Miró. El magdaleniense 1958
Naturaleza y
cultura
Humano, muy humano, demasiado humano es el
esfuerzo por aplacar la naturaleza, la misma que se comparte y se impone tanto
en el ser humano como en los demás animales. La naturaleza tiene la fuerza del
contenido animal, obliga a la defensa y ataque contra los otros que te
consideran presa, en la cadena de supervivencia. Esta condición obra en el ser
humano como zócalo, está en la base del edificio. Y solo hay una forma de
evitar que emerja a la superficie y se imponga. Esa
forma es la educación y la cultura. La persistencia de la escuela, las artes,
la ciencia, la filosofía, las habilidades, impide que la naturaleza animal
oscurezca la valoración de lo humano como artificio, como creación. En la lucha
entre la naturaleza y la cultura, el artificio gana cuando la vida digna se
esgrime como estandarte de la política y el orden social.
En Colombia la naturaleza le viene ganando a
la cultura. El cultivo del ser virtuoso, defensor de lo humano per se, ha
dejado el lugar a la ambición de riqueza, ambición que destruye y arrasa con la
humanidad. Hay un sector de la sociedad, minoritario, que desprecia las leyes.
El dinero que ha acumulado en la apropiación individual del tesoro público, lo
emplea para poner el poder público a su favor. Desprecia la justicia, la
compra, la envilece. Ejecuta órdenes con oscuros intereses que amparan el
crimen. Legisla a favor de la acumulación riqueza y contra la salud de la gran
mayoría. Bajo esa sombra hay un ambiente de hades, que crea criminales de lesa
humanidad. Cometen abominaciones contra niños, mujeres y líderes sociales.
El mantenimiento en alto de la bandera de la
cultura y la educación permite sobreponer la humanidad al instinto de muerte.
Este se ha generalizado en Colombia y ha creado un gusto por los cuerpos
descuartizados, mutilados, acribillados y la venganza para seguir la cadena de
muerte.
Volcar la sociedad sobre la educación y la
cultura para vencer esa naturaleza sócalo animal, impuesta por una minoría
ladrona, es la urgencia de la época. Deponer las armas para construir y
cultivar es amar lo más humano.
El riesgo y
la confianza. Un motociclista en el andén
Nuestro orden social está en la historia,
tiene un principio, es un periodo que aún no termina. Lo hemos llamado orden
moderno, porque se diferencia claramente del orden anterior llamado feudalidad.
Esas claridades diferenciales están en la regulación de toda la vida social por
convenciones, reglas convencionales aceptadas por la mayoría.
Los conceptos de mayoría y convención, son
atributos modernos. La mayoría es la fuerza
política que conviene o acuerda instaurar la confianza en los otros, porque la
misma convención dice que todos respetamos las reglas convenidas. Con esta
confianza en la convención, en el acuerdo, minimizamos los riesgos y los azares
de la imposición de personalismos y actos advenedizos, sin control general.
Los riesgos de la calle, de los
emprendimientos económicos, de la delincuencia, de la estabilidad del orden,
son abolidos por la confianza general depositada en las instituciones, en los
otros y en la vida moderna.
Estas ideas genéricas sobre nuestro orden, se
ponen entredicho y el riesgo vuelve a ganarle terreno a la confianza, cuando el
transeúnte de a pie o motorizado no acata las reglas instauradas por la
mayoría. La inseguridad generalizada de nuestro tiempo, tiene en peligro la
sociedad moderna. Parece que estuviésemos en un final del periodo de la
modernidad, por la imposición de individuos o de grupos de órdenes
particulares, destructores de la confianza en el orden convenido por la
mayoría.
Es fácil ver los síntomas: ciudades no
planadas, el tránsito en la ciudad caótico e inseguro, el irrespeto del espacio
público, la corrupción. Y esta reflexión se ocurre por la sobre abundancia de
motociclistas metidos en los andenes peatonales despreciando con descaro la
vida de todos.
¿Socialismo para Colombia?
Ya no es posible. La
concepción de las cosas y la vida nos enfrentan, es lo mismo que decir, la
concepción del mundo asumida nos enfrenta con otra concepción del mundo, la de
los otros. Estas palabras salen por la ocasión de la muerte de Fidel y algunos
señalamientos denigrantes como “dictador”, “tirano”, o palabras laudatorias:
“hombre extraordinario y universal”. Los denigrantes se adscriben a una
concepción del mundo, distinta a la comunista agenciad por Cuba desde 1959.
Para el comunismo existe la nueva democracia, construida por el partido del
proletariado. Es una democracia de un solo partido; posible por ser el
proletariado quien produce la riqueza y por eso mismo, señalado por la historia
para sacar los pueblos de la explotación capitalista. Esto ocurrió en Cuba, en
Rusia, y otras partes importantes del mundo.
Señalo directamente
a esa condición, sin la cual, no se hubiese construido el socialismo en esos
países: el partido del proletariado o de los trabajadores. Eso fue posible de
1880 a 1980, el siglo del marxismo, enriquecido (¿o enredado?) por Lenin y Mao.
Si no hay partido, no hay socialismo. Intentar hacerlo es caer en una
desvirtud, en una tergiversación, en un anacronismo y en un desorden sin norte
ni filosofía como el chavismo y los experimentos fallidos de Kirchner o Lula
-lo de Correa en Ecuador no es socialismo-. En Colombia no habrá socialismo por
la imposibilidad histórica de la izquierda marxista, comunista o socialista, de
construir un partido del proletariado colombiano. No por estar signados, sino
por el culto a la personalidad, los intereses personales de los dirigentes,
actitud que se ha irrigado en las militancias. Así en esta contemporaneidad ya
no es posible el partido único; los cuerpos y las cabezas están en otras cosas,
en otros dominios.
La concepción del
mundo de los que en estos momentos denigran de Fidel, se inscribe en el la
dogmática de la democracia moderna liberal. Según esta la modernidad política
que destruyó la feudalidad, es la fuerza del progreso, y el régimen político
resultante es definitivo. La democracia moderna es insuperable y lo demás es
dictadura. Todo dentro de ella se debe soportar incluso la corrupción, la
apropiación de la democracia por uno solo o por un partido o por una clase
social. La desigualdad rampante se trata de paliar con la misericordia
cristiana. Pero si hay una actitud. Los logros de Fidel en Cuba son producto de
una dualidad humana insoslayable: se cambia la libertad por la satisfacción de
las necesidades del ser humano (educación, salud, vivienda). En suma la acción
política en Colombia hoy debe tomar del acumulado político; atender el llamado
de Rousseau como huella liberal: la democracia debe crear un mecanismo ágil y
expedito que permita desplazar del poder a los funcionarios electivos tan
pronto traicionen la misión para la que fueron elegidos. Hoy es necesario
satisfacer todas las necesidades básicas de los seres humanos, como en Cuba. La
sociedad colombiana exige destruir la democracia actual que ha traicionado su
diseño original y materializar realizar la paz pública y mental; la justicia
social con redistribución de la riqueza; la igualdad económica, étnica y
política.
El miedo a
la democracia
La camándula era de cuentas cafés y los
misterios los indicaban unas chumbimbas negras que se hacían notar. Tuve
suficiente tiempo para observarla a ella y a la señora que la portaba. Este
cuadro es común en la ciudad. Se ve en las fiestas religiosas y sobre todo en
los entierros, a cuyos rezos fúnebres nadie escapa en esta parte del mundo.
Pero lo salido del común suceder, es la señora que rezaba el rosario con un
caminar solemne y ritual por el centro de la calle,
queriendo llamar la atención. Esta escena ocurrió el dos de octubre del 2016 a
las 11 de la mañana en una de las zonas electorales de Bello. La señora rezaba
el rosario en la calle, para mostrar que estaba en peligro la religión, el país
autoritario, la familia patriarcal y el remedo de democracia, con el plebiscito
refrendatario de los acuerdos de paz entre el terrorismo de estado y el
terrorismo de la guerrilla.
El miedo a la democracia amplia, profunda,
incluyente, respetuosa, civilista, culta, se vio en la señora de la camándula.
El terrorismo suministrado por ambos contendientes, sufrido por los colombianos
desde 1948, domeñó los espíritus y los cuerpos; los acostumbró a una dosis
diaria de sangre, violencia, intriga y luto. La educación se refugió en la
técnica y produjo seres humanos temerosos y con un mínimo de alfabetidad
apropiado para la producción. Los rezos públicos el día del plebiscito indica
que no se entiende la democracia, no se ha separado los intereses de dios y de
los seres humanos, no se ha superado la teocracia. Y lo que más dolor causa es
la existencia de partidos políticos que viven de ese miedo, lo aúpan, lo
profundizan para sacar de ahí dividendos políticos. La camándula de cuentas
cafés le hizo exorcismo al plebiscito.
Liberalismo – neoliberlismo – liberalismo, el ritmo de
los acumuladores de capital.
Un ritmo en la
economía política, se visualiza con el nombrado neoliberalismo. Este nombre que
indica un comportamiento sociopolítico como esputo de la economía capitalista,
ha vuelto a saltar al podio. En varias ocasiones el presidente electo de los
Estados Unidos de América ha mostrado su intención de acabar con los TLC, poco
rentables para Norteamérica. De realizarse este acto político traería un cambio en la sociedad occidental y marcaría un
cambio de ritmo en la economía.
Desde la imposición del liberalismo económico por el imperio británico
en la primera parte del siglo diecinueve, esta doctrina económica, sale y
vuelve según los intereses de la acumulación de riqueza del capitalismo y los
capitalistas. Inglaterra la impuso hasta los años setentas del siglo XIX,
década en la que el mercado mundial exigió proteger la economía nacional. Los
estados naciones cerraron sus fronteras y se dedicaron a perfeccionaron sus
métodos de producción hasta alcanzar un stock de mercancías, el mismo que
exigió proclamar de nuevo el liberalismo. Este ritmo de la economía pone
cambios sociopolíticos. La lucha por los mercados, luego de ser alcanzado el
stock, trajo la primera guerra (1914 – 1919) y la segunda (1939 – 1945).
Después de estas guerras de exterminio entre los acumuladores de
riqueza y que consumieron más de diez millones de personas, se proclama de
nuevo el liberalismo económico, apertura de fronteras, libre comercio, pero con
un nombre nuevo: Neoliberalismo. Este neo señala que el productor de la
doctrina económica ya no es Inglaterra, es Norteamérica convertida en imperio
después de 1945, y relevo en el poder entre las naciones del lado occidental
del planeta. El neoliberalismo vigente desde 1945, se agotó con los TLC del
siglo XXI y la construcción de las áreas económicas al estilo de la comunidad
europea. Según la propuesta del presidente electo de los Estados Unidos de
América, los Estados volverán a cerrar sus fronteras, harán un “Brexit” en sus
áreas económicas, acumularan, harán un Stock y luego lucharan por los mercados.
Quinientos años de Utopía
El mundo vivo y real
se percibe crítico, inseguro y lleno de peligros. Para enfrentarlo se construye
uno de palabras que satisfaga el deseo de solución de la crisis. De esta
práctica hay rastro desde las más honda memoria humana; pero se le ha puesto
nombre y se ha convertido en discurso escrito, para nuestra tradición, desde el
siglo XVI con la Utopía de Moro (1516). Desde ahí contamos entre otros con el
Robinson Crusoe de Defoe, El discurso del origen de
la desigualdad de Rousseau y la contundente utopía marxista que se posó sobre
la humanidad como un fantasma.
Esta utopía se ancló en la ciencia moderna, se dotó de un método para
proclamarse y exponerse como inevitable destino de la humanidad. Su objetivo de
destruir la desigualdad social se robó la imaginación política desde mediados
del siglo XIX (1848), hasta 1989 caída del régimen soviético. Quedó una sensación
de fracaso del socialismo, figura que le daba sentido al marxismo. El mundo
igualitario, prometido por la historia convertida en una ciencia determinista,
no se logró. En su lugar se volvió a abrir la utopía, simple, rasante, como la
de Moro. O en otras palabras, se volvió al socialismo utópico como el sueño con
la igualdad; esta no le llega a la humanidad. Ni el cristianismo ni el
capitalismo liberal, que también la prometieron, la han realizado. Hoy vivimos
en una sociedad tan desigual como siempre, sometida a un capitalismo que
soluciona sus crisis con expoliar a los que menos tienen. La utopía por la
igualdad sigue vigente.
En Colombia no habrá socialismo
En el acuerdo de Paz
entre el gobierno colombiano y las Farc, hay un acontecimiento fundamental para
la historia política de Colombia. Es la aceptación por parte de esta guerrilla
comunista de la república democrática liberal. Acontecimiento que puede leerse,
a su vez, como una renuncia de las Farc a uno de los principios comunistas más
preciados, como es la destrucción del Estado burgués capitalista y programar la
desaparición del Estado con un orden socialista
transitorio. Ahora luego de la reincorporación del grupo guerrillero a la vida
política tradicional, queda cancelado para Colombia la opción socialista, un
sistema político transitorio, que ha tenido pérdidas estruendosas como la
implosión del régimen socialista soviético y el desgaste desprestigiante del
socialismo del siglo XXI. Los venezolanos le pusieron el nombre de socialismo a
un populismo militarista y ocasionaron la pérdida total del prestigio político
de esa propuesta marxista. Si las Farc aceptaron la república democrática
liberal, se cancela para Colombia la opción socialista.
La mano “invisible” del capital
Los insultos, el
auscultamiento de la vida privada, el recurso al chisme, podría decir, el
recurso a todo, menos a la política, a la filosofía y a al futuro del planeta.
Cuando la democracia permite que sus líderes hablen ese lenguaje vil y rastrero
para ganar la aprobación de los electores, dice que los hombres y mujeres que
se paran en frente de las masas, con esas condiciones, no tienen las
atribuciones que se le adjudican, como esa que se dice
ser “asumir el cargo más poderosos del planeta”, es el caso de la actual
elección del presidente de los Estados Unidos.
Poner al frente del debate electoral no las ideas sino el insulto y la
payasada, es decir que las decisiones graves y fundamentales sobre la economía,
la paz y la guerra, no se toman desde los cargos públicos. El poder real está
tras bambalinas, moviendo los hilos, de todo y de todos, incluidos los de las
marionetas candidatos. Esta es la condición a la que ha llegado el capitalismo
posindustrial, convertido hoy en un capitalismo que ha centralizado la riqueza
del planeta en unas pocas manos, invisibles para la mayoría de los terrícolas.
El Estado debe intervenir
El acuerdo de paz de
la Habana tuvo, desde el inicio de las negociaciones, la espada de Damocles del
Centro Democrático, sobre las decisiones. Las palabras más sonoras, que le
dieron sentido a la damocleana espada, fueron las de Alfredo Rangel. Si el
acuerdo de paz –dijo- es refrendado por el plebiscito, el próximo gobierno del
Centro Democrático lo desmontará. Por eso muchas voces le recomendaron al
Estado colombiano no hacer el plebiscito y emplear
la autoridad constitucional para adoptar el acuerdo.
Este escenario me permite ver la debilidad del Estado colombiano, no
para seguir insistiendo sobre ese diagnóstico ya trillado, sino para hablar del
Estado moderno en Colombia. Este nace, luego de veintiún años de ensayo y
error, con la constitución de Cúcuta en 1821. Nace fuerte, organiza la vida de
la Gran Colombia. Nada se mueve sin su intervención. Pero esta condición le
estorbó a la codicia y fue derrocado y en su lugar se creó el Estado permisivo
sustentado por la filosofía política importada de Inglaterra; esta decía que el
mundo debe regirse por la ley natural de la oferta y demanda; toda intromisión
del Estado en este orden es violentar la naturaleza. Pero este Estado liberal
absoluto fue inviable. En determinados momentos, como la amenaza de disolución
de la sociedad por la ambición privada, el Estado debe intervenir para
organizar la vida de la república. El país no se puede dejar en manos del
interés económico y la codicia. El Estado debe intervenir y hacer sentir su
autoridad para darle sentido a la república democrática.
Peligra el estado laico
En un curso de la facultad de educación de la
Universidad Autónoma latinoamericana de Medellín en 1982, se habló del tema
Historia de las ideas pedagógicas en Colombia; una mañana, luego de la
exposición central del profesor Alberto Echeverri, dije –después de levantar la
mano y pedir la palabra, por supuesto- que en el siglo XIX se enfrentó el Estado
laico, recién creado, contra los clericales, defensores de un estado
teocrático. El profesor luego intervino y afirmó
con vehemencia: En Colombia nunca ha existido un Estado laico e hizo un balance
de las relaciones Estado Iglesia, en las que resaltó la intromisión de la
religión en toda la vida de la nación
Hoy ante hechos contemporáneos, como las
pretensiones del padre Chucho de ocupar sistemáticamente los espacios públicos
para ritos religiosos e incitar a los fieles a la defensa de esa violación de la
ley; la organización y utilización política de grupos de oración e iglesias
protestantes; la amenaza a la libertad y pluralidad de las ideas, de las
aspiraciones políticas de pastores y clérigos que quieren poner por encima de
las instituciones los intereses de sus iglesias; estos u otros hechos, han
atado las manos del Estado para perfeccionar la democracia. El estado encuentra
el obstáculo de la religión para modernizar la vida de los ciudadanos. La
religión es un hecho que se debe garantizar porque es un derecho ser religioso.
Pero la religión es una actividad privada y cuando se hace pública ocasiona un
choque con todo y todos.
El estado laico está en la base del orden
político moderno republicano democrático. Se ha realizado en el mundo
occidental y en Colombia más o menos. Pero no se ha abolido esa esencia
moderna. El Estado, tiene el deber y el derecho constitucional de ordenar la
vida pública (mínimo la salud, la educación, trabajo). Cuando le gana al Estado
el asunto privado de la religión, se marcha atrás. Ahora el Estado es temeroso
ante el Enfoque de género, El derecho a la muerte digna, la regulación de los
Planes Educativos Institucionales, el Derecho a la paz, la Defensa del espacio
público, la Autodeterminación de las mujeres sobre su cuerpo y un largo
etcétera.
El Estado laico en
Colombia un logro del Siglo XIX, está en peligro. El Estado laico moderno se
materializó o se hizo realidad, por haber resuelto las relaciones
Estado-iglesia; en otras palabras las relaciones entre la política y la
religión. En Colombia se pasó del Patronato Eclesiástico (el Estado gobernaba
la iglesia), herencia colonial, al Concordato Eclesiástico (separación iglesia
Estado). Por el concordato la religión no puede intervenir en política. Esto se logró con la religión católica, luego de
muchos avances y retrocesos, incluida la guerra de religión de 1875.
Luego de la perfección del concordato en 1936 y en 1975, quedó
instituido en Colombia la no intromisión de la religión en política, ni de la utilización
de la Iglesia para fines electorales. Esos pactos y acuerdos son los que le dan
a la república democrática de Colombia el carácter de Estado laico. Pero hoy
asistimos a un hecho no previsto: la llegada y expansión en todo el territorio
de las sectas evangélicas cristianas, o para no ser peyorativo, de las iglesias
protestantes. Estas no tienen ni patronato, ni concordato con el Estado, por lo
mismo, son una rueda suelta y están utilizando ese descontrol para apoderarse
de las funciones del Estado laico y trocarlo en un Estado teocrático que busca
el control de los cuerpos y cercenarles las libertades inscritas en la
Constitución Colombiana de 1991.
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