viernes, 5 de septiembre de 2014

Novelas sobre la guerra. Vida y destino de Vasili Grossman

La delicada dignidad
Por Guillermo Aguirre González

 
Esta actividad terrible de la humanidad, pareciera que puede aplazar la dignidad y la cordura; opacarlas, congelarlas, para revivirlas luego, cuando llegue la paz. La guerra vista desde el lado soviético, según el testimonio literario de Grossman, ocasionó muchos momentos en los que se aplazó la humanidad. Liudmila, viaja a una población en la que se halla su hijo herido en batalla. Cuando llega, él ya ha muerto y lo han enterrado. La mujer ante la tumba, sufre una fuga de la realidad e insensibiliza su cuerpo. Su carne se anestesia y solo funciona su cerebro. Habla con su hijo, le ve con los ojos de las ideas y su imaginación. Luego de una noche ante la tumba, la madre vuelve a la conciencia con la luz del día.

 Se presenta al lector un viejo sentimiento: lo humano es demasiado humano y parece que existiera solo, sin contacto con la tierra, parece que flotara junto con las ideas y la imaginación. Este sentimiento lo ha enriquecido la historia heroica, la historia de los héroes, de los reyes, de los elegidos. Los relatos sobre ellos han dado al observador la imagen de unos seres sin necesidades materiales. Desde tiempos remotos se construyó la convicción de lo deleznable de la carne y la importancia de preservar el verbo como expresión de lo divino. La idea es la voz de dios y si se puede transmitir al hijo, el transmisor puede desaparecer, puede ser objeto de escarnio y exterminio porque ha garantizado la pervivencia de las ideas.
 
La cultura defensora de lo humano per se, puede aplazarse, mientras se diezma la población para garantizar el predominio de las ideas del poder. Luego de la guerra vuelve lo humano a reinar hasta la próxima hecatombe. Esta lógica olvida y hace invisible la dignidad, esa construcción delicada relacionada con el dolor, la angustia, el amor y la fragilidad de la vida. Ningún ser puede ser privado de la vida, bajo ningún pretexto. No se sabe nada de lo que ocurre en el interior de los otros seres vivos, salvo en el animal humano. En este lo fundamental es el mundo interior. Cuando la guerra impone en los seres queridos la violencia se lesiona la dignidad y se conmueve hasta la locura el mundo interior.
 
La guerra llevada por Alemania a la Rusia soviética, según Grossman, dejó momentos en los que la dignidad lesionada y aplazada, se vuelven dramáticos. Es el caso ya nombrado de Liudmila. Otro es el del piloto Víktorov. Antes de volar al frente de batalla, pasa por un bosque que se halla entre su residencia y el campo aéreo. La inminencia de la muerte, impuesta a un joven pleno de vida, por el poder, le hace pensar en la tierra, los árboles y en el ámbito natural. Por su nariz entra el olor característico de varias especies, álamos, helechos, abedules y abetos. El silencio de la vegetación se escucha como un susurro. Víktorov, se despide de todo, con dolor. Toda esa belleza termina, porque se la han quitado. Es un momento para pensar en el despojo.

La dignidad de Abarchuk tiene historia. Ingresó desde muy joven al partido comunista. Por su participación en la Revolución de Octubre, obtuvo importancia política dentro del partido. Se adhirió a las apreciaciones y críticas de Bujarin sobre la colectivización y la política agraria de Stalin y por eso fue condenado al Gulag. En esa prisión Abarchuk delira, ve llegar a Bujarin fusilado para hablarle del comunismo y la nueva sociedad. Imagina construir un sindicato con los demás presos para demostrarle al partido que sigue siendo un comunista y lograr la reivindicación; pero se sabe que no hay retorno, este comunista ha sido objeto de purga, el comisario del pueblo lo encontró culpable de desviación por su espíritu crítico. El partido y sus gobernados deben ser monolíticos en el pensar y en el actuar. La dignidad del ser humano debe aplazarse hasta después de la guerra y luego se debe someter a los intereses del partido y del Estado.
 
La dignidad es un sueño de la razón, destruido y redivivo, por la misma razón y por épocas. Lo defendible es la voz del sujeto, su abstracción, el sentido de la existencia, el goce de estar entre la exuberancia del afuera; estar con los otros en el intercambio de experiencias y subjetividades. Ni el Estado, ni la historia son pretextos contra la dignidad.

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