Estas palabras se
escriben con el nexo de una ecohistoria y motivadas por la observación directa
o por imágenes mediáticas de océanos de basura, fauna que muere lentamente por
la ingesta de residuos inorgánicos; todo tipo de utensilios de casa en desuso viajando
de la quebrada al río y del río al mar. El aire de las ciudades irrespirable y
la deforestación hecha por máquinas de una eficiencia aterradora.
El agua sobre el
cuerpo o rauda sobre la tierra; agua en el espacio sublunar pendiente en la
nube o decantada como lluvia; agua interior como líquido de sustento; agua
inmensa oceánica límite de los continentes: verla, tocarla o ingerirla produce
éxtasis. Ella siempre ha estado ahí al lado del ser humano y ha pasado
inadvertida como objeto de estudio por su abrumadora presencia. Pero en esta
modernidad posindustrial comandada por la tecnología, que aplica el proceder
científico a la técnica, ha pasado a ser objeto de reflexión por recibir la
excrecencia del consumo frenético. Si el agua limpia el cuerpo, se cree
ingenuamente que puede limpiar nuestra casa-planeta y recibir todas las
excretas del consumo en permanente aumento y sin control. Esta práctica social hace
complemento con la deficiente educación generalizada. La basura-excrecencia va
al agua y quienes lo practican están obnubilados por el espejismo del progreso
y por una educación deshumanizada.
Ver hoy los océanos
convertidos en basureros, ver los ríos grandes y menores llevar en sus
corrientes los desechos de las ciudades y los ciudadanos; ver el aire saturado
de las excretas de la combustión que hace la lluvia ácida; ver la vida
amenazada, ha abierto en la reflexión sobre los contenidos humanos un lugar a
las relaciones entre la sociedad y su entorno. Ese lugar abierto está asumido
por la Historia Social, con el nombre de Ecología Humana. El objeto de estudio,
ubicado como una epistemología relacional ser humano-cultura adaptativa, tiene
antecedentes en los estudios sobre la agricultura, la geografía, la demografía,
la economía y por supuesto en la política, porque desde ahí salen las
decisiones reguladoras de la conducta y el comportamiento social. Desde que se
pensaron las relaciones del ser vivo con su espacio se le dio apertura a la
ecología, palabra acuñada a finales del siglo XIX,
pero que indica la reflexión biológica, ya tratada por Aristóteles, retomada
por los taxonomistas de finales del XVIII y
sistematizadas en la segunda mitad del siglo XX.
Cuando una empresa o
un individuo arrojan la basura-excrecencia a las aguas, lo hacen comandados por
sus concepciones del mundo, el entorno, el ser humano y el tiempo. Concepciones
adquiridas en el sistema educativo y en la proclama de los medios de
comunicación. La modernidad posindustrial comandada por la tecnología, creó el
individuo ególatra encerrado en su pequeñez, que se autoproteje y le hace a los
demás y la tierra lo que él no quiere sufrir.
El consumo frenético
va a la par con concebir la naturaleza inagotable o como hecha para hacer de
ella depredación, porque ella ha sido donada desde la creación a los humanos. Esta
concepción de la naturaleza es rastreable desde el mundo del civilizado
temprano. El ser humano nómada, trashumante, consumía los recursos en el trajín
del territorio de sus ancestros y permitía la recuperación, porque el ciclo de su
recorrido y su pensamiento se fundían en la intelección del mundo. Humanidad y
naturaleza estaban unidas en un todo inseparable.
La cultura del
sedentario es quien sufre el agotamiento de los recursos y está obligado a
pensarlo para superar la limitación. Así como la cultura posindustrial abre el
espacio de reflexión para la ecología por la contaminación, se puede
generalizar y decir que la cultura del sedentario abre un espacio para pensar
la tierra y sus producciones, es decir hacer una historia agraria. Y en
congruencia se conectan otros espacios epistémicos: historia geográfica,
historia del clima, historia de la alimentación, historia de la estatura,
historia del aire y el agua.
Es en la década de
los setenta del siglo pasado cuando se afianzan los estudios de la Historia Ecológica
dentro de la Historia Social y en ese entramado de la interdisciplinaridad de
las ciencias sociales, para responderle a las posturas pesimistas sobre el
desarrollo socioeconómico de corte apocalíptico. Se construye la perspectiva
del Desarrollo Sostenible, la Ecología Humana, ambas montadas sobre el concepto
de Medio Ambiente que establece una relación clara entre las ciencias humanas y
físicas. Actitud de la cultura para señalarle caminos a la humanidad y seguir
sosteniendo la esperanza de perpetuar la vida sobre el planeta. Se cumple con
las razones de ser del papel de la ciencia: hacer historia para prever y
planear el futuro.
Evitar la catástrofe
de desertizar el planeta y hacer desaparecer la vida, está en la actitud
obligada e insoslayable de la Economía Ambiental como espacio dentro de la
ecología humana y la ecohistoria, para hacer regir las proyecciones futuras de
la cultura por la sostenibilidad. Cultura hoy que consiste en hacer objetos de
estudio el agua, la flora, los bosques, el aire; en genérico todo lo que
contiene la biósfera.
La ecohistoria
tiene una especificidad dentro de la historia social, pero sus hallazgos y
construcciones irrigan todos los actos y las prácticas humanas de la
contemporaneidad. No hay compartimentos estancos ni en las prácticas, ni en las
teorías. La complejidad de los análisis se compagina con la complejidad del ser
humano dividido en múltiples aspectos funcionales y a los que responden
múltiples objetos de estudio. Esta situación no es anarquía, es complejidad y
las decisiones sociopolíticas están obligadas a hacer un esfuerzo de síntesis
para garantizar la permanencia de la vida. La política no puede seguir separada
de los centros de reflexión, de las academias, de los estudiosos y de la
educación humanística.
El ser humano
tiene límites dados por los recursos para sostener la vida y la conciencia del
límite crea un conflicto que debe resolverse no por la guerra y el consecuente exterminio
de poblaciones, sino por la educación y la convicción. El aumento geométrico de
la población es un problema que está retando las posibilidades humanas. La solución
está en la atención que los centros de decisión sociopolítica pongan a las
construcciones de las ciencias humanas, sociales y sus especialidades como la
tratada aquí, la ecohistoria.
Imagen: Olivos de
Van Gogh 1889