La presencia de Rusia en Venezuela congeló la
percepción de destrucción inminente del gobierno chavista. Dentro de la
tradición de la política de los Estados Unidos hacía América latina guiada por la
doctrina autócrata llamada “América para los americanos” en el siglo XIX y la
política del gran garrote de Roosevelt a comienzos del siglo XX, se esperaba
una intervención militar en Venezuela, según lo muestra la historia
latinoamericana de los años mil novecientos. Y si no lo han hecho, es porque la
geopolítica del mundo ha cambiado.
Un nuevo orden internacional regido por el
desarrollo económico de Asia entronizó en la lucha por el poder en el mundo
nuevas potencias; hecho que posibilita proclamar la existencia de un mundo
multipolar en el que las permisibilidades politicoeconómicas de las naciones ya
no están regidas por Norteamérica o Europa central, sino además por un tercer
incluido: Asia central.
Este orden es posible por el gran desarrollo de
las fuerza productivas hoy comandadas por la tecnologías de la información
aplicadas a la robótica que permiten la acumulación de riqueza y poder como
nunca antes. Fuerzas productivas así identificadas, descentradas por efecto del
fenómeno de la globalización y de accesibilidad al conocimiento. Fenómeno que
amenaza las particularidades nacionales, pero al mismo tiempo universaliza
algunas bondades de occidente como lo son la individualidad y los derechos
individuales. Por estos, se imponen las nociones globales de humanidad sobre
los conceptos nacionales que violan la autodeterminación de las gentes, así se
argumenten desde el respeto a las cultura autóctonas. Muchas culturas
nacionales tienen prácticas que riñen con los contenidos globales subyacentes o
defendidos por organismos internacionales.
Potenciados por la globalización las
organizaciones internacionales como las Naciones Unidas, la Corte Penal
Internacional y el respaldo de la política del Derecho Internacional
Humanitario, se señalan como violadoras de los derechos humanos, prácticas de
culturas particulares como la ablación, la lapidación por el adulterio, la
negación de los derechos de la mujer, el castigo del cuerpo como pena por
delitos, la penalización de la diversidad sexual, la pena de muerte, las
monarquías autocráticas, las teocracias, los regímenes totalitarios y la
práctica de ritos mágicos que agreden el cuerpo.
La concepción global de una humanidad a
defender ante los intereses de naciones poderosas que imponen sus puntos de
vista particulares, es la que está en la base del nuevo orden mundial
multipolar, de libre comercio, de tránsito asequible para migrantes, de respeto
y admiración a la cultura de los pueblos y su libre determinación para adoptar
sistemas de gobierno democráticos incluidos formas socialistas.
Estas consideraciones, son las que permiten
afirmar la quiebra del dominio tradicional absoluto de los Estados Unidos sobre
Suramérica. Expresiones de esa quiebra son las relaciones abiertas y claras,
políticoeconómicas, con el área asiática; relaciones que ya han calado hondo
hasta el punto de esgrimir el poder militar para defenderlas. Recientemente, en
marzo de 2019, China
ya lo dijo: América del Sur ya no es más el “patio trasero de los Estados Unidos”.
Este gigante asiático necesita de los recursos de esta parte del mundo para
sostener su tren productivo y su máquina de guerra.
No pude decirse que América del Sur, estará
mejor y más justamente tratada bajo la órbita asiática, porque son poderes
montados sobre el predominio económico y esta lógica obliga a preservar la
economía por encima del pensamiento y de la vida. Pero el que haya un mundo
multipolar con un juego de intereses, se tiende al equilibrio. La geopolítica
entre iguales ata las manos y hace difícil la declaración de guerra entre las
potencias. Pero hacen la guerra en pequeño y han ocurrido confrontaciones
particulares localizadas en territorios en disputa que dejan una destrucción inmisericorde
de la sociedad y el patrimonio cultural de la humanidad, como el caso del
aniquilamiento de Siria una nación con huellas milenarias.
Hay muchos otros ejemplos de destrucción de
naciones por haberse desmarcado o quererse desmarcar de las órbitas de poder.
Más lo ha hecho Norteamérica y los países adscritos a la organización militar
del Atlántico Norte. Pero hoy con la llegada al poder del mundo del tercer
incluido, Asia, se obliga a la deliberación, al menos desde un plano teórico.
En Venezuela, por un efecto de la llegada al
poder de un gobierno socialista de nuevo cuño o “socialismo del siglo XXI”, que nacionalizó las riquezas y por el ataque y bloqueo
económico de los norteamericanos y sus seguidores, salieron
del mercado sus riquezas naturales, entre ellas sus inmensas reservas de petróleo.
Esta situación ha estado incidiendo con lentitud, pero de manera firme,
en el alza del precio internacional del combustible, lo que ha obligado a la
atención del poder mundial multipolar, con la intensión de asumir su control.
Asia ya ha comprometido e invertido recursos importantes en Latinoamérica, en
Venezuela, igual que La Federación Rusa, nueva situación que obliga a pensar en
el futuro de Venezuela trazado desde una convención entre potencias del mundo
multipolar.
Venezuela ante el desgaste de la clase política
tradicional, optó por reemplazarla por un experimento socialista de nuevo cuño,
trunco y frustrado por el bloqueo norteamericano. Venezuela se atrevió a desmarcarse
de esa vieja dependencia y asumir su independencia político económica, con la
legitimidad posibilitada por el mundo globalizado montado sobre la libre
determinación de los pueblos, de las organizaciones internacionales, de las
Naciones Unidas, de la Corte Penal Internacional y el respaldo de la política
del Derecho Internacional Humanitario.
El poder tripartito mundial no va a permitir
una Venezuela libre y soberana, dueña de su propia riqueza. Desde el chavismo
temprano, occidente ha atacado sistemáticamente su sistema socializante con
toda clase de mentiras, dirigidas a conmover las vísceras de los televidentes,
radioescuchas y usuarios de las redes sociales, maleables por su incultura y
falta de educación. Hoy el sujeto-objeto de los medios de comunicación dominados
por el gran capital, culpa al “socialismo del siglo XXI” de la quiebra
económica de Venezuela, porque repite como un eco en su cerebro la versión del
poder mundial alertado y medroso, ante la pérdida de un bastión rico.
Imagen. Cuatro bandas. Juan Calzadilla 1995
Excelente nota, vale la pena leerla, analizarla, discutirla y proponer más artículos, todo bajo un criterio académico, investigativo y objetivo siempre
ResponderEliminar