miércoles, 30 de julio de 2014

Novelas sobre la guerra. La luna se ha puesto de Steinbeck

Un juego como la guerra
Por Guillermo Aguirre González

Un episodio de la guerra mundial se escribe. Un ejército poderoso invade un pueblo pequeño, interesante por tener una mina de carbón y una población dedicada a extraer el mineral. El invasor necesita el carbón pero no quiere forzar a los pobladores a trabajar directamente bajo sus órdenes. Táctico, el jefe de los invasores, planea utilizar el gobierno local, para legitimar sus órdenes, reducir el impacto de la invasión y garantizar el trabajo.
 
 
El episodio, narrado en La luna se ha puesto, se enraíza en ese comportamiento humano que lo obliga a invadir y colonizar otros pueblos, bajo muchos pretextos. Lo terriblemente novedoso, en esta novela corta de John Steinbeck, es el método empleado por el invasor del pequeño pueblo de mineros. Hay actitudes caballerosas, parecidas a los famosos comportamientos de un gentleman inglés, en los que se expresa el deseo de explotar el carbón y a los habitantes, de la manera menos violenta y sí, muy sutil.
 
 
Steinbeck, con el lenguaje y las maneras de cortesía de ambos, conquistado y conquistador, crea una atmósfera en la que la humanidad está obligada por la guerra a matar cortésmente. El invasor reconoce la inteligencia del dominado y quiere adoptar su modo de vida para ser amado y respetado.
 
 
Esta actitud permite mirar en el pasado algunos comportamientos de pueblos invasores. Estos han invadido por ser humanos y por necesidades de orden económico. Las más de las veces el invasor conquistador extermina al pueblo víctima; pero hay ejemplos que incitan a pensar conquistas corteses, según la atmósfera de Steinbeck. La explicación que tiene la Antropología, para dar cuenta de la expansión de los contenidos culturales, se basa en el concepto de la difusión por conquista. Las artes del fuego, la industria lítica, la agricultura se han encontrado en lugares diversos, como producto del guerrear y la mescla de pueblos y culturas. El ejemplo más prestigioso es el romano. Ese pueblo comenzó su expansión a finales del siglo III antes de nuestra era y cuando invadió y dominó a la Grecia clásica tomó toda la cultura helénica para sí, hasta llegar a producir una versión latina de lo griego en lo religioso, la literatura, la poesía, la arquitectura y las artes plásticas.
 
 
El invasor del pequeño pueblo minero, llega convencido de encontrar unos seres humanos que le van a admirar su humanidad y por tanto a respetar su derecho a la dominación. Pero se encuentra, con hombres y mujeres amantes de su libertad y tradiciones, dispuestos a aprovechar cualquier momento de descuido para atacar al invasor. La atmósfera literaria está diseñada y regida por la caballerosidad de ambos bandos. Señor intendente –dice el jefe de los agresores- ese minero ha matado uno de mis hombres, es necesario que usted como autoridad del pueblo aplique justicia y lo condene… El trato de señor, la invocación de un juicio justo, de la autoridad, es el reconocimiento de la humanidad de los dominados. Y en la respuesta del intendente le reconoce la humanidad al coronel jefe invasor, pero le dice que su humanidad está aplazada porque obedece las órdenes de un líder que le niega la libertad y solo los pueblos libres ganan las guerras.
 
 
Las escenas, el retrato sicológico de los involucrados en el conflicto, el invasor vigilado por múltiples ojos tras las ventanas, el conquistado acorralado por el hambre, los odios mutuos, el desbalance mental, el miedo, dejan en el lector la convicción de una crítica del autor de La luna se ha puesto, a la guerra. Es una actitud pacifista de Steinbeck y por eso no hay nombres de las geografías, pero sí pistas que permiten ubicar los acontecimientos en la segunda guerra. El invasor es un alemán muy humanizado, el conquistado un pequeño pueblo del norte de Francia minero, pacífico, y el pueblo que bombardea con su aviación es Inglaterra. Estos tres protagonistas participan en los acontecimientos como seres humanos obligados a pelear y a matarse por unos líderes dementes, para quienes la guerra es un juego de poder que garantiza la acumulación de riqueza. Y este es el concepto reiterado en la novela. La guerra como juego de niños, la guerra como juego de caza, como un juego aritmético, un juego de fútbol. La guerra así concebida es una invención humana y por eso se acaba cuando hay conciencia del horror.
 
 
Ese juego cruel, se ha querido atar al ser biológico y se sustenta con el evolucionismo darwiniano. De las especies sobrevive la más fuerte. La máxima transmutada a lo humano diría: la guerra es un determinismo biológico y el ser humano como animal que es, la practica por instinto y al final vence el pueblo más fuerte o la raza más fuerte. El lector avisado puede leer entre líneas el rechazo de Steinbeck a este determinismo.

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