martes, 5 de abril de 2016

Paleontología de la memoria


Persistencia de la memoria. Dalí 1931
En el trajín de los días, en el trato y contacto con las gentes, se encuentra el ser humano medio, viviente de la cultura del hombre común. Asombra ver y escuchar como a esa cultura han llegado los conceptos científicos de la modernidad. Son incrustados en el habla cotidiana y se han amalgamado con el acervo cultural del presente. Entre ellos el sentido evolutivo de las cosas y los fenómenos naturales terrestres como la lluvia, las descargas eléctricas, los movimientos tectónicos y siderales.
Y la cultura del ser humano presente es justamente una amalgama. El ejecutivo, el profesor, el periodista, el trabajador de todos los oficios, en cualquier momento reivindica la magia, la adivinación, la oración a la necesaria fuerza superior; les es difícil concebir un ser humano sin religión y convencerse de ser unos creadores y no unas criaturas.

Por las huellas del ser humano sapiens, se pude hacer un arqueo aproximado del pensamiento de si, desde la invención de los primeros grafismos hasta la escritura. El sapiens primordial se autoexplicaba como un animal entre tantos y animó los objetos inertes y demás seres vivos con espíritus de posible control e invocación. A esta actitud se la ha llamado magia con elementos cosmogónicos.

El sapiens protohistórico construyó un relato rico, profuso y bello, mítico. Con la interpretación de las huellas megalíticas, se puede decir de estos mitos, fueron largas narraciones que explicaban el ser humano desde cosmogonías y genealogías, atadas al misterio de la muerte y materializadas en rituales profusos.

El sapiens histórico equipado con el útil de la escritura profundiza el mito y perpetua en los grupos sedentarios las cosmogonías, inscribe las genealogías y hace cohabitar el mito y la ciencia o control material y certero de la naturaleza. Las actividades del sedentario, llamadas también del civilizado, control del fuego, humanización del tiempo y el espacio, se mezclan con el mito y producen los panteísmos exhaustivos hasta adjudicarle un origen divino a cada actitud y sentimiento humano.

La intención del ser humano de autoexplicarse, por fuera del mito y la magia, en el siglo XVIII, produjo un etnocentrismo o rapiña entre las monarquías por demostrar ser la patria origen de la especie. Si una monarquía se consideraba heredera de la alta cultura, esta estaba ubicada en el cerebro y el proceso de como este órgano comenzó a crear el cuerpo humano ocurrió en su territorio. Actitud llamada cerebralismo, por el cual el cerebro ha creado el cuerpo.

El sapiens de las grandes urbes contemporáneas tiene todo el pasado sobre él. La magia, los mitos y la ciencia. Esta última aplicada sobre sí mismo, al tiempo y al espacio, da como resultado los discursos especializados sobre el todo y las partes. Hoy se puede elaborar un discurso sobre el ser humano desde el equipamiento teórico de las ciencias historicocríticas, o sociohistóricas o humanas o sociales. Para este cometido y elaborar un discurso sobre el ser humano primordial, el apoyo debe estar en la arqueología y en la paleontología. El resultado será un relato anclado en la materia.

Desde el aquí, ahora, ¿qué se puede decir? Se debe aseverar: dentro de los seres vivos y en el reino animal, una especie adquirió una serie de aptitudes que lo hicieron ser humano. El cuerpo comenzó este periplo, por la memoria. Antes de la memoria, la arqueología ha descubierto un desarrollo evolutivo o genealogía de la especie; pero solo puede hablarse y escribirse sobre la humanidad a partir del ejercicio de la memoria. Por eso este ejercicio de escritura puede llamarse Paleontología de la memoria.

La memoria no está por fuera del cuerpo, ni llegó a él. Ella acompaña a todos los seres vivos y les garantiza perpetuarse en el tiempo. Esa memoria del ser vivo se llama memoria específica; pero en el ser humano, se transforma en memoria social, por efecto de la posición del cuerpo. Como y cuando se adquirió la posición bípeda, es una historia que hunde sus tentáculos en el pasado evolutivo de los pitecos; pasado enorme, intrincado y peligroso porque se termina mitificando el origen: se cree ver la evolución en cámara lenta. Para evitar la búsqueda del origen e ir cada vez más lejos, problema sin solución, se ha hecho un acuerdo razonable. Se puede hablar de ser humano a partir del momento cuando la arqueología brinda un documento incuestionable sobre el ser humano primordial. Ese documento es un fósil con útiles. Es el único criterio, desde la materialidad del discurso y la actitud, con base lógica, para comenzar a hablar y escribir sobre la memoria y por tanto sobre la humanidad.

Hay estudios arqueológicos prestigiosos que han llevado la edad de los primeros seres humanos a unos diez millones de años; pero se sabe que deben ir cada vez más lejos, porque eso ocurre cuando se busca el origen. En ese mundo de búsquedas es necesario poner un mojón, o mejor, convenir un punto de partida. Ese punto de referencia es el fósil del australoantropo, no australopiteco. Ese fósil es el esqueleto de un humano y no de un mono-simio como lo indica la partícula calificativa pitecos. El fósil encontrado en el centro de África es el más antiguo esqueleto encontrado en su hábitat rodeado de los útiles fabricados por él. Y ese es el criterio para que el autraloantropo sea el ser desde el cual puede hablarse de humanidad.

Así el discurso presente sobre el ser humano debe partir del primer humano tallador de útiles y la arqueología le ha calculado la edad, por los métodos de la palinología y el carbono, en poco más de un millón de años. Esa es la edad convencional de la humanidad. El australoantropo es el ser en el que la postura erguida produce la primera consecuencia: el útil de piedra. Este primer útil sencillo (una amígdala de piedra percutida, para producir una punta cortante), llamado chopper, es el resultado de un proceso: la posición bípeda, lograda por una rama de los pitecos, transforma el cuerpo. La locomoción especializada sobre las dos extremidades posteriores obliga a perder la cuadrumanía, aparece el pie equilibrado por el dedo gordo y deja las manos libres. Estas en libertad reemplazan la boca en las tareas de preparar el alimento para la deglución. Pies libres de la prensión, manos libres de la locomoción, liberan la boca de las funciones de cortar, moler y perforar los alimentos, son liberaciones que llevan a un acortamiento de la cara para que se sitúe bajo la masa encefálica y deje la frente visible como el lugar ganado por el cerebro. Este proceso comenzó y ya en el australoantropo estuvo el primer resultado. Pero hay otro elemento fundamental, la coordinación de ese proceso lo hizo la memoria. Ahí en el corazón de África, en esos primeros humanos, la memoria específica comenzó la aventura de transformarse en memoria social. La construcción del chooper, es un gesto técnico, difundido por la enseñanza y el ejemplo para los demás. Es gesto porque el cuerpo toma una actitud, las manos golpean un objeto con una acción calculada y la cara expresa un estado, reforzado por un sonido de la garganta. Es técnico porque ese ser humano primigenio ejerce la aptitud de los seres vivos para garantizar la sobrevivencia de la especie. Pero acá lo técnico está mediado y potenciado por el desarrollo del cuerpo, la locomoción bípeda y las manos especializadas en producir útiles para cortar, perforar y moler, es decir reemplazar la boca.

Se tiene la memoria de la humanidad, obediente más a problemas neurofisiológicos que filosóficos. Según la neurofisiología se puede caracterizar una memoria de los invertebrados (lombriz, ameba). Una memoria de los insectos y una memoria de los vertebrados inferiores y superiores. Dentro de los tipos de memoria, el ser humano las tiene unas más atenuadas, otras, manifiestas y básicas: Memoria específica, fijación de los comportamientos de la especie animal. Memoria étnica, asegura la reproducción de los comportamientos sociales humanos. Memoria artificial, reproduce actos mecánicos encadenados electrónicos y se expresa desde el reloj de sol, hasta el computador.

Según la argumentación acá cifrada se puede decir que El esfuerzo paleontológico ha hecho una taxonomía de seres homínidos según su masa encefálica y su memoria así:

Australoantropos: vivieron de 1.6 millones hasta 800.000 años antes de nuestra era y manejaron un cerebro de 600 centímetros cúbicos de masa encefálica. Sus registros arqueológicos se han denominado Pebble Culture o cultura de los guijarros. El gesto técnico fue sencillo. Golpeo de guijarros para obtener una punta cortante (chopper). La memoria actúa para la enseñanza, el ejemplo y la emisión de sonidos de garganta.

Arcantropos: vivieron entre 800.000 hasta 400.000 años antes de nuestra era y tuvieron un cerebro de 1.000 centímetros cúbicos de masa encefálica. Su cultura se nombra Abbevilliense o acheliense. El gesto técnico se ha enriquecido: golpeo de guijarros para obtener un filo por dos caras de la amígdala de piedra (hacha bifacial). La memoria permite la comunicación de esa complejidad del diseño y confección del útil, con un gesto corporal que involucra la cara, las manos y los sonidos de garganta.

Paleantropos: vivieron de 400.000 hasta 50.000 años antes de nuestra era; tuvieron un cerebro de 1.200 centímetros cúbicos de masa encefálica. A su cultura se le ha puesto el nombre de Musteriense. La mano aumenta su motricidad (rotación de las falanges). Su memoria se enriqueció por la complejidad del gesto técnico: obtención de largos filos con el trabajo de lascas. La comunicación fue apropiada a la complejidad de la memoria y se le adjudica una abstracción ante la muerte.

Neantropos: vivieron de 50.000 hasta 30.000 años antes de nuestra era y manejaron un cerebro de 1.550 centímetros cúbicos de masa encefálica. Convivió con el homo sapiens. Su cultura se ha llamado aurignaciense, solutrense y magdaleniense. La memoria y el lenguaje corresponden a un gesto técnico que agotó la industria lítica, elaboró en piedra desde una aguja hasta un hacha y por eso con él finaliza el paleolítico.

Homo sapiens: apareció en el periodo que va de 50.000 a 40.000 años antes de nuestra era. Estabiliza su masa encefálica en 1.450 centímetros cúbicos. Convive con el Neantropo buena parte y por eso son comunes sus culturas aurignaciense, solutrense y magdaleniense. Pero el homo sapiens entra en una cultura mesolítica y neolítica, entre los años 30.000 y 10.000 antes de nuestra era, en las que la piedra se pule y se agota su versatilidad. La piedra pulida encuentra un reemplazo en el metal. El gesto técnico es atravesado por la memoria social y el lenguaje madura el proceso de graficar el pensamiento y la memoria iniciado en el magdaleniense, al crear la escritura.

En la humanidad el tamaño del cerebro, el acortamiento de la cara y la creación del útil, fueron tres procesos que dejaron como sumatoria una imaginación que hace correlato de la experiencia y el trabajo. Desde el autraloantropo es necesario adjudicar a estos seres paleolíticos, un lenguaje articulado correspondiente a su gesto técnico. Este lenguaje se puede entender como estereotipos o como una memoria de estereotipos. Una memoria basada en el gesto técnico en la que luchan el instinto y la innovación. Sólo en el homo sapiens triunfa la memoria étnica, la memoria social que permite el grafismo y luego la escritura, expresiones de una imaginación enriquecida y organizada en lo que se llama razón o lógica, dos conceptos que deben entenderse como el orden de la memoria. Del grafismo a las escritura se tiene esta cronología y morfología. El grafismo iniciado hace 50.000 años, es el mismo que los modernos llaman arte paleolítico. Época prefigurativa, hasta 30.000 años a. n. e. Época primitiva, hasta el año 20.000 a. n. e. son figuras altamente estilizadas. Periodo arcaico hasta el año 15.000 a. n. e. figuras que muestran una gran maestría técnica. El periodo Clásico Magdaleniense hasta el año 11.000 a. n. e. se alcanza el realismo en la figuración, en las formas. En el año 10.000 a. n. e. se entró en un periodo de decadencia del realismo, por la adopción de dosis crecientes de abstracción.

Este ejercicio de escritura sobre la memoria puede concluir: la memoria antes de la ciudad construyó explicaciones de la existencia mágicas. Con la sedentarización se elaboraron explicaciones mítico – religiosas y luego racionales. 
(Este escrito le debe mucho a André Lerio-Gourham y a Mircea Eliade)

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