sábado, 15 de diciembre de 2018

La racionalidad de los estudios de género


En los últimos tiempos nada ha causado tanta inquietud en los círculos sociales renuentes a aceptar las consecuencias de la modernidad, como los estudios de género, o el tener que llegar a la democracia radical, fuente de depuración de las sobrevivencias de concepciones socioculturales del viejo régimen, entre ellas la negación de los derechos a grandes poblaciones excluidas como las etnias afrodescendientes, indígenas o las mujeres.

Los estudios de género o el género como objeto de estudio y reflexión, es producto de la Historia Social diseñada en el siglo XX, que convierte todos los contenidos de la sociedad en objetos de estudio dimensionados históricamente, es decir, todos los contenidos del ser humano son considerados producto del devenir y construidos por él. Actitud moderna desarrollada, por la que se han abierto múltiples objetos de estudio para la ciencia natural y social. Desarrollo llamado desde muchas trincheras modernidad tardía o posmodernidad. Estos nombres que indican bastos campos de reflexión, señalan a su vez un ambiente intelectual bajo el cual se construyeron novísimos objetos de estudio ubicados en nuestra contemporaneidad y en la “revolución copernicana” sufrida por la interrelación de la historia con la sociología, la antropología y la sicología y con sus prolongaciones llamadas, Historia Social, etnología o psicoanálisis.

Los estudios de género se abren bajo una sentencia que confronta el conservadurismo autoritario excluyente. Dice la sentencia: los conceptos de femenino y masculino (el género) son una construcción social; y como todos los constructos sociales son engendros del poder. Para comprender el alcance de estas afirmaciones, es necesario estar inmerso en la complejidad de los desarrollos de la ciencia social de nuestra contemporaneidad iniciada en los años tempranos del siglo XX. Si no se comprende que la democracia moderna debe realizar la igualdad de derechos, la justicia socioeconómica, reconocimientos de las formas plurales de la cultura, el respeto a la diferencia o la relatividad de la verdad, no se comprende la pertinencia de los estudios de género y con ligereza se señalan como decadencia o el fin del mundo o se desprecian con epítetos como el de ideología de género.

Desde los años setenta del siglo XX, la proclama del feminismo, debe entenderse como un primer desarrollo en perspectiva de los estudios de género. Se produjo la agremiación de la mujer en busca de la igualdad con un sentido de oposición al hombre acusado de opresor en la lógica amigo enemigo. El segundo desarrollo, ocurrido a finales del mismo siglo XX, los estudios de género progresan hacia el reconocimiento de diversos tipos de familia (monoparental, nuclear, extensa y la realizada por parejas homosexuales), las nuevas masculinidades y la elección a voluntad por el sujeto del género diverso (homosexual, heterosexual, bisexual, transexual). Estos acontecimientos sustentados por la teoría y la observación, fueron los que hicieron explotar las sobrevivencias de concepciones socioculturales del viejo régimen, en todos los sectores poblacionales. Los Liberoconservadores administradores de las repúblicas democráticas desde hace más de doscientos años, los cristianos o hebreogénicos de todos los pelambres y la izquierda que no alcanzó a construir el hombre nuevo como lo prometió la ortodoxia marxista, se han rebelado escandalizados ante la evidencia del género como un constructo del poder de la sociedad patriarcal y los sujetos contemporáneos que exigen reordenar la sociedad con base en la democracia radical en consecuencia con la reivindicación del sujeto autónomo.

La Historia Social y uno de sus contenidos de más choque, las mentalidades, se relaciona en términos francos con el psicoanálisis, cuando se trata de reflexionar sobre la permanencia en el inconsciente de los dictados del poder. Las imágenes, los signos, los símbolos de la sociedad patriarcal son reproducidos automáticamente a través de arquetipos (estereotipos) no consientes y a los que los sectores sociales reacios, adjudican a una supuesta naturaleza humana. La Naturaleza ha puesto el género en el cuerpo y por eso quienes dicen lo contrario están contra el orden natural. Este nivel de invocación, mueve las aspiraciones políticas de la tradición y es un nicho donde se ha producido y se reproduce el fascismo de derecha y el totalitarismo de izquierda.

El mundo de la episteme contemporánea comandado por las ciencias sociales y naturales en una relación con fronteras difusas, ha puesto todos los contenidos humanos en perspectiva histórica. La historia que se tiene, es la historia de la sociedad patriarcal, iniciada con la civilización y sus contenidos, la escritura, la ciencia, el poder político del civilizado. Antes de la historia, en la prehistoria, es difícil acercarse a una explicación reflexiva sobre la relación sexo-género. La creación del masculino y el femenino son claros productos de la sociedad civilizada. Antes, la mujer y el hombre deben concebirse por la extensión al pasado de la observación de sobrevivencias culturales arcaicas, como las que hace la antropología estructural o la paleontología. La concepción del incesto como la prohibición de la práctica sexual entre parientes imaginados y no por la consanguinidad, observación hecha por la antropología, permite acercarse a la relación sexo-género en las sociedades no civilizadas o prehistóricas: igual la prohibición del incesto es un constructo del poder social como lo es la feminidad o la masculinidad. La paleontología que relaciona dialécticamente el gesto y la palabra, porque ambos se generan mutuamente, proporciona una imagen del ser humano arcaico o el sapiens, por la cual deja pensar en un moldeamiento de la conducta por el poder del socius. Nada ha sido dado, todo ha sido construido.

La Historia Social transdisciplinaria y su abanico de posibilidades inscritas y desarrolladas en la llamada modernidad tardía o posmodernidad, ha legitimado una teoría sobre el sujeto-individuo, en la que se argumenta la noción de producto histórico. El sujeto es moldeado por el poder, pero el poder moderno ha pasado del castigo del cuerpo al autocontrol o la libertad inscrita en la democracia radical. Sujetos autónomos que pueden elegir la opción de construir una sociedad no patriarcal, en la que el cuerpo pertenezca al sujeto y en la que el poder de la sociedad tome otro rumbo sin miedos, temores o fobias.

Imagen: Los ojos de la Monalisa de Leonardo Da Vinci

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