miércoles, 26 de abril de 2017

Escritos de abril. La venzonalización uno de los miedos colombianos

La llave. Óleo de Enrique Grau 1963
La venezonalización de Colombia es el nuevo miedo que Uribe y Pastrana quieren explotar en el electorado. Es evidente en la carta que Uribe dirige a los congresistas norteamericanos. El contenido de esa comunicación es el programa político del uribismo para la campaña electoral de 2018: acabar con el proceso de paz. Ante esta evidencia, es necesario avisar a los colombianos sobre la imposibilidad de que ocurra en Colombia un régimen como el venezolano, por la sencilla razón de no existir aquí unas fuerzas militares propulsoras del Socialismo del siglo XXI. El régimen venezolano resiste porque es sostenido por el ejército.

La estrategia política utilizada por los del NO en las últimas votaciones en Colombia, que dio excelentes resultados, se va a repetir en las elecciones del próximo año. Se trata de indignar al elector para llevarlo controlado a las urnas: eso denunció el centrodemocrático Juan Carlos Vélez. Ya no será la homofobia de la "ideología de género", será el miedo al desabastecimiento sufrido por Venezuela desde que los ricos dueños de las cadenas de abastos se pelearon con el chavismo. Ese miedo lo han extendido hacia la inclemencia de los colombianos que no creen en la rehabilitación de los que se han puesto fuera de la ley y han delinquido sistemáticamente. Es el miedo a las Farc. Tan infundado como la homofobia nombrada, pues el partido político resultante de esta guerrilla transmutada, no podrá quitarle con la facilidad pensada, el poder a la clase política dos veces centenaria. Se sabe que en las elecciones del 2018 se opondrán los defensores del proceso de paz contra los que quieren congelarlo o destruirlo y en la contienda jugará un papel fundamental las redes sociales, en especial los grupos de WhasApp que son capaz de dirigir la opinión política de las gentes sencillas de una o varias familias conectadas. Así operó Juan Carlos Vélez.

El WhasApp, jugó un papel estelar en la convocatoria de los colombianos a participar en el plebiscito sobre los acuerdos de paz del año 2016, porque el acceso al aparato telefónico con esa aplicación, llegó a la mayoría de los miembros de las familias. Ese medio de comunicación le dio el poder a su usuario, al dejar por escrito o por la réplica de imágenes quietas o en movimiento, de expresar su opinión sobre los acuerdos de paz.

Pero esa opinión estuvo determinada por varios factores y entre ellos el más favorecido fue el venir la información de un pariente con nexos políticos. Otro factor, el sentimiento popular de ridiculizar el gobierno de turno o los poderes públicos, que ató el desprestigio de la política a la opción de decir y votar por el No, en medio de chistes, insultos y groserías. Otro el provecho que sacaron los opositores a los acuerdos, de ese bajo nivel de nuestra cultura política y la incapacidad de pensar racionalmente los grades temas que han identificado en las últimas décadas, el desarrollo de la civilidad colombiana, como el enfoque de género, la inclusión social, el respeto, la tolerancia de los otros y la ampliación de la libertad.

Esta situación ha cambiado, en el sentido del aumento permanente del uso del WhasApp, por el acceso masivo a la tecnología y la conectividad. Es decir en los próximos comicios tendrán un protagonismo superior al anterior y es tarea asumir esta novedad y darle contenido edificante. Decía Umberto Eco a comienzos del año 2016 que las redes sociales le habían dado la palabra a los imbéciles; pero no dijo que eso ha ocurrido con todos los medios de comunicación cuando se pierde el monopolio ejercido por las élites. Ocurrió con el libro, la radio, el cine y la televisión, no porque hayan caído en manos de imbéciles, sino porque se ampliaron las visiones del mundo otrora acalladas. Las redes no se pueden dejar al garete. Es deber darle un contenido edificante e impedir que una sola visión del mundo, la deleznable sea la que impere.

Es necesario terciar en el debate, como se dice en los coloquios persistentes. Y en esta coyuntura colombiana el debate se ha metido en las familias. Hoy los padres, hijos y allegados pasan más tiempo "wasapiando" que ante el televisor. ¡Ocurre!. En muchos hogares se ponen mensajes mientras se ve televisión. Es la seducción de la pantalla. Hay dos pantallas involucradas en esta actitud y parece cumplirse la predicción de Ray Bradbury en Farenheit 451; ocurrió en su sociedad imaginada que los libros y las bibliotecas se incineraron y en su lugar el Estado obligó montar pantallas. Las habitaciones reemplazaron sus paredes por pantallas.

Hoy se compite por tener pantalla grande y aparatos que se pueden conectar a las redes sociales y desde ahí "wasapear". El contenido de esos mensajes textos, sin autor, sin responsables y llenos de sentencias sobre personajes políticos o sobre el mismo lector al que se insulta, se le maltrata, si no obra como lo dice el anónimo. Los temas dominantes de los mensajes son la chistología, la religión y la política. La primera sirve para desplegar el ingenio o poder de desencadenar hilaridad; la segunda de muy difícil racionalidad hay que respetarla porque es un sentimiento humano muy profundo. La tercera hay que someterla al debate. Es un deber participar en esos debates familiares. Se debe enseñar a tener criterio para reproducir información, para compartir textos. Los mensajes políticos que se compartieron entre los miembros de la familia por los mismos familiares, dirigidos a crear opinión política en las pasadas votaciones, utilizaron la mentira, el odio, el daño, la falsedad y la calumnia. Se recurrió a todos los bajos sentimientos para "llevar al elector indignado a las urnas".

El debate político ha entrado en las familias conectadas por las redes sociales. Allí es necesario terciar, para dignificar la información, no en términos de control sino, en términos de nivelar el imaginario por lo alto y no por lo bajo, por ese bajo nivel de nuestra cultura política y la incapacidad de pensar racionalmente lo que ocurre en Venezuela. En la casa de nuestro vecino, un líder militar quiso enfrentar la injusticia y la acumulación de la riqueza en pocas manos, pero se equivocó de método y sus herederos políticos profundizaron la equivocación.

En el debate político que las redes sociales han generado en nuestras familias, hay que presentar el tema del enfoque de género, con racionalidad. Se debe aclarar que el enfoque es distinto a la ideología de género. Este concepto se introduce para manipular el tema y potenciar el miedo a la diversidad sexual, un fenómeno de nuestra sociedad que se debe comprender y tratar desde la ciencia y no desde la ideología en la que se mezcla religión y política.

El acuerdo de paz, debe ubicarse en el contexto histórico para sacarlo del maquiavelismo político de los sectores que quieren perpetuar la guerra en Colombia. Desde el origen de la república democrática, en nuestro país se registran, diez grandes guerras civiles, un periodo de violencia soterrada, una dictadura y la disolución de la sociedad por las aspiraciones políticas del narcotráfico. Todas estas convulsiones han terminado con sendos indultos o amnistías o pactos de paz. El presente acuerdo con las Farc se diferencia de los anteriores por estar en el contexto de vigencia universal de los Derechos Humanos, que exigen resarcir a las víctimas, perdón y eterno recuerdo para no repetir.

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