Alemania ha sido contaminada por Francisco José. El
alma alemana germanocristiana, está en peligro de perder su memoria. El imperio
Austrohúngaro posibilitó la reivindicación del paneslavismo que amenaza el ser
alemán y trata de disolverlo con actitudes de la sofística de la igualdad. La
Acción Paralela se organizó para darle altura cultural al imperio Kakania de
Francisco José; estudia filosofía o sicología para sustentar la fusión de
pensamientos de todos los pelambres y el culto a la burguesía aristocratizaste
rica y sabia. El alma alemana en peligro debe luchar contra la cultura burguesa
promiscua.
La narrativa de Musil, se enriquece por la necesidad
de mostrar lo que hay y se tiene fundamentado en ese atributo llamado alma. Es
una palabra recursiva en boca de los personajes, porque se expresan siempre
queriendo mostrar las ideas que se profesan y las aspiraciones por nuevos
contenidos. Para la siguiente reunión de la Acción, todos los adeptos quieren
mostrar atributos intelectuales. El espacio de la biblioteca aparece como el
lugar de habitación del alma o del espíritu y los personajes la visitan,
convencidos que saldrán de allí como Arnheim el personaje burgués, rico, culto,
escritor, diestro con la palabra; quieren ser como él y por eso atenúan sus
cuestionamientos por ser judío. Se presentan los espacios: la biblioteca, la
plaza que la cobija, el tráfico, la casa de la Acción.
La presentación de la casa de Diotima es la presentación
de la sede de la Acción Paralela. Un viejo palacio austríaco con dos recamaras
para la servidumbre. Un pasadizo secreto que comunica la habitación principal
con los otros espacios, es signo de control del palacio y sus gentes. El lugar
se encuentra copado por todos los afines a la Acción. Son personajes
conspicuos. El general Strumm no quiere quedar fuera del debate y va a la
biblioteca de Viena y se encuentra con un mar de información y rehúsa adoptar
un método de información como el bibliotecario lo tiene y se lo enseña.
Arnheim, el rico y poderoso judío banquero, industrial,
comerciante, asiste a la Acción para que lo admiren y no porque encuentre allí
alimento para su espíritu y cultura. Sabe que allí solo hay nacionalistas
autoritarios, de la poderosa nobleza austriaca. Ulrich, primo de la dueña de
casa, secretario de la Acción, es un hombre informado y avisado sobre todos los
integrantes de la Acción.
Diotima, esposa del aristócrata Tuzzi, dueño del
palacio y cortesano del emperador Francisco José, trata de situarse en la
cultura de su tiempo. Se pregunta especialmente por el yo y su papel en la cultura.
Lo relaciona con la afirmación del general Strumm: el orden conduce a la
muerte. Él ha sido educado siempre en el orden (dar y cumplir órdenes); pero
sabe que su educación militar ordenada es para la muerte. El yo ha sido
moldeado por la educación y a pesar de los intentos de enriquecer el alma con
nuevos contenidos, el yo se impone y decanta los fundamentos de la familia y el
orden. La voz interior de Diotima está escindida; para esa disyunción nada
mejor que explicarla desde la teoría del yo en boga. El yo de Diotima escindido
entre los deseos por el rico y sabio judío y el alma ordenada alemana de
respeto por el matrimonio, le palpitan como el corazón.
Ulrich es confrontado por unos personajes que han
matizado la novela y tienen una actuación dirigida a enfrentar la Acción. El
matiz está en volcar todo el discurso hacía el nacionalismo germano cristiano.
Estos personajes que actúan fuera de la Acción son jóvenes menores de veinticinco
años, anticapitalistas, críticos del desorden social y de la inteligencia,
porque esta desborda la religión. Estos jóvenes no son queridos por sus padres
por el extremismo con que miran la vida. Esa idea de hacer primar sobre todos
los demás la cultura germanocristiana, asustaba y se consideraba una desviación
en la vida vienesa en la que cohabitaban distintas calidades de seres humanos.
Estos personajes confluyen en el tiempo austríaco de
la primera década del siglo veinte. Cada personaje expresa un punto de vista
preciso para confluir en la Acción o en los idearios opuestos a la Acción.
Los personajes están ubicados en el reino de Kakania.
Este es un poder supranacional, critico de Alemania. La Acción tiene presente
esta situación y algunos de los partícipes se lamentan de la no existencia de
un pangermanismo, así como se le ha dado vida a un paneslavismo. Todo por la
cultura anárquica de estos tiempos: cualquiera publica un libro. Falta unidad
de pensamiento y obra. Por eso la idea de un redentor, se posa sobre la Acción.
Es necesario restaurar el orden a sabiendas que el orden y el derrame de sangre
van juntos.
La misión de la Acción es hacer un balance del espíritu
humano. De lo hallado. La alta cultura está en Viena, centro del imperio, y es
un deber de la Acción proclamar ante el mundo el derecho de Kakania a
universalizar su ente civilizador. Ya la Acción en sus asambleas ha hecho público
su cometido al hablar y escribir sobre el refinado espíritu paneslavo y su
serenísima majestad.
Pero los idearios opuestos de los jóvenes menores de veinticinco
años, antiburgueses, críticos del desorden y de la inteligencia anticristiana,
logran concitar el sentimiento por un pangermanismo y hacen que los vieneses y
los austríacos se manifiesten contra la Acción. El viejo Palacio aristocrático
es sitiado por los manifestantes, obligan al personaje secretario y su jefe a
producir una proclama que contenga el reconocimiento y lucha por el alma
alemana.
No es difícil hacer la proclama. La Acción no es
uniforme en sus aspiraciones. Tiene más un carácter deliberativo sobre la
humanidad y la cultura. Los partícipes son aristócratas admiradores del poder
económico burgués y burgueses aristocratizantes. Aceptan que el sentimiento
nacional, que el alma nacional, sea híbrida y de cabida a judíos, musulmanes,
ateos, burgueses y nobles. Por eso van a la biblioteca; leen la filosofía Nietzscheana,
el sicoanálisis, a los socialistas, a los físicos relativistas y las ciencias
sociales. El reconocimiento expreso de la existencia del alma calmó a los
nacionalistas etnocentristas y le permitió a la Acción seguir su curso. Pero
ellos siguieron soñando con el salvador del universalismo alemán.
Imagen: Sócrates y Diotima con un discípulo de Fraz
Caucig 1820
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