Prometeo de Jan Cossiers 1638
La persistencia de la religión en estos tiempos de aplicación del
método científico a la aptitud técnica, para generar la tecnología, llama a
insistir sobre su origen humano. La tecnología es una novedad que arrasa con
las culturas nacionales, en pos de una cultura planetaria de claro contenido
pragmático y hedonista; sin embargo la religión sigue ahí; además de haber
resistido los embates del materialismo de los regímenes socialistas comunistas,
resiste el mundo globalizado liberal. Las guerras motivadas en la lucha
económica han dejado expuesto como inquietud la posibilidad de una nueva guerra
de religión, como una imposición a la imaginación, del aparentemente invencible
sentimiento religioso. Al final de las ideologías políticas, siguen vigentes y
amenazantes los fundamentalismos religiosos.
Esta invencibilidad de la religión, motiva a indagar por su
historicidad. Responder porqué, está afianzada en lo hondo de la memoria y ha
sobrevivido a pesar de las conquistas de sistemas filosóficos materialistas que
bien explican el estar en el mundo sin necesidad de divinidades inquisitorias.
No hay grupos humanos sin un complicado discurso que les satisfaga las
preguntas sobre el origen y el presente. Los estudios dedicados a este problema
desde el fin del siglo XIX han puesto explicaciones desde la sociología, la
antropología, la sicología, la etnología. Las respuestas en general se han dado
desde el estudio de las sociedades arcaicas resistentes a los embates del
occidente dominante y etnocéntrico. Por eso los estudios han profundizado más
en las culturas occidentales, y si se ha ido a las sociedades de otras partes
del mundo es para establecer comparaciones.
Las religiones indoeuropeas tienen una misma raíz y son
tripartitas. En ellas luchan tres divinidades que corresponden a tres castas
originarias: sacerdotes, guerreros y labradores, las tres castas del fenómeno
urbano. Las religiones indoeuropeas no son primitivas, son urbanoneolíticas. Antes
de la ciudad, las explicaciones de los seres humanos sobre su existencia era
una construcción animista, base de las distintas magias preneolíticas. La
complejidad de la cultura de ciudad permite, además de todas las novedades, unas
explicaciones sobre el ser humano distintas a la magia y es la que se denomina explicaciones
mítico-religiosas.
El mito nace con la ciudad o la polis y se diferencia radicalmente
de la magia. Lo tripartito del mito se ejemplariza con el caso romano. Rómulo
símbolo de la guerra, asesina a su hermano gemelo Remo, porque traspasó el
círculo de la violencia y traicionó su signo sagrado. Estos guerreros invaden a
los labradores sabinos, símbolo del orden de lo público. El crimen de Remo, fratricidio
primordial, es el signo de la expiación e instauración de la sacralidad.
Guerreros, sacerdotes y labradores, estructuran el mito de las sociedades
sedentarias. Rómulo y Remo guerreros pastores trashumantes se funden con los
sabinos labradores y originaron la ciudadanía romana. La vida material expresada
en la invasión y la fusión de pueblos es verbalizada y elevada a la forma de un
relato tradicional identitario, por efecto de las actividades de los miembros
del grupo con funciones extáticas. Funciones radicadas en la herencia de la
humanidad y ejercida por los chamanes preneolíticos y luego por los sacerdotes,
pitonisas y adivinos civilizados.
La función extática se basa en el simbolismo del vuelo. Imaginan
la altura y se liberan de la gravedad. En ese lugar alto e ingrávido,
establecen el hábitat y origen de los seres suprahumanos (dioses, espíritus,
héroes civilizadores). La función extática, revela los entusiasmos, las locuras
y a los homicidas; interpreta la noche, crea imágenes de la muerte, de las catástrofes
o todo lo que afecte el grupo humano.
Los descubrimientos del sedentario, la cerámica, el control del
fuego, la metalurgia; se transmutan en fabulaciones, ritos y misterios. Son la
materia prima de los mitos, junto con las actividades que le dan el ser al
grupo tribal. Se puede decir que el mito es civilizado y se forma a partir de
tres coexistencias y persistencias: uno, la práctica de la caza continua en el
hombre de guerra. La muerte del cazado (animal o ser humano) hecha por el
cazador, se le atribuye a un otro, por lo general extranjero, que trae la
venganza del animal abatido, justificada ante el señor dios de los animales.
Dos, la práctica del cultivo de los tubérculos se atribuye a un asesinato
primordial; el cadáver del muerto fue descuartizado y enterrado, como una
variación del canibalismo no consumado o de sacrificios humanos o de animales.
Tres, la práctica del cultivo de los cereales, se atribuye a un robo o
conquista de ese bien poseído por los dioses de lo alto; un héroe civilizador
fue por los cereales y luego de su hierogamia, matrimonio entre un dios y el
héroe, este roba el cereal y lo da a los seres humanos. Así la muerte del
cazado, la extracción de la raíz alimentaria y el cereal almacenable, tiene en
la memoria una explicación atada al mundo ingrávido de lo alto, a ese mundo
frecuentado por los que logran el vuelo extático.
La mitología religiosa de los cultivadores sedentarios
civilizados, funde dos motivaciones para imaginar el origen y darle sentido a
la existencia, la de los cazadores basada en los huesos y la sangre; y la
propia de los cultivadores basada en el esperma y la sangre. Esta novedad en el
desarrollo de la cultura, se fecha a partir del año 9.000 antes de nuestra era.
Sangre, huesos y semen del cuerpo humano o animal, para rendirle culto a la
memoria y ubicarla en un panteón. Es el sentido de la genealogía divina, humana
o la mescla de ambas. Cultivar la memoria es hacer genealogías seminales
ancladas al origen divino del ser humano. La memoria se divide en partes con
regencias de divinidades independientes pero relacionadas filialmente. Para el
caso griego Zeus se une con Mnemóside, durante nueve noches para dar nacimiento
a las nueve musas cuya misión e historia es cantar y alabar la grandeza del
padre. Esta genealogía panteísta tuvo que luchar contra la escritura. La
cultura y los seres humanos protohistóricos, para defender el mito y defender
la memoria, como mecanismo de preservación de los secretos y ritos
propiciatorios, impidieron la grafía de los mitos; pero a partir del triunfo de
la escritura, desde el cuatro mil antes de nuestra era, el mito se inscribe y
se detiene su reinvención y renovación. Comienza la religión y el dogma. La
memoria sigue otras sendas.
La religión persiste, porque la cultura del ser humano es
acumulativa y se transmite por la oralidad o la escritura. El acumulado tiene,
el vuelo del chamán, la ascesis del sacerdote, el fichero del escritor, el
saber de los oficiantes, es decir en la memoria están todas las creaciones de
la humanidad. (Este texto le debe mucho a Mircea Eliade).
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