domingo, 20 de agosto de 2017

Objetos, sujetos y experiencia


Los objetos han llegado a ser, el mejor documento sobre el origen y devenir de la humanidad. El centramiento en los objetos, además, expone un método necesariamente material y opuesto al idealismo clásico y antiguo. Digo han llegado a ser, porque el mundo contemporáneo se ha liberado del idealismo y ha elaborado una filosofía libre de trascendencias vacuas.

El apriorismo kantiano, radicado en el platonismo, hace parte del sentimiento arcaico humano de ser hijo y estar gobernado por un ser superior. Sentimiento construido en el proceso de humanización y por eso, legítimo y apropiado. Sentirse creado, es propio de una imaginación primigenia correspondiente a seres humanos de reciente aparición sobre la superficie del planeta.

Noumenos, intuiciones e innatismos, son constructos filiales de esa primera reacción contra el naturalismo presocrático. Son esfuerzos intensos y agotadores por darle origen ideal a la experiencia. Lo que pasa, y se siente, se piensa como la expresión fenoménica de las ideas puras contenidas en el espíritu y puestas allí por el creador del mundo. El naturalismo preplatónico, de conceptos y contenidos sofísticos o de inmensa confianza en la argumentación y la palabra, le dio a las cosas poder de engendrar en el cuerpo humano, acciones excitantes de su ser llamadas, lengua, memoria, imago y gesto.

Con el discurso traceológico que sigue las huellas como cosas, se construye hoy un relato sobre la experiencia humana, desde el hombre primigenio y su teología. Por eso soy íntimo amigo de considerar lo humano y la cosa o el objeto, como dos partes inseparables del relato. Solo puede hablarse de humanidad desde el momento (fechado por la tecnología) en que un antropomorfo construye útiles; útiles que adquieren el atributo de objeto, huella, documento. Aquí entra toda una serie de discursos y contra discursos. Están los que hablan de una supuesta edad de la madera, del homo faber xiloconstructor, antes del hombre de la edad de piedra. Pero del hombre de los objetos de madera no hay traza y según el rigor de la traceología de los objetos pétreos, no existió.

Aquí, puede hablarse de una sofística moderna, apoyada en el método científico, potenciadora de un relato nuevo, para enfrentar el idealismo creacionista o antropológico, basado en la humanidad caída, castigada o destinada al ascenso hacia el mundo de su creador, mundo de luz o paraíso.

El nuevo relato se construye, en términos de coloquio, al poner a hablar los objetos. Se considera que todos los objetos construidos por el ser humano son producto de su subjetividad y por eso, el objeto se puede interrogar para que permita exponer las condiciones de su fabricación, entre las cuales está la sociedad posibilitante y el grado de abstracción de su pensamiento. Y para que estas consideraciones tengan un piso terrenal, manifiesto mi convicción de explicar la humanización, como producto de la necesidad técnica compartida por todos los seres vivos. La huella cosa, objeto, útil, para ser concebidos en su existencia, se debe explicar como la prolongación en los útiles, de las funciones técnicas del cuerpo. Los primeros útiles, testimoniados por la ciencia de la arqueología, tuvieron como función reemplazar los dientes. De esta manera ese objeto, cosa, útil llamado cuchillo primigenio o “Schopper”, al ser interrogado en su arcaicidad, junto con el cuerpo a su lado, del tallador ejecutor, muestran y dicen de un ser que ha iniciado la vocación evolutiva hacia el homo sapienz. La arcaicidad del objeto indica una subjetividad apropiada, y demuestra el primado de la experiencia y la exudación del útil con funciones caninas, por una necesidad azarosa.

Aquí radica la oposición por diferencia con el idealismo. El discurso sobre el origen de la humanidad que podemos construir hoy a partir de un esfuerzo del pensamiento, tiene la pertinencia de la actitud comprensiva. Las disciplinadas ciencias humanas han puesto en cuestión todos los absolutos mantenidos en el misterio del creacionismo, y han puesto sobre la superficie de la tierra una explicación racional posible. Tanto el cuerpo, como el sujeto y el objeto son unos constructos interrelacionados, posibilitados más por el azar, más por la acción y reacción de la existencia física y material.

La senda seguida por la subjetividad, desemboca en el homo sapiez como un mundo mental independiente y guía, del cuerpo y de las cosas objetos. Los primeros homo sapienz, datados desde hace cuarenta mil años, separaron radicalmente el mundo terrestre del mundo ideal del creador. Establecieron lazos rituales de comunicación entre ambos mundos y los pueblos especializaron su forma de concebirlos.

La relación útil-objeto con la subjetividad, es la permanencia y pertenencia al grupo, al socius. La sociedad funciona como el símbolo que conecta el ser con el mundo del creador o de los seres réplicas humanas, rectores del todo. La trashumancia obligaba a la dispersión y la memoria de grupo la garantizaban los objetos ya diversificados: útiles de labor, el vestido, objetos totémicos mágicos y las vocalizaciones con gestualidades que hoy llamamos lenguaje.

La traceología de la vida humana es reciente. Dotó la contemporaneidad de alternativas de pensamiento para poder gobernar la masificación de los cuerpos. La igualdad como pertenencia a la existencia (existir nos iguala), ha sido posible por pensar la subjetividad fuera del idealismo. Aunque este persista y sea dominante en las sociedades que aún atan el sujeto a los designios divinos. Explicar el fenómeno humano desde sus objetos es explicar la materia desde la materia y es comprender los contenidos de la subjetividad siempre condicionados por la cultura material.

La alternativa de pensamiento aquí expuesta, es otra manera de liberarse de la metafísica de la causalidad, detenida en la lucha entre los partidarios de la idea genitora de la práctica, contra los empiristas crasos que desconocen o destruyen el sujeto, para andar por el mundo, metidos en un existencialismo agónico.

Este escrito fue construido a partir de la lectura de un texto de Francois Dagognet, titulado “La subjetividad. Traducido por Luis Alfonso Palu en el 2005.

Imagen: Francis Bacon. La deriva del yo y el desgarro de la carne. 1944


 

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