sábado, 27 de agosto de 2016

Yogui seductor

Maqbool Fida Husain. Madre India. 1970

La película del hindú Shonali Bose, titulada Amu, del año 2005, presenta una historia contextuada en los sucesos ocurridos alrededor de un magnicidio. Asume la historia de una niña que perdió sus padres en la matanza de sikhs, en Nueva Deli, luego del asesinato de Indira Gandi en el año de 1984. El film incita a pensar el como ocurre esta masacre fratricida en una país de cultura milenaria, cuya filosofía y religión han cautivado el mundo occidental y más desde las primeras décadas del siglo XX. Queda pensar que la antigüedad de la cultura no crea inmunidad contra las mezquindades políticas y los exterminios de poblaciones a nombre de preservar la dominación de un grupo o una elite.

La historia de Shonali Bose sirve para introducir una apreciación sobre el porqué de la seducción del yoga de la cultura construida en la península del Indostán y especialmente en las cuencas de los ríos Ganges y el Indo. También inscribo esta apreciación en la búsqueda de las relaciones de la literatura con la mitología y las epopeyas ahí generadas. Dice Mircea Eliade que el origen de las mitologías de la India se puede rastrear a través de fragmentos detectados en documentos llegados a la actualidad como “himnos, textos rituales, poesía épica, comentarios teológicos, leyendas populares, historiografías, tradiciones tardías registradas por autores cristianos después de la conversión” de Europa.

La cultura de la India, debe entenderse como un desarrollo posible, alterno a las demás culturas del planeta, y no como un depósito de verdad, desde el cual todo lo demás es despreciable, tal como se le escucha decir a los conversos seducidos por el deseo de adquirir poderes mágicos y mentales donados por la ascesis yoguis. Dice Dumezil en su ensayo sobre Mitra y Varuna (citado por M. Eliade) que los Hindúes piensan fabulosa y cósmicamente, mientras que occidente piensa histórica y racionalmente. Se opone al occidente empírico, relativista, político, jurídico, el hinduísmo filosófico, absoluto, dogmático, moral y místico.

Esas huellas de los fragmentos, tienen un tiempo y un espacio en el que fueron producidas. Y debo referir ese momento de la primera expansión de una cultura de la cual se tiene noticia. La expansión de la visión del mundo llamada indoeuropea, identificada desde la investigación lingüística y cotejada con las huellas materiales de los túmulos. Esta forma de habitar el espacio deja un ideario rastreado en Europa, medio oriente y la India.

El ideario de este primer imperio que puede documentarse, se basa en las relaciones del cielo con la tierra. La invasión indoeuropea del Valle del Indo, la destrucción de las ciudades autóctonas y el protagonismo de hombres y mujeres, fueron hechos que se cantaron y se elevaron a la condición de mitos o epopeyas, las que nosotros catalogamos como literatura primordial.

Las relaciones del cielo con la tierra encarnada por héroes y heroínas, son fabuladas como hechos de dioses y diosas. La primera época, esa que corresponde a la destrucción de las ciudades autóctonas, se llama época védica, visible por llevar a la palabra, la memoria de esos hechos, compuesta por una actitud nombrada genéricamente como homologación de lo viejo para explicar lo nuevo; y esta actitud va a preservarse en la cultura hindú. Un ejemplo de esa actitud es la ascesis, junto a uno de los gestos más famosos como lo es el yoga. En la oralidad se registran gestualidades ascéticas de origen prehistórico. Toda esa tradición oral, fue llevada a la escritura entre los siglos VII a.n.e y el siglo II d.n.e.

Los vedas son cuatro (Rig, Sama, Láyur y el Atharva), el más antiguo es el Rigveda, compuesto entre los años 1500 y 1200 a. n. e. con elementos que se deben fechar antes del segundo milenio y son producto de la simbiosis de las poblaciones indoeuropeas con los pueblos nativos del valle del Indo. Incluyen las funciones sociales identitarias de esa fusión de pueblos cultivadores con pueblos pastores. Los textos védicos tienen la huella mítica de la conquista indoeuropea y la fusión de las dos culturas, la conquistadora y la conquistada.

El resultado es el culto a las divinidades de la prosperidad económica y la fecundidad, son los Vaisyas productores directos, dioses representados en los gemelos Nasatya y Asvins expresión de la potencia germinativa, humana y vegetal.

Culto a las divinidades o dioses de la fuerza guerrera. Los ksatriyas, militares protectores, poseedores de la fuerza guerrera; representan al dios Indra. Indra personifica al indoeuropeo, que destruye las ciudades autóctonas del Indo, pobladas por gentes de piel negra, raizales, adoradores del falo, ricos en ganado y habitantes de fortificaciones. Estos relatos se encuentran en el Rigveda, como memoria mitologisada. El Rigveda, el Atharvaveda y los demás textos védicos, aluden a esas ciudades y sus habitantes autóctonos como “ruinas habitadas por hechiceros”. Indra es el héroe ejemplar de los guerreros, bebedor insaciable de soma (bebida embriagante) y encarna la energía cósmica y biológica. Hace llover, provoca tempestades y es el señor de lo húmedo.

Culto a las divinidades de la soberanía mágica y jurídica. En la India, los brahmanas son los sacerdotes sacrificadores. Agencian a los dioses Varuna y Mitra. Los mismos que se oponen entre sí. Mitra es un guerrero oscuro, genial, implacable, intempestivo. Varuna es calculador y compasivo.

En general la época védica, concibe el ser humano brahmánico como un navegador cósmico, regido por un soberano cosmócrata. El ser humano está inscrito en cuatro cosmogonías, cantadas por poetas y teólogos: creación mediante la fecundación de las aguas primordiales. Creación mediante desmembramiento de un gigante primordial, llamado Purusa. Creación a partir de una unidad-totalidad, a la vez, ser y no ser. Y la creación mediante separación del cielo y la tierra.

La oralidad hindú llevada a la escritura desde la ebullición social de los siglos VII y VI a.n.e. (época que en occidente algunos llaman “la Ilustración presocrática”), y que siguió homologándose, tienen el nombre genérico de El Ramayana y El Mahabharata. Dentro de estos se ha observado tres épocas: la védica, la upanishadas y la budista. Cada una complejizada con nombres propios para los himnos que pueden aislarse a partir de una argumentación coherente.

Los Upanishads son los himnos que hacen memoria de la época posvédica. Los Upanishads (Bhagavad-Gita) hacia el siglo IV a.n.e. conservan la divinidad de la bondad de la época védica, con el nombre de Visnú dios supremo monoteísta. Estos himnos son fruto de una crisis de la sociedad india. Se abandona la vida social y se busca la selva. Los Upanishads critican el sacrificio (ritos y oblaciones) y el karman obtenido por las acciones y el deseo. Los Upanishadas fueron construidos por los rishis trashumantes. Su más antigua oración tiene el nombre de Brihadaranyaka. Expresan el ideal de vivir sin dioses, ni ritos, porque no tienen significado; dicen: “del no ser… condúceme al ser… de la oscuridad condúceme a la luz, de la muerte condúceme a la inmortalidad”.

La teología, la filosofía y la cosmogonía siguen el camino trazado por la sociedad: homologar los hallazgos con la tradición. Otro Upanishads, el Satapatta Brahamana identifica a Agni (dios del fuego) con el sol, la mañana y lo relaciona con Mitra. Identifica “la doctrina divina con una “ciencia” que al menos en su comienzos, tenía el carácter “demoníaco”. Agni es el dios del fuego de la época védica, es interpretado por los filosofantes como la luz, y el semen viril, es el “calor ascético” de las prácticas yogas. Esto es una reelaboración de las convicciones vedas que trataba de reconstruir o unir la desarticulación del caos; une la concentración o la ascesis, las posturas corporales, la respiración y la actividad psicomental. Quiere ir del caos al cosmos, al orden.

El Brihadaranyaka Upanishad, ilustra las figuras antagónicas, que constituyen la totalidad primordial. La cosmogonía obliga a una metafísica: ¿Cómo pudo brotar el ser del no ser, si en el principio no había más que “lo uno” que respiraba sin que hubiese aliento. Lo uno resultó por la ascesis, como embrión cubierto por las aguas primordiales. Del germen surge el deseo, semilla de la conciencia. El germen, deseo, conciencia, se divide en contrarios: alto-bajo, masculino-femenino; y luego lo uno crea los dioses y los fenómenos; “Lo Uno” crea la pareja primordial y esta crea los dioses, quienes por la ascesis obtienen la inmortalidad.

Otros poetas y filósofos posvedas, hacen homologación de la especulación pasada y presente en el siglo V a.n.e. Desarrollan el rito y la oblación. Identifican el yo con el universo, con el cosmos. Concluyen que “la conciencia de sí mismo […] es una sola cosa y la misma que el sol”. Los ritos y la ascesis, son un sacrificio y tienen como meta, dejar el calentamiento, la pasión, el fuego, la cólera, lo demoníaco. La ascesis transforma radicalmente al oficiante y lo convierte en Sam (santi), que puede extinguir el fuego. Estas prácticas son el preludio védico de las prácticas yóguicas y su afianzamiento y expansión por Krishna.

La metafísica en los Upanishadas, aporte de los rishis, indica la liberación, ya no por el sacrificio, ni con la relación con los dioses, ni por la ascesis o la caridad, sino por la “meditación sobre el valor soteriológico del conocimiento”. Esta es la gnosis, capaz de llegar a “la verdad absoluta, al poner de manifiesto las estructuras de la realidad”. Esta gnosis, o ciencia, resultó prolífica “pues efectivamente creaba las estructuras y el dinamismo de la existencia humana”. La gnosis, libera del karman que involucra: el deseo, las consecuencias de la acción, la transmigración, la relación causa efecto, los ritos y el sacrificio. La gnosis libera de la ignorancia. Reduce la totalidad cósmica y la conciencia a un principio únco: el espíritu universal situado en la cima, debajo está lo que participa de los espiritual y lo material, lo no manifestado en la materia, la conciencia descendente hasta los sentidos. La liberación gnóstica, también se asoció con las técnicas del yoga y lo mistérico.

A la época de los Upanishads, alrededor del siglo V a.n.e. pertenecen el predicador Buda e Isvara Krishna. Proclaman el dolor universal y los medios para liberarse de el: la meditación yoga o la renuncia al mundo. Pero como el carácter de la sociedad india es la homologación, se pone al servicio de la filosofía de la liberación todo el pasado védico y Upanishads.

Alrededor del siglo V comienza la vocación de hacer compilaciones del pensamiento y la filosofía india. De esa tradición llamada clásica, se tienen los sistemas filosóficos llamados Darsanas (los samkhya-Karika de Isvara Krishna y los Yoga-Sutras), muy próximos en sus esquemas pero diferentes en sus prácticas. El pensamiento Krishna es ateo. La liberación se obtiene por el conocimiento metafísico. El Yoga-Sutras: es teísta, postula un señor dios; la liberación se obtiene por las técnicas de meditación.

El término yoga se usó tanto en la época védica como la brahamana; también por los Upanishads, porque fue “cualquier técnica ascética o método de meditación”. Pero como doctrina se impone con el Yoga-Sutra, escrito en el siglo II a.n.e. Para este, el yoga es la “supresión de los estados de conciencia […] Su fin es la abolición o superación de la condición humana, resultado de la negativa a conformarse con las inclinaciones naturales”. El fin del hombre sabio convencido de que la vida no es el mal, no es un karman, es conseguir la liberación.

Este escrito se debe a Shattuck, Cybelle. Hinduismo. Ed Akal. Londres 2002; y a Eliade, Mircea. Historia de las creencias religiosas. Tomo I y II. Paidós Barcelona 1999.

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