miércoles, 3 de abril de 2013

Estudio del Quijote

UNA DIFICULTAD
Por Guillermo Aguirre G.

Estanislao Zuleta en su artículo El Elogio de la Dificultad, habla de lo fácil que es moverse dentro de la opinión y de la verdad sancionada. La dificultad está en pensar por fuera de esos códigos. Tener la voluntad de de ser alternativo y cuestionar el poder y la normalidad, porque estos ingredientes conducen a la inmovilidad del pensamiento y a tomar actitudes vegetativas en la vida.

Cundo Cervantes se enfrenta ante el papel en blanco para prologar El Quijote, plantea unas tareas importantes para el escritor. Si esperas que las musas lleguen de la nada, solo puede esperarse nada.

Se escribe y se es prolífico, si se toma el acervo de información que se tiene y se ha adquirido a través de la vida. Por ello Cervantes para elaborar el prólogo del quijote, sigue los consejos de un amigo quien le incita a inventar el texto a partir de parodiar los poetas y escritores que se recuerde, sin temor a la verdad. La verdad es la resultante de la intensión del querer decir. Es la palabra dicha o escrita a partir de la propia experiencia y no los códigos sancionados por el poder.

Si se trata de hablar de la verdad, la justicia, la muerte, la fortuna, etc. Debe el escritor invocar aquellos escritores pasados y presentes que se han referido a esos contenidos, sin temor, pensando en ser fiel solo al recuerdo, es decir a lo que ha quedado como sustrato en la mente.

Para prologar El Quijote en necesario inventar personajes que hayan leído la obra y que se pronuncien con sonetos, poemas, o prosas asertivas o loas. El caballero andante es una invención, sustraída de toda la literatura caballeresca. ¿Qué mejor prólogo que hacerla presentar por poetas y escritores igualmente sustraídos del acervo cultural de la vida?

Los tiempos del Quijote
Por Guillermo Aguirre G.


El novelista construye la obra con dos recursos: la técnica narrativa y la información sobre su tiempo.

La técnica de Cervantes: prepara al lector para recibir una historia con alta dosis de novedad. Construye un personaje con elementos reales e irreales, aunque al final ambos elementos son ficción.

El personaje vive intensamente su cultura y la critica y se burla de ella. El personaje vive lo leído sobre su cultura para hacer efectiva la crítica a su tiempo. La aventura en el tiempo es el sustento de la historia.

La información sobre su tiempo: para decir algo sobre esto, es necesario utilizar los conocimientos sobre la cultura que actualmente podemos tener. El Quijote es la encarnación y la crítica a la episteme del siglo XVI. Esta hacía flotar las sensaciones sobre el tiempo. El amor, la alegría, el dolor, la maldad, la bondad, existían por fuera de los cuerpos. Y para estas manifestarse hacían posesión de un cuerpo.

A la altura del capítulo veintiocho se puede detectar el diseño de la novela. Se evidencia un pensamiento estructural, cuando Cervantes trae un personaje de la primera salida del Quijote y lo pone como evidencia de la locura y obliga al lector a recordar la burla, la crítica y la ficción.

El diseño de una estructura de la acción se ubica en el tiempo y para certificar la ruptura con el pasado y el ubicarse en la modernidad. Pone en la novela los tiempos que ha concebido el ser humano.

La primera salida del Quijote se hace en tiempo medieval. Aventura tras aventura imita el tiempo cristiano de la caballería que pasa de la ciudad de los hombres a la ciudad de Dios. Del valle de lágrimas al lugar de la gloria divina.

El tiempo moderno del progreso lo pone Cervantes con el trashumar de los personajes por la novela como fichas que resuelven la trama y obligan a pensar en un tiempo en desarrollo, en la evolución de la vida de los personajes.

Lo mismo vuelve y se eterniza en el retorno, es el tiempo del mito, el tiempo griego, el tiempo de la antigüedad. Las constantes del ser humano. El valor, la traición, la envidia, la risa, la tristeza, la ira y sobre todo la sinrazón, tonifican el Quijote como un mito. Es una historia de dominio público y lo que hace Cervantes es recogerla. Recoge el relato mítico, así como Homero recoge los cuentos sobre Troya y los une en la Ilíada y la Odisea.

El lenguaje del Quijote es revelador
Por Guillermo Aguirre G.

La novela de El Quijote de Cervantes fue escrita en el siglo XVI. Y por esto debiera leerse en ella el contenido epistemológico del renacimiento o de la Edad Media. Este ambiente lo cifró con claridad Michel Foucault en su obra Las palabras y las cosas. En la Edad Media rigieron unos mecanismos mentales que obligaban a pensar de determinada manera. Esta episteme (término utilizado por Foucault) tuvo como base la similitud. El sistema del mundo estaba interrelacionado por cuatro expresiones de la similitud: la emulación, la simpatía, la conveniencia y la analogía.

Ejemplo, el rostro del ser humano “es a su cuerpo lo que la faz del cielo al éter; su pulso palpita en sus venas como los astros circulan según sus vías propias; las siete aberturas forman en su rostro lo que son los siete planetas del cielo”. (Foucault. Las palabras y las cosas).

Y “en la analogía del animal humano con la tierra en que habita: su carne es gleba; sus huesos, rocas; sus venas, grandes ríos; su vejiga, el mar y sus siete miembros principales, los siete metales que se ocultan en el fondo de las minas”. (Foucault. Las palabras y las cosas).

La similitud y sus formas se expresaban en las palabras, palabras que estaban inscritas sobre las cosas, puestas allí por el creador. El ser humano le bastaba hacer hermenéutica con las cosas para hallar su nombre y las similitudes de las que hacía parte.

Este sistema de pensamiento estuvo muy emparentado con la magia. La evocación del lenguaje, podía ocasionar la manifestación de las similitudes. Estas obraban sobre sus dobles, sobre las cosas y sus dobles.

El lenguaje del Quijote es revelador. Tiene la terminología del mago, del sacerdote, de la episteme de las similitudes; pero muestra una mentalidad distinta. Cervantes escribe en el Siglo XVI, pero su concepción del mundo es radicalmente moderna. El Quijote actúa por los libros, las cosas para él tienen identidad, y por esto puede hacer comparaciones entre ellas. En Cervantes se tiene un pensamiento dirigido por la identidad y la diferencia.

Los molinos de viento son claros y distintos y por ello Don Quijote lucha contra ellos y termina vencido. Si él los vio como gigantes es su derecho, es la locura del poeta. Si el episodio de los molinos estuviese inmerso en la episteme de la semejanza, los molinos se hubiesen convertido en un semejante humano. Esto no ocurrió el molino siguió siendo molino, conservó su identidad y por ello Sancho se queja su amo por no percibir la diferencia.

En el episodio de los cabreros se describe el cuerpo de Dulcinea, desde la locura del poeta y como experiencia individual, por fuera de considerandos de la subvaloración de la feminidad y aquí, Cervantes pone a cumplir un papel moderno a la semejanza. Dice Don Quijote de Dulcinea: “su calidad por lo menos ha de ser princesa, pues es reina y señora mía; su hermosura sobrehumana, pues en ella se vienen a hacer verdaderos todos los imposibles y quiméricos atributos de belleza que los poetas dan a sus damas; que sus cabellos son oro, su frente campos elíseos, sus cejas arcos del cielo, sus ojos soles, sus mejillas rosas, sus labios corales, perlas sus dientes, alabastro su cuello, mármol su pecho, marfil sus manos, su blancura nieve; y las partes que a la vista humana encubrió la honestidad son tales, según yo pienso y entiendo, que sola la discreta consideración puede encarecerlas y no compararlas”.

En el episodio de los cabreros, la autodefensa de Marcela es también una reivindicación de la libertad individual, y tras esta la de la mujer; dice Marcela “Yo nací libre, y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos”.

Esta pues expuesta aquí una conclusión: El Quijote utiliza el lenguaje de la semejanza. Emula la caballería, es afín y tiene simpatía por el valor; se conviene con la cordura cuando es necesario, su aventura es una analogía heroica. Pero ese lenguaje es solo la armadura de un espíritu profundamente individualista. La aventura del quijote reivindica el yo.

El poder alternativo de Don Quijote
Guillermo Aguirre González

El caso del capítulo XIX, en el que Don Quijote confunde el sepelio de un hombre común con el sepelio fantasmal de un caballero y exige a los acompañantes dar cuenta de lo que hacen, revela la actitud de los caballeros ante la iglesia y el clero. Dice Don Quijote:

“…yo se bien que no puse las manos, si no en este lanzón; cuanto más que yo no pensé que ofendía a sacerdotes ni a cosas de la iglesia, a quien respeto y adoro como católico y fiel cristiano que soy, sino a fantasmas y a vestiglos del otro mundo. Y cuando eso así fuese, en la memoria tengo lo que pasó al Cid Ruy Díaz, cuando quebró la silla del embajador de aquel rey delante de Su Santidad del Papa, por lo cual lo descomulgó, y anduvo aquel día el buen Rodrigo de Vivar como muy honrado y valiente caballero”.

Los caballeros, estuvieron inmersos en la sociedad medieval que distinguió tres órdenes sociales: los que oran, los que trabajan y los que combaten. Esa sociedad se sostuvo por una ética, construida con elementos del pasado y con nuevas construcciones sacadas de nuevos sucesos, como la aspiración política de la iglesia.

La mescla de grupos sociales europeos de los primeros cinco siglos de nuestra era, elevó al caballero como jefe de pequeños grupos de poder muy belicosos. De acá se decantó la leyenda del héroe que solo vive para la guerra y que vive en un mundo sin un poder que lo coaccione, ni estatal ni religioso.

El cristianismo A partir del concilio de Nicea en el año 325, es reconocido como religión del imperio y la primacía del obispado de Roma sobre los demás, cuestión que destruye el igualitarismo del cristianismo primitivo y lo mete en una órbita política que le obliga a vivir en lucha con el poder laico.

La caballería practica una ética laica, por la cual, el mundo es moldeado por reglas de cortesía, de honor y de justicia terrenal. Se permite el amor por el amor, la infidelidad, el duelo. Los belatores, estuvieron por encima de cualquier otro poder y llegaron a máxima expresión entre el imperio carolingio y el siglo XI.

Los caballeros, fueron esencialmente anarquistas y pusieron permanentemente en peligro los intentos de restablecer un Estado como el romano antiguo o el griego. Ante esta situación la iglesia diseñó políticas de sometimiento de los belatores anarquistas. Primero declaró libre de acciones bélicas y de persecución los templos. Cualquier perseguido que ingresase a un templo quedaba protegido por la sacralidad de la iglesia. Este compromiso les fue arrancado a los caballeros bajo pena de excomunión.

Pero esta política no fue suficiente, para mediados del siglo XII, los belatores fueron incontenibles y la iglesia diseño una estrategia que le permitiese embarcar a los caballeros en tareas de largo plazo y liberar a Europa de sus actividades. Esta consistió en la convocatoria para liberar la tierra santa del dominio de los infieles. Esto dio resultado y toda la fuerza bélica de Europa se volcó sobre el oriente y dejó el continente libre para la acción política del papado.

Las cruzadas produjeron unas órdenes de caballería completamente controladas política y económicamente y una iglesia fortalecida con poder para rivalizar con el poder laico por el control político.

Terminadas las cruzadas Europa se embarcó en la guerra de los cien años (1337 – 1453). En esta guerra se adoptó la pólvora, se inventó el arcabuz y terminó la vida protagónica de la caballería. El caballero desapareció y su espacio vital. Las ciudades perdieron las murallas, el castillo se convirtió en una joya del patrimonio arquitectónico y el arcabucero reemplazó al soldado acorazado es decir, al caballero.

El caballero en el siglo XVI entró en el ámbito de la memoria y de la tradición oral y escrita. El Lanzarote de Chetrian de Troyes (del siglo XII) y el Amadis de Gaula (del siglo XIV), recreado por García Ordoñez de Montalvo en 1508, fueron modelos de conducta del laico liberalizante del amante adultero profundamente cortés en el hablar y en el trato, especialmente con las damas.

Quijote universal buscador de cuentos
Guillermo Aguirre González
Don Quijote es rescatado de la Sierra Morena por el cura y el barbero, con artificios urdidos por el buen humor de la historia loca de la encomienda de Sancho –entregar una carta a Dulcinea-. Ambos toman el aspecto de dos los personajes entrañables para Don quijote: Dulcinea y Sancho. El rescate y el disfraz son pensados y realizados por lo maravilloso del cuento oral, por la oralidad.

En ese poblado de la mancha, patria chica del Ingenioso Hidalgo, la vida mental de los sujetos se nutre de historias orales. La especie de locura de Alonso Quijano maravilla las gentes en especial a las dos personalidades importantes, el cura y el barbero. Importantes porque ambos garantizan la salud mental y física de todos.

Cervantes puso una base sobre la cual es comprensible y verosímil las aventuras del Quijote; esta es lo que se dice de él. La historia que circula para los oídos, para las oralidades sobrecogedoras. Cuando Sancho llega con la misiva para Dulcinea, escrita en un libro de memoria, el cual ha perdido, y pide ser transcrita de la memoria del mismo Sancho, desencadena la ficción del cura y el barbero y el deseo por conocer en que va ese género de locura del Quijote.

En Sierra Morena, se despliega la fascinación por la oralidad. Cardenio entera a cura y barbero de la traición de su amigo Don Fernando, quien le roba su esposa. Una voz angelical que pronuncia lamentos atrae a los rescatistas, a Don Quijote, y a Cardenio. Es Dorotea. Esta entera a la audiencia de su historia de desamor por la que su esposo le abandona por una bella casada.

Todos se hacen habitantes del género de locura de Don Quijote, para procurar atraerle hasta su casa. En camino vuelven a la venta, donde se desencadena nuevas oralidades. El dueño de la venta y su familia pasan muchas horas fascinados por las historias encontradas en un baúl con libros abandonado por alguien. El cura quiere establecer censura sobre los libros y en el balance encuentra un manuscrito el cual se lee. La historia allí descrita fascina: dos amigos entrañables desde la infancia se traman en una curiosidad impertinente sobre la fidelidad y terminan viviendo una tragedia.

La escena en la venta es aderezada con una alucinación de don Quijote, en la que pelea contra el gigante amenazador de la princesa Micomicona. Don Quijote ve en las bolsas de cuero llenas de vino tinto la cabeza del gigante la cercena y ve correr el vino como sangre. Estas imágenes producen hilaridad en los presentes y da paso a una nueva trama, por la llegada de Don Fernando esposo de Dorotea y ladrón de la mujer de Cardenio.

Cervantes extrema el gusto por la escucha de sus personajes al introducir en la venta un cristiano cautivo de los árabes quien relata su cautiverio y su liberación por efecto de la princesa Zoraida que quiere vivir entre cristianos, la misma que el cautivo trae consigo.

Cuento, historias, relatos, pequeñas obras literarias entre la gran aventura de Don quijote, dejan una sensación de universalidad tal, así como lo es el hablar y escuchar. Estas dos adquisiciones del ser humano, le hacen un consumidor permanente de relatos, porque, así como los personajes de Cervantes, es el ser humano genérico y universal.

Tómese el humano que sea. Ubíquese en cualesquier parte del planeta y se tendrá una constante: el gusto por escuchar relatos, por aprenderlos transformarlos y volverlos a enunciar. Esta condición del humano, es una adquisición. Se ha logrado como consecuencia de una serie de liberaciones: el movimiento bípedo, libera de la tierra; las manos quitadas a la locomoción liberan la boca de la adquisición del alimento; el acortamiento de la cara, libera la bóveda craneana. Entre estas liberaciones aparece como consecuencia la palabra. Esta es un gesto que lee la mano que trabaja y acumula el pasado para ser revertido como cultura.

Cervantes, la guerra y la ley
Por Guillermo Aguirre G.

Cervantes se obliga a tratar el tema de las letras y las armas, porque Don Quijote es un letrado. La lectura sistemática de la literatura caballeresca, le dota de una visión del mundo, suficiente para concebir una forma de gobernar la república. Esta es la tarea de los letrados en el mundo. El manejo de la letra dota de poder dirigente a quien tiene la voluntad de dedicarse a ellas. Esto porque se vive en una sociedad que tiene como base material de existencia, la escritura.

Don Quijote tiene dos momentos de éxtasis, en los que despliega la sabiduría adquirida en su dedicación a las letras. Uno comiendo con los cabreros. Ante estos habla de una edad de oro y miel, con la que muestra su idea de una sociedad utópica.

Dos, comiendo con los hospedados en la venta (el cura, el barbero, el ventero su esposa e hija y Maritornes. Lucinda, Dorotea, Zoraida, Don Fernando, Cardenio y Guy Pérez de Viedma el Cautivo), se refiere a la relación entre las armas y las letras.

Ambos discursos ilustran el fondo intelectual del Caballero Andante. Las letras construyen y guardan la ley de la república y las armas garantizan la permanencia del orden. Ambas profesiones se adquieren por el esfuerzo y la dedicación y ambas atraviesan toda la novela. Don Quijote las lleva en su carne y cerebro, pero también las ve en los personajes con los que se topa en sus aventuras.

Sin letras no habría ley, ni orden, ni república. Este tema será desarrollado en el derecho natural de John Locke y el derecho positivo de Thomas Hobbes, en los años mil seisientos. Ambos imaginan el ser humano en estado salvaje y explican el modo el porqué abandona ese estado para entrar en civilización.

Estos discursos que sustentan la individualidad y el derecho liberal, parten de una base común: las letras. El ser humano entra en civilización, en república, en polís, en Estado de poder, con la adquisición de la escritura, vehículo necesario para hacer permanente la ley y darle forma de contrato social o de carta constituyente.

La mala conciencia contra la que reacciona Don Quijote, es la de aquellos que quieren separa las letras y las armas. Dice: “…siendo, pues, ansí que las armas requieren espíritu como las letras … Es el fin y paradero de las letras … entender y hacer que las buenas leyes se guarden”. Las armas “… tienen por objeto y fin la paz.” Y puede decirse que Don Quijote persigue los dos fines adquiridos por dos tipos de esfuerzo; pero que al final se unen en su cuerpo así como se unen en la sociedad la ley y la guerra.

Esto explica porqué en la venta se introduce la historia del cautivo, como la historia del guerrero que pone sobre la mesa un ejemplo vivo de una familia que dedica un hijo a la guerra (capitán en la batalla de Lepanto) y otro a las letras (Oidor de la real Audiencia de México). Los origina, los distancia y luego los junta en presencia de Don Quijote. Ambos personajes se fascinan con el Caballero Andante, tanto Guy Pérez de Viedma como el Oidor su hermano.

Los comensales de la venta y sus dueños se maravillan con el Quijote de las letras y rien con el Quijote de la guerra. Admiran en él sus dos profesiones; pero no todos. El Caballero Andante para Maritornes y la hija del ventero (las semidoncellas), es solo un rey de burlas y, Maritornes, ya ocasionó una paliza de su amante contra El Quijote, y luego de comparar un letrado de verdad y un guerrero de carne y hueso con don quijote, decide jugarle una broma cruel. Le aplica “el tormento de la garrucha”. El valiente guerrero termina profiriendo largos y profundos alaridos de dolor, para deleite de las semidoncellas en cuyo estrecho mundo solo existe un principio de realidad: la carne.

El Quijote y el hombre de vidrio
Por Guillermo Aguirre González

El cura habla a los cuadrilleros de la Santa Hermandad, sobre lo innecesario de prender a Don Quijote, porque este es un hombre que sufre un “género de locura” y si cumplen la pragmática de captura, luego se tendrá que poner en libertad. Los cuadrilleros responden que a ellos no les corresponde decidir sobre esa condición del detenido. Eso lo dirá la justicia del rey.

Esta situación genera, en el lector un discurrir sobre la concepción de la locura en la época en la cual Cervantes Saavedra ubica a Don Quijote. Allí es evidente la oposición entre razón y locura, y entre las explicaciones de lo que sucede por “vía ordinaria” contra lo que sucede por “vía de encantamiento” como dice Sancho Panza.

De estas dos oposiciones se pueden equiparar los términos, lo ordinario y la razón, por un lado y la locura y el encantamiento por otro. Y esto porque la Época Clásica, que puede fecharse entre 1570 y 1789 (entre las reflexiones sobre el método y la Revolución Francesa), se metió en el debate sobre el sujeto como medida del mundo, o en otras palabras, las posibilidades del pensar para asir el mundo desde lo claro y distinto como lo propuso René Descartes, contemporáneo de Cervantes.

Meditar estuvo de moda, porque ello posibilitaba entrar en el mundo del orden o en el orden del mundo. ¿Cómo establecer un orden? Primero se debe señalar que es el orden. ¿Es un don o es un constructo? El problema del orden como don se abandona, se opaca o se recluye en algún lugar de la cultura. Lo que se debate y preocupa es el problema del orden como constructo, porque esto involucra al sujeto libre, al individuo como categoría social del mundo de la acumulación originaria del capital.

Meditar sobre el orden como posibilidad humana, hace que el sujeto se sitúe en un plano de legitimidad para poder pensar. Puede pensar, un sujeto que sea diferente a aquellos sujetos, que sufren una de las tres o las tres prácticas que hacen ilegal el pensar. Estas son, el sueño, el arte y la locura.

El pensador debe saber que el producto de su pensamiento, ha resultado de una clara diferencia con el artista, con el soñador y con el loco. El pensador debe ser ordinario, esto es, estar dentro del orden para poder construir o reconstruir un orden. Por ello la “vía ordinaria” de Sancho es la realidad, el orden establecido. Sancho no es un pensador, pero habita el orden impuesto por el poder que le ha enseñado a distinguir entre realidad y locura. Claro que esto ocurre, cuando Sancho no está quijotizado.

Ahora, se puede relacionar el orden con la razón. El orden que establece la meditación cartesiana y que se impone al mundo clásico occidental, es un orden racional, con un método instituido. De esta manera el pensador debe estar fuera de las pasiones del arte, fuera del sueño y fuera de la locura. Situarse en la razón para poder dar a sus interlocutores un orden racional. Es claro que occidente en toda su historia no ha dejado de señalar las condiciones racionales del orden.

El sujeto individual que piensa, debe establecer que él mismo, no es un juego de colores estampados en un lienzo, que no es un “hombre de vidrio” escapado de un sueño o de un libro, que no es una sin razón de la razón. El sujeto que piensa en la Época Clásica está situado en la estructura del poder, es la razón, es el ordinario, es la ley, es lo real, es lo que dice el rey.

Don Quijote es un poeta, vive un sueño, es un loco. Por eso tiene que enfrentar lo ordinario, el poder que ha devenido en pragmáticas, obstáculo para el ejercicio de la caballería andante. Se ha abolido el único mundo en el cual él puede existir: el mundo de Amadís de Gaula que estuvo a discreción de quien encarnara el honor, la cortesía y la guerra.

La locura para la Época Clásica tiene géneros. Está la que hace reír y fundamenta por oposición al cuerdo, al ordinario, y la terrorífica, que violenta la mínima convivencia. Por ello la locura entra en dos niveles de explicación: uno la del signo, la del lenguaje, por lo que hace gozar y reír, es festiva, y señala lo que yo no soy.

Y se tiene la explicación médica, enfática en el control del loco violento. Para el médico la locura es “el resultado de un “cerebro perturbado u ofuscado por los negros vapores de la bilis”, anota Michael Foucault.

A Don Quijote se adjudican los dos géneros de locura. Sufre la del signo. Todos los comensales de la venta, gozan con él por dos días. Sufre la terrorífica porque obliga a la violencia. Es así que por el histrionismo de los comensales se entra en una semiótica que les abre el mundo quijotesco. Y por esta vía aprovechan el sueño tranquilo del caballero para amarrarle y enjaularlo.

En general la sociedad se decide por el tratamiento médico por la incidencia física de la locura. Esta perspectiva será desarrollada por el siglo XIX en la siquiatría.

Cervantes y la soledad
Por Guillermo Aguirre González

La segunda parte del Quijote plantea al lector una serie de preguntas, referidas a problemas de la cultura, el arte, la literatura y específicamente a actitudes humanas como la locura, la mentira y el principio de realidad.

Entre ellos puede escribirse sobre la perspectiva que plantea Cide Hamete Benengeli. Este es el traductor del manuscrito donde se halla la historia de Don Quijote, manuscrito encontrado, junto con otros documentos en una caja de plomo olvidada en una vieja ermita.

“¡Bendito sea el poderoso Alá!”, dice Hamete Benegeli al comienzo deste octavo capítulo. “¡Bendito sea Alá!”, repite tres veces, y dice que da estas bendiciones por ver que tiene ya en campaña a Don Quijote y a Sancho, y que los lectores de su agradable historia pueden hacer cuenta que desde este punto comienzan las hazañas y donaires de Don Quijote y su escudero; persuádeles que se les olviden pasadas caballerías del ingenioso hidalgo y pongan los ojos en las que están por venir, que desde agora en el camino del Toboso comienzan, como las otras comenzaron en los campos de Montiel, y no es mucho lo que pide para tanto como el promete; y, así, prosigue, diciendo:”

Cervantes cuenta lo que dice Benengeli y este cuenta lo que hizo Don Quijote. Y Don Quijote relata en primera persona. Son tres relatores, construidos por el novelista, para mostrar, de manera consciente, el juego que pude presentar la literatura, o el hecho de ejercer la palabra en un contexto social de libertad y autodeterminación.

El artificio del documento transcrito es una burla a los apócrifos del poder eclesiástico. La iglesia cristiana desde sus orígenes construyó documentos para sustentar el mundo mítico de su religión. Cervantes al extraer la historia de Don Quijote de la traducción de un documento reliquia, extrapola una acusación contra el relato cristiano. Puede pensarse que Cervantes le dice a la iglesia que sus documentos tienen tanta ficción como los documentos de Benengeli.

El artificio del documento y de los tres relatores son una ingeniosidad de cervantes para poner en penumbra el hecho revolucionario esencial para el siglo XVII, cual es, el ser humano solo ante la palabra. La libertad y autodeterminación están ya expuestos y sancionados por el devenir cultural; pero el poder eclesiástico no los acepta, los persigue y los penaliza con el horror.

Cervantes lo entiende y por ello encripta su narrativa en el ejercicio hermenéutico de Benengeli. Cervantes sabe que el ejercicio moderno de la literatura, pone al ser humano ante la palabra. Cuando esto ocurre, dice Maurice Blanchot en “El espacio Literario”: “Escribir es participar de la afirmación de la soledad donde amenaza la fascinación”. El Ser solo ante la palabra fascina porque se tiene a dios entre las manos. Se le puede concientemente afirmar su génesis ficticia, se le puede negar y se le puede destruir. La soledad del escritor ante la palabra le lleva al abismo de la dialéctica entre la vida y la muerte.

Pero Hay más. El escritor solo ante la palabra, tiene que dejar el yo y se convierte en los otros, en él, en ella o ellos. Sabe que la escritura cuando la mano la deja sobre una superficie no le pertenece, entra a ser del lector. Así el escritor al ser ella, o él, o vosotros se enfrenta con la historia, con el presente y el futuro. Se posibilita narrar en y con el artificio de los tres tiempos. Por ello Don Quijote le muestra a su sobrina como sus convicciones y su búsqueda de las aventuras de la andante caballería, tiene un sustento en la historia griega, en la romana y sobre todo en la escritura artúrica.

Alma impresa y cuerpo pulcro en Sancho gobernador de Barataria
Por Guillermo Aguirre González

En la segunda parte del Quijote, Cervantes hace que El Ingenioso Hidalgo tome conciencia del engaño y la mentira causados por los envidiosos encantadores.

Cuando sancho Descubre que la Doña Dolorida y perseguida por el gigante Malambruno, es el mismo mayordomo del Duque y se lo dice a Don Quijote, este le responde: “…el rostro de la Dolorida es el del mayordomo, pero no por eso el mayordomo es la Dolorida; que, a serlo, implicaría contradición muy grande, y no es tiempo ahora de hacer estas averiguaciones, que sería entrarnos en intricados laberintos. Créeme, amigo, que es menester rogar a Nuestro Señor muy de veras que nos libre a los dos de malos hechiceros y de malos encantadores”.

Ya no hay lugar para el encantamiento, en su lugar se pone la chanza, la burla y la pantomima, por las que los Duques y sus vasallos se meten en el mundo del Quijote y su escudero y les hacen actuar para regocijo de la corte.

Así obligan a Sancho a autoflagelarse para desencantar a Dulcinea y traerla al mundo de la segunda parte. Le crean una gran aventura heroica al Quijote al otro lado del mundo y le obligan a viajar por el aire en clavileño y vencer al gigante Malambruno. Y la búsqueda de placer y gozo se lleva al extremo cuando los Duques cumplen la promesa hecha por el amo al escudero de convertirlo en gobernador de la ínsula Barataria.

Don Quijote ante la inminencia del gobierno de Sancho se encierra con su escudero y decide darle consejos gubernativos para el alma y para el cuerpo.

El alma de Sancho gobernador tiene impreso el temor de dios, porque eso lo hace sabio. Sancho se debe conocer a si mismo aunque esto sea muy difícil. Debe tener principios nobles como la prudencia para evitar las murmuraciones de las que ningún gobierno escapa. Debe conservar la humildad del linaje para evitar la soberbia. Debe ser virtuoso porque esto se adquiere y es superior a la nobleza de sangre. Los parientes del gobernante deben ser acogidos y bien tratados. Debe tener mujer propia y enseñarle a comportarse y si enviuda no utilizar el poder para conseguir otra. No ser injusto. Debe compadecer al pobre y ser justo con el rico. Debe saber descubrir la verdad entre el llanto del pobre y el poder del rico. Si es necesario salirse de la justicia se debe hacer por compasión y misericordia. El juicio del enemigo debe ser sin injuria. No tomar partido en los juicios se pierde el crédito y se paga con la hacienda propia. Debe ser inconmovible ante el juicio a la mujer hermosa. El condenado no debe ser maltratado con la palabra. Ser piadoso y clemente ante el culpable porque es víctima “de la depravada naturaleza nuestra”. El gobernante que tiene lo anterior en su alma vivirá largamente, tendrá fama eterna, será premiado, feliz, sus hijos serán bien casados y morirá acariciado por los nietos.

El Cuerpo de Sancho gobernador debe ser limpio, debe tener las uñas cortas. El vestido debe estar en la justa medida y ser de calidad. Si ha de tener pajes o criados no exceder el número necesario. No comer ajos ni cebollas porque eso es de villanos. Debe caminar despacio y hablar reposado. El gobernador debe comer poco porque de ello depende la salud del cuerpo. Debe ser “templado en el beber, considerando que el vino demasiado ni guarda secreto ni cumple palabra”. Al comer no llenarse demasiado la boca y no eructar. Sobre el caballo debe ser solemne. Dormir poco porque “el que no madruga con el sol, no goza del día”.

En suma los consejos del Quijote, se pueden entender como el gobernante ideal de Cervantes. Este si bien funciona con leyes, estas pueden quedar a su discreción, por efecto de los sentimientos humanos, especialmente la clemencia y la compasión.

El pulcro y limpio gobernante cervantino no es un liberal positivo, por el cual la ley lo dice todo. Mejor puede entenderse como un liberal comunitarista, porque adquiere la sabiduría de dios y aplica justicia según las virtudes tradicionales como el ser clemente y compasivo.

Un puente en Barataria
Por Guillermo Aguirre González

Alonso Quijano por rendirle culto a las formas muertas se convirtió en una de esas formas: en un caballero andante. Los caballeros fueron la alternativa bélica ante la desaparición de la máquina de guerra de Roma. Ocuparon un lugar en la Edad Media y se puede decir, ocuparon un lugar en la historia.

Cervantes hace del Quijote una remembranza de ese pasado y se mofa de él porque se convirtió en un estereotipo y llama así a ser consecuente con los nuevos tiempos, tiempos modernos, tiempos que revaloran el pasado, llenan de nuevos contenidos las viejas formas de vivir y crean otras como el individuo, la ciencia, el capitalismo y el liberalismo.

Las formas medievales de la vida humana, entran a ser el pasado, parte de la historia. En esta medida El Quijote es un ser histórico que adopta una discursividad cargada de pasado y presente.
Desde su vocación de corregir entuertos, a la usanza feudal, adopta contenidos modernos como darle a su escudero una minuta para el buen gobierno de los ínsulos de Barataria. Sancho gobierna bien. Todo lo hace con base en una justicia igualitaria admirada por su maestro Don Quijote.

Esa mezcla entre pasado y presente encarnada por la pareja cervantina, admira y hace reír a los duques y despierta dotes histriónicas en la corte y subordinados de los mismos, hasta hacer que la Dueña Rodríguez y su hija se inventen la aventura del hijo del labrador rico. Este deshonró la hija de la Dueña y esta suplica a Don Quijote hacer que el hijo enmiende su falta casándose. Por la participación de la Dueña, “Admiráronse todos aquellos que la conocían, y más los duques que ninguno, que, puesto que la tenían por boba…”

La discursividad de Don Quijote, el gobierno de la república, la justicia, el teatro de los duques, la renuncia de Sancho al gobierno argumentando la libertad del hombre común, son elementos que obligan a plantear la paradoja, como el misterio de la existencia. El Quijote muestra la necesidad de estar atado a la historia, pero esta estorba la vida cuando el vivir con ella en el “magín” se es tachado de loco.

La existencia del ser humano es paradójica, cuando trata de vivir atado a las cosas, al afuera, el mundo interior le llama y le obliga a cercenar el deseo. Cuando juzga que ha actuado según las circunstancias, ellas mismas le condenan ante la ley y el derecho. Esto es lo que se muestra en la paradoja del puente, planteada al gobernador Sancho Panza. La chanza de darle el gobierno de la ínsula Barataria les resultó molesta a sus mismos creadores. El talento gubernativo de Sancho se debió atacar acorralándole por hambre y obligándole a solucionar una situación insoluble: una paradoja.

Pero la paradoja del puente, es solo un elemento dentro de la novela cervantina. Lo contundente es entender como El Quijote todo, es una paradoja. Esta novela inaugura la modernidad literaria, expresa los pilares fundamentales de la vida moderna. Es expresión del ser humano escindido entre la libertad y la opresión, la justicia y la desigualdad más radical, entre el yo y los otros.

La paradoja del puente hace impotente la justicia, la paradoja presocrática de Aquiles y la tortuga hace inexistente el tiempo. Pero el tiempo y la justicia, la historia y la igualdad nos ayudan a vivir aunque sea en el filo de la navaja.

La justicia del bandido y don Quijote
Por Guillermo Aguirre González
El reconocimiento de don Quijote y Sancho por las gentes que se topan, ocurre por conocerse impresa y haberse leído las aventuras del ingenioso Hidalgo. Con este ardid literario, Cervantes resuelve parte de la tercera salida de don Quijote. Y ya, a la altura del viaje a las justas de Zaragoza, parece que se agotó el ardid. Allí fue necesario introducir otro atractivo. Y es justamente cuando se entra el Quijote apócrifo de Avellaneda.

El Quijote pasa del disfrute de la fama a la demostración de los errores de Avellaneda. Para tergiversarlo, no va a las justas de Zaragoza. Va a las de Barcelona. Y Cervantes adherido a esta empresa de don Quijote, pone a Sancho a ser un escudero cuerdo, con maneras de mesa, para contradecir el Sancho grosero y glotón de Avellaneda. Sancho es ya un hombre crítico de su señor, celebra la aventura de los retablos como ejemplar, por no salir maltrecho de ella y ante el reclamo de su amo por no liberar a Dulcinea de los encantamientos, con los autoazotes y ante la decisión de don Quijote de darle él mismo los azotes, Sancho enfrenta su señor, le derriba, le aplica una llave reductora y le arranca la promesa de dejarle cumplir la promesa de desencantar a Dulcinea cuando a él le plazca.

El apócrifo, la transformación de Sancho y la crítica contra Avellaneda, permiten decir de la literatura moderna, muchas cosas.

Don Quijote de la Mancha, la ingeniosa obra de Cervantes, plantea las posibilidades casi infinitas, de la novela moderna, en su nacimiento. O como se diría coloquialmente: de entrada la novela moderna plantea sus inmensas posibilidades. Ella es letra acumulada que obliga a la acción cuerda y normada, o a la acción irracional, o a la acción híbrida entre lo normal y lo patológico como la quijotesca.

La novela moderna es letra de ficción, con la posibilidad de ficcionar dentro de la ficción y hacer que el personaje hable con lectores de sus aventuras impresas en la forma libro y difundidas masivamente. Pero puede lograrse también un tercer grado de ficción. Ficción que ficciona una ficción. Es cuando don Quijote es saludado por lectores de su obra, y luego se enfrenta a una historia apócrifa de sus aventuras y decide corregir lo dicho en ella, rectificando el curso de sus aventuras.

Estos tres grados de ficción, tienen ámbito. Es la realidad espacial y temporal de los albores del siglo XVII. La lucha de partidos entre las naciones de la península ibérica. En especial la declaratoria de bandidos para quienes luchan contra el monarca. Don Quijote habla y convive con ellos. Y el lector se asombra. La ficción permite hacer equivalentes las convicciones justicieras del caballero con las de los bandidos. La organización de Roque domina un territorio y hace respetar un igualitarismo autoritario. Él como señor distribuye los bienes por partes iguales pero hace respetar su autoridad con la fuerza de su brazo y las armas. Don Quijote ve en Roque a alguien distinto a un bandido y Sancho ve a alguien que gobierna así como él gobernó a Barataria.

Estas ficciones gubernativas fueron posibles, allí en ese siglo. Hoy la igualdad y la justicia solo se creen posibles dentro de la democracia moderna. Pero esos elementos políticos de Roque Guinart, de Sancho en Barataria, y de don Quijote y sus armas, obligan a pensar en maneras de conseguir la justicia, la igualdad y la paz, bajo la égida de un gobierno unipersonal, culto, educado y poderosamente humanizado.

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