Llena de desconcierto escuchar por boca de candidatos
y militantes de muchos partidos señalar a otros de socialistas, extremo
izquierdistas, y otros términos, más hirientes que reales. Pero no se asume una
perspectiva histórica para ponderar con alguna ecuanimidad o sensatez. Todas
las opciones políticas que se tienen en nuestro paisaje político son
reediciones de actitudes viejas y se insiste en mantenerlas como argumento de
lucha confucionista.
La persistencia de la nominación izquierda o derecha,
para identificar los imaginarios políticos contemporáneos se puede comprender
desde dos perspectivas: una, la histórica y dos desde la adscripción personal
por gusto*. Este problema sociopolítico es necesario asumirlo porque la mirada
epistémica sobre la modernidad, sentencia esa dicotomía política, por lo
superfluo de mantener un hecho vigente solo para la época que va de las
postrimerías del siglo diecisiete hasta 1989, año de finalización de
confrontación planetaria este oeste. Es decir, la nominación izquierda o
derecha tuvo una vida de dos siglos. Luego, en su lugar, quedó la crítica al
imperio de la acumulación de la riqueza, la actitud política de luchar contra
la pobreza y la explotación –depredación- de la naturaleza y la fuerza de
trabajo.
Pero el lenguaje de hoy, correspondiente con una
imaginación política, sigue utilizando los conceptos de izquierda o derecha
para llamar a la práctica proselitista, a la participación y a la toma de
posición partidista. Es la persistencia de un imaginario, a pesar de haber
perdido el hecho que lo originó. Son hechos de humanidad observables en la
historia: al ocurrir nuevas situaciones, se nombran con términos acostumbrados,
a pesar de estar ante nuevos contenidos. El término izquierda ya no indica o
señala la posición política de quienes en la Asamblea Nacional de la Francia
revolucionaria, se ubicaban en los estrados altos á gauche de la
presidencia, pedían la guillotina para la nobleza, el precio máximo de los
objetos de consumo y el culto a la razón. La palabra izquierda ya no indica la
actitud decimonónica de destrucción del Estado y la organización sindical del
trabajo para distribuir la jornada en tres ochos, ocho horas de trabajo, ocho
de sueño y ocho de estudio. Izquierda ya no se concibe según las aspiraciones
del siglo veinte de la lucha de clases, de terminar el dominio ideológico -
económico de la burguesía y su control político.
El nombre sustantivo izquierda política, hoy se ha
construido como el opuesto a la derecha política. Derecha que, a su vez, no se
concibe en los términos del siglo diecinueve que nombraba la posición política
de los restauradores de la monarquía, luego de la caída del imperio napoleónico.
Hoy en el medio latinoamericano, la posición política de derecha se entiende
como el imaginario, que toma la herencia de los fundadores de la república,
pleno de supremacía blanca, apropiación truculenta del erario público, apertura
sistemática de guerras civiles y contra los trabajadores, reconocimiento práctico
de la teocracia y una cooptación del poder público para darle estatuto
hereditario entre las mismas familias. La adscripción a este imaginario, hace
adoptar un discurso político que hereda el elitismo, ve con buenos ojos la
actitud fascista, es militarista, autoritario y defiende a ultranza el orden bicentenario
establecido.
La izquierda tiene un imaginario político deconstruido
en el presente. Conserva el nombre como herencia de los doscientos años de
vigencia del á gauche; pero el contenido de la posición ha virado hacia
darle preeminencia al poder de Estado, para desde ese control impulsar una
redistribución de la riqueza y ponerle límite a la acumulación de la riqueza.
Esta izquierda de hoy ha abandonado la lucha de clases y el supuesto de confrontación
violenta que ella implica. Ha abandonado la abolición de la propiedad privada, para
convertirse en opción política que busca apoyo en los diversos sectores en los
que se divide la sociedad de este tiempo.
Esta reedición de los imaginarios dicotómicos modernos,
obligan a crear matices políticos, cuando el análisis histórico no está
presente y la adscripción es personal, guiada por el gusto. Los matices se
crean desde una estructura lógica que toma como origen la supuesta existencia
de un centro a cuyos lados se ubican la izquierda y la derecha. El imaginario
político de centro se nutre del liberalismo clásico garantista de la libertad
de empresa, la propiedad privada, libertad de opinión, de movilidad y libertad
religiosa. Pero este centro es bifronte porque permite indicar un centro de la
izquierda y un centro de la derecha.
Un partido de centro izquierda, en vez de impulsar
la lucha de clases, busca la alianza con sectores sociales que apoyen el poner
al Estado a cumplir funciones redistributivas, sin afectar la propiedad privada.
Un partido de centro derecha agencia el liberalismo clásico o neoliberalismo
y es despreocupado del poder del Estado, pues buscan disminuirlo o quitarle
protagonismo.
De estos centros se desprenden extremos. Mantener el
autoritarismo, la supremacía racial, el carácter hereditario del poder político,
la teocracia compartida y apoyarse en un militarismo cooptado y afín, es darle
materialidad a la extrema derecha. No apoyarse en un proceso democrático y de
diálogo para lograr un Estado redistribuidor; desconocer la propiedad privada,
optar por hechos de fuerza, es concretar una extrema izquierda.
Esta descripción del imaginario político, tiene mucho
de un procedimiento abstracto y lógico; es como pensar en el número cero,
origen de los números negativos y positivos. Pero se puede palear la
abstracción si se toman ejemplos del paisaje político colombianos. Se puede
decir: la centro derecha está representada por el Partido Liberal Colombiano,
el Partido Cambio Radical y el despedazado Partido Conservador. La centro
izquierda es visible en El Partido Alianza Verde, el Movimiento Colombia Humana
y el Polo democrático Alternativo. La extrema derecha está en el Partido Centro
Democrático y los restos del ejército paramilitar en armas. La extrema
izquierda está en las guerrillas del Ejército de Liberación Nacional –ELN-, y
los reductos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia –FARC- o del
Ejército Popular de Liberación –EPL-.
El ciudadano colombiano se adscribe, en un gran
número, a los imaginarios políticos de centro, más por el gusto que por un
análisis histórico. Un gusto teledirigido, dependiendo del acceso o no a la
información. Es por estas restricciones que obligan a poner en duda la vigencia
clara de este panorama. Los medios de comunicación en manos de grandes
corporaciones capitalistas, están parcializados. El poder político-económico de
las corporaciones obliga a un liberalismo o neoliberalismo e impide que una
opción de centro izquierda proponente de un Estado redistributivo, obtenga el
poder; y si llega por necesidad de sostener la mascarada democrática, se le torpeará
o impedirá realizar el programa político.
*Este texto se construyó con ayuda del ensayo Izquierda
y derecha: formas de definirlas. El caso latinoamericano y sus implicaciones,
de Luis Eduardo González Ferrer y Rosario Queirolo Velasco. Universidad de la
República. Uruguay 2013
Imagen: La lógica del trópico. Juan Antonio Roda 1997