miércoles, 10 de mayo de 2023

La gallina degollada de Quiroga

 

 En la cuentística latinoamericana se cuenta con Horacio Quiroga como uno de los representantes del modernismo. Pero este término es amplio y genérico. Indica más un eclecticismo que una identidad estilística. En ese modernismo se tienen huellas del simbolismo, el parnasianismo y el romanticismo. Y cada una de estas categorías amerita también un acercamiento genético. Pero en Quiroga se tiene una obra muy personal, suelta de ataduras estilísticas y se identifica con claridad un realismo comprometido con su propia experiencia. Fue admirador del modernismo de Rubén Darío y se habla de una influencia directa del nicaragüense en Horacio.

 La época de finales del siglo diecinueve y principios del veinte fue influenciada por este centroamericano de poderosa inspiración y trabajo. Su postura ante el mundo literario de dejar volar la imaginación en ruptura con las ataduras de la métrica, sedujo a América y Europa. Esa actitud se rastrea en varias letras llevadas al tango como las de Claudio Frollo en Sólo se quiere una vez; retoma Juventud divino tesoro ("...Juventud, divino tesoro/ te fuiste para no volver./ Cuando quiero llorar no lloro/ y a veces lloro sin querer..."). Horacio Ferrer adopta partes del largo poema de Darío Canto a la Argentina en “Buenos Aires es tu fiesta”; o en Enrique Cadícamo en La novia ausente. En este último está una estrofa textual del soneto titulado “Sonatina”: “…y tú me pedías que te recitara esta "Sonatina" que soñó Rubén: "¡La princesa está triste! ¿qué tendrá la princesa?/ Los suspiros se escapan de su boca de fresa,/ Que ha perdido la risa, que ha perdido el color./ La princesa está pálida en su silla de oro,/ está mudo el teclado de su clave de oro;/ y en un vaso, olvidado, se desmaya una flor."

 La libertad imaginada de Rubén Darío permitió a Quiroga escribir sobre su experiencia personal. Si se mira de cerca su vida, sus repetidos viajes a la selva de Misiones cada vez con una nueva y joven esposa, se detecta un reflejo preciso en sus cuentos. Están ahí la selva, las alambradas, su grupo familiar, sus hijos montunos o los padres de sus esposas maquinando para impedir el viaje a Misiones.

 La referencia al paisaje, a la selva, al afuera que tanto interesaba a Quiroga, se caracterizó por tener una atmósfera gótica como la de Poe. En la mayoría de sus relatos la muerte ronda o es un fin en sí mismo. Hay en su obra un signo trágico, una especie de contundencia con ese acontecimiento crucial de la vida, que opaca la muchas veces bien logradas descripciones y los detalles.

 Esta condición le permitió a Borges en 1984 decir de la obra de Quiroga: faltaba a la estética literaria; pero se hacía inolvidable, esto se entiende, aunque Borges emplea otros términos más suaves o más evasivos. Dice Borges en una entrevista del periodista argentino Antonio Carrizo: “Sucede que he leído los cuentos de Quiroga (…) sin embargo esos cuentos cunado uno los lee, impresionan mucho; los puse en la memoria sí. Así que Quiroga escribió esos cuentos no para ser leído atentamente, sino para ser recordado después. Tiene sus cuentos… bueno. Cuesta cierto esfuerzo para leer; pero después uno los recuerda… ¡a lo fuerte no!”

 Poner en la memoria dice Borges. Y se sabe lo que llega a la memoria, detalles que arrastran acontecimientos grandes o pequeños. Y no se sabe porque el cerebro privilegia unos sobre otros. El detalle entra en nuestro mundo personal y luego genera el recuerdo, la evocación. Quiroga nos lleva a esto. La Gallina degollada tiene unos puntales para apoyarse en ellos y preguntar por las enfermedades hereditarias, por la idiotez, por el amor, por la sangre o las maldiciones. La primera sospecha que se funda el lector es sobre la pareja, los padres de los niños idiotas babeantes; se cree inicialmente en su parentesco y por tanto se invoca el incesto. Pero luego con las mutuas acusaciones de tener sangre mala, se busca otra explicación: la maldición, la magia, la metafísica. Finalmente se aclara: es la meningitis. Y ¿cómo llegó? Mazzini se lo explica. Es la tisis de Berta, la madre. “—¡Víbora tísica! ¡eso es lo que te dije, lo que te quiero decir! ¡Pregúntale, pregúntale al médico quién tiene la mayor culpa de la meningitis de tus hijos: mi padre o tu pulmón picado, víbora!”. Dice con una violencia inusitada, pero comprensible en un matrimonio frustrado y trágico.

 Cuatro hijos varones idiotizados, babeantes, atraídos por el rojo de los ladrillos, de las puestas de sol y luego por el de la sangre de la gallina, degollada en su presencia, fijaron la atención en la hermana menor a quien aplicaron lo visto en la cocina con la gallina. Detalles inolvidables, que hacen de Quiroga un cuentista fundamental en la historia de las letras americanas.

Guillermo Aguirre González

Mayo de 2023

Imagen tomada de Infobae América 11. Mayo 2023


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