Cuando dios
perdona y premia el pecado
Por Guillermo Aguirre González
La gente sencilla es solidaria. La gente sin títulos nobiliarios
está dispuesta a recibir al noble caído en desgracia. La gente del pueblo
resuelve los conflictos por el acuerdo deliberado o por métodos
consuetudinarios. Estas observaciones, son convicciones de Maupassant. Las
tiene presentes y las ubica en Elizabeth Rousset, una mujer que se gana la vida
con la venta de placer. Maupassant toma partido por ella, a pesar de que la
llama Bola de Sebo, un apodo despectivo, tanto como la descripción que hace de
ella, pues resalta la acumulación de grasa en su cuerpo especialmente en sus
manos y sus dedos; pero le pone la piel tersa y la carne joven y la hace tomar
la actitud de una mujer desprendida y libre. Es precavida, honesta, amante de
lo humano, dadivosa, servicial. A través de ella se mide la sociedad de la
ciudad normanda de Ruan en 1871, invadida por la Prusia de Bismark. Ella es el
pueblo solidario y no, ese otro personaje, que canta la Marsellesa, Cornudet.
Este es un republicano que pregona la igualdad, la solidaridad y la libertad;
pero deja que la dignidad de Elizabeth sea destruida. Por eso la virtud
ciudadana es ubicada en el pueblo llano.
En el escenario del cuento, la vida de la burguesía, de la
nobleza, la iglesia y el republicanismo, quedan a merced de las artes amatorias
de Elizabeth Rousset. El ejército prusiano pide tener la piel de Bola de Sebo
para dejar libre a los representantes de los estamentos. Ella les quitó el
hambre y la sed de vino, al compartir su canasta de víveres y cuando creyó
atraer su atención y tener sus consideraciones, le exigen prostituirse a su
favor. Para lograrlo, invocan muchos ejemplos del pasado estratificado en dosis
ejemplarizantes. La voluntad de Elizabeth puesta a punto como la dignidad de la
patriota ante el invasor alemán, se intenta quebrar. Le dicen que dios perdona
y premia el pecado cuando se comete para salvar la vida de aquellos que le
representan en la tierra. La mujer sencilla del pueblo, recibe discursos sobre
nobles caballeros, santos, augustos comerciantes y liberales napoleónicos que
debieron pecar para salvar la humanidad. Elizabeth no es capaz de refutar los
argumentos de esos aparatos ideológicos. Calla y accede.
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