Anochecer y Robbie,
dos relatos de Azimov, nos muestran un ejercicio de la ficción literaria, que
exige una disposición para comprender el vuelo de la imaginación atada a
verosimilitud, y esta inscrita en el juego de lo posible. Si se tiene un cohete
impulsado por la pólvora que se eleva, porque no pensar en un artefacto más
grande y más cargado para sacar de la tierra un viajero y ponerlo en la luna.
Si se tiene navegación aérea porque no pensar en navegación interplanetaria. La
ficción de Azimov es tan verosímil como los viajes de Verne. Azimov presenta un
tiempo en el que la humanidad convive con robots y se ha conquistado la luna
para vivir en ella igual que en la tierra: se vive en el año 1988. Los autos
funcionan “a reacción”; un pasatiempo turístico es viajar a la estratósfera donde
todo toma un color púrpura y la tierra se observaba como un recipiente cóncavo.
La trama en Robbie
está dentro de una familia con una hija única de nueve años. Le han puesto a la
niña un robot, con las características de un perro que funciona como mascota.
La niña vive sólo para su perro robot y por ello se ha aislado de los demás
niños del barrio. Esta novedad llevó a una crítica social contra la familia
Weston por dejar al cuidado de una máquina a la pequeña Gloria.
La crítica vecinal
acompañada de una actitud de rechazo, obligó a la madre a entrar en conflicto
con el padre. La madre hace eco ante su marido de los maldecires del
vecindario. Preocupa el aislamiento social de Gloria. Los vecinos prohíben a
sus hijos la compañía de la niña cuando está con Robbie. Por eso ella se
entrega toda a la mascota robot hasta el punto de no poder estar sin el
metálico perro.
La madre logró que su
esposo se deshiciera de Robbie y en su lugar pusiera un hermoso cazador
escocés, especializado en el cuidado de niños. Gloria entró en depresión y no
quiso cambiar su perro metálico por el de carne y hueso. El padre se sintió
culpable de la crisis de su hija y para remediar la equivocación planeó y
realizó un viaje de vacaciones a Nueva York con la familia. Allí se llevó a
Gloria a muchos escenarios, incluido un viaje a la estratósfera. Gloria
presentó síntomas de recuperación; pero en realidad esperaba que todo
concluyera con el retorno de Robbie. Llegó el momento de visitar “una
exhibición de magia científica a escala de la mentalidad infantil”: se
encontraban un grupo de robot que operaban y producían sus metálicos sonidos.
Allí Gloria distinguió el sonido característico de Robbie y saltó a su
encuentro, pero en ese trance una grúa cruzaba poniendo en peligro la vida de
la niña. Con la velocidad de una máquina el perro robot saltó y evitó el
accidente de su ama. Tras este acontecimiento, los Watson tuvieron que
resignarse a recibir de nuevo la mascota, y se limitaron a esperar la muerte de
Robbie por oxidación.
Este cuento relato
tiene una trama sencilla y recurrente en la literatura: el apego de los niños a
sus mascotas hasta llegar a fundirse con ellas de manera inseparable. Pero el
ingrediente que adhiere Azimov son un tiempo y un espacio concebidos por su
imaginación de ficción. Esas categorías ficcionadas se pueblan con
acontecimientos que revelan un gran talento inventivo. Se escribe por el
entusiasmo ante la ciencia y la tecnología puetas en proyección futura. Así
como lo hizo Verne en el siglo diecinueve lo hizo Azimov en la mayor parte del
veinte. La navegación aérea posibilitó imaginar y proyectar viajes
extraterrestres. Robbie y Gloria habitan un espacio surcado por autos movidos a
reacción y turistean por la estratósfera. Para el padre cientificista es
complemento lógico y normal que su hija conviva con una mascota robot; pero
para la madre, presentada por Azimov como un ser inferior por ser mujer y
practicante de cultos religiosos, le parecía una desgracia, así como a sus
vecinos.
La vida y el mundo
transformados por la ciencia, hacen posible que los seres humanos viajen y
habiten un planeta con varios soles. En el cuento-relato Anochecer un
periodista investiga las convicciones de un grupo de científicos en la
universidad de Saro, por las que advierten el fin del mundo, basados en
la demostración de la existencia cíclica de la humanidad. Los soles que
alumbran el planeta Lagash, nombrados con letras griegas, se han alejado y los
humanos se avocan a entrar en un ciclo de frío y oscuridad. Por eso se quemarán
los ampos y las ciudades en busca de un poco de lumbre y calor.
El periodista es
atacado por el jefe de los científicos por promocionar en sus escritos
publicados en diarios, la posible falla de esas teorías; pero además testifica
las convicciones del jefe como definitivamente científicas en contraste con las
tesis de los cultos religiosos, quienes no creen que el fin del planeta ha
llegado y son acusados de vivir prisioneros de los mitos.
Las predicciones se
cumplen. Llega la oscuridad, el frío y la destrucción. Los “cultistas”, así
llama a los religiosos, organizan una asonada y se tomas las instalaciones del
observatorio de los científicos, las incendian para mostrar el triunfo del
culto sobre la ciencia.
Así como en Robbie,
Azimov con una trama sencilla y recurrente presenta la guerra entre la ciencia
y la religión, pero en una humanidad que ha logrado habitar otros planetas. La
lucha se presenta en un contexto ficticio que obliga al lector a imaginar un
planeta alumbrado por varios soles, que se alejan o son eclipsados por planetas
gigantes quienes someten el medio humano a una lucha a muerte. Parece
concluirse: la humanidad seguirá guerreando donde quiera que habite.
Guillermo
Aguirre González
Septiembre
de 2024
Imagenes tomadas de
https://comunicagenia.com/blog/isaac-asimov-inteligencia-artificial/
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