La embajada de Colombia ante los Estados Unidos,
tiene un fondo ideológico antiliberal. Estuvo manifiesto en las posturas
asumidas por Francisco Santos ante la campaña electoral por la que resultó elegido
John Biden. Santos como embajador, expresó las convicciones y deseos del
gobierno colombiano del partido Centro Democrático sobre el rumbo de los
Estados Unidos. Tomaron abierto partido por el conservadurismo racista, supremacista,
de Donald Trump y direccionaron el voto de los hispanos por la reelección.
El gobierno colombiano y su embajada acusaron a los programas de gobierno de John Biden y su Partido Demócrata, de socialistas, castrochavistas o comunistas. Ahora que el gobierno del demócrata Biden ha mostrado su catadura imperial, al continuar las guerras en el oriente europeo, la política antidrogas tradicional y el intervencionismo en los asunto internos de todos los países, bajo la máscara de defensa de la democracia, se ve con claridad que las acusaciones de los embajadores colombianos tenían una alta dosis de mentira, para inducir el voto. Y valga decir que tal inducción parte del supuesto de concebir a ese electorado como compuesto por seres humanos inmersos en la minoría de edad política, moldeables por la propaganda oficial: expresión del maquiavelismo político de Santos y el partido de gobierno colombiano.
La embajada colombiana sigue ahí en sus convicciones. El embajador entrante Juan Carlos Pinzón antes de ser funcionario público, es decir antes de posesionarse, intervino en la política colombiana y se dedicó a tratar de convencer a la audiencia de Caracol Radio de ver en Gustavo Petro, aspirante a la presidencia de la república, un convencido socialista, castrochavista o comunista. Y lo dijo sobre un candidato colombiano porque no lo podía decir sobre el gobierno demócrata de John Biden ante el cual iría.
El embajador saliente Francisco Santos, relevado de su cargo por dar la cara colombiana ante el apoyo a Donald Trump, hizo lo mismo ante los micrófonos de Caracol Radio. Atacó a Gustavo Petro y repitió la manida expresión de salvar a Colombia impidiendo la llegada al poder de socialistas, castrochavistas o comunistas; así como pretendieron salvar a los Estados Unidos induciendo el voto por Trump.
La posición de los embajadores colombianos, tipifica el fondo ideológico del gobierno del partido Centro Democrático. Están actuando igual como lo hicieron ante las pasadas elecciones norteamericanas. Están induciendo el voto de los colombianos contra ciertos partidos, afirmando con mendacidad que quieren venezolanizar a Colombia. Dijo Francisco Santos con tono de voz satisfecha: -lo que está pasando con el Paro Nacional es una muestra de lo que ocurrirá-.
El comportamiento de Biden y sus hechos de gobierno, revelan contundentemente la propaganda negra contra la actual oposición colombiana que pretende ser gobierno. El gobierno Biden es un gobierno liberal, garantista de los derechos humanos, el libre ejercicio y expresión de la opinión pública, la asistencia social y sensible ante los problemas medio ambientales. Aunque todo ello se de por la utilización de la democracia para gobernar el mundo con criterios imperiales.
Por un ejercicio transitivo, si se acusó a Biden de socialista, castrochavista y a la oposición colombiana de lo mismo, Biden y la oposición colombiana son liberales. Y esta afirmación se levanta sobre una grave sentencia: el socialismo hoy es imposible y aquellos que quieren ver su existencia no comprenden el mundo de hoy.
Lo que asombra son las prácticas políticas de los conservaduristas colombianos. Siguen tomando una posición contra la modernidad. Están reaccionando ante los principios liberales de la libre determinación de los individuos, libre expresión, la igualdad y la justicia. Y cabe preguntar por el momento y el motivo de abandono del liberalismo y lo peor, acusar al liberalismo de socialista. Se puede decir: o son conscientes de la mendacidad o perdieron la analítica de la realidad.
En los idearios políticos-filosóficos que se le escuchan a la oposición colombiana, están muchos de los del liberalismo radical colombiano del siglo diecinueve: libertad e igualdad de expresión, estado laico, control de precios, impuestos directos (quien más tiene, más paga); libertad de emprendimiento; individuos autónomos y libre pensadores, esto último traducido hoy en el respeto del otro y garantías a la diversidad sexual y cultural.
Sabemos de la acusación hecha por el nacionalismo de Núñez y Caro contra el liberalismo radical, lo llamaron “oscura noche”, así lo solemnizaron en el himno nacional y llevaron el país a una conservadurización de la vida social y política, destruyendo la poca modernización existente. Lo hicieron en el tránsito del siglo diecinueve al veinte y ensangrentaron el país por mil días. La guerra, la necesidad y las masas que descubrieron un papel protagónico en la política, recuperaron el liberalismo en 1936, y de nuevo la violencia fratricida aupada por los dueños del poder, borró el componente social de la modernización. Sólo quedó una economía empresarial, industrial y bancaria que ahondó la brecha entre ricos y pobres, brecha que nunca se pudo cerrar, a pesar de que Alfonso López Michelsen le dedicó un plan de desarrollo.
El pacto excluyente del Frente Nacional polarizó la política colombiana entre derecha e izquierda o entre capitalismo y socialismo. Un socialismo de ancestro marxista que proponía estatalizar toda la riqueza de la nación para luego destruir poco a poco el Estado y luego sin Estado proclamar la sociedad comunista. Esta utopía, no se realizó; su imposibilidad se entendió. Pero el espectro de una posible realización siguió girando el cabeza de los herederos del pacto excluyente del Frente Nacional. El conservadurismo identifica a quienes persisten en recuperar el ideario liberal o la modernidad social, con ese socialismo que hoy debe entenderse como una imposibilidad histórica.
Cuando se identifica como socialistas, castrochavistas a quienes proponen la vigencia absoluta de los derechos humanos; el respeto al derecho internacional, producto del diálogo entre las naciones; la democratización de la riqueza; la satisfacción generalizada de las condiciones de vida digna, es una acusación que funciona como una táctica maquiavélica de los adictos al poder de la riqueza, dispuestos a incendiar otra vez el país antes que permitir la vigencia de una democracia radical.
El conservadurismo excluyente visible en los embajadores colombianos en los Estados Unidos y que ronda en la cabeza del partido de gobierno, al no poderlo respaldar en Donald Trump, lo están desplegando aquí como táctica electoral con miras a preservar el poder en el próximo periodo presidencial a iniciarse en el año 2023. Es una táctica basada en la mentira y en el miedo de un amplio sector de la sociedad colombiana.
Imagen: Estudiante muerto. Alejandro Obregón. 1956
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