viernes, 3 de mayo de 2019

Miedo por Venezuela


La presencia de Rusia en Venezuela congeló la percepción de destrucción inminente del gobierno chavista. Dentro de la tradición de la política de los Estados Unidos hacía América latina guiada por la doctrina autócrata llamada “América para los americanos” en el siglo XIX y la política del gran garrote de Roosevelt a comienzos del siglo XX, se esperaba una intervención militar en Venezuela, según lo muestra la historia latinoamericana de los años mil novecientos. Y si no lo han hecho, es porque la geopolítica del mundo ha cambiado.

Un nuevo orden internacional regido por el desarrollo económico de Asia entronizó en la lucha por el poder en el mundo nuevas potencias; hecho que posibilita proclamar la existencia de un mundo multipolar en el que las permisibilidades politicoeconómicas de las naciones ya no están regidas por Norteamérica o Europa central, sino además por un tercer incluido: Asia central.

Este orden es posible por el gran desarrollo de las fuerza productivas hoy comandadas por la tecnologías de la información aplicadas a la robótica que permiten la acumulación de riqueza y poder como nunca antes. Fuerzas productivas así identificadas, descentradas por efecto del fenómeno de la globalización y de accesibilidad al conocimiento. Fenómeno que amenaza las particularidades nacionales, pero al mismo tiempo universaliza algunas bondades de occidente como lo son la individualidad y los derechos individuales. Por estos, se imponen las nociones globales de humanidad sobre los conceptos nacionales que violan la autodeterminación de las gentes, así se argumenten desde el respeto a las cultura autóctonas. Muchas culturas nacionales tienen prácticas que riñen con los contenidos globales subyacentes o defendidos por organismos internacionales.

Potenciados por la globalización las organizaciones internacionales como las Naciones Unidas, la Corte Penal Internacional y el respaldo de la política del Derecho Internacional Humanitario, se señalan como violadoras de los derechos humanos, prácticas de culturas particulares como la ablación, la lapidación por el adulterio, la negación de los derechos de la mujer, el castigo del cuerpo como pena por delitos, la penalización de la diversidad sexual, la pena de muerte, las monarquías autocráticas, las teocracias, los regímenes totalitarios y la práctica de ritos mágicos que agreden el cuerpo.

La concepción global de una humanidad a defender ante los intereses de naciones poderosas que imponen sus puntos de vista particulares, es la que está en la base del nuevo orden mundial multipolar, de libre comercio, de tránsito asequible para migrantes, de respeto y admiración a la cultura de los pueblos y su libre determinación para adoptar sistemas de gobierno democráticos incluidos formas socialistas.

Estas consideraciones, son las que permiten afirmar la quiebra del dominio tradicional absoluto de los Estados Unidos sobre Suramérica. Expresiones de esa quiebra son las relaciones abiertas y claras, políticoeconómicas, con el área asiática; relaciones que ya han calado hondo hasta el punto de esgrimir el poder militar para defenderlas. Recientemente, en marzo de 2019, China ya lo dijo: América del Sur ya no es más el “patio trasero de los Estados Unidos”. Este gigante asiático necesita de los recursos de esta parte del mundo para sostener su tren productivo y su máquina de guerra.

No pude decirse que América del Sur, estará mejor y más justamente tratada bajo la órbita asiática, porque son poderes montados sobre el predominio económico y esta lógica obliga a preservar la economía por encima del pensamiento y de la vida. Pero el que haya un mundo multipolar con un juego de intereses, se tiende al equilibrio. La geopolítica entre iguales ata las manos y hace difícil la declaración de guerra entre las potencias. Pero hacen la guerra en pequeño y han ocurrido confrontaciones particulares localizadas en territorios en disputa que dejan una destrucción inmisericorde de la sociedad y el patrimonio cultural de la humanidad, como el caso del aniquilamiento de Siria una nación con huellas milenarias.

Hay muchos otros ejemplos de destrucción de naciones por haberse desmarcado o quererse desmarcar de las órbitas de poder. Más lo ha hecho Norteamérica y los países adscritos a la organización militar del Atlántico Norte. Pero hoy con la llegada al poder del mundo del tercer incluido, Asia, se obliga a la deliberación, al menos desde un plano teórico.

En Venezuela, por un efecto de la llegada al poder de un gobierno socialista de nuevo cuño o “socialismo del siglo XXI”, que nacionalizó las riquezas y por el ataque y bloqueo económico de los norteamericanos y sus seguidores, salieron del mercado sus riquezas naturales, entre ellas sus inmensas reservas de petróleo. Esta situación ha estado incidiendo con lentitud, pero de manera firme, en el alza del precio internacional del combustible, lo que ha obligado a la atención del poder mundial multipolar, con la intensión de asumir su control. Asia ya ha comprometido e invertido recursos importantes en Latinoamérica, en Venezuela, igual que La Federación Rusa, nueva situación que obliga a pensar en el futuro de Venezuela trazado desde una convención entre potencias del mundo multipolar.

Venezuela ante el desgaste de la clase política tradicional, optó por reemplazarla por un experimento socialista de nuevo cuño, trunco y frustrado por el bloqueo norteamericano. Venezuela se atrevió a desmarcarse de esa vieja dependencia y asumir su independencia político económica, con la legitimidad posibilitada por el mundo globalizado montado sobre la libre determinación de los pueblos, de las organizaciones internacionales, de las Naciones Unidas, de la Corte Penal Internacional y el respaldo de la política del Derecho Internacional Humanitario.

El poder tripartito mundial no va a permitir una Venezuela libre y soberana, dueña de su propia riqueza. Desde el chavismo temprano, occidente ha atacado sistemáticamente su sistema socializante con toda clase de mentiras, dirigidas a conmover las vísceras de los televidentes, radioescuchas y usuarios de las redes sociales, maleables por su incultura y falta de educación. Hoy el sujeto-objeto de los medios de comunicación dominados por el gran capital, culpa al “socialismo del siglo XXI” de la quiebra económica de Venezuela, porque repite como un eco en su cerebro la versión del poder mundial alertado y medroso, ante la pérdida de un bastión rico.

Imagen. Cuatro bandas. Juan Calzadilla 1995

1 comentario:

  1. Excelente nota, vale la pena leerla, analizarla, discutirla y proponer más artículos, todo bajo un criterio académico, investigativo y objetivo siempre

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