Su tiempo, su espacio
y las gentes nutren este relato de Faulkner. Luego de sesenta años después de
finalizada la guerra de secesión en los Estados Unidos, algunas familias del
poblado de Jefferson en la provincia de Yoknapatawapha, fueron objeto de
leyenda por heredar a través de varias generaciones casa con tierra fértil,
ubicada a siete millas de la plaza del poblado de Jefferson y por adoptar como
uno de sus miembros a un latinoamericano enriquecido de manera súbita por el
contrabando de alcohol, practicado en Nueva Orleans y otros estados, lejos de
su casa familiar, condición que le permitió hacer pasar desapercibida su
fortuna acumulada de manera fácil y truculenta.
Este argumento, muy
socorrido por Faulkner, crea las expectativas en el relato. Las líneas
genealógicas, seguidas a través de una posesión (tierras, cultivos, mano de
obra esclava) permiten observar una tradición cultural, una memoria, una forma
de habitar el espacio. Pero la genialidad o talento literario está en la bella
forma de tratar la condición humana. El juego de intereses, las pasiones, o también,
al contrario, personajes muy humanos desinteresados dispuestos a ejercer o
practicar la igualdad y despojarse de las diferencias económicas o raciales.
Características muy importantes y básicas en los Estados Unidos, como sociedad
capitalista por excelencia, que paradójicamente le rinde culto a la libertad;
pero contradictoria en su ordenamiento jurídico por mantener, defender e
impulsar la esclavitud.
Queda expuesto el tema
central y básico: la humanidad. Decir, observar, calificar, es meterse en el
mundo humano de una sola manera muy general. Es necesario señalar un solo tema
decantarlo y desarrollarlo. Y esto último ocurre en este relato. Se toma la
partida de ajedrez como centro. Esta es interrumpida por un familiar de ambos
jugadores. Esa interrupción es la dirección que le da sentido al cuento Gambito
de caballo.
Quien interrumpe hace
una diatriba contra los jugadores de manera familiar, amenaza y obliga y abre
la puerta de la historia, de la memoria. El insolente que interrumpe la partida
es producto de una relación prohibida por la sociedad local, pero practicada y
por eso originó la leyenda. Ahora este joven llamado Alex es un hijo
legendario. Ahora pide a los jugadores una intervención del familiar que
encarna el poder local para que impida repetirse la leyenda en los miembros de la
tercera generación Harris.
Concebido el cuento
como una partida de ajedrez, narra siguiendo el movimiento de una ficha
convertida en un personaje, pero como el personaje central es el caballo, con
este se llega a jaquear en una sola jugada a la reina y una torre. El jugador
amenazado debe mover y decidir a quien perder, aunque por lo general se pierde
la torre para preservar la reina.
La reina es la
descendiente rica de la familia, de la que se observa durante cien años, viviendo
en la misma tierra, ahora enriquecida por la ley seca, aprovechada por un
advenedizo que la desposó y venció la torre de la resistencia prejuicial
familiar. Ella estaba joven y casadera y el dinero funcionó a contra marcha de
los intereses moralizantes de la familia.
El jaque se repite entrados
los años cuarenta. La reina es ya viuda con dos hijos, dueña de la tierra ahora
convertida en enorme caballeriza. El joven Alex y la bella Barnell entre los
veintiuno y veinticuatro años, hijos de la viuda, tienen que observar como el
capitán Gualdres, de origen latino pretende la riqueza de la familia por estar
amancebado con la viuda señora Harris. Alex trama deshacerse de Gualdres, ya sea
obligando a su deportación o recurriendo al asesinato. Dado que el capitán es
un caballista experto, Alex juega, hace un movimiento, hace un gambito de
caballo y mete en el establo un pura sangre indómito para ocasionar un
accidente. Pero la autoridad del condado, miembro de la familia Harris, mueve,
se mueve, hace un movimiento en el tablero de la vida social de
Jefferson, convertida en leyenda. Esta autoridad identificada a través de todo
el relato como “el tío de Charles”, va a la casa de la viuda heredera y hace
que Gualdres el latino pretendiente, caiga en cuenta del movimiento de Alex con
el caballo no domado.
Así transcurre el
relato. Cada personaje hace un movimiento y no se perciben o se entienden las
consecuencias, hasta que el afectado, el amenazado cae en conciencia del
peligro; pero, así como ocurre en el ajedrezado tablero, esa conciencia llega
condicionada a salvar, ya sea la heredad (la torre) o la heredera Harris (la
reina). Se tiene un caballo con el cual se juega para propiciar el movimiento
de una sociedad y su inscripción legendaria en la historia.
Uno de los jugadores, “el
tío de Charles”, quien desarrolla la partida con su sobrino Charles, despeja
las incógnitas planteadas en cada escena, profusamente contextualizadas en el
tiempo estacional y el comportamiento de todo lo vivo en la jurisdicción de
Jefferson. El tío obliga a Alex a alistarse en el ejército, advierte a Gualdres
de los peligros de su pretensión da hacerse al control de la riqueza Harris y
le permite a su contrincante en el juego de ajedrez, su sobrino, armar la
leyenda de una familia que ha torcido la tradición por tener entre sus miembros
de todos los tiempos, sujetos que han mantenido el poder en sus manos y su
apellido.
Faulkner enseña con
Gambito de caballo la existencia del universo en la vida local. Solo basta
saber percibir en los actos humanos, en sus gestos, en las interacciones entre los
habitantes y la naturaleza, esos signos que salen a formar la humana presencia
o el mundo humano.
Guillermo
Aguirre González
Agosto 20
de 2024
Imagen. Picasso. Caballo y minotauro 1935
No hay comentarios:
Publicar un comentario