Maqbool Fida Husain.
Madre India. 1970
La película del hindú
Shonali Bose, titulada Amu, del año 2005, presenta una historia contextuada en
los sucesos ocurridos alrededor de un magnicidio. Asume la historia de una niña
que perdió sus padres en la matanza de sikhs, en Nueva Deli, luego del
asesinato de Indira Gandi en el año de 1984. El film incita a pensar el como
ocurre esta masacre fratricida en una país de cultura milenaria, cuya filosofía
y religión han cautivado el mundo occidental y más desde las primeras décadas
del siglo XX. Queda pensar que la antigüedad de la cultura no crea inmunidad
contra las mezquindades políticas y los exterminios de poblaciones a nombre de
preservar la dominación de un grupo o una elite.
La historia de Shonali
Bose sirve para introducir una apreciación sobre el porqué de la seducción del
yoga de la cultura construida en la península del Indostán y especialmente en
las cuencas de los ríos Ganges y el Indo. También inscribo esta apreciación en
la búsqueda de las relaciones de la literatura con la mitología y las epopeyas
ahí generadas. Dice Mircea Eliade que el origen de las mitologías de la India
se puede rastrear a través de fragmentos detectados en documentos llegados a la
actualidad como “himnos, textos rituales, poesía épica, comentarios teológicos,
leyendas populares, historiografías, tradiciones tardías registradas por
autores cristianos después de la conversión” de Europa.
La cultura de la India,
debe entenderse como un desarrollo posible, alterno a las demás culturas del
planeta, y no como un depósito de verdad, desde el cual todo lo demás es
despreciable, tal como se le escucha decir a los conversos seducidos por el
deseo de adquirir poderes mágicos y mentales donados por la ascesis yoguis.
Dice Dumezil en su ensayo sobre Mitra y Varuna (citado por M. Eliade) que los Hindúes
piensan fabulosa y cósmicamente, mientras que occidente piensa histórica y
racionalmente. Se opone al occidente empírico, relativista, político, jurídico,
el hinduísmo filosófico, absoluto, dogmático, moral y místico.
Esas huellas de los
fragmentos, tienen un tiempo y un espacio en el que fueron producidas. Y debo
referir ese momento de la primera expansión de una cultura de la cual se tiene
noticia. La expansión de la visión del mundo llamada indoeuropea, identificada
desde la investigación lingüística y cotejada con las huellas materiales de los
túmulos. Esta forma de habitar el espacio deja un ideario rastreado en Europa,
medio oriente y la India.
El ideario de este
primer imperio que puede documentarse, se basa en las relaciones del cielo con
la tierra. La invasión indoeuropea del Valle del Indo, la destrucción de las ciudades
autóctonas y el protagonismo de hombres y mujeres, fueron hechos que se
cantaron y se elevaron a la condición de mitos o epopeyas, las que nosotros
catalogamos como literatura primordial.
Las relaciones del
cielo con la tierra encarnada por héroes y heroínas, son fabuladas como hechos
de dioses y diosas. La primera época, esa que corresponde a la destrucción de
las ciudades autóctonas, se llama época védica, visible por llevar a la palabra,
la memoria de esos hechos, compuesta por una actitud nombrada genéricamente
como homologación de lo viejo para explicar lo nuevo; y esta actitud va a
preservarse en la cultura hindú. Un ejemplo de esa actitud es la ascesis, junto
a uno de los gestos más famosos como lo es el yoga. En la oralidad se registran
gestualidades ascéticas de origen prehistórico. Toda esa tradición oral, fue
llevada a la escritura entre los siglos VII a.n.e y el siglo II d.n.e.
Los vedas son cuatro (Rig, Sama, Láyur y el Atharva), el más
antiguo es el Rigveda, compuesto entre los años 1500 y 1200 a. n. e. con
elementos que se deben fechar antes del segundo milenio y son producto de la
simbiosis de las poblaciones indoeuropeas con los pueblos nativos del valle del
Indo. Incluyen las funciones sociales identitarias de esa fusión de pueblos cultivadores
con pueblos pastores. Los textos védicos tienen la huella mítica de la
conquista indoeuropea y la fusión de las dos culturas, la conquistadora y la
conquistada.
El resultado es el culto a las divinidades de la
prosperidad económica y la fecundidad, son los Vaisyas productores directos, dioses
representados en los gemelos Nasatya y Asvins expresión de la potencia
germinativa, humana y vegetal.
Culto a las
divinidades o dioses de la
fuerza guerrera. Los ksatriyas, militares protectores, poseedores de la fuerza
guerrera; representan al dios Indra. Indra personifica al indoeuropeo, que
destruye las ciudades autóctonas del Indo, pobladas por gentes de piel negra,
raizales, adoradores del falo, ricos en ganado y habitantes de fortificaciones.
Estos relatos se encuentran en el Rigveda, como memoria mitologisada. El
Rigveda, el Atharvaveda y los demás textos védicos, aluden a esas ciudades y
sus habitantes autóctonos como “ruinas habitadas por hechiceros”. Indra es el
héroe ejemplar de los guerreros, bebedor insaciable de soma (bebida
embriagante) y encarna la energía cósmica y biológica. Hace llover, provoca
tempestades y es el señor de lo húmedo.
Culto a las divinidades de la soberanía mágica y
jurídica. En la India, los brahmanas son los sacerdotes sacrificadores. Agencian
a los dioses Varuna y Mitra. Los mismos que se oponen entre sí. Mitra es un
guerrero oscuro, genial, implacable, intempestivo. Varuna es calculador y
compasivo.
En general la época védica, concibe el ser humano
brahmánico como un navegador cósmico, regido por un soberano cosmócrata. El ser
humano está inscrito en cuatro cosmogonías, cantadas por poetas y teólogos: creación
mediante la fecundación de las aguas primordiales. Creación mediante
desmembramiento de un gigante primordial, llamado Purusa. Creación a partir de
una unidad-totalidad, a la vez, ser y no ser. Y la creación mediante separación
del cielo y la tierra.
La oralidad hindú llevada a la escritura desde la ebullición
social de los siglos VII y VI a.n.e. (época que en occidente algunos llaman “la
Ilustración presocrática”), y que siguió homologándose, tienen el nombre
genérico de El Ramayana y El Mahabharata. Dentro de estos se ha observado tres épocas:
la védica, la upanishadas y la budista. Cada una complejizada con nombres
propios para los himnos que pueden aislarse a partir de una argumentación
coherente.
Los Upanishads son los himnos que hacen memoria de la
época posvédica. Los Upanishads (Bhagavad-Gita) hacia el siglo IV a.n.e.
conservan la divinidad de la bondad de la época védica, con el nombre de Visnú
dios supremo monoteísta. Estos himnos son
fruto de una crisis de la sociedad india. Se abandona la vida social y se busca
la selva. Los Upanishads critican el sacrificio (ritos y oblaciones) y el
karman obtenido por las acciones y el deseo. Los Upanishadas fueron construidos
por los rishis trashumantes. Su más antigua oración tiene el nombre de
Brihadaranyaka. Expresan el ideal de vivir sin dioses, ni ritos, porque no
tienen significado; dicen: “del no ser… condúceme al ser… de la oscuridad
condúceme a la luz, de la muerte condúceme a la inmortalidad”.
La teología, la
filosofía y la cosmogonía siguen el camino trazado por la sociedad: homologar
los hallazgos con la tradición. Otro Upanishads, el Satapatta Brahamana
identifica a Agni (dios del fuego) con el sol, la mañana y lo relaciona con Mitra.
Identifica “la doctrina divina con una “ciencia” que al menos en su comienzos,
tenía el carácter “demoníaco”. Agni es el dios del fuego de la época védica, es
interpretado por los filosofantes como la luz, y el semen viril, es el “calor
ascético” de las prácticas yogas. Esto es una reelaboración de las convicciones
vedas que trataba de reconstruir o unir la desarticulación del caos; une la
concentración o la ascesis, las posturas corporales, la respiración y la
actividad psicomental. Quiere ir del caos al cosmos, al orden.
El Brihadaranyaka
Upanishad, ilustra las figuras antagónicas, que constituyen la totalidad
primordial. La cosmogonía obliga a una metafísica: ¿Cómo pudo brotar el ser del
no ser, si en el principio no había más que “lo uno” que respiraba sin que hubiese
aliento. Lo uno resultó por la ascesis, como embrión cubierto por las aguas
primordiales. Del germen surge el deseo, semilla de la conciencia. El germen,
deseo, conciencia, se divide en contrarios: alto-bajo, masculino-femenino; y
luego lo uno crea los dioses y los fenómenos; “Lo Uno” crea la pareja
primordial y esta crea los dioses, quienes por la ascesis obtienen la inmortalidad.
Otros poetas y
filósofos posvedas, hacen homologación de la especulación pasada y presente en
el siglo V a.n.e. Desarrollan el rito y la oblación. Identifican el yo con el
universo, con el cosmos. Concluyen que “la conciencia de sí mismo […] es una sola
cosa y la misma que el sol”. Los ritos y la ascesis, son un sacrificio y tienen
como meta, dejar el calentamiento, la pasión, el fuego, la cólera, lo
demoníaco. La ascesis transforma radicalmente al oficiante y lo convierte en
Sam (santi), que puede extinguir el fuego. Estas prácticas son el preludio védico
de las prácticas yóguicas y su afianzamiento y expansión por Krishna.
La metafísica en los
Upanishadas, aporte de los rishis, indica la liberación, ya no por el
sacrificio, ni con la relación con los dioses, ni por la ascesis o la caridad,
sino por la “meditación sobre el valor soteriológico del conocimiento”. Esta es
la gnosis, capaz de llegar a “la verdad absoluta, al poner de manifiesto las
estructuras de la realidad”. Esta gnosis, o ciencia, resultó prolífica “pues
efectivamente creaba las estructuras y el dinamismo de la existencia humana”.
La gnosis, libera del karman que involucra: el deseo, las consecuencias de la
acción, la transmigración, la relación causa efecto, los ritos y el sacrificio.
La gnosis libera de la ignorancia. Reduce la totalidad cósmica y la conciencia
a un principio únco: el espíritu universal situado en la cima, debajo está lo
que participa de los espiritual y lo material, lo no manifestado en la materia,
la conciencia descendente hasta los sentidos. La liberación gnóstica, también
se asoció con las técnicas del yoga y lo mistérico.
A la época de los
Upanishads, alrededor del siglo V a.n.e. pertenecen el predicador Buda e Isvara
Krishna. Proclaman el dolor universal y los medios para liberarse de el: la
meditación yoga o la renuncia al mundo. Pero como el carácter de la sociedad
india es la homologación, se pone al servicio de la filosofía de la liberación
todo el pasado védico y Upanishads.
Alrededor del siglo
V comienza la vocación de hacer compilaciones del pensamiento y la filosofía
india. De esa tradición llamada clásica, se tienen los sistemas filosóficos
llamados Darsanas (los samkhya-Karika de Isvara Krishna y los Yoga-Sutras), muy
próximos en sus esquemas pero diferentes en sus prácticas. El pensamiento
Krishna es ateo. La liberación se obtiene por el conocimiento metafísico. El
Yoga-Sutras: es teísta, postula un señor dios; la liberación se obtiene por las
técnicas de meditación.
El término yoga se
usó tanto en la época védica como la brahamana; también por los Upanishads, porque
fue “cualquier técnica ascética o método de meditación”. Pero como doctrina se
impone con el Yoga-Sutra, escrito en el siglo II a.n.e. Para este, el yoga es
la “supresión de los estados de conciencia […] Su fin es la abolición o
superación de la condición humana, resultado de la negativa a conformarse con
las inclinaciones naturales”. El fin del hombre sabio convencido de que la vida
no es el mal, no es un karman, es conseguir la liberación.
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