Ha ocurrido un
acercamiento a tres cuentos y una novela de la escritora vallecaucana Pilar
Quintana, novísima narradora que creció y se hizo en el contexto colombiano de
los años ochenta y noventa. El cuento El hueco testimonia las
atrocidades e ínfulas de ser dioses de los narcotraficantes. Víctor un hombre
feo y cruel ocasiona el encuentro de dos de sus subordinados; ella de bellas
nalgas y el un piloto atractivo. Ocurrió un inevitable encuentro sexual; el feo
y todopoderoso narco les demostró quien era su dueño y los castigó por hacer el
amor sin permiso; a el con la castración y a ella con quitarle los ojos. Tiró a
los dos amantes de ocasión y mutilados a un espacio sucio y sin techo que
llamaban el hueco.
En el cuento Arena
muestra el mal trato a su pareja de un profesor con identidad movediza, pues
quiere aparentar juventud imitando el peinado de los jóvenes. Ella lo critica
por eso. Ella saca la arena de la casa que el viento inmisericorde mete todos
los días por todas partes. Al final del día el profesor Henri llega a casa con
las botas llenas de arena, se las quita y daña la limpieza de la casa. Ella le
reclama y en respuesta recibe un golpe de bota y arena en la cara.
En el bello cuento La
rumba, son, palo muerdo; está la vida cotidiana de una pareja formada entre
Rosa nativa hablante de castellano y un irlandés que le daba dificultad
entender las canciones de los habitantes de la costa pacífica. Construyeron una
casa cerca del mar; pero él enfermó y quedó cuadripléjico reducido a una silla
de ruedas eléctrica que lo movilizaba por la casa. Desde su reducción, la
narradora arma la historia regida por la canción “la rumba, son, palo muerdo”, porque
es él quien sigue los actos de los demás escuchándola. Rosa se reía con burla
del castellano mediocre de su esposo y la forma como desfiguraba las letras de
las canciones. Al final estando en peligro de muerte el irlandés enfermo comprendió
las palabras correctas de la canción que no decía “la rumba, son, palo muerdo”
sino “las tumbas son pa’ los muertos y de muerto no tengo na”.
El método de Pilar
Quintana es diáfano, transparente como las aguas que ella nombra y nos las hace
sentir. Su omnisciencia se diferencia y toma un giro de idoneidad creativa
cuando en su ritmo narrativo incluye el sentir de los personajes, sin necesidad
de recurrir a darles la palabra para que se comunique con su interlocutor. En
la novela La perra, dice, dentro de la escena entre Ximena y Damaris,
contrapunteadas por el destino de un cachorro hembra prometido a la primera,
pero que fue regalado a otra persona. Ximena cruza de un pueblo a otro y llega
a la casa de Damaris, con los pies mojados, empantanados, cansada y sudorosa.
Al ser informada del destino del cachorro, hijueputea. El pasaje es este: Ximena
“…Lo ilusionada que estaba con hacerse cargo de ella, que le tenía una camita,
había organizado una manera de traerle el alimento desde Buenaventura, y que
por lo menos debía haber tenido la cortesía de avisarle que no viniera para así
haberse evitado la hijueputa caminata hasta ese lugar de mierda que quedaba más
allá del último círculo del infierno”* Esta omnisciencia atrae porque hace ver
las cosas y los protagonistas en su intimidad existencial de manera original.
El lector queda ahí atrapado.
En la obra de Pilar
Quintana aquí citada se demuestra que cruza el amor y la admiración de los
actos humanos, aunque estos sean crueles y desastrosos. Aquí aplica la
observación de Deleuze en su escrito La isla desierta: “si no se admira algo,
si no se ama algo, no hay razón alguna para escribir sobre ello…”** El Víctor
de El hueco a pesar de ser un asesino, se presenta su humanidad cruzada por su
feo cuerpo, sufriente y desgarrada por la riqueza, legal o ilegal. Ahí está la
humanidad por encima del crimen, que así actúa y se debe amar y preservar. Pero
además de la humanidad está el amor por la vida. Con Chirlie la perra de
Damarís entramos como lectores en ese ser sintiente que le responde a su dueña
en un tu a tu, producto del amor que se profesan: se dañan, se perdonan y
vuelven.
Esa omnisciencia que
nos mete en el corazón de los personajes, en sus actos y nos hace sentir la
lluvia y el mar Pacífico, revela según Cortázar que ella es todo, son todas y
todos porque el narrador omnisciente en el acto creativo se dice: “…lo escribo
escuchándolo, o lo invento copiándolo, o lo copio inventándolo. Preguntarse de
paso si no será eso la literatura”. ***
Es claro el diseño y
si no, está en Pilar Quintana incorporado en su sensibilidad literaria la
facultad de acercarse a las cosas y seres del afuera con una mirada
escudriñadora para luego describirlo como si la narradora fuese un sol a cuyos
rayos nada escapa para ser delatados. Omnisciencia fundamental, genuina,
original y seductora. Pero no se practica un realismo sucio o ingenuo. Es un
realismo trastocado estéticamente en ficciones múltiples para presentar todo
con una sobrecogedora belleza. El personaje Damaris de La perra es una mujer
sencilla dedicada a los servicios domésticos, pero su cotidianidad es bella,
sus quehaceres ocupan su cuerpo y su mente con una coordinación tal como ocurre
en los seres humanos admirables.
Guillermo Aguirre
González
Noviembre de 2024
*Quintana Pilar. La
perra. Ed. Peguin Ramdon House. Bogotá 2017
**Citado por Cresenciano Grave en “Deleuze la potencia de la
literatura”.
http://revistas.filos.unam.mx/
***Cortázar Julio. Diario para un Cuento. En Deshoras. Madrid.
Alfaguara 1983
Imagen tomada de Pixabay
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