lunes, 31 de mayo de 2021

Gente de bien y música culta: artificios para ingenuos

Detrás del concepto “gente de bien” está un contenido cultural que hunde sus raíces en la sociedad colonial, resultante del exterminio de cientos de miles de indígenas. En el occidente colombiano, Pasto, Almaguer, Chapanchi, Agreda, Yscandé, Popayán, Timaná, La Plata, Cali, Montañas, Buga, Toro, Cartago, Arma, Caramanta, Anzerma, Antioquia y Cáceres, la población indígena tuvo el siguiente comportamiento: 1536=905.760; 1559=88.419; 1570=66.599; 1582=34.200. En 47 años desparecieron 871.560 indígenas, todos muertos por la violencia, el asesinato y la explotación1. Los hijos mestizos o no de los exterminadores crecieron con la convicción de hacer equivalente la cultura indígena a una expresión diabólica. Los mestizos y los hijos de blancos provenientes de España, siguieron la persecución y expoliación de los indígenas atacando permanentemente los resguardos y se labraron en su ideario, para insultarse, el señalarse mutuamente de ser indio.

El pensamiento nobiliario impuesto a la cultura colonial creó en la práctica una lucha a muerte por los títulos de “limpieza de sangre”. En los archivos abundan las demandas de unos blancos contra otros por omitir en el trato cotidiano el título de Don. En los mestizos también se presentó la lucha por la gradación del color de la piel y la compraventa venal de los títulos nobiliarios, negocio de las autoridades virreinales. Las ñapangas, las terceronas o las tente en el aire, ocupaban un lugar social según “los lazos blancos en la piel”.

Ese régimen de exclusión sancionado por las creencias religiosas y sostenido por la poderosa jerarquía eclesiástica, creó el pensamiento colonial. Este se puede identificar en el comportamiento de un individuo: cristiano fundamentalista, señala todo lo distinto como obra del demonio, patriarcal, misógino, autoritario, esclavista; convencido de que la riqueza es el poder social. Las faltas contra la moral se vengan con el escarmiento público y el castigo físico. Esas cualidades forman el bien público y el privado, y por tanto la resultante es “la gente de bien”. El hombre y mujer de bien sostienen el orden social colonial. Tienen todo el derecho de castigar la falta con la violencia, incluidas las faltas contra el superior jerárquico, generalmente un superior racial.

Este pensamiento colonial sobrevivió a la guerra de independencia. La república se dota de una estructura política y filosófica que sólo habita la cabeza de la élite rica; en el pueblo esa cultura colonial del prejuicio se mantiene. La elite se educa, se ilustra y reconoce la educación como la práctica que libera el pensamiento; pero en los siglos de dominación por la elite liberal y conservadora, no se ha querido producir un ciudadano colombiano libre pensador y autónomo. Todo el siglo diecinueve fueron dubitativos con la libertad general. Solo en 1865 se deciden a abolir la esclavitud y quitarle a la iglesia el tercio de la tierra productiva de Colombia que la tenía fuera de la economía. En los últimos tres quinquenios del siglo diecinueve borra o traiciona los principios republicanos democráticos liberales y le entrega el país a los conservadores clericales. Bajo este régimen vuelve con toda la fuerza de la violencia política el pensamiento colonial y “la gente de bien” lo acepta y lo llama Regeneración de las costumbres corrompidas por la mezcla de liberalismo y socialismo.

Las luchas obreras por los “tres ochos”, ocho horas de trabajo, ocho de estudio y ocho de sueño, les parecen a la elite rica el nuevo demonio: los demonios indígenas redivivos. La educación sometida a un estricto control por la jerarquía religiosa, aleja de nuevo la creación de ciudadanos autónomos y librepensadores. Fue necesario el estremecimiento del mundo occidental por el nazifacismo, para que el liberalismo y el socialismo se uniesen a los Estados Unidos para derrotar a Hitler y al eje Japón, Italia, Alemania.

En Colombia este acontecimiento neutralizó y le quitó muchas convicciones a la cultura colonial. Nació un colombiano más proletario, más sindicalizado. La elite diversificó su relación con la cultura y adoptó los populismos en boga. Luego de la guerra, vencida Alemania, se delimitaron los campos políticos y aparece un nuevo enemigo, el socialismo-comunismo, que tiene que ser vencido mediante una “Guerra fría”; aunque en Colombia “la gente de bien”, resolvió el conflicto en caliente para vencer el enemigo, y se contaron de 1948 a 1958 más doscientos cincuenta mil víctimas, muertas por la violencia política.

De nuevo “la gente de bien” escala en contenido cultural. La elite liberal conservadora exorcizó la matanza con un Frente Nacional. Ambos partidos se diluyeron el uno en el otro y apuntaron sus armas político-militares contra el enemigo que les había diseñado “Guerra fría”: el socialismo-comunismo. Pero este enemigo también se diluyó en la misma disolución de la confrontación entre oriente y occidente. Ya no hubo más Unión Soviética y pareció como si la sociedad colombiana hubiese captado y aceptado el gregarismo propuesto por la organización de las Naciones Unidas y su bastión para la educación, la UNESCO. Luego de la casi desaparición de la sociedad por la guerra entre paramilitares y guerrilla, quedó en pie la propuesta de una paz longeva. La cultura política de los colombianos por efecto de la nueva constitución de 1991, aceptó el pluralismo político, la sexualidad diversa, la multiculturalidad, la democracia participativa y se convenció de estar resolviendo el conflicto social que los venía acompañando desde la fundación de la república.

Y “la gente de bien” no pudo salir del mundo de la “Guerra fría”. Socavó la paz con la guerrilla y los paramilitares e hizo retornar, con el poder de los medios de comunicación, el pensamiento y las actitudes coloniales. El retorno de esa cultura colonial es artificioso, porque el socialismo-comunismo ya no propugna por la disolución del Estado, quiere es fortalecerlo y ponerlo al frente de las decisiones socioeconómicas. Ahora es “la gente de bien” la que quiere, con su partido de gobierno y sus prosélitos obnubilados, disolver el Estado y dejar que reine sin cortapisas el capitalismo salvaje.

Pero creo que se puede prescindir de ese concepto de “la gente de bien” y pensarlo como una construcción de quienes quieren prolongar la vida de un enemigo inexistente, para producir miedo y así poder manipular las conductas. Toda la gente es de bien porque es gregaria, quiere mantener los lazos sociales. Pasa igual con el concepto de “música culta”, construido para excluir la cultura popular y mantener una segregación de tipo colonial. Ante esta denominación concebimos que toda música es culta.

Nota

1. Tovar, Hermes. Relaciones y visitas a los Andes. Siglo XVI. Colcultura. Bogotá 1993. Pág. 72

Imagen: Alfonso Ferro. Guitarrista 1995

miércoles, 19 de mayo de 2021

Revelaciones del Paro nacional

El afuera entra por los sentidos, en el presente, con la fuerza de la imagen en movimiento, con la inmediatez del acontecimiento y con la frescura de la novedad tecnológica del mundo interconectado. La información, así obtenida conmueve e incita a buscar explicaciones sobre el comportamiento de los manifestantes, de los agentes del estado y de los privados que quieres suplantar el estado. Estos tres actores se mueven por unas convicciones a las que me quiero acercar.

Se escucha a los jóvenes “muchachos o muchachas” que están en la versión 2021 del paro nacional colombiano, decir que no son de izquierda ni derecha. Lo mismo afirma el presidente Iván Duque, estirando el cuello. Igual se les escucha a los candidatos a ocupar la presidencia de la república, el estar por encima de las ideologías y haber trascendido la pertenencia a uno u otro bando. Estas afirmaciones se pueden explicar como un recurso de conducta de todos aquellos que quieren convocar el favor y la aceptación general para sus luchas y aspiraciones. Y ha sido un recurso de todos los presidentes electos desde el siglo XIX colombiano, decir que gobernarán por encima de los partidos; y convocaron la nación.

Y también se argumenta que el ubicarse en la izquierda o en la derecha y desde ahí tipificar a su oponente, es seguir viviendo en “La guerra fría”1, porque es muy fácil hacerlo y rinde, pues, produce un miedo canalizable. Fue un mundo que se metió profundamente en la mente de los seres humanos de todo el planeta. Mundo dicotómico, montado sobre los hombros de la ciencia y realizado en la pertenencia a una izquierda o derecha política. Concebir la vida, la política, la sociedad desde la lucha geopolítica este – oeste, fue y es ubicarse en uno de los dos bandos posibles: comunismo o capitalismo.

Asombra la insistencia de sectores políticos en la mayoría de los países de la órbita occidental, el concebir el mundo como una confrontación izquierda derecha y llevar a sus seguidores a adoptar una práctica beligerante para defender el esquema. La concepción dicotómica es cómoda e impide actuar en pos de una sociedad más allá. Ambos sectores se acusan mutuamente de ser el causante de la desigualdad y el desorden. Han logrado mantener la polarización política más allá del fin de “La guerra fría”, hasta hoy.

Pero es un simplismo ingenuo quedarse en esa sentencia de superar la izquierda y la derecha para justificar una práctica política sin ideología. Suena en los oídos como una muletilla para captar incautos. Cada parte de la dicotomía tiene un pasado enraizado en la ciencia. Y si se quiere estar por fuera de ella, se debe sustentar la pertenencia y luego la supuesta superación. Porque ambos polos tiene raíces comunes: buscan una sociedad justa y feliz, dicen en sus supuestos.

El capitalismo liberal llegó con el desarrollo científico de la producción, sustentado en la teoría política de la libertad per se o absoluta y concomitante con el orden republicano democrático. Se acuñaron los conceptos de sociedad civil, sociedad política, partidos políticos, derechos individuales, Estado nación, soberanía popular, representación política y contrato social. Todos estos contenido tipificaron la derecha política con dos posiciones, una liberalizante, otra conservadurizante, manifestadas con claridad en la Colombia del siglo XIX; pero confundidas y unificadas en las últimas décadas del siglo XX. Tuvieron y tienen los principios moralizantes y religiosos sembrados por la llamada Regeneración que produjo la constitución de 1886: son autoritarios, traicionan el estado laico, confunden estado y religión, son patriarcales, violan permanentemente los derechos humanos al sostener un orden social elitista que mantiene a grandes segmentos de población en necesidades mortales. Son homofóbicos, racistas, anticomunistas y antisocialistas hasta llegar a proclamar y practicar la eliminación física de sus militantes.

En la presente coyuntura de paro nacional se escucha en las redes sociales, a miembros de la fuerza pública pronunciar amenazas que certifican las concepciones dictatoriales de la derecha; amenazan con desaparecer a los protestantes. Se ven civiles armados al lado de la policía atacando a los manifestantes. El jefe del partido conservador llamó a los indígenas a abandonar la ciudad y retornar a su “hábitat natural” pues los concibe como una fauna extraña; este racismo lo expresó con más claridad una médica de la ciudad de Cali: escribió por su grupo de whatsApp: “…dan ganas de que vengan las autodefensas y acaben literalmente con unos 1000 indios, así poquitos nada más para que entiendan [si] supiera donde tengo que dar la plata para que esto pase, allá voy volando…”2

La izquierda que en el siglo XIX se sustentó en el socialismo y luego en el comunismo, tiene sus raíces en las ciencias sociales generadas por la explotación atroz del trabajador por la industrialización recién nacida. La historia se dota de unas leyes científicas que programaron a la clase trabajadora para tomar el poder y realizar la democracia proletaria contraria a la democracia burguesa liberal. La ciencia del materialismo histórico y dialéctico concibieron y conciben el orden liberal como la dictadura de la burguesía a la cual se opone la dictadura del proletariado; y ambos mundos son una dictadura y una democracia a la vez, según desde donde se mire.

La realización del proyecto socialista en la mitad del mundo, se hizo atando la libertad al determinismo económico. Los absolutos del liberalismo se relativizaron según la posesión de la riqueza. La historia atravesó todos los contenidos humanos y culturales. Ningún ser humano está destinado a ser pobre ni rico. La riqueza del mundo es de todos por lo que ningún ser humano debe pasar necesidades.

Querer superar la dicotomía política y ponerse fuera de ella (proclamarse ni de izquierda, ni de derecha) es aceptable si se reconoce el bagaje teórico, de cada parte y la historia de la experiencia material de los regímenes que la llevaron a efecto. Proclamarse fuera de la dicotomía es proponer un orden social montado sobre el legado de ambos mundos. Un orden que ate la libertad a la economía y destruya la desigualdad.

 Notas:

1. León, J. 11 de mayo de 2021. Uribe le pide a Duque recurrir a unas Fuerzas Militares cada vez más ideologizadas. Lasilla Vacía.

2. Rueda, J. 16 de mayo 2021. Repudio en Cali a mensaje de médica que invita a 'matar mil indios'. El Tiempo. Bogotá.

 Imagen tomada de Víctor de Currea Lugo 7 de mayo de 2021