lunes, 19 de agosto de 2024

El gambito de caballo o el recurso a la leyenda


   Su tiempo, su espacio y las gentes nutren este relato de Faulkner. Luego de sesenta años después de finalizada la guerra de secesión en los Estados Unidos, algunas familias del poblado de Jefferson en la provincia de Yoknapatawapha, fueron objeto de leyenda por heredar a través de varias generaciones casa con tierra fértil, ubicada a siete millas de la plaza del poblado de Jefferson y por adoptar como uno de sus miembros a un latinoamericano enriquecido de manera súbita por el contrabando de alcohol, practicado en Nueva Orleans y otros estados, lejos de su casa familiar, condición que le permitió hacer pasar desapercibida su fortuna acumulada de manera fácil y truculenta.

  Este argumento, muy socorrido por Faulkner, crea las expectativas en el relato. Las líneas genealógicas, seguidas a través de una posesión (tierras, cultivos, mano de obra esclava) permiten observar una tradición cultural, una memoria, una forma de habitar el espacio. Pero la genialidad o talento literario está en la bella forma de tratar la condición humana. El juego de intereses, las pasiones, o también, al contrario, personajes muy humanos desinteresados dispuestos a ejercer o practicar la igualdad y despojarse de las diferencias económicas o raciales. Características muy importantes y básicas en los Estados Unidos, como sociedad capitalista por excelencia, que paradójicamente le rinde culto a la libertad; pero contradictoria en su ordenamiento jurídico por mantener, defender e impulsar la esclavitud.

  Queda expuesto el tema central y básico: la humanidad. Decir, observar, calificar, es meterse en el mundo humano de una sola manera muy general. Es necesario señalar un solo tema decantarlo y desarrollarlo. Y esto último ocurre en este relato. Se toma la partida de ajedrez como centro. Esta es interrumpida por un familiar de ambos jugadores. Esa interrupción es la dirección que le da sentido al cuento Gambito de caballo.

  Quien interrumpe hace una diatriba contra los jugadores de manera familiar, amenaza y obliga y abre la puerta de la historia, de la memoria. El insolente que interrumpe la partida es producto de una relación prohibida por la sociedad local, pero practicada y por eso originó la leyenda. Ahora este joven llamado Alex es un hijo legendario. Ahora pide a los jugadores una intervención del familiar que encarna el poder local para que impida repetirse la leyenda en los miembros de la tercera generación Harris.

  Concebido el cuento como una partida de ajedrez, narra siguiendo el movimiento de una ficha convertida en un personaje, pero como el personaje central es el caballo, con este se llega a jaquear en una sola jugada a la reina y una torre. El jugador amenazado debe mover y decidir a quien perder, aunque por lo general se pierde la torre para preservar la reina.

  La reina es la descendiente rica de la familia, de la que se observa durante cien años, viviendo en la misma tierra, ahora enriquecida por la ley seca, aprovechada por un advenedizo que la desposó y venció la torre de la resistencia prejuicial familiar. Ella estaba joven y casadera y el dinero funcionó a contra marcha de los intereses moralizantes de la familia.

  El jaque se repite entrados los años cuarenta. La reina es ya viuda con dos hijos, dueña de la tierra ahora convertida en enorme caballeriza. El joven Alex y la bella Barnell entre los veintiuno y veinticuatro años, hijos de la viuda, tienen que observar como el capitán Gualdres, de origen latino pretende la riqueza de la familia por estar amancebado con la viuda señora Harris. Alex trama deshacerse de Gualdres, ya sea obligando a su deportación o recurriendo al asesinato. Dado que el capitán es un caballista experto, Alex juega, hace un movimiento, hace un gambito de caballo y mete en el establo un pura sangre indómito para ocasionar un accidente. Pero la autoridad del condado, miembro de la familia Harris, mueve, se mueve, hace un movimiento en el tablero de la vida social de Jefferson, convertida en leyenda. Esta autoridad identificada a través de todo el relato como “el tío de Charles”, va a la casa de la viuda heredera y hace que Gualdres el latino pretendiente, caiga en cuenta del movimiento de Alex con el caballo no domado.

  Así transcurre el relato. Cada personaje hace un movimiento y no se perciben o se entienden las consecuencias, hasta que el afectado, el amenazado cae en conciencia del peligro; pero, así como ocurre en el ajedrezado tablero, esa conciencia llega condicionada a salvar, ya sea la heredad (la torre) o la heredera Harris (la reina). Se tiene un caballo con el cual se juega para propiciar el movimiento de una sociedad y su inscripción legendaria en la historia.

  Uno de los jugadores, “el tío de Charles”, quien desarrolla la partida con su sobrino Charles, despeja las incógnitas planteadas en cada escena, profusamente contextualizadas en el tiempo estacional y el comportamiento de todo lo vivo en la jurisdicción de Jefferson. El tío obliga a Alex a alistarse en el ejército, advierte a Gualdres de los peligros de su pretensión da hacerse al control de la riqueza Harris y le permite a su contrincante en el juego de ajedrez, su sobrino, armar la leyenda de una familia que ha torcido la tradición por tener entre sus miembros de todos los tiempos, sujetos que han mantenido el poder en sus manos y su apellido.

  Faulkner enseña con Gambito de caballo la existencia del universo en la vida local. Solo basta saber percibir en los actos humanos, en sus gestos, en las interacciones entre los habitantes y la naturaleza, esos signos que salen a formar la humana presencia o el mundo humano.

Guillermo Aguirre González

Agosto 20 de 2024

Imagen. Picasso. Caballo y minotauro 1935

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