martes, 22 de octubre de 2024

El abuelo de Vargas Llosa harto de rutinas


  En Vargas Llosa nos acercamos a sus cuentos iniciáticos compilados bajo el nombre de Los jefes. Se mide el acercamiento por el recuerdo de algunas obras importantes y famosas de este autor peruano como Pantaleón y las visitadoras, ¿Quién Mató a Palomino Molero?, o Lituma en los Andes. Obras que permiten hacer la diferencia entre la madurez y la juventud. Estos cuentos iniciales de 1959 dejan en el lector la convicción de la influencia de la experiencia de vida en la obra literaria. Claro que esto es una perogrullada, porque lo vivido es la fuente de inspiración para que lo escrito sea la creación de un mundo independiente y completamente ficcionado.

  Experiencia de vida localizada en su patria chica, porque se ubica en el espacio del colegio, en sus relaciones juveniles con posibilidad de visitar los bares, beber licor, desafiarse entre amigos y citarse a duelos como es el caso de lo narrado en el cuento Los jefes. Después de leer al Vargas Llosa maduro puede decirse que en los cuentos encontramos una prosa iniciática, por tener pasajes en los que, como se dice coloquialmente, telegrafía la descripción del espacio, el tiempo y los acontecimientos. Pero se observa que tiene una honda preocupación sociopolítica, rastreada en el tratamiento de la organización estudiantil colegial, el duelo a muerte azuzado entre jóvenes ocasionado por el odio y el amor. Los hermanos que persiguen y matan a un indio por racismo, creen vengar el honor mancillado de la hermana menor, a pesar de la advertencia de ella de no haber sido ultrajada. El delator traicionado por quienes lo contrataron para ubicar un fugitivo. El abuelo, un rico aburrido, asusta a su familia haciendo aparecer en el jardín de la casa una calavera que emite luz por las cuencas, vacías por supuesto. Los “pajarracos” un grupo de jóvenes que vacilan en acercarse a las mujeres, pero compiten, arriesgando la vida, al nadar en el océano gélido, por tener la exclusiva de acercarse a la bella Flora.

   Es una sanción general decir que nadie puede hacer literatura desde cero cuando se habla y se escribe sobre la influencia de la vida en la escritura. La vida local de los primeros años del autor son un insumo necesario. Pero el ejercicio estético de factura eminentemente personal, hace que esa vida local se convierta en expresión universal. Si se lee un autor en otras partes del mundo distintas a la suya, y los lectores comprenden o se identifican con los hechos, es porque el autor ha logrado convertir la experiencia personal local en una obra de arte universal.

   En “García Márquez. La Historia de un deicidio” Vargas Llosa desentraña en la obra de Gabo muchas de esas vivencias personales convertidas en cuentos o novelas; la hermeneusis es muy profesional y elegante porque le hace un contexto sociopolítico en la historia de Colombia a las obras del nobel colombiano. Y lo que deja entrever Vargas Llosa es una expresión personal de las mismas técnicas por él utilizadas y pareciera como si se dijese o concibiese estar en el camino correcto.

   Además de exigir del escritor un trabajo permanente, una dedicación exclusiva, está el acercamiento al acto creativo, momento en que se une por efecto de la observación de un transeúnte, de un hecho callejero, de un recuerdo de infancia o juventud, la intensión y la imaginación de la obra posible. Esa unión o simbiosis o bricolaje de muchas vertientes materializan el cuento o la novela, el ensayo, la crónica o el drama teatral.

   Eso se tiene en Los jefes. La vida llevada a la literatura, pero sin caer en la copia tediosa del tiempo cotidiano. O como era costumbre en los años sesenta del siglo pasado, calificar de panfletaria una obra que involucrara consignas políticas en la narrativa, en la poesía o en la dramaturgia. En los jefes, se ve y se lee la convicción de acercar la literatura a la realidad y hacerla aparecer como una magia discursiva que lleva el lector a un mundo coherente, apasionante, donde puede tocar a los personajes y caminar o sentarse con ellos.

  El deicidio detectado y propuesto por Vargas Llosa tiene que ver con quitarle a la literatura latinoamericana de la segunda parte del siglo pasado el supuesto garcíamarquismo. Pero el fenómeno no estaba ahí, estuvo en el norte de América, en la obra de William Faulkner de la cual aprendieron todos a mirar la experiencia de vida como fuente para hacer literatura. Una experiencia vista desde una perspectiva faulkneriana en la que la comicidad de los hechos populares o no, daban cuenta de una idiosincrasia o una identidad de las sociedades salidas de la colonización.

  Y la obra de Faulkner fue producto de la ubicación sociocultural de este autor en la atmósfera intelectual o epistémica de la primera parte del siglo veinte que creó un interés por la historia social o la historia descentrada del dominio de la política o de la historia política. Vargas Llosa ve en la obra de García Márquez un predominio de la mentalidad costeña del caribe colombiano, concepto acuñado por la historia social inventada en la Europa de los albores del siglo veinte.

  La mentalidad del sur peruano es la que está en Los jefes. Los personajes son presentados y puestos en un espacio tiempo tragicómico. Un domingo dos contertulios beben cerveza hasta la náusea y luego se meten en las aguas del océano frío a competir por el amor de una muchacha ignorante de lo que pasa. O el viejo Abuelo harto de rutinas que asusta a su familia y luego se evade hacía la calle a reírse de lo hecho. Realismo mágico se ha llamado esta actitud literaria.

Guillermo Aguirre González

Octubre de 2024

Imagen: Fernando Botero. Retrato de Vargas Llosa 1988

martes, 1 de octubre de 2024

Azimov. Un poco de lumbre y calor


    Anochecer y Robbie, dos relatos de Azimov, nos muestran un ejercicio de la ficción literaria, que exige una disposición para comprender el vuelo de la imaginación atada a verosimilitud, y esta inscrita en el juego de lo posible. Si se tiene un cohete impulsado por la pólvora que se eleva, porque no pensar en un artefacto más grande y más cargado para sacar de la tierra un viajero y ponerlo en la luna. Si se tiene navegación aérea porque no pensar en navegación interplanetaria. La ficción de Azimov es tan verosímil como los viajes de Verne.

   Azimov presenta un tiempo en el que la humanidad convive con robots y se ha conquistado la luna para vivir en ella igual que en la tierra: se vive en el año 1988. Los autos funcionan “a reacción”; un pasatiempo turístico es viajar a la estratósfera donde todo toma un color púrpura y la tierra se observaba como un recipiente cóncavo.

   La trama en Robbie está dentro de una familia con una hija única de nueve años. Le han puesto a la niña un robot, con las características de un perro que funciona como mascota. La niña vive sólo para su perro robot y por ello se ha aislado de los demás niños del barrio. Esta novedad llevó a una crítica social contra la familia Weston por dejar al cuidado de una máquina a la pequeña Gloria.

  La crítica vecinal acompañada de una actitud de rechazo, obligó a la madre a entrar en conflicto con el padre. La madre hace eco ante su marido de los maldecires del vecindario. Preocupa el aislamiento social de Gloria. Los vecinos prohíben a sus hijos la compañía de la niña cuando está con Robbie. Por eso ella se entrega toda a la mascota robot hasta el punto de no poder estar sin el metálico perro.

  La madre logró que su esposo se deshiciera de Robbie y en su lugar pusiera un hermoso cazador escocés, especializado en el cuidado de niños. Gloria entró en depresión y no quiso cambiar su perro metálico por el de carne y hueso. El padre se sintió culpable de la crisis de su hija y para remediar la equivocación planeó y realizó un viaje de vacaciones a Nueva York con la familia. Allí se llevó a Gloria a muchos escenarios, incluido un viaje a la estratósfera. Gloria presentó síntomas de recuperación; pero en realidad esperaba que todo concluyera con el retorno de Robbie. Llegó el momento de visitar “una exhibición de magia científica a escala de la mentalidad infantil”: se encontraban un grupo de robot que operaban y producían sus metálicos sonidos. Allí Gloria distinguió el sonido característico de Robbie y saltó a su encuentro, pero en ese trance una grúa cruzaba poniendo en peligro la vida de la niña. Con la velocidad de una máquina el perro robot saltó y evitó el accidente de su ama. Tras este acontecimiento, los Watson tuvieron que resignarse a recibir de nuevo la mascota, y se limitaron a esperar la muerte de Robbie por oxidación.

  Este cuento relato tiene una trama sencilla y recurrente en la literatura: el apego de los niños a sus mascotas hasta llegar a fundirse con ellas de manera inseparable. Pero el ingrediente que adhiere Azimov son un tiempo y un espacio concebidos por su imaginación de ficción. Esas categorías ficcionadas se pueblan con acontecimientos que revelan un gran talento inventivo. Se escribe por el entusiasmo ante la ciencia y la tecnología puetas en proyección futura. Así como lo hizo Verne en el siglo diecinueve lo hizo Azimov en la mayor parte del veinte. La navegación aérea posibilitó imaginar y proyectar viajes extraterrestres. Robbie y Gloria habitan un espacio surcado por autos movidos a reacción y turistean por la estratósfera. Para el padre cientificista es complemento lógico y normal que su hija conviva con una mascota robot; pero para la madre, presentada por Azimov como un ser inferior por ser mujer y practicante de cultos religiosos, le parecía una desgracia, así como a sus vecinos.

 


  La vida y el mundo transformados por la ciencia, hacen posible que los seres humanos viajen y habiten un planeta con varios soles. En el cuento-relato Anochecer un periodista investiga las convicciones de un grupo de científicos en la universidad de Saro, por las que advierten el fin del mundo, basados en la demostración de la existencia cíclica de la humanidad. Los soles que alumbran el planeta Lagash, nombrados con letras griegas, se han alejado y los humanos se avocan a entrar en un ciclo de frío y oscuridad. Por eso se quemarán los ampos y las ciudades en busca de un poco de lumbre y calor.

  El periodista es atacado por el jefe de los científicos por promocionar en sus escritos publicados en diarios, la posible falla de esas teorías; pero además testifica las convicciones del jefe como definitivamente científicas en contraste con las tesis de los cultos religiosos, quienes no creen que el fin del planeta ha llegado y son acusados de vivir prisioneros de los mitos.

  Las predicciones se cumplen. Llega la oscuridad, el frío y la destrucción. Los “cultistas”, así llama a los religiosos, organizan una asonada y se tomas las instalaciones del observatorio de los científicos, las incendian para mostrar el triunfo del culto sobre la ciencia.

  Así como en Robbie, Azimov con una trama sencilla y recurrente presenta la guerra entre la ciencia y la religión, pero en una humanidad que ha logrado habitar otros planetas. La lucha se presenta en un contexto ficticio que obliga al lector a imaginar un planeta alumbrado por varios soles, que se alejan o son eclipsados por planetas gigantes quienes someten el medio humano a una lucha a muerte. Parece concluirse: la humanidad seguirá guerreando donde quiera que habite.

Guillermo Aguirre González

Septiembre de 2024

Imagenes tomadas de

https://comunicagenia.com/blog/isaac-asimov-inteligencia-artificial/