domingo, 9 de julio de 2017

Cualquiera publica un libro. Sobre El hombre sin atributos de Musil



Alemania ha sido contaminada por Francisco José. El alma alemana germanocristiana, está en peligro de perder su memoria. El imperio Austrohúngaro posibilitó la reivindicación del paneslavismo que amenaza el ser alemán y trata de disolverlo con actitudes de la sofística de la igualdad. La Acción Paralela se organizó para darle altura cultural al imperio Kakania de Francisco José; estudia filosofía o sicología para sustentar la fusión de pensamientos de todos los pelambres y el culto a la burguesía aristocratizaste rica y sabia. El alma alemana en peligro debe luchar contra la cultura burguesa promiscua.

La narrativa de Musil, se enriquece por la necesidad de mostrar lo que hay y se tiene fundamentado en ese atributo llamado alma. Es una palabra recursiva en boca de los personajes, porque se expresan siempre queriendo mostrar las ideas que se profesan y las aspiraciones por nuevos contenidos. Para la siguiente reunión de la Acción, todos los adeptos quieren mostrar atributos intelectuales. El espacio de la biblioteca aparece como el lugar de habitación del alma o del espíritu y los personajes la visitan, convencidos que saldrán de allí como Arnheim el personaje burgués, rico, culto, escritor, diestro con la palabra; quieren ser como él y por eso atenúan sus cuestionamientos por ser judío. Se presentan los espacios: la biblioteca, la plaza que la cobija, el tráfico, la casa de la Acción.

La presentación de la casa de Diotima es la presentación de la sede de la Acción Paralela. Un viejo palacio austríaco con dos recamaras para la servidumbre. Un pasadizo secreto que comunica la habitación principal con los otros espacios, es signo de control del palacio y sus gentes. El lugar se encuentra copado por todos los afines a la Acción. Son personajes conspicuos. El general Strumm no quiere quedar fuera del debate y va a la biblioteca de Viena y se encuentra con un mar de información y rehúsa adoptar un método de información como el bibliotecario lo tiene y se lo enseña.

Arnheim, el rico y poderoso judío banquero, industrial, comerciante, asiste a la Acción para que lo admiren y no porque encuentre allí alimento para su espíritu y cultura. Sabe que allí solo hay nacionalistas autoritarios, de la poderosa nobleza austriaca. Ulrich, primo de la dueña de casa, secretario de la Acción, es un hombre informado y avisado sobre todos los integrantes de la Acción.

Diotima, esposa del aristócrata Tuzzi, dueño del palacio y cortesano del emperador Francisco José, trata de situarse en la cultura de su tiempo. Se pregunta especialmente por el yo y su papel en la cultura. Lo relaciona con la afirmación del general Strumm: el orden conduce a la muerte. Él ha sido educado siempre en el orden (dar y cumplir órdenes); pero sabe que su educación militar ordenada es para la muerte. El yo ha sido moldeado por la educación y a pesar de los intentos de enriquecer el alma con nuevos contenidos, el yo se impone y decanta los fundamentos de la familia y el orden. La voz interior de Diotima está escindida; para esa disyunción nada mejor que explicarla desde la teoría del yo en boga. El yo de Diotima escindido entre los deseos por el rico y sabio judío y el alma ordenada alemana de respeto por el matrimonio, le palpitan como el corazón.

Ulrich es confrontado por unos personajes que han matizado la novela y tienen una actuación dirigida a enfrentar la Acción. El matiz está en volcar todo el discurso hacía el nacionalismo germano cristiano. Estos personajes que actúan fuera de la Acción son jóvenes menores de veinticinco años, anticapitalistas, críticos del desorden social y de la inteligencia, porque esta desborda la religión. Estos jóvenes no son queridos por sus padres por el extremismo con que miran la vida. Esa idea de hacer primar sobre todos los demás la cultura germanocristiana, asustaba y se consideraba una desviación en la vida vienesa en la que cohabitaban distintas calidades de seres humanos.

Estos personajes confluyen en el tiempo austríaco de la primera década del siglo veinte. Cada personaje expresa un punto de vista preciso para confluir en la Acción o en los idearios opuestos a la Acción.

Los personajes están ubicados en el reino de Kakania. Este es un poder supranacional, critico de Alemania. La Acción tiene presente esta situación y algunos de los partícipes se lamentan de la no existencia de un pangermanismo, así como se le ha dado vida a un paneslavismo. Todo por la cultura anárquica de estos tiempos: cualquiera publica un libro. Falta unidad de pensamiento y obra. Por eso la idea de un redentor, se posa sobre la Acción. Es necesario restaurar el orden a sabiendas que el orden y el derrame de sangre van juntos.

La misión de la Acción es hacer un balance del espíritu humano. De lo hallado. La alta cultura está en Viena, centro del imperio, y es un deber de la Acción proclamar ante el mundo el derecho de Kakania a universalizar su ente civilizador. Ya la Acción en sus asambleas ha hecho público su cometido al hablar y escribir sobre el refinado espíritu paneslavo y su serenísima majestad.

Pero los idearios opuestos de los jóvenes menores de veinticinco años, antiburgueses, críticos del desorden y de la inteligencia anticristiana, logran concitar el sentimiento por un pangermanismo y hacen que los vieneses y los austríacos se manifiesten contra la Acción. El viejo Palacio aristocrático es sitiado por los manifestantes, obligan al personaje secretario y su jefe a producir una proclama que contenga el reconocimiento y lucha por el alma alemana.

No es difícil hacer la proclama. La Acción no es uniforme en sus aspiraciones. Tiene más un carácter deliberativo sobre la humanidad y la cultura. Los partícipes son aristócratas admiradores del poder económico burgués y burgueses aristocratizantes. Aceptan que el sentimiento nacional, que el alma nacional, sea híbrida y de cabida a judíos, musulmanes, ateos, burgueses y nobles. Por eso van a la biblioteca; leen la filosofía Nietzscheana, el sicoanálisis, a los socialistas, a los físicos relativistas y las ciencias sociales. El reconocimiento expreso de la existencia del alma calmó a los nacionalistas etnocentristas y le permitió a la Acción seguir su curso. Pero ellos siguieron soñando con el salvador del universalismo alemán.

Imagen: Sócrates y Diotima con un discípulo de Fraz Caucig 1820

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