miércoles, 27 de agosto de 2014

Sobre El nadador de John Cheever

Una ciudad de vapor
Por Guillermo Aguirre González

 Una piscina en casa, exige a su vez un bar, alojamiento para invitados, cocina y otras comodidades. Estas condiciones de residir sobre el planeta, la tiene una clase social media alta, la misma que sirvió a John Cheever para construir su obra literaria, llena de capacidad narrativa. En el cuento El nadador, Nell Merrill sufre una especie obnubilación luego de haber perdido su nivel social; es decir, bajó de clase y ahora, le tocó trabajar, ser asalariado para vivir. La obnubilación se da cuando decide pasar el condado de New York en el que vive y creció, a nado, de piscina en piscina, hasta llegar a la suya.
 
Nell no es consciente de su nueva situación de desclasado. En las 17 piscinas que visita a hurtadillas, los dueños le insinúan su situación; pero él no entiende o no quiere entender o no puede entender. Su mente está conectada con el agua, con el disfrute de su cuerpo sumergido, con el color del verano. Le es más importante detectar la calidad del agua: si tiene cloro, es azul como el cielo y huele a animal civilizado. Si es verde, tiene el color el sabor y el olor de sales o metales y viene de fuentes naturales.
 
Las piscinas no están una seguida de la otra, le toca saltar cercas, cruzar calles y esquivar el tráfico. Todo lo hace en traje de baño, por eso motiva extrañeza en los habitantes. Esa situación es un símbolo de Cheever, empleado para mostrar el tratamiento que la sociedad norteamericana tiene para quien se empobrece. Los dueños de las piscinas visitadas le obsequian licor y comida, pero a cambio, le hablan sobre su nueva condición socioeconómica. En una de las albercas en la que haya una antigua amante, ella le enrostra su pobreza, pero él sigue adelante sin conciencia.
 
Merrill, no tiene conciencia de clase, ha perdido la del burgués pequeño o grande y no puede encontrar la del proletario asalariado. Cuando visita la piscina de los adultos mayores a quienes les gusta que los señalen de comunistas y permanecen desnudos, él se quita el traje para no descompasar. En este pasaje viene de nuevo el símbolo. El desclasado se hace arribista y va por el mundo, atolondrado, con los sentidos aguzados; ve, huele, oye y siente como nunca, como un explorador wandervogel.
 
Es posible ver en esa actitud, la condena de la sociedad capitalista a los derechos adquiridos por la cuna, por el nacimiento y el que no comprende la época presente de la movilidad social, sufre hasta la locura. El burgués pequeño o grande desclasado por empobrecimiento y que sigue anclado a sentimientos nobiliarios, por una especie de anacronismo, pierde contacto con la realidad y se fuga utilizando infinitos medios. Pero en esta fuga hay valentía, porque se prefiere un mundo de aventura y viaje, antes que sufrir la degradación social. Se entiende un no querer el mundo de la producción industrial que impide al ser humano mirar el cielo y recorrer la tierra.
 
Nell no acepta la degradación. En su periplo tiene la oportunidad de criticar la sociedad en que vivía. Ahora se siente libre como el agua, no de las piscinas, sino de la tormenta que se le interpone en la aventura; libre como las nubes que construyen ciudades caprichosas de vapor de agua, sobre su cabeza. Busca un trago de ginebra, de wiski, como ayuda para su trashumancia. Al fin llega a su casa. La piscina está vacía, las puertas y ventanas derruidas. No está su familia. Hay ruina por doquier y entra en conciencia de su nueva situación. El lector de El nadador, es llevado a imaginar el futuro de Nell Merrill, bajo estas condiciones.

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