostiene, se distingue según el estatus. Ancho con chaquiras y cuentas de oro para los caciques y su corte; en los comunes (que no son señores) su cinturón es “una sarta de cuentas gruesas”12 y los de menor calidad tienen “un hilo”13 o madeja. Las orejas de todos tienen múltiples agujeros de los que penden varios pares de sarcillos de oro, el cuello lo rodea una cinta de chaquiras terminada en el frente con una joya de oro (sapo o rana). La ropa es un distintivo social, tiene más arte mientras más alto es el estado de quien la lleva, dice Jorge Robledo14

Las fiestas duran varios días; se juntan “muchos caçiques e munchos onbres principales”15. Se bebe mucho vino que ellos llaman chicha y se come poco. La chicha cuando la quieren fuerte la aderezan con yerbas que llaman tabaque [una especie de clavo de olor, anota Hermes Tovar]16. Beben, bailan, cantan y al final de la extrema embriaguez se pelean entre ellos “y se matan muchos unos con otros y desta man(e)ra pasan su fiesta”17

En la provincia de Hombría hay dos señores principales que son obedecidos por toda la comarca. Se llaman Humbruça y Ocuzca. Pero a tres leguas al norte esta la provincia de Yrra que habla otra lengua y es otro señor - cacique, llamado Cananao, sustentado su poder en el dominio de un brazo del río Cauca18.

Las mujeres de Humbría – Anzerma, no gozaban el mismo reconocimiento que los hombres; pero “bien adereçadas y hermosas”, van vestidas con naguas hasta los pies muy pintadas, ceñidas a la cintura. El torso lo cubren con una “como mantellina”, una manta pintada cogida en los hombros con dos puntos. El cabello lo traen largo y muy bien tratado. Ellas solo sirven a sus maridos y ellas son servidas por sus criadas. Llevan los alimentos a su hombre en copas bien tapadas y los prueban hincadas de rodillas, antes que él los coma19. Los habitantes de Humbría – Anzerma comen poca carne, pero si cazan la mucha y rica fauna que tienen. Cuando guerrean toman prisioneros y se los comen. La comida tiene como base las frutas y las yerbas (verduras) guisadas con ají. Van descalzos; tiene camas de esteras, altas del suelo y duermen cubiertos “con sus mantas grandes de algodón”20.

La fe es lo que dicen “algunos yndios hechizeros”. Tienen unos ídolos de madera con caras pintadas arreboladas con muchos colores. Los hechiceros curan los enfermos y pronostican el futuro del paciente. La curación se hace poniendo las manos sobre la parte del cuerpo donde está el mal; se aprieta la carne y se chupa y luego sopla hacia arriba “diciendo // que en aquello que chupan les sacan el mal e lo echan fuera”21. Los hechiceros son retribuidos con joyas de oro y cosas valiosas.

Los hechiceros de que habla Robledo, debemos entenderlos como sujetos especializados en la comunicación del grupo social con su mundo metafísico. Es claro que el conquistador solo ve en los ídolos de colores arrebolados los demonios que trae en su mente. Robledo testimonia que a los hechiceros, sus dioses representados en sus ídolos, se les aparecen por los caminos y en sus casas y les dicen que es su padre y “es el que cría todas las cosas y ansy las del cielo como las de la tierra […] e ansy como lo veen ansy lo pintan”22 en sus maures, en sus cuerpos, en sus caras. No tienen sacrificios humanos pero si invocan el sol y la luna como hijos del ídolo de colores arrebolados, en tiempos de necesidad, de lluvias. Saben que a la muerte irán a estar con su (ídolo) dios (demonio para Robledo) en el “çielo porq(ue) este diablo q(ue) a ellos se les paresçe dize que allí es donde él está y que todos van con él…”23

Los caciques se casan con las hijas de los otros caciques comarcanos; tienen entre diez o doce mujeres y duermen entre ellas o no, según su querer. Se guardan de relacionarse sexualmente con hermanas y las sobrinas, “Fasta tercer grado, de allí arriba no...”24 Se convierte en mujer principal dentro el cacicazgo la que primero se embaraza. Luego, regresa a sus tierra a parir y solo vuelve cuando el hijo tiene tres años. Este hijo de la primera embarazada ejerce mayorazgo; se convierte en heredero del cacique y ejerce autoridad aunque su padre esté vivo. Si este falta el mayorazgo pasa al segundo hijo, que puede ser una mujer.

Las apreciaciones sobre sobre la provincia de Humbría – Anzerma, las termina Jorge Robledo, describiendo el territorio y la forma de enterramiento de los naturales. Santa Ana de los Caballeros se fundó en una loma alta bordeada por dos ríos de aguas claras, a tres leguas de la cordillera de las Barbacoas o del Chocó, de la que se saca “muy grandes cedros muy hermosos...”25. Desde la ciudad se observan todos los demás pueblos con mucha cantidad de indígenas que celebran los tianguez “que en nuestra lengua se dizen mercados donde ellos se juntan a vender y comprar”26. Son indígenas muy entendidos y amantes de las mujeres, ellas y ellos no consienten el “buxarrones [la sodomía] como en otras partes y tiene(n)lo por cosa fea”27. Si alguno roba, el ofendido tiene el derecho de esclavizar al ladrón y venderlo en otro lugar.

Los señores o los caciques cuando mueres tienen una manera de enterrarse. Al cuerpo se le quita la grasa sometiéndolo a “dos fuegos en una barbacoa a man(er)a de parrillas a desaynar [quitar la grasa de un animal] hasta que se para muy seco y después […] le enbixan con aquella bixa colorada…”28 [Achiote]. Se les tiene encasa por dos meses para llorarlos. Le ponen todos los atuendos que usaba en vida, chaquiras en brazos y piernas y las joyas de oro. Las demás joyas que no caben en el cuerpo, el oro demás, lo hacen añicos, aplastan o destruyes su uso, y asi lo entierran con el cacique, como queriendo decir “que pues él muere que perezca todo”29

Se envuelve en gran cantidad de mantas de algodón preparadas con mucho tiempo. Se le lleva a la sepultura cavada en un lugar secreto: “La sepoltura es muy honda [cuatro o cinco cuerpos] e de dentro hecha una gra(n)de bóveda que pueden estar quatro de a cavallo con una puerta que se çierra con unos palos que no se pudren…”30 Matan dos indígenas de su servicio y los ponen uno a los pies y otro en la cabecera. Meten además sus armas, sus sillas, vasijas en que solía beber llenas de chicha y comidas; “y dizen que lo hacen para que coman de noche y ansí escuchan de noche ençima de la sepultura”31.

Dice Robledo que como los indígenas son “abusioneros” [agoreros, supersticiosos] y tienen sus maestros en ello, “hacen creer que hablan e que come e que pregunta por sus padres y por su gente”32 En los dos meses de tenencia del cuerpo muerto del cacique en casa, le cantan en medio de largas borracheras, “endechas”: canciones tristes y lamentables, que narran los actos de vida del difunto.

Quimbaya - Cartago

Provincia quebrada con múltiples cerros y valles, que la hacen fértil y llena de oro. Cartago dista catorce leguas de Ancerma, el río cauca de por medio; y está a nueve leguas del río, arrimada a las sierras nevadas, hoy nombradas como nevado del Ruiz. Del nevado desciendes múltiples ríos pequeños que dejan “muy grandes vegas [llenas de cañaverales] donde los indios tienen sus sementeras e granjerías e grandes arboledas de frutas, hay entre estos cañaverales mucho género de caça [caza] porque aunque hay cañas no es tierra de anegadizos […] sino tierra buena y muy sana…”33

La provincia, está centrada en la ciudad de Cartago y tiene un territorio ancho y largo de diez y seis leguas, totalmente poblado con “más de ochenta caciques”. La ciudad está asentada en un llano entre dos ríos, la tierra es muy buena “donde los xristianos tiene(n) sus granjerías e labranza e a tres leguas de allí tienen muy grandes zabanas pa(ra) para criaderos de ganados.”34

De Cartago – Quimbaya, río Cauca arriba (al sur), a treinata leguas hay una provincia con una lengua diferente a la usada por los indígenas de Ancerma – Cartago. Robledo no la nombra pero si describe su fabulosa cultura. Son enemigos, tienen muchos señores de más “pundonor” que los Quimbaya; “beben en vasos de oro q(ue) […] pesa treçientos castellanos”35. Todos los indígenas tienen muchas joyas; las mujeres visten y se comportan como las de Humbría. Las cucharas y vasijas son de oro mejor labrado que el de las otras provincias. “son de más razó(n) porque no son tan delicados y esto causa ser los indios más ovidientes a sus Señores y ansi tiene(n) mejores casas y mejor arte en su servicio que los de la provincia de Hunbra”36. Los principales caciques se llaman Tacoronvi, Yanba, Çaçaquavi (Zazacuavi), Via y Pindana. Son todos iguales y ninguno le obedece a otro. Se casan entre ellos. Van motilados, son más robustos, más morenos y mejores que los de (Hunbra) Humbría.

Hacía el norte hay varias provincias sujetas y al servicio a Cartago, a catorce y veinte leguas, se llaman Quindío, Carrapa, Picara, Paucura, Pozo, Arma y muchos otros pueblos. Todos tiene distinta lengua y “tienen diferentes las opiniones e sacrificios”37. Pozo, dice Robledo, está en una loma que cae al río Cauca, de difícil entrada. Los indígenas, tienen en sus casas muchos ídolos, unos de la estatura de un hombre, otros pequeños “hechos de madera e con sus ojos y narizes y sus devisas de joyas e sus colores y arreboles como los Señores se ponen…”38 Son indomables, belicosos, viven en guerra con los comarcanos y practican la behetería o la elección de sus caciques o señores. Robledo le adjudica a esta práctica la belicosidad y el irrespeto que tienen por sus caciques; además dice haber sido la provincia que más dificultad presentó para ser conquistada: “el primer día que entré en ella me hiriero(n) mal […] que llegué a punto de muerte […] son muy grandes carnyçiros de carne humana tiene(n) dentro de las casas muchos huesos e calavernas de los hombres que han comydo”39. Sacrifican algunos de sus miembros jóvenes a sus dioses (Robledo dice demonios) poniéndolos “aspados” en unos palos altos dirigidos hacia el sol saliente.

Jorge Robledo en este pasaje sobre los sacrificios, rebela la forma como obtuvo la información: en Paucura “pregunté yo al Señor q(ue) quantos indios sacrificava a los ydolos cada día y medixo que cinco y questo lo hazía de temor del diablo porque no los asolasen a todos y no se enojase le ofreçian los coraçones”40. Observa que los pueblos vecinos de Paucura hacen a diario los mismos sacrificios humanos; tienen la misma forma de portar las joyas y chaquiras. Visten el maure y las mantas.

Arma

Dos leguas al norte de Paucura, está la provincia de Arma. Es diferente. Es grande y rica sin igualar a la de Quimbaya. Está en las laderas occidentales de la sierra nevada, “en un seno que se haze en la misma sierra”41. Hace frío y no se cultiva el algodón. Las indias usan una “panpanyllas ques hasta palmo y medio de paño de algodón que la çiñe(n) al cuerpo”42 El torso y los muslos los llevan desnudos; los indios no usan maure, llevan una prenda de vegetales que parece “papel de estraça [que es como] cáñamo y lienzo basto, que sirve para envolver mercaderías…”43 en España.

Los de Arma son muy ricos en oro, pero no son tan refinados (Robledo dice pulidos) ni en el comer y beber, como los de Quimbaya. Las casas son redondas, bien hechas y grandes; albergan hasta diez hombres con sus mujeres e hijos “e cada uno tiene su apartado dentro donde duerme”44. El Señor - cacique de Arma se llama Maytama quien al igual de otros de su importancia tiene el labio inferior con muchas perforaciones y en ellas “meten unas barretas de oro que los xristianos llamamos barvas porque andan colgando […] los agujeros algunos tan grandes q(ue) la comida se les sale por ellos”45. Llevan además narigueras (o caricoríes) y sarcillos en las orejas. Al encuentro del enemigo van cantando con el cuerpo cubierto de tierras y el rostro con cenizas “que parecían Monstruos”46 Dice Robledo. Son fuertes pero poco astutos para la guerra y si muy dobles en el trato, es decir mentirosos, falsos.

Jorge Robledo con esta observación sobre los Arma, legó a nuestro tiempo un testimonio, un documento de contenido etnográfico y socioantropológico: Ellos tuvieron el espacio organizado según sus ritos religiosos, lo que debe entenderse como una cosmogonía. Estas prácticas para los conquistadores solo era un comportamiento regido por el demonio. Los Arma organizaban su espacio de vida con grupos de seis casas alrededor de una plaza. Casas circulares, formando un círculo alrededor de un redondel de guaduas o “cañas gruesas como dos muslos”47 Las guaduas distan una de otra, uno o dos palmos. Dentro del primer redondel viene otro y así hasta veinte hileras o “rengleras” que forma “como un monte”48. En medio tiene una escalera de seis palmos de ancho adherida a la pared del círculo interno. En las gradas se tienen ídolos y en la cima un lugar para sacrificar indios e indias; “en esta tierra se hace mucho sacrificio al diablo y destos sacrificaderos ay muchos e los más principales son en las plaças [plazas] de los Señores y en la punta de lo alto destas cañas tiene(n) puestas calavernas de hombres”49

 

La referencia a los Arma, se termina anotando sobre el parentesco. Dice el conquistador que solo guardan (prohíben) entre hermanos la relación sexual y esto los hace ser gente grosera, además la tierra no es tan “abastecida de frutas como es la de Quimbaya e Unbra [y por eso] no tienen tanta puliçía”50, se entiende este concepto como gobierno. Ellos mismos se llaman gente de bellacas costumbres: “sygund ellos son de vellacas costumbres”51. Estas calificaciones completamente eurocentristas, manifiestan la argumentación o justificación de la conquista, convicción de Robledo y su hueste.

Cenufaná

Al tratar sobre la provincia de “Cenufama”, en otras partes Cenufaná, distante veinte leguas de Arma, al norte, dice que “se puede entender el gran servicio que a Dios se haze en poblarse esta tierra”52 porque los indígenas, toda esta gente, son grandes antropófagos –Robledo dice carniceros-; celebran con fiesta el tener en sus casas muchas calaveras y osamentas de los enemigos, prisioneros de guerra, que han comido.

Los de Cenufaná tienen una lengua distinta. De Arma a Aburrá, pasando por Cenufaná, hay veinte y seis leguas y por todo el camino se observan “grandes asientos de pueblos antiguos e muy grandes edificios de caminos hechos a mano e grandes por las syerras e medias laderas que en el Cuzco no los ay mayores y todo esto perdydo e destruydo e no ay indio que sepa decir como ha sido ni de que se a despoblado por lo que se puede pensar que los a despoblado las grandes guerras que avido entre los naturales”53.

Murgia

La pequeña provincia de Murguia [Murgia] está en lo alto de la sierra y tiene cinco o seis pueblos. Su gente y lengua son distintos; vivaces, entendidos, son “grandes rescatadores”54 (comerciantes), por las salinas y las técnicas para hacer la sal: Robledo dice “e aparejo de hazer sal”55. Las mujeres y los hombres se visten como los de Quimbaya. Ellas llevan faldas –naguas- largas y ellos mantas. Tiene sus ídolos, sacan oro y comen mucha carne tanto de caza como la de los enemigos. De la Provincia de Murguia se pasa a la de Arma a través de la cordillera de la Sierra Nevada; pero en ese paso hay un valle con un río grande en el medio. En este Valle está la Provincia de Aburrá.

Aburrá

La gente de Aburrá es diferente de todas las otras (se entiende de las otras provincias sometidas por Robledo). Las casas y los trajes son distintos. Los hombres en lugar de cinturón para sostener el maure, -Robledo dice cincho-, llevan “una madexa de hilo colorado o blanco”56 y su pene lo llevan atado del prepucio hacia arriba: Robledo dice: “y su natura cogida arriba asyda por el capillo”55. No comen carne humana, son pobres porque tienen poco oro; pero son grandes labradores, tiene mucha ropa (se entiende que son tejedores y cultivan el algodón) “e mucho de comer ansy de carne como de frutas porque tienen grandes arboledas y están en aquel valle ques muy ancho e viçioso”57. Son beligerantes, tiene armas diferentes como la estólica o tiradera que impulsan “dardos delgados” con gran fuerza.

Estas características de los habitantes del valle de Aburrá, hechas por Robledo, no se quedan solo en el sector del sur y deben extenderse a toda la geografía que hoy abarca el valle. El conquistador sale de él por la “syerra adelante”, y se entiende que salió por el norte y vio los demás pueblos de indígenas. Por ese sector, río del Aburrá abajo, a veinte leguas llegó a la provincia de Amache cuyos habitantes “son flecheros e tienen yerba, son de otra lengua”58. Por ahí también encontró mucha tierra despoblada con caminos anchos, acequias hechas a mano y ruinas de grandes pueblos.

Antioquia

La ciudad de Antioquia se fundó el 21 de noviembre de 1541 en las “provyncias de Ebixico”. Estas provincias ocupan un territorio de más de cuarenta leguas de largo y ancho. Tienen otra lengua, son la gente más cruel de aquellas tierras, más carniceros “e que más se comen unos a otros”59. La ciudad se hizo con la cordillera detrás (Robledo se refiere a la cordillera occidental). En ella nacen cuatro o cinco fuentes de agua que llegan a la ciudad. “En esta provincia ay muchos géneros de frutas muy buenas e más que en Cartago ni Santana [Ancerma]”60. Los indígenas tienen mucho oro que sacan de varias minas y con él compran a los vecinos abastecimientos, para eso usan pesos y medidas, “tienen gran contratación” -dice Robledo.

Los señores –caciques- van acompañados, no tanto como los de Humbría y Cartago y usan maures y mantas y las mujeres llevan las faldas –naguas- largas. Son “muy entendidos y avisados para ser indios”61. Muy crecidos y de gran fuerza. No tienen ídolos pero si se emborrachan y hablan con el diablo que lo tienen por señor. Esta observación incita a pensar que los ebéjicos habían construido un dios abstracto sin representación material. Por eso dice Robledo que los ebéjicos eran “grandes “hecchiceros e myran en abusyones [supersticiones] e cosas porque cuando ellos quieren que los xristianos no pasen por algund camino ponen unas rayces […] hecho en ellas figuras […] creyendo que pasando por allí nos avemos de morir o dexar de pasar”67 En una laguna cercana a la ciudad creían que en ella había una serpiente grande con orejas y ojos, salía y les hablaba y para que no se enojase le echaban comida. Robledo, de nuevo dice ser el demonio que se les aparecía, porque ellos allí bañaban los caballos ante el asombro de los indígenas.

Vecinos de las provincias de los ebéjicos, son otros indígenas de provincias muy pobladas, se llaman Penco, Ytuango, Jundabe, Brero, Porruto, Corome y muchas otras. Están en tierra “rasa e otras en montañas”, entre ríos, arroyos y quebradas llenas de pescado y jaibas. La tierra tiene mucha cantidad de animales; entre perdices y conejos hay un puerco montés “que tienen el onbligo sobre el espinazo”68. Esta fabulación de Robledo delata que en su relación incluye su propia experiencia con los dichos circulantes entre los conquistadores. Nombra también tigres, armadillos, osos hormigueros y zarigüeyas que los indígenas llaman çevo64 (cevo).

En la laguna cercana a la ciudad, en una loma cercana, dice Robleo que hizo poner una cruz: “hize entender a los indios que no la avían de quitar porque aquella hera ynsynia de los xristianos y que la tenyamos en gran veneración porque el que hizo todo el mundo e crió todas las cosas dél nos la avía dado por señal e bandera para contra todas las cosas malas e que ansy ellos la podían tener contra aquel diablo que se les apareçia y que quando lo viesen que hizien aquella señal con la mano o con palos e que luego huiría…”65

Robledo escribe que recién fundada la ciudad los indígenas le tendieron una trampa al momento de pasar por un camino estrecho; pero él lo esquivó y entró al valle haciendo un rodeo y encontró en la loma más de diez mil hombres alrededor de la cruz “lo cual tovimos por milagro no avella quitado porque ninguna cosa nuestra ellos veen que no la deshacen…”; queman las casas donde han estado los españoles y destruyen lo hecho incluidas las cruces.

La anécdota de la cruz tiene especial significado por mostrar las dos actitudes que se confrontas en la conquista. Los españoles prohíben a los indígenas hablar con sus dioses; pero los llaman a hablar con la cruz para que los saque de sus tradiciones. Este pasaje de la cruz en la loma a su vez ilustra esa paradoja de la conquista, por la cual un puñado de soldados españoles vence y somete un ejército de diez mil indígenas; dice Robledo: “En este valle me tovieron los indios cercado tres días en los cuales tuve guazabaras y escaramuzas con ellos donde ovo indio que acometió a dos españoles e hirió al uno muy mal [con] armas arrojadizos […] con un mo(n)tante [espada de palma tostada] […] hasta que estuve en lo alto […] e con los que allí yvan y ansy los desbaratamos e hicimos huyr porque luego subimos los caballos e me fui al asiento donde fundé la ciudad”66

Luego de fundada la ciudad hubo una alianza de los indígenas de Pequy con los ebéjicos para echar a los españoles de la tierra, pero fueron enfrentados por el alférez Álvaro de Mendoza y otros a caballo “tovieron con ellos otra guaçabara e alançearon muchos dellos e a otros hizieron despeñar [los indígenas] se retiraron e nunca más tovieron ánimo de venyr de guerra e salieron luego de paz”67.

Esta dificultad, de tener los indígenas una actitud indomable, hace que Robledo se la explique desde el tratamiento que él dice, haberle dado a los indígenas, es decir, su método de conquista. Y se responde: en el primer contacto que tuvieron con los españoles fueron saqueados y tratados con extrema crueldad. Según se sabe –Robledo no lo dice- fue la incursión de Badillo en 1538: “otros xristianos que avían pasado por la provincia de Nori que avían quemado a los Señores saliéndoles de paz sobre demandarles oro”68 Los caciques le salieron de paz a Badillo y sus soldados. Pero por el afán y la ambición, los torturó y los quemó vivos por negarse a entregar oro. Por eso dice Robledo que a él le tocó trabajar el doble para someter al servicio de la corona los indígenas de la zona de Antiochia.

Antioquia se ubicó a tres o cuatro leguas del río Cauca, para llegar a él todo es cuesta abajo con valles muy poblados. Der la otra banda “está una syerra muy alta la cual es las provincias de Nutabe y Brero ques donde me mataron tres xristianos”69 A quince leguas de Antioquia, río abajo, hay un puente que atraviesa el río, hecho por los indígenas Brera: “es de bexucos muy gruesos e torçidos unos con otros que hacen unas maromas [nudos] gruesas como el cuerpo e tienen sus yngenyos con que las estiran, tienen del un cavo del río y del otro casas en donde tienen çierta guarnición para defender la puente…”70 Los Brera cobran peaje para pasarlo, porque está hecho para comerciar y por allí el río es imposible pasarlo a nado o con balsas. Robledo termina la ubicación de Antioquia haciéndola vecina de las provincias de Nori, Guaca, y Buriticá enclvadas en la sierra de Abibe.

Notas

1. Relación de Anzerma. En Tovar, Hermes. Relaciones y visitas a los Andes. Siglo XVI. Colcultura. Bogotá 1993. Pág. 335.

2. 3. 4. 5. 6. Ídem. Pág. 336

7. 8. 9. 10. Ídem. Pág. 337

11. 12.13. 14. Ídem. Pág. 338

15. 16. 17. 18. Ídem. Pág. 339

19. Ídem. Pág. 339-40

20. 21. Ídem. Pág. 340

22. 23. 24. Ídem. Pág. 341

25. 26. 27. Ídem. Pág. 342

28. Ídem. Pág. 343.

29. Ídem. Pág. 344

30. Ídem. Pág. 343

31. 32. Ídem. Pág. 344

33. 34. Ídem. Pág. 345

35. 36. 37. Ídem. Pág. 346

38. 39. 40. Ídem. Pág. 347

41. Ídem. Pág. 348.

42. Ídem. Pág. 348.

43. 44. 45. 46. Ídem. Pág. 348

47. 48. 49. 50. 51. Ídem. Pág. 349

52. 53. 54. 55. Ídem. Pág. 350

56. Ídem. Pág. 351

57. Ídem. Pág. 350

58. 59. Ídem. Pág. 351

60. 61. Ídem. Pág. 352

62. 63. 64. Ídem. Pág. 353

65. Ídem. Pág. 354

66. 67. 68. Ídem. Pág. 356

69. 70. Ídem. Pág. 357

Imágenes:

indígena con su atuendo de oro en el Museo del Oro Calima en Cali

Indígena en andas

Mujer Caribe por Charles E. Taylor (1888)