En los últimos
tiempos nada ha causado tanta inquietud en los círculos sociales renuentes a
aceptar las consecuencias de la modernidad, como los estudios de género, o el
tener que llegar a la democracia radical, fuente de depuración de las
sobrevivencias de concepciones socioculturales del viejo régimen, entre ellas
la negación de los derechos a grandes poblaciones excluidas como las etnias
afrodescendientes, indígenas o las mujeres.
Los estudios de
género o el género como objeto de estudio y reflexión, es producto de la Historia
Social diseñada en el siglo XX, que convierte todos los
contenidos de la sociedad en objetos de estudio dimensionados históricamente,
es decir, todos los contenidos del ser humano son considerados producto del
devenir y construidos por él. Actitud moderna desarrollada, por la que se han
abierto múltiples objetos de estudio para la ciencia natural y social.
Desarrollo llamado desde muchas trincheras modernidad tardía o posmodernidad.
Estos nombres que indican bastos campos de reflexión, señalan a su vez un
ambiente intelectual bajo el cual se construyeron novísimos objetos de estudio
ubicados en nuestra contemporaneidad y en la “revolución copernicana” sufrida
por la interrelación de la historia con la sociología, la antropología y la
sicología y con sus prolongaciones llamadas, Historia Social, etnología o
psicoanálisis.
Los estudios de
género se abren bajo una sentencia que confronta el conservadurismo autoritario
excluyente. Dice la sentencia: los conceptos de femenino y masculino (el
género) son una construcción social; y como todos los constructos sociales son
engendros del poder. Para comprender el alcance de estas afirmaciones, es
necesario estar inmerso en la complejidad de los desarrollos de la ciencia
social de nuestra contemporaneidad iniciada en los años tempranos del siglo XX. Si no se comprende que la democracia moderna debe
realizar la igualdad de derechos, la justicia socioeconómica, reconocimientos
de las formas plurales de la cultura, el respeto a la diferencia o la
relatividad de la verdad, no se comprende la pertinencia de los estudios de
género y con ligereza se señalan como decadencia o el fin del mundo o se
desprecian con epítetos como el de ideología de género.
Desde los años
setenta del siglo XX, la proclama del feminismo, debe entenderse como un primer
desarrollo en perspectiva de los estudios de género. Se produjo la agremiación
de la mujer en busca de la igualdad con un sentido de oposición al hombre
acusado de opresor en la lógica amigo enemigo. El segundo desarrollo, ocurrido
a finales del mismo siglo XX, los estudios de género
progresan hacia el reconocimiento de diversos tipos de familia (monoparental,
nuclear, extensa y la realizada por parejas homosexuales), las nuevas masculinidades
y la elección a voluntad por el sujeto del género diverso (homosexual,
heterosexual, bisexual, transexual). Estos acontecimientos sustentados por la
teoría y la observación, fueron los que hicieron explotar las sobrevivencias de
concepciones socioculturales del viejo régimen, en todos los sectores
poblacionales. Los Liberoconservadores administradores de las repúblicas
democráticas desde hace más de doscientos años, los cristianos o hebreogénicos de
todos los pelambres y la izquierda que no alcanzó a construir el hombre nuevo
como lo prometió la ortodoxia marxista, se han rebelado escandalizados ante la
evidencia del género como un constructo del poder de la sociedad patriarcal y
los sujetos contemporáneos que exigen reordenar la sociedad con base en la
democracia radical en consecuencia con la reivindicación del sujeto autónomo.
La Historia Social y
uno de sus contenidos de más choque, las
mentalidades, se relaciona en términos francos con el psicoanálisis, cuando
se trata de reflexionar sobre la permanencia en el inconsciente de los dictados
del poder. Las imágenes, los signos, los símbolos de la sociedad patriarcal son
reproducidos automáticamente a través de arquetipos (estereotipos) no
consientes y a los que los sectores sociales reacios, adjudican a una supuesta
naturaleza humana. La Naturaleza ha puesto el género en el cuerpo y por eso quienes
dicen lo contrario están contra el orden natural. Este nivel de invocación,
mueve las aspiraciones políticas de la tradición y es un nicho donde se ha producido
y se reproduce el fascismo de derecha y el totalitarismo de izquierda.
El mundo de la episteme
contemporánea comandado por las ciencias sociales y naturales en una relación
con fronteras difusas, ha puesto todos los contenidos humanos en perspectiva
histórica. La historia que se tiene, es la historia de la sociedad patriarcal,
iniciada con la civilización y sus contenidos, la escritura, la ciencia, el
poder político del civilizado. Antes de la historia, en la prehistoria, es difícil
acercarse a una explicación reflexiva sobre la relación sexo-género. La
creación del masculino y el femenino son claros productos de la sociedad
civilizada. Antes, la mujer y el hombre deben concebirse por la extensión al
pasado de la observación de sobrevivencias culturales arcaicas, como las que
hace la antropología estructural o la paleontología. La concepción del incesto
como la prohibición de la práctica sexual entre parientes imaginados y no por
la consanguinidad, observación hecha por la antropología, permite acercarse a
la relación sexo-género en las sociedades no civilizadas o prehistóricas: igual
la prohibición del incesto es un constructo del poder social como lo es la
feminidad o la masculinidad. La paleontología que relaciona dialécticamente el
gesto y la palabra, porque ambos se generan mutuamente, proporciona una imagen
del ser humano arcaico o el sapiens, por la cual deja pensar en un moldeamiento
de la conducta por el poder del socius. Nada ha sido dado, todo ha sido
construido.
La Historia Social
transdisciplinaria y su abanico de posibilidades inscritas y desarrolladas en
la llamada modernidad tardía o posmodernidad, ha legitimado una teoría sobre el
sujeto-individuo, en la que se argumenta la noción de producto histórico. El
sujeto es moldeado por el poder, pero el poder moderno ha pasado del castigo
del cuerpo al autocontrol o la libertad inscrita en la democracia radical.
Sujetos autónomos que pueden elegir la opción de construir una sociedad no
patriarcal, en la que el cuerpo pertenezca al sujeto y en la que el poder de la
sociedad tome otro rumbo sin miedos, temores o fobias.
Imagen: Los ojos de
la Monalisa de Leonardo Da Vinci
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