Conciencia y abalorios
Por Guillermo Aguirre
La autoridad verdadera es la ciencia, la luz, la conciencia, porque “la conciencia es la cantidad de ciencia innata que tenemos en nosotros mismos”, dice el anciano convencional.
Solo existe el ideal, el infinito. El infierno tiene como límite el yo, El yo existe. “Este yo del infinito es Dios”, también dice el anciano convencional.
Y dice además: “He sostenido siempre la marcha progresiva del género humano hacia la luz …”
El progreso es la luz, la verdad y la ciencia, es la conciencia del yo, es la idea o lo ideal. El progreso se consigue con violencia. La Revolución Francesa es un paso hacia el progreso y lo que pasó en el año de 1793, es solo la expresión tempestiva de un acumulado milenario de miseria e injusticia.
Estas ideas de Víctor Hugo puestas en boca del revolucionario, son transformadas en una dicotomía en boca de Jean Valjean. Éste se entera que va ha ser juzgado un hombre bajo su identidad. La justicia se ha equivocado y condenará un inocente. El yo de Jean Valjean entra en un proceso de reflexión, donde todo hablaba en él menos la boca. Si ayuda a ese prójimo se ubica en la luz, si deja que le condenen, y protege su yo, se ubica en las tinieblas.
El egoísmo tiene mucho de infierno, el yo es un océano que se traga las sociedades, pero para Jean Valjean, el tomar partido por el yo implica mantener la prosperidad del país de M. , es garantizar la vida de las fábricas y el trabajo de los obreros y sus familias. Salvar el inocente que será condenado bajo su nombre es matar el progreso de M. , pero al mismo tiempo cumplirá su promesa de redención hecha a monseñor Bienvenido. La situación transforma la fisonomía del señor magdalena.
Así plantea Víctor Hugo la condición del ser humano moderno, la condición del mundo moderno, la lucha entre el yo y el colectivo. El individualismo capitalista burgués, deja como resultado la miseria de muchos y la riqueza de pocos.
Volcar la vida de los seres humanos hacia el individualismo es la conciencia del yo, de la idea, de la luz. Tomar partido por el colectivo, por el prójimo, es matar el progreso. El prójimo lo representa el inocente.
Esta dicotomía se le convierte a Víctor Hugo en un enigma, en una paradoja insoluble, pero deja en el lector una imagen de la efervescencia intelectual del siglo XIX. En la primera mitad del siglo, época de la novela, Los miserables. Nacen allí, las ciencias humanas, la economía política y se posesiona el método científico.
Por eso, tantas ideas sin una aparente relación, es muestra de lo que se cuece en el crisol. El desarrollo industrial hecho por el señor Magdalena y el concepto de fisionomía, son expresión del debate sobre el origen de la riqueza en el periodo nombrado. Ocurrió allí una confrontación entre fisiócratas y liberales. Turgot y Quesnay, los fisiócratas, no percibieron el cambio y se mantuvieron en la creencia de que la tierra era la productora de la riqueza en un mundo ya claramente burgués. Puede leerse en los fisiócratas no solo un apego incondicional al campo sino la persistencia del culto a lo natural como verdad inmediata.
Pero, en estos debates sobre problemas económicos de la época, ganaban audiencia las propuestas teóricas de Adams Smith y David Ricardo. A ellos los conocemos como los economistas clásicos. Esta pareja de ingleses desentrañaron el origen de la riqueza en la sociedad capitalista y burguesa. El valor de todo bien se originaba en la cantidad de trabajo necesario para producirlo. Ubicaron como fuente del valor, el trabajo. Por eso la riqueza de las naciones estaba en el poder industrial. En el poder logrado por el señor Magdalena, con la fabricación de abalorios.
David Ricardo, señala una economía como dinámica, cuando se basa en la división del trabajo para hacer eficiente la labor y así poder competir en el mercado. Pero, este proceso tiene resultados, si desde el Estado se auspicia y se garantiza la libertad económica.
Estas teorías económicas, sólo fueron posibles con la potenciación de la conciencia, como ciencia del yo libre y autocrático. La conciencia del señor Magdalena se sumerge en el mundo océano de lo desconocido de su yo y luego de encontrar la oscuridad insondable de su pensamiento toma la decisión de sacrificar el progreso en pos de la salvación de un inocente.
Víctor Hugo, plantea una dicotomía con el concepto de conciencia. El énfasis en la conciencia de Jean Valjean y su esfuerzo por auscultarla, permite señalar su contrario, la inconsciencia, mundo oscuro que será tratado por la sicología de finales del siglo XIX y principios del XX.
La sociedad, la conciencia, la economía, la libertad, la justicia y la violencia son conceptos que atraviesan Los miserables de Víctor Hugo, y puede decirse, son conceptos que toma la literatura del siglo XIX, pero paralelamente son desarrollados por el pensamiento filosófico para convertirlos en el centro de la reflexión científica, en el centro de las novísimas ciencias humanas.
Entre Hugo y Voltaire
Por Guillermo Aguirre G.
A la altura de la segunda parte de Los miserables se puede detectar un método en la escritura de Víctor Hugo: toma un pedazo de la historia para afirmar o reafirmar el carácter de un personaje. Así describe la batalla de Waterloo para hacer aparecer en medio del horror a Thenardier.
De igual forma, describe la guerra de 1823 en España. Los liberales españoles, dirigidos por el duque de Angulema, quieren revivir la constitución liberal de 1812, hecha bajo parámetros bonapartistas y con la intensión de montar un régimen republicano. La Santa Alianza producto de la Restauración y guiados por Francia, reprimen las pretensiones de Angulema. Víctor Hugo hace este ejercicio histórico para introducir un nuevo acto de valor y la nueva fuga de Jean Vajean. No porque Valjean hubiese estado en España sino porque salva un marinero en peligro de muerte a bordo de un navío que retorna de esa tarea restauradora.
Alrededor los Thenardier y de los Angulema, flota un pensamiento, que Víctor Hugo quiere resaltar e insistir sobre él: el pensamiento volteriano. Un pensamiento que puede conectarse con el bonapartismo. ¿Cómo?
Voltaire afirma en su obra El siglo de Luis XIV: “En esta historia me interesaré sólo por lo que merece la atención de todos los tiempos, que puede pintar el genio y las costumbres de los hombres, servir de ejemplo y fomentar el amor a la virtud, a las artes y a la patria”. (Voltaire. El siglo de Luis XIV. En librodot. Versión digital. Pg. 4).
La expresión, hechos que merecen la atención, señala una filosofía de la historia. La historia es los hechos magníficos, la historia de los grandes hombres, de los grandes acontecimientos. Por eso la historia que se hizo en la segunda mitad del siglo XVII y en el siglo XVIII, fue una historia política. Las acciones del poder, de reyes, señores, emperadores. Los demás hechos de los seres humanos no interesaron y según Voltaire porque no merecen entrar en la historia, porque no son ejemplarizantes.
El bonapartismo se emparenta con lo volteriano, ahí. Napoleón hizo grande a Francia. Por él Francia fue ejemplo de civilización y la impuso al mundo. Los hechos del imperio francés deben entronizarse en la historia con la solemnidad ritual de las grades épocas, como la de César, como la de Alejandro Magno, Egipto o los Borgia.
El pensamiento volteriano lleva implícito la idea de progreso. Por eso Thenardier, a pesar de ser un buitre y una hiena, se jacta de ser bonapartista, no demócrata, sino imperialista. Está de acuerdo con civilizar por la fuerza. La autoridad del progreso da licencia para extender el dominio y el culto por el poder y los poderosos. Thenardier en su bodega-hospedaje se derrite en atenciones con aquellos que tiene poder y satiriza y esclaviza a los pobres seres como Cosset.
La indigencia y el contacto
Por Guillermo Aguirre González
Hay dos acontecimientos en la vida de Mario Pontmercy, de Los miserables de Víctor Hugo. Acontecimientos enmarcados por un hecho político histórico en la Francia del siglo XIX, según la fecha y algunos indicios dados por el narrador.
Se vive la revolución de julio de 1830, por la que se entroniza la monarquía de Luís Felipe, príncipe de la casa de Orleans.
Terminado el imperio, la restauración entra en 1814 con Luís XVIII, quien asume el gobierno firmando una carta de compromiso, donde acepta la monarquía constitucional, el reconocimiento de un parlamento con dos cámaras y sustentado por parlamentarios elegidos por sufragio censatario. También la carta reconoce la vigencia de los derechos del hombre y el ciudadano.
En 1824 muere Luís XVIII y asume el gobierno su hermano Carlos X. Este desconoce la carta al proclamar decretos de censura a la prensa, limitación de los derechos y el sufragio. Su objetivo fue conducir de nuevo a Francia hacia la monarquía absoluta, tal como la imaginaba el abuelo Gillenormand.
En 1830 la burguesía liberal y la burguesía monárquica, se enfrentan a Carlos X, lo deponen y entronizan a Luís Felipe, con la misión de sostener la monarquía constitucional y elabora una nueva constitución para superar la informalidad de la carta de 1814.
Los jóvenes que vivieron la revolución de julio, tuvieron una mirada nacionalista sobre Europa. Criticaron el dominio de pueblos sobre pueblos y clamaron por la independencia nacional. Este proceso es novelado en los miserables. La sociedad del ABC (abaissé: del oprimido), compuesta por jóvenes de variada concepción política, como los utopistas, monárquicos constitucionales, nacionalistas, otros liberales y todos antimperiales. Se declararon sociedad secreta y tomaron como sede una taberna, es decir, la vida del café. Unos defienden la carta de 1814, otros la critican porque piensan en una nueva constitución para Francia.
El joven Mario Pontmercy, entra en contacto con la sociedad secreta y expone ante ellos sus ideas de idolatría napoleónica y de cesarismo. Mario descubre que el “abaissé” quiere olvidar el imperio y a Napoleón por ser obra de corsarios y negadora de la libertad. Ante esta palabra Pontmercy, se retira de la sociedad.
El contacto se hace de dos maneras: uno con el “abaissé”, otro con Cossette. Esto lo hace Mario luego de una transmutación personal económica y política. El descubrimiento del padre, lleva a una investigación documental sobre el imperio, el emperador y la guerra. El barón Pontmercy se convierte en cesarista y se gradúa de abogado, entiende la libertad, la igualdad, la república, la monarquía y la pobreza, desde la idea napoleónica. Estas convicciones son más poderosas que el bienestar económico. Por eso renuncia a la heredad de su abuelo porque este le pone como condición dejar el bonapartismo.
Mario culto, tímido, asceta y pobre, entra a cumplir las condiciones para contactarse con Cossette.
La estética romántica en Los Miserables
Guillermo Aguirre González
Poner en el camino del hombre que huye un callejón sin salida; poner una pared escalable por el cuerpo hercúleo de Jean Valjean, al final del callejón; poner tras la pared a un viejo amigo que le debe la vida y además tras la pared un convento para mujeres en el que se predice y espera recluir a la pequeña Cossette; hacer la historia del convento e incluir esa historia en las tradiciones francesas; toda esta técnica literaria, hace parte del romanticismo.
Buscar la historia para enriquecer la narración, es darle fundamento a la nación. Francia creó la Asamblea Nacional, como máquina de gobierno para reemplazar a la monarquía. La monarquía se restauró; pero quedó la idea de nación como aquello que anida la democracia, la igualdad y la república.
La nación tuvo una reivindicación conservadora. Como réplica a la francesa, la alemana, pensó la nación como el alma del pueblo, la tradición, el espíritu del pueblo, el folk.
Hacer literatura para mostrar y darle sentido a ese nuevo sentimiento indicado con la palabra nación, es un movimiento en la estética occidental y se le pone el nombre de romanticismo.
“Las investigaciones sobre el folklore adquirieron un repentino desarrollo; y el romanticismo, que utilizaba todas las tradiciones populares, que glorificaba el pasado y hacía brotar de él manantiales de sensibilidad y de imaginación, suministraba al movimiento nacional un rico caudal” (Georges Weil. La Europa del siglo XIX. UTEHA 1961).
Víctor Hugo expresa diáfana esa sensibilidad estética del siglo XIX. Ve belleza en el discurso de la historia. A pesar de hacer diferencia entre la historia y la literatura, pone a disposición de la narración la historia de Francia, y sobre todo lo que le es más caro al francés restaurado, el cristianismo galo: el éxtasis monacal, los cantos gregorianos, las catedrales, el arte cluniacense, etc.
Hay otro pasaje que refuerza el romanticismo de Los miserables: Javert por indicios y especulaciones pilla de nuevo a Valjean. El narrador le explica al lector el porqué Javert no prende de inmediato al expresidiario. Porque duda, y si ese sabueso se equivoca caerá sobre él la justicia garantista de la libertad ciudadana. Y … ¿esta en qué consiste? Son las ideas de la opinión pública, defendidas en la prensa periódica. Ella es todo poderosa, es sabia y dice la verdad, tanto que le permitió llegar de nuevo ante Valjean. El indicio, el suspenso, el acontecimiento predecible, el dolor, y el resarcir al caído, son elementos románticos deliciosos.
Guerra en la ciudad
Guillermo Aguirre González
Ahí en los miserables, entrar en la sombra es entrar en la guerra, pero no en cualquier guerra; es en la guerra civil. Esta tiene una constante, la hacen las multitudes guiadas por hombres líderes. Los líderes son seres que han logrado salir del marasmo de la masa y de la rutina y adquieren una concepción del mundo muy personal y distinta de la común. Se convierten en guías de la humanidad.
Es la guerra civil una especie de guerra. No es la guerra entre estados o naciones, es la guerra ciudadana. Ocurre en el espacio de la civitas. En términos estrictos es la guerra de la civilización, porque tiene el nombre latino del territorio urbano, la civitas. Para los griegos sería una guerra política porque ocurrió en el espacio de la polis donde se enfrentaron eupátridas y demócratas. Se tiene noticia de guerra civil en el imperio egipcio entre seguidores de Amón contra los de Atón o la oscuridad contra la luz. No se tiene gentilicio para esta guerra fratricida ejipcia. En términos rigurosos la guerra civil enfrenta a connacionales entre sí, es decir enfrenta a los miembros de un mismo filium.
La guerra de la ciudad moderna, ha adquirido la connotación de ser una guerra dentro de la nación, entre connacionales. Luego de que aparece el Estado - nación y entra en conflicto armado interno, se dice estar en guerra civil. En ella los bandos o los partidos exigen y eligen un líder, que por heroísmo o traición se eleva a la categoría de hombre conspicuo, y pasa a ser parte de la historia política del pueblo y de la identidad nacional.
La confrontación bélica así pensada enfrenta dentro de la multitud de una nación a liberales contra conservadores, monárquistas contra republicanos, anarquistas y demócratas o liberales de centro contra liberales de izquierda, o comunistas de la línea correcta y comunistas equivocados según sus propios líderes.
Hay una reflexión filosófica, antes de la guerra, las ideas inspiran, se piensa la libertad y la justicia y se llega a un estado que exige pasar de la reflexión a la acción. Este proceso es visible con la Enciclopedia. Todo lo que es posible saber se compila y se descubre que ese todo es obra humana. Es humana la ley, la igualdad, el despojo, el hambre y la servidumbre; pero también es humano el deseo de un mundo nuevo pleno de felicidad. Por eso canta Gravroch: “Pero como hay Bastillas/ y otros presidios,/ conviene ahora ocuparse/ en destruirlos./ ¡Que viva el pueblo!/ y húndase el viejo mundo/ ruinoso feo.”
La reflexión y la acción, concretadas en la guerra civil, tienen un territorio. La geografía obliga y exige controlarla y liberarla del enemigo para ejercer el poder. El territorio son las calles, la unión de calles tomadas, la ciudad, la unión de ciudades tomadas, el Estado - nación. En el territorio se imponen los idearios de los vencedores y sus líderes esclarecidos. La guerra en la ciudad exige una concepción nueva del espacio. Los ojos y el cerebro se han elevado sobre la superficie. En el caso de los revolucionarios franceses de 1832, se vieron obligados a concebir un “París a vista de búho”. Hay una relación unívoca entre la ciudad y el cerebro que se eleva sobre la superficie. El ser humano que ha abandonado la trashumancia y ha adoptado el espacio urbano como sede de su vida, se obliga a medir el cielo y mirar desde él su ciudad. Se obliga a ser astrónomo y geopolítico.
La guerra civil en Francia tiene la constante de todas: una multitud o una masa se levanta contra un poder que oprime. Pero como el opresor invoca la justicia y el derecho divino, el revolucionario invoca la justicia y el derecho del pueblo, y el pueblo se inspira en la Enciclopedia, en los regicidas de 1793, en la luz. El pueblo, según Víctor Hugo, quiere, “restablecer la verdad social, volver su trono a la libertad, volver al pueblo a su hogar, volver al hombre a la soberanía, volver la púrpura a la cabeza de Francia, restaurar en su plenitud la razón y la equidad”.
La taberna Corinto
Por Guillermo Aguirre González
Se lee el protocolo correspondiente a la sesión del 17 de agosto de 2012. La protocolista se refiere al tema del caló y las lenguas, tratado en pasadas sesiones. Luego comenta sobre a la taberna Corinto, lugar de encuentro de los protagonistas de la revolución francesa de 1832. Dice que la taberna es un espacio ciudadano muy antiguo, pues de él se tiene noticia de su existencia en Egipto, Grecia, Roma y la Edad Media.
La Taberna Corinto, ubicada en París, contaba con más de trescientos años de antigüedad y sus dueños y clientes se caracterizaban por tener bigotes de apariencia tragicómica y sus mujeres feas, coloradas y barbudas; y con criadas poco dignas de ser exhibidas. Se muestra como es el lugar apropiado para albergar a los amigos del ABC comprometidos con el motín.
La protocolista también se refiere a las barricadas y el motín. Se llamó barricada la conjunción de barriles y adoquines a modo de trincheras para la lucha callejera. Y el motín como un levantamiento popular contra las autoridades monárquicas de Francia de 1830.
El protocolo se pone a consideración de los presentes y estos argumentan sobre el origen del concepto izquierda política; sobre el poder monárquico de origen divino reemplazado por el poder constitucional; sobre las convicciones revolucionarias de Víctor Hugo, según Vargas Llosa; el cambio dinástico en Francia; los mitos sobre la monarquía como El hombre de la máscara de hierro y Los tres mosqueteros. Y por último sobre la diferencia entre los conceptos de masa, Multitud y pueblo.
La lectura de una relatoría sobre los libros de Los miserables titulados “Mario entra en la sombra”, “La grandeza de la desesperación” y “La calle del hombre armado”, permite tratar sobre el concepto de guerra civil. Se dice que esta guerra es diferente a la guerra entre estados. Por ejemplo la guerra del Peloponeso entre Atenas y Esparta o entre Grecia y los Medos. O las más recientes ocurridas dentro de la primera y la segunda guerra mundial. La guerra civil se caracteriza por enfrentar dos partidos o facciones dentro de una misma nación, como ocurrió en Colombia en la llamada Guerra de los Mil Días.
La guerra de las barricadas antes de ser calificada por una tipología, es un acontecimiento narrado por Víctor Hugo, en el que muestra su maestría, al tener bajo control la novela, porque allí en la barricada confluyen las tragedias de Mario, Mobeuf y Eponine. Fueron héroes de la casualidad por sus vidas trágicas. Y también se expresa el problema de la jefatura. El dirigente Enjolras deja el lugar a quien lo quiera tomar por su heroicidad en el fragor de la batalla y por consejas, como las recibidas por Mabeuf al ser confundido con un regicida y un convencional.
Los asistentes al taller de literatura “Dulce Viernes”, consideraron necesario hacer énfasis en los conceptos de guerra civil, masa, multitud, muchedumbre y pueblo.
La guerra civil es un concepto tratado por Karl Marx, contemporáneo de Víctor Hugo. Para Marx, este tipo de guerra comenzó en Francia en 1789 y tuvo varios capítulos en 1830, 1848 y 1870. En esos episodios la guerra comenzó con motines, asonadas e insurrecciones. Lo importante estuvo en la lucha de clases. Marx dejó tres obras específicas sobre la Francia revolucionaria: La lucha de clases en Francia, El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, y La guerra civil en Francia. En esos textos Marx, no se mete a definir los conceptos y pareciera que se burla de Víctor Hugo por ser tan cositero. En Francia revolucionaria hay que ver la expresión de la universalidad del materialismo histórico y no las pasiones humanas particulares. Esto puede decirse por las calificaciones marxistas adjudicadas a Víctor Hugo. Dice Marx:
1. Cuando la Asamblea Nacional (1850) debatió la ley de Prensa, que obligaba abolir los anónimos y firmar los artículos, y la ley de abolición del sufragio universal, la izquierda desmoralizada se limitó a aplaudir un discurso de Víctor Hugo por sus “brillantes párrafos de una vieja notabilidad luisfilípica” (La lucha de clases en Francia).
2. Luego del golpe de estado de Napoleón III (1852), se encontraba en las librerías de París tres obras sobre el golpe: Napoleón le petit de Víctor Hugo, El dieciocho brumario de Luís Bonaparte de Marx y Coup d’etat de Proudhon. Marx dice de la interpretación de Hugo: “se limita a una amarga e ingeniosa invectiva contra el editor responsable del golpe de estado. En cuanto al acontecimiento mismo, parece, en su obra, un rayo que cayese en un cielo sereno. No ve en él más que un acto de fuerza de un solo individuo. No advierte que lo que hace es engrandecer a este individuo en vez de empequeñecerlo, al atribuirle un poder personal de iniciativa que no tenía paralelo en la historia universal” (El dieciocho brumario de Luís Bonaparte).
3. “Al votarse en la Asamblea Nacional el presupuesto de la expedición romana, Víctor Hugo por un supuesto liberalismo, puso a discusión esa carta”. Marx dice esto, porque con discusión o no, la expedición romana ya estaba decidida por el emperador (El dieciocho brumario de Luís Bonaparte).
Sobre este punto se puede concluir lo siguiente: la guerra civil ubicada en la ciudad es cuestión de encuentro de pasiones y tragedias, es el interés de la literatura dedicada a lo humano, a ese ser que, casi incomprensible, se introyectó por efecto del romanticismo. Este es el punto de vista de visible en Los miserables y obligó a mostrar cuando el personaje se amotina, se insurrecta o participa en asonadas, en lugares definidos de la ciudad. Para Marx, no importaron esas particularidades románticas. Lo fundamental es la guerra civil como expresión del desarrollo de las leyes de la historia, desarrollo de la lucha de clases, lucha expresada con oscuridad en épocas anteriores, pero ahora en la Francia del siglo XIX, es visible y diáfana.
Otros conceptos importantes son los de masa, pueblo, multitud y muchedumbre. En un texto de Michel Vovelle titulado La mentalidad revolucionaria, se dice que la muchedumbre es una denominación adjudicada al fenómeno de aglomeración de seres humanos por causa de los oficios. La reunión de mercaderes en el mercado, de consumidores de pan que hacen cola en las panaderías, los cosecheros reunidos en el campo de cultivo, los artesanos en sectores especializados de la ciudad, etc. Son muchedumbres porque la ocasión los reúne. Las muchedumbres se transforman en multitud, cuando son convocadas para efectos de defensa de intereses políticos, económicos o morales. Muchas veces la muchedumbre decide luchar y proclama una injusticia y por eso se transforma en multitud al convocar la generalidad a la solidaridad.
La noción de pueblo, pasa de indicar un espacio geográfico local, a indicar un actor político, en la época moderna. Cuando los súbditos dejaron de serlo por el paso del poder del monarca a la Constitución, se les llamó pueblo soberano o constituyente primario. Este proceso comenzó con la teoría política de finales del siglo XVII, siguió con la ilustración del siglo XVIII y adquiere la connotación de sujeto político en el siglo XIX. La soberanía pasa de los monarcas al pueblo soberano.
El concepto de masa, es acuñado por los estudiosos de la sociedad industrial. Los socialistas utópicos, los socialistas científicos, los anarquistas decimonónicos y los positivistas, cuando necesitaron nombrar el fenómeno de la fuerza de trabajo que mueve la industria, optaron por el de masa. Producción masiva hecha por una masa de trabajadores. Ahora cundo estas masas, por efecto de la miseria que trajo la producción capitalista, se organiza en asociaciones para luchar por la reducción de la jornada de trabajo, por la higiene del lugar de trabajo, por la justicia social, se nombra la masa de los trabajadores o la masa de los obreros, llamada a construir una nueva sociedad.
La sociedad capitalista, con su mercado mundial, la producción en serie, la acumulación de capital, la guerra por los mercados, se caracteriza por hacerlo todo en masa. La industria consume trabajo en masa y la guerra consume masas de seres humanos.
Un convento para Cosette
El arribo de Jean Valjean con Cosette a la tapia del convento de las Bernardas Benedictinas de la calle Picpus, sugiere la intensión del narrador de Los miserables. Quiere recluir a la pequeña en ese claustro; pero ¿cómo hacerlo?. Se ha advertido que es un convento con un colegio adjunto para señoritas pertenecientes a un sector social aristocrático de la ciudad de París. Por eso la entrada de Cosette debe ser de manera informal. Y esa informalidad exige el drama y el suspenso.
Drama el que padece Fauchalevent. Muchas sensaciones y sentimientos juntos que le impiden razonar, y solo guiarse por la gratitud debida al señor Magdalena. Suspenso el de Jean Valjean que corre el riesgo de ser enterrado vivo por un golpe de azar de la vida, genialmente diseñado por el narrador.
La informalidad obliga a romper la racionalidad con muchas formas. Entrar al convento escalando una tapia de convento, suficientemente alta. El jardinero oculta dentro del convento un hombre y una niña; el ser descubierto le hubiese valido el despido y la muerte. La muerte de una madre superiora que lleva a las monjas a romper las leyes del Estado por sepultar su cuerpo en la cripta del convento. Este servicio prestado por Fauchalevent es una deuda cobrada con la franquicia para que Jean Valjean entre como jardinero al convento y Cosette sea admitido en el colegio por caridad y por fea. Toda esta informalidad está formulada de manera concreta con la paradoja: “para entrar en necesario salir”.
Las escenas de este libro, además de tener un magnetismo para con el lector, plantea dos tres temas: las relaciones Estado iglesia; el claustro; el alma romántica.
La monja madre que habla, está convencida que sepultar a la madre Crucifixión es ejercer el dominio de la religión sobre el gobierno, porque la cruz domina, así como el mundo gira; y dice además: “¡De un lado San Benito, de otro el inspector de calles!”; “El Estado la policía urbana, las pompas fúnebres, la administración ¿Qué tenemos que ver con eso?”; “Vuestra salubridad es una invención revolucionaria. ¡Dios subordinado al comisario de policía!”; lo que se da al Estado (al César), es lo que sobra después de pagar a Dios.
Los miserables y los conventos
Por Guillermo Aguirre González
El narrador multipersonal de “Los miserables”, dice que “perdonamos en todo al pasado, con tal que consienta en estar muerto”. Por esta convicción, el narrador ataca el monaquismo eclesiástico y se congratula de la revolución de 1789 (la francesa) porque decidió desterrar este mal de la humanidad.
Pero cuidado, advierte el narrador, con ir muy ligero con lo que significa, lo que hay dentro del sentimiento monástico. En él habita el ascetismo, actitud equivalente a la del sabio. La sabiduría y el ascetismo, tienen la misma raíz y comparten el mismo objetivo, reflexionar sobre lo desconocido. “Lo desconocido es un océano” y el ser humano navega en ese océano con la brújula de la conciencia, el pensamiento, la meditación y la oración, es decir, con la sabiduría y el ascetismo.
Se debe respetar el convento cuando en él están los ascetas, no cuando es guarida de fanáticos, supersticiosos y gusanos. Este último fue el que quiso destruir la revolución, porque metió a la humanidad en el oscurantismo medieval.
El narrador, acepta el convento y lo justifica por ser un ejercicio de libertad. Por esta, el ser humano tiene derecho a asociarse y encerrarse, pero también, por esa misma libertad, la sociedad tiene derecho a someter el monasterio a los códigos republicanos y laicos. Si la sociedad determina que el convento obstaculiza el desarrollo de la humanidad, la sociedad tiene derecho a defenderse y transformar el convento en una institución escolar.
Esta posición ante el convento, es tomada a nombre de todos, pues el narrador involucra a los lectores al decir “habiendo encontrado un convento en nuestro camino, hemos debido penetrar en él”. Y se toma la vocería de todos para hablar de lo que se cree, en especial de una concepción del mundo.
El sabio y el asceta, con sus conciencias y sus reflexiones, piensan el infinito, el absoluto, que es dios y es el yo. En el ser humano hay un infinito terrestre un yo terrestre, y tiene el atributo de contemplar el infinito “de arriba” el yo divino. Este infinito es desconocido; pero pude conocerse con la ciencia. Así la ciencia es el descubrimiento de la obra de dios. Quien niega esto, es un nihilista y por tanto un torpe. Así la naturaleza es la obra de dios; conocerla es conocer a su autor.
Este tipo de reflexión es común para conservadores y liberales decimonónicos. El liberalismo vio en la naturaleza una armonía que funciona automáticamente, por ser obra de dios. Al ser humano solo le queda ser consciente de esa armonía, no puede intervenirla y la debe dejar discurrir. Uno de los componentes más preciados de esa armonía son las leyes del mercado, la oferta y la demanda. Ambas se autoregulan y además fundamentan el libremercado.
Los conservadores se diferenciaron en el siglo XIX de estas concepciones, por la defensa del monaquismo y el control del mercado por el Estado.
Poética de la habitabilidad
Por Guillermo Aguirre González
En la sesión se trató el libro primero y los primeros capítulos del segundo. De ahí dos referencias importantes de la obra: una, la caracterización del personaje Carlos Francisco Bienvenido Myriel, y la otra el arribo a la ciudad de Digne de Jean Valjean.
Un acuerdo se produjo entre los asistentes: Víctor Hugo en el primer libro es exhaustivo en el retrato de Myriel, para hacer lógico el recibimiento en su casa, como huésped, del proscrito Jean Valjean.
¿Cómo es posible que un obispo católico, miembro de una iglesia amante del lujo y la jerarquía social, deje entrar en su casa, a un expresidiario?
Víctor Hugo lo hace posible construyendo un personaje con base en un eclesiástico que se sale del común de los hombres del clero. Myriel es un hombre solo, sensible ante la pobreza y la desgracia humana. Los recursos económicos al alcance de su dignidad como obispo, prefiere repartirlos por caridad.
Es verosímil un eclesiástico como monseñor Bienvenido en 1820, porque vive en una sociedad que ha restaurado la mornarquía y la nobleza eclesiástica y militar. Bienvenido celebra la restauración pero quiere ser un eclesiástico distinto. Se rebela contra la iglesia rica, divorciada del feligrés. Adopta la actitud franciscana de renuncia a los bienes terrenales y un inmenso amor por la naturaleza porque es la obra de dios. Dentro de esa naturaleza está la criatura humana depositaria del alma, rasgo divino, objeto y razón de ser del trabajo de Myriel en el mundo.
La restauración monárquica ocurre en 1816 luego de la caída del imperio napoleónico. Las monarquías europeas, incluida el papado, celebran un congreso en Viena y construyen la Santa Alianza. Esta se traza como tarea restaurar la vieja sociedad, el viejo régimen, y borrar del mundo todo lo que hizo posible la Revolución Francesa: la filosofía materialista, el racionalismo, el deísmo, el igualitarismo, y sobre todo el sistema republicano.
Pareciese como si Myriel se dijere para si: la revolución fue posible por la iniquidad, la incomprensión y la falta de amor, para y con los débiles desposeídos. Ahora dios ha dado una nueva oportunidad a la iglesia. Esta debe cambiar, debe quitar los motivos que posibilitan la revolución: la miseria y el desamor; pero esto debe hacerse a la manera cristiana católica. Ser caritativo, hospitalario, desprendido, hacerse querer, para apoderarse del alma de los seres y dársela a dios como él la quiere: dócil, arrepentida, llena de temor y desposeída.
La bondad del Bienvenido, deja al lector, una especie de sensación, consistente en una sospecha. Myriel sabe que l vida es corta y su caridad no logrará erradicar la miseria. Se puede sospechar que ese sacerdote sabe que sin miserables no habría religión y agentes divinos.
Víctor Hugo pone al obispo Bienvenido en un espacio y un tiempo. Describe con prolijidad el espacio. Este ejercicio descriptivo ha permitido señalarlo como un carácter de la literatura del romanticismo. Por comparación a la literatura de hoy, se dijo en la sesión del taller aquí protocolizado, que ya no se describe, se muestra. Hoy en la medida que el personaje actúa muestra el espacio y el tiempo, no hay pausa para separar la acción de la descripción.
La descripción del espacio, según el relator del viernes pasado, deja una poética de la habitabilidad, que llena de sentido el mundo de Myriel. El lector percibe una relación y una distinción clara entre el centro y la periferia del país donde ocurre la historia. La arquitectura del poder y la del pobre se perciben, porque allí se albergan las fisonomías del bondadoso, de las mujeres abnegadas, de los carreteros, de los enfermos, de los duques y duquesas, de los leñadores, pastores, y la del asesino.
El tiempo, en lo leído hasta ahora en Los Miserables, tiene, además de la ubicación cronológica, una indicación del estado cultural de la época. Así como se dice que la Revolución Francesa abolió el viejo mundo, la restauración monárquica lo revivió. En los tiempos del obispo Myriel, se encuentra el imperio napoleónico, la sobrevivencia del racionalismo republicano y filosófico encarnado en la figura del senador. La sobrevivencia del regicidio de la época del terror en el personaje llamado el convencional.
Myriel es un hombre culto, estudia la vida y la historia. Sabe de las posibilidades intelectuales del ser humano. Por eso deja discurrir a sus adversarios, sabe que son irrefutables, les esgrime a dios como límite de todo discurso. El convencional expone sus ideas sobre el mundo y el ser humano, le dice a Bienvenido que al observar la naturaleza entra en conciencia de la infinitud y por ella ha cumplido el papel de haber votado en 1793 la muerte, no de un rey sino de un mundo. El obispo es llamado ciudadano por el convencional, es el lenguaje de la revolución, y se siente conmovido y seducido por la belleza de la palabra; pero él se ha impuesto la misión de olvidar y hacer olvidar el terror revolucionario, por ello le esgrime al anciano convencional moribundo, el arrepentimiento ante dios y logra arrancarle una lágrima postrera.
Queda clara una imagen de ese tiempo: está viva la concepción del mundo construida por la ilustración y la modernidad. El racionalismo campea en el senado. La burguesía espera para obligar a Francia a adoptar el régimen republicano. Los miserables serán de nuevo convocados, así como en 1783. Y serán de nuevo utilizados, traicionados, para que sigan siendo miserables.
El personaje Jean Valjean, es construido para materializar dentro de la novela, al miserable, hombre sufriente de lo que la sociedad tiene para esta población. El hambre de los niños a su cargo, le obliga a robar pan. Por ello y otras fugas, es condenado a 29 años de cárcel. Si el primer libro se dedica al retrato de Myriel, el segundo se dedica a Valjean. La justicia revolucionaria, burguesa, lo condena por miserable y Victor Hugo lo pinta pobre, fiero y despreciado, porque será de nuevo uno de esos miserables que de nuevo serán convocados para la Segunda Comuna de París de 1830. Allí, los hombres como Jean Valjean consegurán la república para la burguesía y la perpetuidad de su miseria.
Una vieja querella
El arribo de Jean Valjean con Cosette a la tapia del convento de las Bernardas Benedictinas de la calle Picpus, sugiere la intensión del narrador de Los miserables. Quiere recluir a la pequeña en ese claustro; pero ¿cómo hacerlo? Se ha advertido que es un convento con un colegio adjunto para señoritas pertenecientes a un sector social aristocrático de la ciudad de París. Por eso la entrada de Cosette debe ser de manera informal. Y esa informalidad exige el drama y el suspenso.
Drama el que padece Fauchelevent. Muchas sensaciones y sentimientos juntos que le impiden razonar, y solo guiarse por la gratitud debida al señor Magdalena. Suspenso el de Jean Valjean que corre el riesgo de ser enterrado vivo por un golpe de azar de la vida, genialmente diseñado por el narrador.
La informalidad obliga a romper la racionalidad con muchas formas. Entrar al convento escalando una tapia, suficientemente alta. El jardinero oculta dentro del convento un hombre y una niña; el ser descubierto le hubiese valido el despido y la muerte. La muerte de una madre superiora que lleva a las monjas a romper las leyes del Estado por sepultar su cuerpo en la cripta del convento. Este servicio prestado por Fauchalevent es una deuda cobrada con la franquicia para que Jean Valjean entre como jardinero al convento y Cosette sea admitida en el colegio por caridad y por fea. Toda esta informalidad está formulada de manera concreta con la paradoja: “para entrar en necesario salir”.
Las escenas de este libro, además de tener un magnetismo para con el lector, plantea un tema: las relaciones Estado iglesia.
La monja madre que habla, está convencida que sepultar a la madre Crucifixión es ejercer el dominio de la religión sobre el gobierno, porque la cruz domina, así como el mundo gira; y dice además: “¡De un lado San Benito, de otro el inspector de calles!”; “El Estado la policía urbana, las pompas fúnebres, la administración ¿Qué tenemos que ver con eso?”; “Vuestra salubridad es una invención revolucionaria. ¡Dios subordinado al comisario de policía!”; lo que se da al Estado (al César), es lo que sobra después de pagar a Dios.
La confrontación poder civil, poder eclesiástico es vieja. El caso más memorable es la querella de las investiduras, iniciada a finales del siglo XI y terminada en el siglo XII con la instauración de un concordato entre el papado y el rey de Francia. Este modelo se extendió y se ha mantenido en todo el occidente.
La querella consistió en la mutua recriminación entre el papa y el rey por el nombramiento de clérigos. Ambos lo hacían; pero cuando se interpuso la posesión del feudo y su heredad, se llegó a un cuello de botella. Muerto un clérigo feudatario ¿Quién hereda? ¿El papa o el rey? En la base estuvo el interés económico. La solución fue el concordato; por este, el rey le arrancó al papado el derecho monárquico a nombrar clérigos y a aceptar o no los nombramientos hechos por Roma.
Con base en el concordato, la revolución francesa abolió conventos, destruyó iglesias y organizó la constitución civil del clero.
La iglesia y sus clérigos a través de los siglos han conservado la esperanza de una teocracia plena, es decir de someter en absoluto a los reyes, al Estado, a los gobiernos a los laicos a un dominio religioso. La esperanza de Roma ha producido guerras crueles en las que curas y fieles armados han llevado como estandarte la cruz.
Guillermo Aguirre González
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