lunes, 20 de marzo de 2017

La literatura ha muerto, que viva la literatura. Sobre Rayuela de Cortázar

Rayuela. Óleo de Osvaldo Félix Pellegrini 1998

Horacio Oliveira habla de sí mismo, de su búsqueda y experiencia con una mujer a la que ha sobrenombrado la Maga. Habla desde París, sus calles y lugares, habla de su intelectualidad y militancias, de su Argentina a la que ve en la Ciudad Luz. Luego entra otro hablante a hablar de Oliveira, de su ser e idearios.
 
Estos recursos que utiliza Cortázar son, en principio, una polifonía propiciatoria de las identidades profundas de los personajes. Ellos hablan desde sus aspiraciones y frustraciones para dar al lector una imagen de la complejidad espiritual por estar en el mundo.
 
Oliveira: -hablo yo, otras veces soy descrito-. Ambas voces saben mucho sobre Oliveira. Hay igual recurso de descripción e indagación, de conocimiento del personaje. Él mismo dice que la vida es como estar en la casilla de una rayuela: hay reglas, pero sabe que las puede modificar. Cada salto a otra casilla tiene la esperanza de llegar, la esperanza del encuentro de las cosas y situaciones. Y la despedida de los queridos por la ambición de algo nuevo o promesa de lo distinto del lugar a llegar, donado por el salto: ya será otra casilla.
 
Ambas voces hablan de Oliveira, como un ser humano que vive la existencia a lo Sartre o a lo Herman Hesse. Se siente afectada esa vivencia cotidiana llena de hastío y nausea. Ama una mujer bella y cada vez que la toma, luego la deja ir para, como en un juego, tener que volverla a encontrar en cualquier calle de París. El sexo no trae compromisos, ambos tienen una historia de relaciones personales, se la cuentan, se celan; pero vuelven a sus sujetos. Oliveira la acusa de leer mucho y comprender poco. Ella lo acusa de querer ahogarse en un río metafísico construido con filosofía, historia y literatura. Te estás suicidando metafísicamente, le quiere decir.
 
Y ese es el ejercicio de escritura de Cortázar, ejercicio hecho a finales de los años cincuenta del siglo veinte. Es literatura extrema, gusto por la palabra escrita, gusto por hacer con ellas, construcciones bellas, que encuentran la materia narrable en el yo existencial, ubicado en pueblos y ciudades natales, en esa historia particular de las sociedades latinoamericanas.
 
Horacio Oliveira es un bonaerense metido en las entrañas de Francia, en París. Todo lo que le pasa es objeto de narración para la reflexión y cuando el diálogo interior o la descripción del narrador íntimo, tiende a agotarse, recurre al recuento de los hechos originadores del pasaje para retomar la reflexión. Es este el recurso literario: volver sobre lo dicho aunque ambos, el yo o el narrador, por tener que hacerlo, denigren de ese mismo hacer… “No hagamos literatura (…) no saquemos a relucir las perras palabras, las proxenetas relucientes. Pasó así y se acabó”.
 
Las palabras son objeto de reflexión por parte de los personajes. Todos son inmigrantes, se topan todos los días porque tienen las mismas rutinas, habitan los mismos espacios. Los diálogos ocurren en las habitaciones arrendadas en las que falta casi todo y sometidas al capricho del arrendador. El contenido de los diálogos cae repetidamente en el nombrar lo que les pasa, en el nombre y su relación con la historia particular de los dialogantes. El nombre de la realidad y su difícil definición, lleva a presentar en la novela una imagen o concepción del mundo. Hablan a favor o en contra de Sartre, Wittgenstein, Freud, Trotsky. El ser humano tiene una lógica, por la que las palabras son entendibles, por quien las lea o las escuche. Por la lógica existe una construcción racional del mundo, a la que se le da el nombre de realidad; pero los seres humanos viven su particularidad, potenciados por la intuición, en la que la realidad es difusa, bella, feliz o angustiante y en la mayoría de los casos, una experiencia estética.
 
Horacio Oliveira encarna a un personaje culto que ama los libros y en ellos bebe filosofía, literatura, historia y música. Su relación con los amigos, está mediada por los contenidos de su formación. Tiene una novela en construcción y tras las páginas se funde con Rayuela. Los amigos le sirven como instrumento, para llevar a la escritura los diálogos reveladores de su concepto del mundo. Le preocupa estar y ser en el mundo. Vuelve permanentemente sobre la realidad. El mundo es la realidad, pero está en una construcción mediada por el ser animal. El animal humano construye el mundo real totalmente abstraído, abstracto, ficticio, ficcionado. Así todo queda pendiente: las verdades, los sistemas, las ortodoxias.
 
Esta constatación hace que Oliveira viva en una perenne provisionalidad. Va por el mundo de París con los demás pegados a su piel, con la lluvia sobre su cabeza, con el frío domesticado por su cuerpo aterido: es un existencialista fenoménico que sufre la mayor parte del tiempo; sufrimiento del que se escapa con el blues, el jazz, el mate y el cuerpo de la maga.
 
Agotado el viejo mundo para sus andanzas, vuelve a la Argentina. Dos amigos de infancia, ahora pareja, lo reciben en puerto. Oliveira evoca permanentemente las capacidades físicas e intelectuales de la infancia y juventud de los tres. Lo hace porque se siente débil y desarraigado. El amigo es un residente intenso de pocos viajes. El diálogo entre el viajero y el anclado, se da con palabras duras de mutua acusación por lo que les falta. A Oliveira le falta haber visto crecer a Buenos Aires, al amigo le falta conocer otras tierras. Oliveira quería hacerse a un lado y no interferir en su amigo a pesar de su vocación de “acceder, por inmiscuirse, por ser…” dado su interés de escritor sobre las cosas humanas.
 
El trio quería deshacer la amistad, querían hacerse a un lado; pero el diálogo intenso lo impedía. Un diálogo atado al pasado por haber sido socialistas teosóficos. Ahora se reúnen a hacer jitanjáforas y juegos mistéricos que llaman Cementerio: unir palabras en retahíla, referidas a un tema. Pero se hastían y se enfrentan. El socialismo que imaginaron, mesclado con gnosticismo se puede llamar primitivo, por el que muchos consideraron a Jesús Cristo el primer socialista del mundo. Ese socialismo solo les alcanzó para leer literatura y otros temas conexos mediados por ella, y determinantemente decantados por una metafísica que Oliveira llama patafísica o “meta la pata más allá”.
 
Los tres, ella farmaceuta, el guitarrista y cantor, con Oliveira, se meten a trabajar en un circo. El espectáculo se conecta con lo maravilloso de las posibilidades humanas, de la prestidigitación, hasta una evasión propiciada por la taumaturgia. El dueño del circo cambia esa empresa por un hospital psiquiátrico, engancha a los tres amigos en las labores del hospital. Ella va a la farmacia y ellos dos hacen turnos para cuidar a veinticinco internos.
 
A Oliveira se le complejiza el mundo de su cabeza. Europa y Argentina se le mesclan. Ve a su Maga en los pasillos del siquiátrico y entra en un juego extraño con el interno dieciocho, que lo pone en peligro de pasar de empleado a interno o enfermo psiquiátrico. La patafísica profesada se trueca en lenguaje de la locura. La realidad se le disuelve en el juego de lo posible y en hechos pensados no materializados. Los espacios del hospital, el patio, la farmacia, los pasillos, las habitaciones, los pisos, la cava, la cadena de frío, están entre el sueño y la materia.
 
La rayuela ubicada a la vista de Oliveira en el piso bajo y paso obligado hacia el patio del siquiátrico, obliga a ser jugada de lado a lado, casilla a casilla, hacia el cielo fugaz. Las colillas de cigarrillo encendidas, Oliveira las hace impactar sable la rayuela y motiva la fusión de idearios e imágenes en su cerebro al vuelo; invoca los autores leídos que lo han incidido en sus representaciones. La realidad disuelta lo hace deducir que todo es literatura.
 
Cortázar dedica la tercera parte de Rayuela a las aspiraciones de novelista de Oliveira, el personaje complejo metido en un mundo real pero que el ve y siente irreal. El mundo de allá (Europa) y el mundo de acá (Buenos Aires - Argentina), los ha vivido atado a los hechos de los otros, de sus amigos, conocidos y sus amantes. No le ha quedado tiempo de estructurar la novela. Por eso en la tercera parte están todos los escritos hechos con las vivencias, de todos, con todos, por las calles, los cafés, los museos y conciertos. Esos escritos son sacados de Otros lados y son el vuelo poderoso del escritor a quien el cuerpo le estorba porque le impone la necesidad de interrumpir el vuelo, por exigencias que hace la máquina para seguir viva: la máquina del cuerpo.
 
Oliveira decide que la novela debe ser una rayuela, que adquiere sentido según el jugador. Es el lector cómplice quien la arma con toda libertad. Quien lee puede unir las partes, los trozos, los escritos, como quiera. Así el lector no es un paciente que recibe una trama hecha, unos acontecimientos predecibles que le concitan temor, risa o dolor. El lector cómplice, amante de la literatura, comprende al novelista y ayuda a darle coherencia la novela. Si ocurre así la relación lector – novelista, es porque la literatura es un complejo inasible. Puede decirse: La literatura ha muerto, que viva la literatura, porque la realidad es el lenguaje y cada vez que se piensa el lenguaje se hace cambiar, cambia la realidad.

domingo, 12 de marzo de 2017

Historia, carne y cuerpo

Janice Urnstein Weissman. Las tres Gracias (2003)

Un sentimiento conmovedor, casi inexplicable, me llega a la cabeza, al observar los cuerpos de las gentes que pasan por mi campo visual o aparecen. Me entra el deseo de juzgarlos con los valores de mis padres: el color, la distancia respecto al ideal de belleza, la apariencia su poder económico y la expresión del rostro; pero, el estar en el mundo y el toque de vida que me han dado otras posibilidades, otros valores, permiten, ya no un juicio de los otros, sino una ponderación de su estar en el mundo. Ser humano es ser considerado sujeto de admiración per se o por tener el valor de mostrar ante los ojos de los demás el cuerpo que le ha tocado.
 
Al cuerpo, el mundo de los derechos humanos, le ha dado sentido. A las carnes amplias, escasas, magras, desmirriadas; a las estaturas largas, cortas, asimétricas; a las pieles oscuras, claras, mescladas; a las apariencias bellas, feas, atractivas; les ha sido dado un lugar, para que la materia, la física del cuerpo, no interfiera en la salud del complejo contenido inmaterial, existente en la cabeza.
 
El cuerpo no exime, ni disculpa, la obligación de buscarle explicaciones a la existencia, auxiliado por los legados anteriores, de los humanos pasados, las que podemos apreciar, si nos acercamos a la historia.
 
El cuerpo en el mundo duele, la existencia angustia. Si solo se tiene la carne para estar en el mundo, el dolor es inevitable y la angustia permanente. Se sale de ahí con el acercamiento a la historia o a otra trascendencia. Entre tantas trascendencias la única que llegó a declarar la igualdad racional de los cuerpos humanos es la historia. Los credos religiosos, como otras trascendencias, se levantan sobre la desigualdad y la opresión.
 
Escribió Hegel que en el mundo egipcio-babilónico fue libre uno solo, en el mundo greco-romano fueron libres algunos y en el mundo de él, que le tocó vivir, lo llamó mundo germano-cristiano, todos son libres; pero la libertad hegeliana se ejercía en la dialéctica del espíritu, en la historia del desarrollo del espíritu. Y este último concepto, se debe meter dentro de lo que se llama historicismo, el mismo constructor de la idea de progreso indefinido del ser humano, con su cuerpo a cuestas.
 
El progreso del cuerpo y sus trascendencias, no se ha abandonado. Ahora cuñado por el evolucionismo darwiniano, es una creencia que le va muy bien al ser humano infantilizado de hoy. El auxilio de la tecnología, deja la sensación de la inutilidad de sufrir la existencia, y por eso el cuerpo se embellece, y se decantan los valores de la tradición: el color, la distancia respecto al ideal de belleza, la apariencia económica y la expresión del rostro medida por el prototipo del criminal sacado de la frenología.
 
El cuerpo del ser humano del presente tiene culto. La sensiblería lleva a figurar sobre él, de manera indeleble, los motivos más banales, acordes con el éxtasis que produce el color en el cerebro del infante. Y cuando se trata de figurar sobre superficies, la humanidad tiende a tenerle miedo al vacío; por eso los cuerpos se tatúan en sus espacios visibles e invisibles, según el vestido. Se ven cuerpos barrocos, en los que parece haber hecho falta piel para graficar.
 
La libertad de hacer con el cuerpo lo que se quiera, es una fuga de la igualdad racional decantada por la historia. La libertad y la igualdad de los derechos humanos, se ha banalizado. El centramiento en el propio cuerpo, no deja ver el poder que aúpa la infantilización, además producida y administrada por la tecnología. Se crea la sensación de progreso y evolución del cuerpo. El poder sobre los cuerpos, ejercido por muchas jerarquías modernas, hace de la crítica a la infantilización y a las trascendencias hegelianas, una violación de la propiedad personal sobre el cuerpo que ha tocado llevar a cuestas. Esa crítica señala la pérdida de la más cultivada de las trascendencias: la historia.
 
El cuerpo y la historia que lo sustenta, están en el mundo; el dolor y la angustia de la existencia, del ser, se recluyen en el olvido o se neutralizan con la palabra, continente de la transcendencia. En las épocas de la palabra escrita en el cuerpo, la grafía evocaba el pasado del grupo y ver el cuerpo figurado convocaba el discurso, signo que facilitaba el símbolo.
 
La historia escrita en el cuerpo fue el principio motivante de la grafía sobre la piel. Hoy los cuerpos barrocos tatuados hasta el paroxismo, nada dicen, porque es imitación infantil de las culturas tempranas. El ser humano de las primeras épocas hizo grafías en su piel, en la piedra y en las cavernas para convocar la memoria y reducir el tiempo a sus intereses.
 
Los cuerpos escritos fueron producto del trabajo y el trabajo los producía para el consumo del poder de la sociedad. Se seguía el ritmo dialéctico de producción, consumo, producción. Ese era el contenido de las grafías sobre la piel, en las que se involucraban el cosmos y el microcosmos: la sociedad y el individuo. El Marx de los Grundrisse, escribió a mediados del siglo diecinueve: el individuo consume para producir su propio cuerpo; no solo consume alimentos, digo yo, consume otros cuerpos para producir su cuerpo.
 
En el cuerpo de las sociedades tempranas se graficaba la historia sobre la piel de los individuos. El cuerpo antiguo fue consumido por el poder para satisfacer las aspiraciones de dioses y déspotas, validos de la grafía convertida en escritura. Los cuerpos de la barbarie germana, gestora de la servidumbre medieval, se ocultaron a los ojos de dios y de los humanos y quedaron a disposición del poder para ser quemados, torturados, o santificados según el uso individual del deseo de la carne.
 
Los cuerpos moderno son para la libertad; pero el poder socioeconómico y político los consume como fuerza de trabajo y reduce su libertad a una apariencia de libertad, materializada en individuos que desde una trascendencia arcaica y alienante, se fugan, se marginan, se tatúan, se ocultan, o viven sin historia.
 
Pasan cuerpos y aparecen en mi campo visual. Cada individuo tiene un mundo interior, respetable, inviolable, participe o no de una trascendencia; y lleva su cuerpo a cuestas. Cuerpos con poder, color y forma, atributos que conmueven.

jueves, 2 de marzo de 2017

Cien años de izquierda en Colombia

Después de la revolución de octubre llegó Silvestre Savitsnki a los cafés de Bogotá a promocionar la fundación de un partido comunista en Colombia. Bogotá 1925 Tomada del blog Los desvelados

Noticias de los opinaderos o mentideros sin respaldo alguno en fuentes, salvo el “dicen por ahí”, informan que en las próximas elecciones presidenciales en Colombia se tendrá la derecha unida alrededor del Centro Democrático contra todos los defensores de los acuerdos de paz apostados en un frente político. El prurito, rasquiña o consigna será acabar con la corrupción. Pero más allá de este ideal de todos los colombianos, están los modelos de gobierno posibles visualizados por ambos contendores. La derecha unida sabe que el gobierno de un posible Frente prodefensa de los acuerdos de paz, perseguirá a los corruptos que han usufructuado el poder desde la fundación de la república y gobernará para extender la justicia socioeconómica. En otras palabras le pondrá coto a las ganancias exorbitantes de los capitalistas criollos.

Ese escenario posible, para que no ocurra, es tergiversado y atacado con calumnias. Dicen que un triunfo de ese frente llevaría a la república a una situación como la venezolana; por eso se compara a Petro o a Robledo o a Piedad Córdoba, o a De la Calle o a Clara y Claudia López, con Chávez o Maduro.

Los opositores a la derecha unida alrededor del Centro democrático, visualizan un gobierno de esa unión como destructor de los acuerdos de paz, para enturbiar el ambiente nacional y volver a la guerra, la misma que le da sustento y fundamento a su ser: defensa de las ganancias exorbitantes del capital, a costa de las necesidades insatisfechas de la gran mayoría.

El poner como imagen del futuro político colombiano la situación venezolana, es un ejercicio maquiavélico. Colombia no llegará allá porque no tiene unas fuerzas armadas deliberantes, con capacidad de apoyar un frente de izquierda; o además, la izquierda colombiana no se pone de acuerdo ni para una fiesta, como lo ha demostrado su historia de desunión y disidencias, desde el alba del siglo XX. Un gobierno de un frente político defensor de los acuerdos de paz, si ocurre, deberá garantizar un capitalismo humanizado para tener contentos a todos y evitar los extremos.

La vigencia de la oposición política izquierda-derecha
Referir la política, es entrar en el mundo de lo provisional, de lo indefinido y sujeto al debate permanente. Existe la ciencia política, la teoría política, la filosofía política, el pensamiento político, campos de la cultura, en peramente construcción y por eso mismo permiten el apoyo de discursos, textos o pronunciamientos. Hay unas ideas generales que pueden ser comunes a esos campos nombrados y son las que se refieren a la verdad (relación legítima para toda la cultura). La política y la verdad, profundizan la indefinición, pues, la concepción de la verdad, por fuera de los absolutos dogmáticos, hay que asumirla como provisional.

El objeto de estudio de la política, en sus campos nombrados, son los contenidos sociales, sujetos al devenir histórico y el desarrollo del pensamiento, y este desarrollo tiene como base la provisionalidad de la verdad, de la percepción de la realidad. Así cuando se habla de la política colombiana se debe referir a las convicciones cambiantes de la sociedad. La puesta en la opinión pública de formas de pensar la realidad, por los medios de comunicación o por movimientos políticos, hacen que los colombianos apoyen opciones políticas, que luego en el poder gobiernan contra los intereses de los electores. Son los casos de las leyes de flexibilidad laboral, la ley 100, las que han aumentado la edad de jubilación, y muchas otras.

En este orden, la percepción que tiene los colombianos, de la dinámica política del país como la confrontación entre izquierda y derecha, es legítima, aunque sea una verdad provisional. Esto ocurre porque la opinión gobierna el imaginario político, una opinión que ha devenido a reemplazar la oposición liberales – conservadores, por la oposición clase política dominante versus clases populares.

Y esta es una verdad provisional, porque los campos de la cultura que se refieren a la política, han construido sobre nuestro tiempo otras verdades, sobre otras realidades. Ejemplo: la cuasi muerte de los partidos tradicionales en Colombia, dejó expuesta la construcción de movimientos o frentes políticos, con grupos de distintos idearios. Práctica llamada pluripartidismo, con el fin principal del reparto burocrático, aunque promocionen divisas justicialistas. Este pluripartidismo lleva incluida la sentencia de muerte de las ideologías incluida izquierdas y derechas. Pero según lo dicho, también es una verdad provisional que mueve las conductas.

Cien años después y sigue atomizada
La izquierda colombiana quiere ser protagonista, quiere gobernar el país y cada feudo o sector que la compone sueña con una izquierda unida en el poder, para realizar un gobierno justicialista o en otras palabras, democratizar los bienes terrenales de la humanidad colombiana. Eso no más, porque el pensamiento y la filosofía que arrulló la cuna de la izquierda, ya no es vigente. La directriz de emplear todos los métodos de lucha para llegar al poder se han reducido drásticamente a la sola lucha electoral.

Esa reducción de las formas de lucha, en esos años noventa del siglo veinte, pasado, permitió decir, desde los más altos podios, que había ocurrido la muerte de las ideologías políticas, así como Nietzsche dijo: dios ha muerto, allá en la segunda mitad del decimonónico. Muerte de las ideologías, situación que fue una consecuencia de la coexistencia pacífica de los dos imperios (oriente comunista y occidente capitalista) y sus correspondientes ideologías marxista y capitalista. El análisis, fue hasta decir, que el mundo había entrado en una etapa posmoderna, en la que los grandes relatos sustentadores de la imaginación, habían perdido su vigencia y eran reemplazados por los mensajes planetarizados de los medios masivos de comunicación.

Los grandes relatos: uno, la racionalidad acumulativa que garantizaba bienestar y progreso permanente por efecto de la ciencia y la tecnología. Otro, la promesa de la redención de la humanidad por la resolución de la lucha de clases, a favor de la justicia social y la construcción de una sociedad sin diferencia económica y definitivamente feliz.

Las dos guerras mundiales y su correspondiente consumo cruel de vidas humanas, tumbaron el mito del desarrollo y el progreso permanente: el ser humano no ha progresado en su ética y moral. Sigue siendo un animal ambicioso, acumulador de riqueza a costa del hambre de los demás.

La construcción de los grandes sistemas marxistas, asesinó la cultura ancestral de los pueblos bajo su dominio, con la promesa de un hombre nuevo. Ni lo uno ni lo otro. Terminaron construyendo unos regímenes, para rendirle culto a la personalidad y seguir el sometimiento de los seres humanos a los dictados de camarillas, muchas veces familiares, y la negación de las más elementales libertades.

La crítica y la propuesta quedaron en proclamar la muerte de las ideologías y necesidad de una acción política que recurra a la voluntad, a la conciencia, a la sensibilidad por los demás, a convencer al dueño de la riqueza de la necesidad de darle un rostro humano al capital.

La acción política, de la izquierda hoy, tiene el signo de la pluralidad y el multipartidismo. Es lo que debe hacer la izquierda colombiana. Luchar por una sociedad culta en su voluntad, conciencia y sensibilidad política. Si se equivoca y trata de revivir todos los métodos de lucha, resulta repotenciando la derecha, el capitalismo cruel. Un gobierno de izquierda que no respete la tasa de ganancia del capital, será sometido al desabasto por los dueños de la riqueza, así ocurre en Venezuela, así ocurrió en Chile.

La izquierda colombiana si quiere ser protagonista, si quiere gobernar el país, debe dejar su conciencia de feudo, dejar esas convicciones de tener la solución a la crisis ética del país, guardada en sus surcos. Hace cien años la izquierda entró a Colombia, es hora de que se haga unidad de acción, plural, multipartidista y multicolor.

La edad de la acumulación
Un sentimiento de orfandad viene al pensamiento cuando se intuye la larga vida del capitalismo y se lee un grafiti por el estilo “capitalismo tus milenios están contados”, grafiti que parodia el dicho tradicional “ese mal tiene los días contados”. Y hay orfandad porque el capitalismo no resiste ningún análisis como sistema protector de la humanidad. El capital de Marx y Economía y sociedad de Max Weber, son dos obras que desnudan la avaricia del sistema capitalista y los capitalistas. Las bondades son mínimas, comparadas con la gran cantidad de perjuicios.

La libre empresa, la competencia, trajeron suficientes recursos para enfrentar las necesidades de la población en crecimiento. En 1798, Thomas Robert Malthus, en su teoría de la población, dedujo que en la tierra, la población se estancaría por no haber los suficientes alimentos. Estos crecen a un ritmo aritmético, y los humanos crecen a uno geométrico. Pero ese maltusianismo fue derrotado por la libre empresa y la competencia, actitudes económicas potenciadoras de la innovación técnica y tecnológica.

Esta es una de las bondades del capitalismo. Otra, el enriquecimiento del concepto y la práctica de la libertad. La reivindicación del individuo, el volcamiento de la cultura hacia el derecho y garantías del hombre y el ciudadano, y luego los llamados derechos humanos, dejó expuesta la vocación de la edad moderna capitalista de rendirle culto a la libertad per se.

Pero el orden social, montado sobre la acumulación de riqueza y capital, orden moderno vigente en el mundo, deja como secuela la traición–tergiversación de sus propios principios. El individuo es masificado y su libertad es coaccionada por la riqueza acumulada en unas pocas manos. Cada vez el rico será más rico y el pobre más pobre. Esta consecuencia se trata de paliar con el intervencionismo de Estado en la economía; pero el Estado en manos de los dueños del capital, hacen inocuo el intervencionismo. Y si el socialismo del siglo XXI, pretende romper la cadena capitalista, su mismo principio de utilización electoral, se tendrá que enfrentar a una economía en manos del capitalismo y tendrá que abdicar el intervencionismo.

El análisis marxista, desde el decimonónico siglo, dejó trazado el camino político para superar el socialismo utópico y aterrizarlo, al convertirlo en científico. Este, para poder ser y hacerlo real es obligante emplear en la lucha político partidista todas las formas de lucha, es decir el socialismo científico vendrá luego de la revolución proletaria.

Max Weber, que pudo observar la sociedad capitalista en el siglo XX, promocionó la inutilidad de la revolución, porque la libertad y la igualdad económica pueden lograrse por la creciente burocratización y estratificación de la población, que trae la distribución de recursos, según las capacidades o méritos.

Queda expuesta la táctica del debate electoral, la lucha electoral por el control del Estado para desde él pactar con los dueños de capital, la democratización de los recursos. Se hace vigente luego, la concertación, el pacto, el acuerdo, la convención; y estas son las actitudes a tomar en un momento constitucional.