La llave. Óleo de Enrique Grau 1963
La venezonalización de Colombia es el nuevo miedo
que Uribe y Pastrana quieren explotar en el electorado. Es evidente en la carta
que Uribe dirige a los congresistas norteamericanos. El contenido de esa
comunicación es el programa político del uribismo para la campaña electoral de
2018: acabar con el proceso de paz. Ante esta evidencia, es necesario avisar a
los colombianos sobre la imposibilidad de que ocurra en Colombia un régimen
como el venezolano, por la sencilla razón de no existir aquí unas fuerzas militares
propulsoras del Socialismo del siglo XXI. El régimen venezolano resiste porque
es sostenido por el ejército.
La estrategia política utilizada por los del NO en
las últimas votaciones en Colombia, que dio excelentes resultados, se va a
repetir en las elecciones del próximo año. Se trata de indignar al elector para
llevarlo controlado a las urnas: eso denunció el centrodemocrático Juan Carlos
Vélez. Ya no será la homofobia de la "ideología de género", será el
miedo al desabastecimiento sufrido por Venezuela desde que los ricos dueños de
las cadenas de abastos se pelearon con el chavismo.
Ese miedo lo han extendido hacia la inclemencia de los colombianos que no creen
en la rehabilitación de los que se han puesto fuera de la ley y han delinquido
sistemáticamente. Es el miedo a las Farc. Tan infundado como la homofobia
nombrada, pues el partido político resultante de esta guerrilla transmutada, no
podrá quitarle con la facilidad pensada, el poder a la clase política dos veces
centenaria. Se sabe que en las elecciones del 2018 se opondrán los defensores
del proceso de paz contra los que quieren congelarlo o destruirlo y en la
contienda jugará un papel fundamental las redes sociales, en especial los
grupos de WhasApp que son capaz de dirigir
la opinión política de las gentes sencillas de una o varias familias
conectadas. Así operó Juan Carlos Vélez.
El WhasApp, jugó un papel estelar en la
convocatoria de los colombianos a participar en el plebiscito sobre los
acuerdos de paz del año 2016, porque el acceso al aparato telefónico con esa
aplicación, llegó a la mayoría de los miembros de las familias. Ese medio de
comunicación le dio el poder a su usuario, al dejar por escrito o por la réplica
de imágenes quietas o en movimiento, de expresar su opinión sobre los acuerdos
de paz.
Pero esa opinión estuvo determinada por varios factores y entre ellos el más favorecido fue el venir la
información de un pariente con nexos políticos. Otro factor, el sentimiento
popular de ridiculizar el gobierno de turno o los poderes públicos, que ató el
desprestigio de la política a la opción de decir y votar por el No, en medio de
chistes, insultos y groserías. Otro el provecho que sacaron los opositores a
los acuerdos, de ese bajo nivel de nuestra cultura política y la incapacidad de
pensar racionalmente los grades temas que han identificado en las últimas
décadas, el desarrollo de la civilidad colombiana, como el enfoque de género,
la inclusión social, el respeto, la tolerancia de los otros y la ampliación de
la libertad.
Esta situación ha
cambiado, en el sentido del aumento permanente del uso del WhasApp, por el
acceso masivo a la tecnología y la conectividad. Es decir en los próximos
comicios tendrán un protagonismo superior al anterior y es tarea asumir esta
novedad y darle contenido edificante. Decía Umberto Eco a comienzos del año
2016 que las redes sociales le habían dado la palabra a los imbéciles; pero no
dijo que eso ha ocurrido con todos los medios de comunicación cuando se pierde
el monopolio ejercido por las élites. Ocurrió con el libro, la radio, el cine y
la televisión, no porque hayan caído en manos de imbéciles, sino porque se
ampliaron las visiones del mundo otrora acalladas. Las redes no se pueden dejar
al garete. Es deber darle un contenido edificante e impedir que una sola visión
del mundo, la deleznable sea la que impere.
Es necesario terciar en el debate, como se dice en
los coloquios persistentes. Y en esta coyuntura colombiana el debate se ha
metido en las familias. Hoy los padres, hijos y allegados pasan más tiempo
"wasapiando" que ante el televisor. ¡Ocurre!. En muchos hogares se
ponen mensajes mientras se ve televisión. Es la seducción de la pantalla. Hay
dos pantallas involucradas en esta actitud y parece cumplirse la predicción de
Ray Bradbury en Farenheit 451; ocurrió en su sociedad imaginada que los libros y las bibliotecas se incineraron y
en su lugar el Estado obligó montar pantallas. Las habitaciones reemplazaron
sus paredes por pantallas.
Hoy se compite por
tener pantalla grande y aparatos que se pueden conectar a las redes sociales y
desde ahí "wasapear". El contenido de esos mensajes textos, sin
autor, sin responsables y llenos de sentencias sobre personajes políticos o
sobre el mismo lector al que se insulta, se le maltrata, si no obra como lo
dice el anónimo. Los temas dominantes de los mensajes son la chistología, la
religión y la política. La primera sirve para desplegar el ingenio o poder de
desencadenar hilaridad; la segunda de muy difícil racionalidad hay que
respetarla porque es un sentimiento humano muy profundo. La tercera hay que
someterla al debate. Es un deber participar en esos debates familiares. Se debe
enseñar a tener criterio para reproducir información, para compartir textos.
Los mensajes políticos que se compartieron entre los miembros de la familia por
los mismos familiares, dirigidos a crear opinión política en las pasadas
votaciones, utilizaron la mentira, el odio, el daño, la falsedad y la calumnia.
Se recurrió a todos los bajos sentimientos para "llevar al elector indignado
a las urnas".
El debate político ha
entrado en las familias conectadas por las redes sociales. Allí es necesario
terciar, para dignificar la información, no en términos de control sino, en términos
de nivelar el imaginario por lo alto y no por lo bajo, por ese bajo nivel de
nuestra cultura política y la incapacidad de pensar racionalmente lo que ocurre
en Venezuela. En la casa de nuestro vecino, un líder militar quiso enfrentar la
injusticia y la acumulación de la riqueza en pocas manos, pero se equivocó de
método y sus herederos políticos profundizaron la equivocación.
En el debate político
que las redes sociales han generado en nuestras familias, hay que presentar el
tema del enfoque de género, con racionalidad. Se debe aclarar que el enfoque es
distinto a la ideología de género. Este concepto se introduce para manipular el
tema y potenciar el miedo a la diversidad sexual, un fenómeno de nuestra
sociedad que se debe comprender y tratar desde la ciencia y no desde la
ideología en la que se mezcla religión y política.
El acuerdo
de paz, debe ubicarse en el contexto histórico para sacarlo del maquiavelismo
político de los sectores que quieren perpetuar la guerra en Colombia. Desde el
origen de la república democrática, en nuestro país se registran, diez grandes
guerras civiles, un periodo de violencia soterrada, una dictadura y la disolución
de la sociedad por las aspiraciones políticas del narcotráfico. Todas estas
convulsiones han terminado con sendos indultos o amnistías o pactos de paz. El
presente acuerdo con las Farc se diferencia de los anteriores por estar en el
contexto de vigencia universal de los Derechos Humanos, que exigen resarcir a
las víctimas, perdón y eterno recuerdo para no repetir.
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