La religiosa es un
ejercicio literario, en él se detecta el diseño. La obra ha sido pensada e
imaginada antes de ser llevada al papel. Diderot en sus sociabilidades
parisinas, se encuentra con alguien que le informa de una monja escandalosa por
sus deseos de renunciar a los votos. El escritor convierte esa información, en
una novela con un manejo excelente del tiempo y la tensión. Hace que la
imaginación del lector excite los sentidos. El cuerpo, la carne, es impactada
por unas dicotomías: indignación y lágrimas; deseo y traición; poder y vileza.
El lector entra en venganza contra esas instituciones que le han negado a la
joven Susana la vida. Susana narra en primera persona. Susana cuenta a un
marqués su paso involuntario por varios conventos. Diderot hace que Susana le dé
la palabra, por artificio de la literatura, a cualquier personaje necesario
para encarnar la tiranía, la inocencia, el deseo, la locura, la bondad, la
complicidad, el poder y la traición.
La historia está
ubicada en el tiempo del siglo XVIII y en el espacio de la ciudad de París. Hay
escenas que obligan al lector a invocar el contexto histórico social y
político. El nacimiento de Susana fuera del matrimonio eclesiástico, la condena
a la esclavitud y hace que el padre, la madre y las hermanas, muestren la
vileza que se esconde en la sociedad patriarcal y católica. La vida conventual
impuesta a Susana hace que ella se rebele y con su rebeldía expresa la bajeza
de la monarquía convertida en tiranía absoluta, dentro y fuera de la iglesia.
Los castigos impuestos a la carne joven de la mujer de diecisiete años, devela
la animalidad humana sacada a flote por el fanatismo... "Entre todas estas
criaturas que ves en torno mío, tan dóciles, tan inocentes, tan dulces, ¡pues
bien!, hija mía, no hay apenas una, apenas una, que yo no pueda convertir en
una bestia feroz; extraña metamorfosis para la que la disposición es tanto más
grande cuanto más joven". Dice una abadesa que reflexiona con Susana.
La belleza
extraordinaria de Susana, su voz de ángel, las notas que saca al clavicordio,
la blancura y el terciopelo de su piel, hacen que la represión sexual se
trasgreda y que el deseo liberado se choque contra la institución. En las vírgenes
seducidas por la belleza y castigadas, sus mentes entran en barrena: es la
locura.
Entre tanta maldad
y crueldad, ejemplarizada en la historia de Susana, ella misma recomienda, con
actitud anticlerical: "Mate a su hija antes de encerrarla en un claustro
contra su voluntad; sí, mátela. ¡Cuántas veces he deseado haber sido ahogada
por mi madre, al nacer! Hubiese sido menos cruel". El bien está encarnado
en la abadesa que reflexiona y el abogado que ejerce el derecho. El lector está
obligado a preguntarse por la existencia del derecho en una sociedad sometida a
dos monarquías absolutas: una la del espíritu y la religión; la otra la de la
política y la economía. Diderot defiende el derecho como el bien y la razón.
Desde los años 1680 el capitalismo europeo, por su mecánica sociopolítica,
destruyó la economía feudal y el derecho de sangre. En su lugar puso la
monarquía absoluta secular y el derecho positivo, el mismo que le permite al
abogado de Susana velar por sus derechos como ser humano.
La belleza de Susana
crea dos actitudes en los claustros por los que pasa: las vírgenes que sucumben
ante ella y la aman y la tocan. Las otras, ven la belleza como algo demoníaco,
por eso la atacan, la flagelan, la torturan y tratan de obligarla a la locura o
al suicidio. Diderot redondea su pintura de la sociedad de la época,
profundizando la actitud dicotómica del literato. Dice: “Poned a un hombre en
una selva, se volverá feroz; en un claustro en el que la idea de necesidad
únese a la de servidumbre, es peor aún. Es posible salir de una selva, de un
claustro no se sale nunca más; en la selva se es libre, esclavo en el claustro.
Es posible que se necesite más fuerza de ánimo para resistir a la soledad que a
la miseria; la miseria envilece, el retiro deprava. ¿Vale acaso más vivir en la
abyección que en la locura? Es algo que no me atreveré a decidir, pero es
preciso evitar lo uno y lo otro”.